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En esta sesión estamos empezando el cuarto volumen de «Del polvo a la gloria» y dirigiremos nuestra atención al surgimiento de los profetas importantes del Antiguo Testamento. Pero, para poder hacerlo, quiero adelantarme, solo por un momento, a través los siglos hasta el final del registro del Antiguo Testamento, porque sabemos que el Antiguo Testamento está literalmente lleno de declaraciones proféticas y oráculos que se ocupan de los eventos futuros.
Pero quiero que presten atención a la última profecía que se registra en el Antiguo Testamento. Se encuentra en el último libro del Antiguo Testamento, el libro de Malaquías, en el último capítulo de Malaquías, el cual es el capítulo cuatro. Leemos en el versículo 4 del capítulo 4 estas palabras: «Acordaos de la ley de mi siervo Moisés, de los estatutos y las ordenanzas que yo le ordené en Horeb para todo Israel. He aquí, yo os envío al profeta Elías antes que venga el día del Señor, día grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que venga yo y hiera la tierra con maldición».
La última profecía del Antiguo Testamento es una profecía sobre el día que vendrá el Señor. Y el contenido de esta profecía es que antes del día que venga el Señor, Dios enviaría a su profeta Elías. Ahora bien, creo que es significativo que aún el día de hoy, según las costumbres del judaísmo moderno, durante la celebración de la Pascua, cuando la mesa está puesta, siempre queda una silla vacía a la cabecera de la mesa.
Nadie debe sentarse en esa silla durante la celebración de la Pascua, porque esa silla está reservada para Elías, ya que el judaísmo moderno no cree que el Mesías ha venido. Ellos aún están a la espera del Mesías y no creen que esta profecía se haya cumplido.
Sin embargo, el registro del Nuevo Testamento inicia con la aparición de una figura muy extraña, algunos incluso la han llamado figura extravagante: Juan el Bautista. Donde la voz de la profecía había estado en silencio durante 400 años en Israel, de repente sale del desierto, el lugar de encuentro tradicional entre Dios y sus profetas. Sale esta figura extraña usando las prendas y viéndose, para efectos prácticos, como el profeta Elías del Antiguo Testamento.
Juan el Bautista crea una gran consternación e interés, por lo que los líderes religiosos salen de Jerusalén y empiezan a interrogarlo y le preguntan quién es y qué hace. Y le preguntan directamente, “¿Eres Elías? Y él dijo: No soy”. Pero luego, más tarde, nuestro Señor identifica a Juan el Bautista, de una manera un tanto enigmática, con la manifestación de Elías, cuando Jesús dijo: “Y si queréis aceptarlo,” (refiriéndose a Juan) “él es Elías, el que había de venir.”
Luego se nos dice en la Escritura que Juan el Bautista viene en el espíritu y en el poder de Elías y por eso se le ha llamado, “Elías redivivus” es decir, el renacimiento del ministerio de Elías. Bueno, ¿por qué toda esta importancia asociada con Elías? Bueno, creo que hay varias razones para ello y una de ellas es la que recordamos del registro del Antiguo Testamento sobre la vida y el ministerio de Elías.
Elías no muere. Elías asciende al cielo. Todos estamos familiarizados con la famosa película Carros de fuego y este título fue tomado del registro de la ascensión de Elías, cuando al final de sus años, estaban de pie junto a su discípulo Eliseo y al contemplar el cielo vieron carros de fuego y Eliseo gritó, «Padre mío, padre mío, los carros de Israel».
Y Elías fue levantado en un torbellino y llevado al cielo, lo que presumiblemente fue el símbolo del tribunal móvil de Dios. Pero debido a que no muere, existe esta expectativa de que algún momento en el futuro lejano llegaría como el heraldo del Mesías venidero. Y ese es el papel que se le asigna a Juan el Bautista.
Es también significativo en el Nuevo Testamento que cuando Jesús está en el monte de la transfiguración, viene una nube y lo envuelve, y los discípulos ven su transfiguración ¡Y he aquí! Aparecen dos hombres que tienen una conversación intensa con Jesús justo antes de que Jesús inicie su viaje final a Jerusalén y a la cruz.
