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Transcripción
Continuamos con nuestro estudio de los Diez Mandamientos y llegamos al noveno mandamiento, que dice: «No darás falso testimonio contra tu prójimo». Nos preguntamos por qué Dios incluiría un mandamiento como éste cuando Él tiene solo una lista de diez, que son las leyes fundamentales por las cuales constituye una nación, pero obviamente lo que se considera en este mandamiento en particular es algo que es extremadamente importante para las relaciones humanas interpersonales. Si pensamos en las formas en que nuestras vidas han sido afectadas y en las que hemos sido vulnerados a lo largo de nuestra vida, veremos una y otra vez que es la violación de este mandamiento lo que hace tanto daño y destruye tanto a las relaciones humanas.
De manera superficial pareciera que la preocupación principal detrás de este mandamiento es prohibir el perjurio en la sala de un tribunal y, de nuevo, ese es el mal más evidente que tenemos a la vista, porque así como tenemos un sistema de justicia penal en nuestra sociedad, Israel también tenía toda una estructura en los tribunales que era muy importante, y en la corte lo que la gente está tratando de hacer cuando la justicia está en juego y hay que dictar sentencia, es llegar a la verdad del asunto. Antes de decidir si una persona es culpable o inocente, hay que reunir y evaluar los hechos. Se da testimonio y ese testimonio se evalúa para ver si es creíble o no; y cuando hay mucho en juego, como ocurre en un juicio, la gente puede inclinarse a no decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad y dar un falso testimonio.
Cuando se da un falso testimonio en un tribunal de justicia, puede darse en cualquier dirección. El falso testimonio puede llevar a la exoneración de una persona culpable o a la condena de una persona inocente y en cualquiera de los dos casos no se hace justicia y, en particular, cuando hay un testigo falso o se da un falso testimonio, eso incrimina a una persona inocente. Por eso, como ya hemos visto con la ley sobre el asesinato, en los delitos capitales en Israel, si una persona cometía perjurio en un caso capital y acusaba falsamente a una persona inocente de un crimen capital y se descubría que esa persona había cometido perjurio, entonces esa persona podía ser ejecutada. Dios se tomó muy en serio este asunto de decir la verdad en un tribunal de justicia.
Hemos visto en otra parte que la acusación universal que las Escrituras hacen contra nuestra humanidad caída es ésta: todos los hombres son mentirosos. Eso no significa que todas las personas siempre andan mintiendo, pero no hay ninguno de nosotros que no haya mentido nunca. Todos hemos distorsionado la verdad en algún momento de nuestras vidas y debido a esta proclividad de la humanidad caída a desviarse de la veracidad, hay ciertas medidas tomadas en Israel para hacer todo lo humanamente posible para poner un cerco alrededor de la persona que está dando testimonio, para que no dé falso testimonio. Podemos ver claramente lo perjudicial que puede ser el perjurio en un juicio, pero ese no es el único lugar donde el falso testimonio puede ser perjudicial y destructivo para las relaciones humanas.
El mandamiento anterior que vimos trataba del hurto o del robo y si lo extendemos hasta este del falso testimonio, podemos ver un vínculo entre estos dos sobre qué preocupaba tanto a Dios en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, la combinación de no decir la verdad y robar se da de muchas maneras en la comunidad judía y también en otras sociedades. Por ejemplo, Dios exige en el Antiguo Testamento que los mercaderes y los gobiernos utilicen normas y pesos justos. ¿Por qué pesos y normas justos? Bueno, ¿qué pasa si el comerciante te dice que te está vendiendo un litro de leche, pero la botella contiene menos de un litro de leche? ¿Ves cómo dos cosas están ocurriendo al mismo tiempo?
Por un lado, se está dando falso testimonio, y por ese falso testimonio se está cometiendo un robo, de modo que podemos utilizar la mentira para ayudar e instigar el robo y por eso el Dios de Israel insistió en que los comerciantes dijeran la verdad sobre los ingredientes y los productos que vendían. Responsabilizó al gobierno de garantizar un sistema de pesos y medidas justas. Había otra forma de engaño que estaba relacionada con el robo en Israel y era a través de la degradación de la moneda. Por degradación de la moneda se entendía que si la moneda de la época era el uso de oro, el gobernante sin escrúpulos podía mezclar impurezas con el oro y hacer pasar la moneda como si fuera de oro, totalmente de oro, cuando en realidad estaba mezclada con impurezas y era de menor valor de lo que decía ser. Así que aquí la mentira se utiliza una vez más al servicio del robo.
Hace poco me invitaron a una escuela cristiana para muchachos de preescolar a octavo grado y me pidieron que diera algunas clases a los alumnos de séptimo y octavo sobre los principios fundamentales de la economía, así que acepté hacerlo. La primera tarea que tenía era explicar a los muchachos qué es el dinero, de dónde viene, cómo surgió en la historia de la civilización y para explicar esto, decidí realizar un pequeño juego con ellos. Llevé algo de dinero y pedí un voluntario entre el grupo y uno de ellos se ofreció de voluntario. Puse delante de mí una moneda de un centavo, una de cinco centavos, una de diez, una de veinticinco, una de cincuenta centavos, un billete de un dólar, uno de cinco y uno de diez y les dije: «Vamos a aprender aquí algunos de los ingredientes básicos de los negocios».
Le dije a uno de los muchachos: «¿Tienes un billete de cinco dólares?». Y lo tenía. Le dije: «Me gustaría comprarte ese billete de cinco dólares» y le ofrecí un centavo. Se rio y dijo: «No hay trato». Así que le ofrecí cinco centavos y dijo que no aceptaría ese trato. Así que le ofrecí diez centavos. No aceptó, así que le ofrecí veinticinco centavos y volvió a rechazarme. Entonces tomé la moneda de veinticinco centavos y la de cincuenta centavos y le dije: «Escucha. Escúchame con atención. Te ofrezco esta moneda de veinticinco centavos y esta de cincuenta por tu billete de cinco. Ten en cuenta que el billete de cinco dólares es solo una pieza de dinero y aquí te estoy ofreciendo dos piezas de dinero: una moneda de veinticinco centavos y otra de cincuenta centavos». Le dije: «¿Qué te parece el trato?». Se rio y dijo: «No, gracias».
Entonces le ofrecí un dólar por el billete de cinco. No lo aceptó, así que finalmente tomé el billete de cinco dólares. Le dije: «¿Qué tal un billete de cinco dólares por tu billete de cinco dólares?». Me dijo: «No tiene sentido, porque los dos valen lo mismo». Por supuesto, mi billete de diez dólares seguía allí y él estaba esperando a que yo le ofreciera el billete de diez dólares por el de cinco, pero yo había llegado al final de mi ilustración. Entonces, puse el billete de diez dólares en mi bolsillo y le dije: «Bien. Hemos terminado» y le dije al resto de los alumnos: «¿Qué tal le ha ido a su compañero en esta negociación comercial que acabamos de realizar? ¿Cuántos de ustedes creen que lo ha hecho bien?».
Había trece alumnos y todos levantaron la mano. Les dije: «¿Así que están orgullosos de cómo ha negociado este trato?». Dijeron: «Sí». Les dije: «Bien. Entonces eso significa que la votación sobre si lo hizo bien fue de trece a uno. Solo hubo un voto en contra». Parecían desconcertados. Dijeron: «¿Qué quieres decir? Nadie votó en su contra». Respondí: «Yo lo hice» y ellos dijeron: «Bueno, ¿por qué?». Entonces metí la mano en el bolsillo y les enseñé. Les dije: «¿Recuerdan cuando le ofrecí una moneda de veinticinco centavos y otra de cincuenta centavos por ese billete de cinco dólares?». El muchacho dijo: «Sí» y yo le dije: «Lo rechazaste». Dijo: «Sí». Le dije: «Bueno, si hubieras observado con cuidado, habrías visto que la pieza de cincuenta centavos que tenía en la mano era un medio dólar Liberty de 1939, cuyo contenido de plata vale mucho más que tu billete de cinco dólares. El valor de esta pieza de dinero es considerablemente superior a su valor monetario». Así que dijeron, «Ay, nos engañaste» y todo ese tipo de comentarios.