Y los dos hombres que aparecen en el monte de la transfiguración con Cristo son Moisés y Elías. Ahora, ¿Qué significa esto? Al igual que Moisés, en un verdadero sentido, personifica la ley del Antiguo Testamento, así que la personificación suprema del profeta del Antiguo Testamento era el profeta Elías.
Cuando los judíos hablaban en forma resumida de todo el Antiguo Testamento simplemente decían: “La ley y los profetas”. Ahora, eso puede mal interpretarse porque Moisés, quien es el dador de la ley, es también descrito en el Antiguo Testamento como profeta y él funge en maneras distintas como el profeta.
Él es el vocero de Dios. Y entre Moisés y Elías hay muchas apariciones de profetas de menor rango; pero con la aparición de Elías es como si una institución totalmente nueva emergiera en la escena de Israel. Es decir que, al menos, es elevada a un nuevo grado de significado e importancia.
Y cuando pensamos en los profetas canónicos, es decir, aquellos cuyos libros son parte del canon del Antiguo Testamento, gente como Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, etc., todos ellos van después de la introducción pionera de esta institución hecha por el profeta Elías y por eso es importante cuando Elías aparece en escena.
Él es enviado por Dios al reino del norte, al reino de Israel, tal vez en su hora más oscura, durante el reinado de Acab y Jezabel. Ahora, antes de decir un poco más sobre Elías, en particular, permítanme hablar por un momento sobre algunas de las funciones de los profetas del Antiguo Testamento.
A menudo los cristianos ven a los profetas del Antiguo Testamento y los consideran tan solo videntes o personas que dieron profecías futuras. Es decir, que vemos o tendemos a ver la función primaria del profeta del Antiguo Testamento como la de un adivinador. Es decir, alguien que hace predicciones sobre el futuro.
Sin duda los profetas hacen eso. Y no quiero subestimar o devaluar la suprema importancia de esta tarea y la función de la profecía predictiva en el Antiguo Testamento, pero yo diría que la predicción de eventos futuros, si vamos a ponerlos en la escala de importancia, eso estaría en el segundo lugar en su misión.
Su tarea principal, el primer trabajo que Dios les da es ser lo que llamamos, heraldos. Si alguien inventó la idea de decir las cosas como son, fue el profeta del Antiguo Testamento. Los profetas eran solitarios, despreciados, maltratados, perseguidos, y en muchos casos, asesinados. Individuos que eran llamados de forma excepcional por Dios y capacitados por Dios para la tarea específica de ser la conciencia del pueblo de Dios.
Algunos han descrito la función del profeta en Israel en términos legales. Recuerdan que la nación había sido creada por Dios en términos de un acuerdo, un pacto, un pacto que tenía estipulaciones o leyes, y sanciones o castigos impuestos si es que las estipulaciones del pacto eran quebrantadas.
Y cuando Israel quebrantó el acuerdo que había hecho con Dios, fueron infractores de la ley de Dios, Entonces Dios envió a sus fiscales a la nación. Y una de las funciones del profeta del Antiguo Testamento era ser el agente divino de Dios que acusaba.
Él presentaba una demanda contra su propio pueblo por quebrantar los términos de su acuerdo y los que entregaban la citación judicial en contra de Israel eran los profetas. Así que pueden imaginar cuán populares eran en el Antiguo Testamento. Habiendo dicho esto sobre los profetas en general, veamos algunos de los destellos que captamos en la Escritura sobre la vida de Elías.
Elías fue descrito por Acab como el «perturbador de Israel». Cuando las transgresiones de Acab llegaron a ser tan severas, Elías oró para que Dios actuara y en medio de la maldad de Acab, Dios maldice a Israel con una sequía que destruye sus cultivos y que duró tres años, como resultado de la oración de Elías.