Entonces tomé la moneda de cincuenta centavos, la dejé caer sobre la mesa e hizo un sonido bonito a metal crujiente. Luego dejé caer una moneda de veinticinco centavos al lado, «clunk». Dije: «Puedes notar la diferencia entre el dinero real y el dinero falso». De ahí surgió una explicación de la Ley de Gresham, según la cual el dinero falso expulsa al bueno y de por qué ya no se pueden encontrar monedas de plata de cincuenta céntimos en circulación y de ahí pasamos a todo el asunto de cómo los gobiernos crean el dinero y qué ocurre cuando los gobiernos devalúan la moneda y cómo se devalúa el dinero de la gente cuando los gobiernos defraudan a su pueblo recortando la moneda, llenándola de escoria, usándola para no representar nada de valor tangible y objetivo.
El propósito de esta clase no es entrar en un estudio de economía sino solo mostrar cómo en el Antiguo Testamento Dios vio que el dar falso testimonio también estaba relacionado con robar cuando la gente no era honesta sobre su moneda. No decían la verdad porque la virtud fundamental y subyacente detrás del noveno mandamiento es un principio que trasciende los intercambios económicos y trasciende los dramas de los tribunales porque el principio fundamental que está en juego aquí, en el noveno mandamiento, es el principio que es, de nuevo, fundamental para toda la ética judeo-cristiana y me refiero a la santidad de la verdad. Así que no se trata solo de que no se nos permita mentir en un juicio o de que no se nos permita mentir a los clientes sobre el verdadero contenido de lo que les estamos vendiendo, sino que significa la verdad en todo aspecto, la verdad en la publicidad.
Una de las luchas más grandes que he tenido en mi propio ministerio en Ministerios Ligonier es cuando nuestro departamento de publicidad prepara avisos publicitarios para enviarlos a nuestros miembros para contarles sobre un nuevo producto que tenemos, un nuevo producto educativo y en su deseo por venderlo exageran el producto. Lo exageran en términos perfectamente aceptables, en términos no solo del comercio secular sino del mundo cristiano. «Compre este programa de RC Sproul y le cambiará la vida» y yo digo: «Bueno, lo único que puedo garantizar sobre si la vida de esta persona va a cambiar al comprar uno de mis programas es que, después de la transacción, va a ser cuatro o cinco dólares menos rica de lo que era antes de la transacción, porque no sé si este programa hará algo por ti.
Puede ayudarte. Puede hacer que llegues a un entendimiento más profundo en el conocimiento de Dios y ese es mi más ferviente deseo. Pero no puedo prometerlo».
Hace poco vi uno de nuestros anuncios para La Biblia de Estudio de la Reforma que decía: «No hay mejor fuente disponible para ayudarlo a entender la Palabra de Dios que La Biblia de Estudio de la Reforma» y yo dije: «Un momento. Deténganse un segundo. ¿Me están diciendo que los comentarios de Juan Calvino no son una fuente más profunda para entender las Escrituras que esta Biblia de estudio? ¿Estamos diciendo que tenemos aquí la mejor fuente que jamás se haya producido para ayudar a comprender la Palabra de Dios?».
Estoy increíblemente impresionado con La Biblia de Estudio de la Reforma. Espero que todos compren una Biblia de Estudio de la Reforma, pero no voy a decirle al mundo que La Biblia de Estudio de la Reforma es la mejor ayuda para interpretar las Escrituras que jamás se haya producido y tampoco quiero que nuestra gente diga eso. ¿Entiendes a lo que me refiero? Hemos aprendido la lección, después de recibir toda la palabrería publicitaria de la televisión, las revistas y todos los medios de comunicación que nos hacen todo tipo de promesas. Espero que hayamos aprendido a rechazar las exageraciones, ¿cierto? Espero que sí. Pero debemos tener cuidado de no participar en eso, de no participar en la falsificación intencionada de aquello que proclamamos.
A veces hay un fenómeno que llamamos «estadísticas evangélicas», en las que decimos: «ochenta mil personas vinieron a este servicio masivo de evangelización y treinta mil personas se hicieron cristianas» y empezamos a inflar el número como si la dignidad de Dios necesitara nuestra exageración. Eso es dar falso testimonio y podemos dar falso testimonio sobre aspectos buenos y con buenas intenciones, pero aun así viola la santidad de la verdad. En el tiempo que nos queda, quiero decir algo más sobre este mandamiento.
Este mandamiento no solo prohíbe el perjurio y prohíbe la mentira y prohíbe el engaño, especialmente prohíbe la calumnia y el chisme destructivo. Oh-oh. Cada vez que acuso a otro ser humano de hacer algo que no ha hecho, tanto si lo hago en un tribunal como si lo hago en una discusión con un amigo tomando un café en una mesa, estoy quebrantando el noveno mandamiento porque la calumnia es altamente destructiva e injuriosa por la que despojamos a una persona de su buen nombre acusándola falsamente de todo tipo de cosas.
Hace poco estuve en una discusión con una persona que estaba acusando a otra de todo tipo de cosas y esta persona me dijo: «Sé que fulano hizo esto y aquello por esta razón diabólica». Yo dije: «¿Lo sabes?». Me dijo: «Sí». Dije: «Bueno, ¿te dijo esa persona que esa fue la razón por la que hizo lo que hizo?». La persona dijo: «No. No me lo dijo, pero sé que lo hizo por eso». Y yo dije: «Bueno, lo único que sé con seguridad es que no sé por qué esa persona hizo lo que hizo. No sé si lo hizo por esta razón o por alguna otra, pero déjame decirte lo que sé con seguridad». La persona dijo: «¿Qué?». Le dije: «Lo único que sé con absoluta certeza es que tú no sabes por qué esa persona hizo lo que hizo. Sospechas y le atribuyes la más malvada de todas las causas posibles y el más destructivo de todos los motivos posibles, pero no lo sabes. Así que no digas que lo sabes porque cuando dices que lo sabes, estás calumniando a esa persona».
Por eso Dios prohíbe el chisme y la calumnia: Porque herimos y lastimamos a los seres humanos. Ya tenemos suficientes culpas reales con las cuales lidiar y suficientes faltas reales por las que responder, para que otras personas nos acusen de algo que no hemos hecho. Por eso debemos entender que el noveno mandamiento no es un mero ejercicio abstracto, ni se limita simplemente a los testimonios ante un tribunal, sino que define la importancia de la verdad en las relaciones humanas.
CORAM DEO
¿Cómo te has sentido cuando has oído que alguien a quien conocías ha mentido sobre lo que dijiste o hiciste? Al ser pública, mi vida transcurre en cierto modo en una pecera y hay ciertos aspectos negativos que no se pueden controlar. La gente me escribe y me dice: «He oído que has dicho en tal o cual sitio esto o lo otro» y se quejan de mi posición de enseñanza y yo les contesto y les digo: «No reconozco mi posición en lo que has dicho ahí. No tengo problema en aceptar sus quejas y sus críticas por lo que realmente he dicho o lo que realmente he enseñado. Estoy dispuesto a defenderlo, pero intenta decirlo bien porque todo el tiempo me citan mal, como en el juego del teléfono». Pero no hablo solo de lo que ocurre en el ámbito público. En nuestra vida cotidiana, en nuestra vida privada, ¿cuántas veces un amigo o un conocido ha mentido sobre ti y cuán doloroso ha sido? Puede haberte costado el trabajo. Puede haberte costado tu posición en la comunidad. Puede haber tenido todo tipo de repercusiones financieras.
Permítanme decir en el tiempo que me queda, Jonathan Edwards dice que cuando eso sucede tenemos la responsabilidad de manejarlo de la manera en que Jesús lo manejó, porque de nadie han dicho más mentiras en la historia de la humanidad ni nadie ha sido calumniado más cruelmente que Jesús, quien como un cordero llevado al matadero, no abrió su boca. Así que no solo tenemos que abstenernos de hacer esto a otras personas, sino que también tenemos que aprender a lidiar con ello cuando somos sus víctimas, siguiendo el ejemplo de Cristo.