Y Acab sabe que es este Elías el que está detrás de todos los juicios de los que él es objeto ahora. Entonces leemos en el Antiguo Testamento sobre el último enfrentamiento entre los seguidores de Acab y los seguidores de Elías en el combate que se realiza en el monte Carmelo. Esto se registra en el Capítulo 18 del primer libro de Reyes.
El versículo 17 dice: «Y sucedió que cuando Acab vio a Elías, Acab le dijo: ¿Eres tú, perturbador de Israel?” Y él respondió, es decir, Elías respondió: “Yo no he perturbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, porque habéis abandonado los mandamientos del Señor y habéis seguido a los baales. Ahora pues, envía a reunir conmigo a todo Israel en el Monte Carmelo, junto con 450 profetas de Baal y 400 profetas de Asera que comen a la mesa de Jezabel».
¿Ves lo que está pasando aquí? Jezabel había importado a todos estos profetas y sacerdotes de las religiones paganas. Así que ahora están 850 de ellos en el complejo del palacio y Elías lanza un desafío al rey, pues le dice que busque a todos sus profetas y todos los líderes religiosos del culto de Baal y Asera y los traiga aquí y así resolverán sus diferencias.
«Acab envió mensaje a todos los hijos de Israel y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: ¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle a él.»
Algunos del pueblo, se acercaron a Elías, y le dijeron: ‘Elías, cálmate’. He hecho una costumbre en mi vida de nunca discutir sobre religión y política, porque asuntos de este tipo tienen una tendencia a dividir.
Esto no es parte del registro, pero era inevitable porque ocurre cada vez que la verdad de Dios está en riesgo. Y Elías lo puso tan conciso como pudo. Reunió al pueblo de Israel, y dijo: “¿Hasta cuándo vacilaréis” o dudaréis “entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, seguidle a él; y si Baal, seguidle a él».
Recuerden que les dije antes que lo que haría fracasar a la nación de Israel sería el sincretismo, la mezcla, la fusión, la combinación de elementos de la verdadera piedad con elementos de la religión pagana.
Lo que estaba ocurriendo era que la verdad de Dios había sido secularizada y paganizada, así que la verdad de Dios ahora estaba borrosa y las peculiaridades del gobierno del pacto de Dios estaban ahora confusas a los ojos del pueblo.
Y Elías dijo: ‘decídanse’. No traten de jugar para ambos equipos. No se queden sentados en la banca. Si van a seguir a Dios, entonces sigan a Dios y eso significa que tienen que dejar de ir en pos de Baal y de Astarot; y si van a ser discípulos de Baal, entonces, sean discípulos de Baal y dejen de tratar de justificarlo con una pizca de religión bíblica.
Ese es el desafío que Elías da al pueblo. «Pero el pueblo no le respondió ni una palabra. Entonces Elías dijo al pueblo: Solo yo he quedado como profeta del Señor, pero los profetas de Baal son 450 hombres.
Que nos den, pues, dos novillos; que escojan un novillo para ellos y lo despedacen, y lo coloquen sobre la leña, pero que no le pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro novillo y lo colocaré sobre la leña, y no le pondré fuego. Entonces invocad el nombre de vuestro dios, y yo invocaré el nombre del Señor; y el Dios que responda por fuego, ése es Dios”. Y el pueblo dijo: “La idea es buena».
Luego leemos la narrativa de cómo los profetas de Baal tomaron su novillo y lo prepararon y leemos que: “invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: Oh, Baal, respóndenos. Pero no hubo voz ni nadie respondió.
Y danzaban alrededor del altar que habían hecho. Y sucedió que ya al mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: Clamad en voz alta, pues es un dios; tal vez estará meditando o se habrá desviado, o estará de viaje, quizá esté dormido y habrá que despertarlo. Y gritaban a grandes voces y se sajaban, según su costumbre, con espadas y lanzas hasta que la sangre chorreaba sobre ellos».
Ustedes hablan de fervor religioso. Estas personas son religiosas hasta la médula. Ellos están tan comprometidos y dedicados a su religión que se cortan así mismos, se arrancan la carne, saltan y corren por todo el lugar, invocan durante horas cada vez, pero por mucho que invoquen, por mucho que llamen a su dios, no hay respuesta.
Cuando pasó el mediodía profetizaron hasta la hora de la ofrenda del sacrificio de la tarde; pero no hubo voz. Nadie respondió. Nadie prestó atención, hasta que finalmente Elías dijo a todo el pueblo: “Acercaos a mí.” Y él “reparó el altar del Señor que había sido derribado. Elías tomó doce piedras conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien había venido la palabra del Señor, diciendo: Israel será tu nombre. Y con las piedras edificó un altar en el nombre del Señor». Y también en nombre de la nación en la que está hablando.
«E hizo una zanja alrededor del altar, suficientemente grande para contener dos medidas de semilla. Dispuso después la leña, cortó el novillo en pedazos y lo colocó sobre la leña. Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Después dijo: Hacedlo por segunda vez; y lo hicieron por segunda vez. Y añadió: Hacedlo por tercera vez;” y lo hicieron por tercera vez. El agua corría alrededor del altar, y también llenó la zanja de agua.
Y sucedió que, a la hora de ofrecerse el sacrificio de la tarde, el profeta Elías se acercó y dijo: Oh Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel.” Él está diciendo esto en la presencia de personas que eran descendientes y que fueron juramentados por lealtad del pacto para seguir al Señor, Dios de Abraham, de Isaac, y no en este caso Jacob, sino de Israel.
«Que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que he hecho todas estas cosas por palabra tuya. Respóndeme, oh Señor, respóndeme, para que este pueblo sepa que tú, oh Señor, eres Dios, y que has hecho volver sus corazones.
Entonces cayó el fuego del Señor, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y lamió el agua de la zanja. Cuando todo el pueblo lo vio, se postraron sobre su rostro y dijeron: El Señor, Él es Dios; el Señor, Él es Dios».
Ahora bien, ¿qué creen que pasó? Algunos de ellos se levantaron y dijeron a Elías: ‘Bueno, Elías, eso fue una magnífica demostración de la verdad de Dios, pero espero que no te importe que continúe como miembro en la iglesia de Baal porque quiero ser de influencia allí y quiero crear vínculos con estas personas que se han extraviado.’
No, este era el momento, no para dividirse por pequeñas diferencias, no me refiero a eso, pero aquí la verdad central de Dios mismo está en juego y esto es lo que Elías hizo con el poder de Dios.
Los milagros rodean su vida. Él levanta una persona de entre los muertos. Él viene y se enfrenta a Acab en otras ocasiones. Pensemos cuando Acab se apodera de la viña de Nabot y otra vez, Elías viene y lo reprende y lo amonesta por su injusticia, porque lo que ocurre ahora en Israel es que las personas se alejan de Dios y se desvían de la ley de Dios.
¿No es esto lo que hizo Juan el Bautista cuando viene y, antes que nada, llama al pueblo al arrepentimiento y a la verdadera religión? “Arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado”. Ese fue el mensaje de Juan el Bautista. Y entonces, ¿qué es lo que hace él? Él apunta con su dedo al rey y reprende al rey por su comportamiento impío.
Ahora bien, esto es importante porque a veces hoy en día se nos dice que la iglesia nunca debe comentar sobre las prácticas paganas del ámbito civil o del estado secular. Aunque la iglesia hoy en día no está llamada a ser el estado, la iglesia en cada generación está llamada a ejercer la crítica profética cuando los gobiernos se vuelven injustos.
Es por eso que Elías fue un hombre perseguido, acosado implacablemente por el odio y la furia de Jezabel y Acab hasta que el juicio de Dios cayó sobre la casa de Acab. Y como lo había profetizado, cuando estos murieron, su sangre fue lamida por los perros de la calle.
Lean toda la historia de Elías. Es rica en drama e ilustra lo que era típico en la vida de todos los profetas piadosos en el Antiguo Testamento. Porque el mensaje de Elías debe ser escuchado hoy y en cada generación.