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Cuanto más viejo me pongo más tiendo a ser nostálgico, recordar viejos tiempos a lo largo de los años de mi vida y pienso en aquello que lamento y esas experiencias y encrucijadas que he vivido, y cada vez que hago memoria, la única cosa que salta a mi mente, por supuesto, es el evento más abrumadoramente significativo que cambió mi vida, más que cualquier otro evento decisivo en mi vida, es mi conversión a Cristo.
Es decir, por supuesto que puso mi vida patas arriba, y recuerdo que cuando sucedió hablé con todas las personas que conocía, cada amigo que tenía, y traté de guiarlos a Cristo, pero sin resultado y, por supuesto, la crisis inmediata para mí fue que yo estaba comprometido, y había estado cortejando esta chica por cinco años, y le escribí, ya que ella iba a otra universidad diferente a la que yo estudiaba, y le expliqué con gran detalle las circunstancias de mi conversión a Cristo y lo que eso significaría para nuestra relación y todo lo demás.
Más tarde me enteré que ella pensaba que yo simplemente había perdido la cabeza por completo, así que tuve muchas discusiones con ella durante muchos meses por teléfono y a través del correo y otros medios y no llegábamos a ninguna parte. Ella vino a visitar nuestro campus y participó de un estudio bíblico que teníamos en la universidad. Y la recogí, un tanto atrasado al final de la tarde y había pasado toda la mañana de rodillas orando por ella y por esa ocasión, y para mi gran deleite esa mujer se convirtió a Cristo en esa reunión. Y me casé con ella. Pero recuerdo la respuesta de Vesta luego de su conversión.
Al día siguiente pronunció estas palabras; ella dijo: «Ahora, sé quién es el Espíritu Santo». Y pensé que era una respuesta interesante y fascinante para uno que despierta a Cristo por primera vez, y he reflexionado sobre ello más y más a lo largo de los años, porque ella había crecido en el entorno de la iglesia y había oído hablar del Espíritu Santo. Ella había escuchado la bendición trinitaria, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, pero no tenía un entendimiento personal del Espíritu Santo.
Pero lo que me gustaría retomar ahora mismo, al presentar este próximo segmento de nuestro estudio, ‘Un panorama general de la teología’, en el área de lo que llamamos ‘Neumatología’, o el estudio de la persona y la obra del Espíritu Santo o del Espíritu de Dios es que Vesta dijo en esa experiencia de despertar: ella dijo: «Ahora, sé quién es el Espíritu Santo». Y creo que es significativo que ella no dijo, «Ahora sé qué es el Espíritu Santo.» Porque si hay un concepto erróneo que abunda en la percepción del mundo del cristianismo, es que tenemos esta postura de algún tipo de Espíritu Santo, que es una fuerza impersonal o simplemente un poder activo de Dios, y que no debe ser entendido como una persona verdadera, quien es un miembro personal de la Trinidad divina.
Una vez más, si ustedes fueran a la enseñanza del Nuevo Testamento, observarían la forma en que Jesús habla del Espíritu Santo, observarían la manera en que los apóstoles escriben sobre el Espíritu Santo, donde el Espíritu Santo se conoce como «Él», y Él hace las cosas. Tiene voluntad, conocimiento, afectos. Todas las cosas que componen a la persona se le atribuyen a Dios el Espíritu Santo en la Escritura. Lo primero que tenemos que entender sobre el Espíritu Santo es que no es un ‘algo’. Es una persona, una de las tres personas de la Trinidad. Ahora, uno de los puntos de confusión que tenemos al estudiar el Espíritu Santo es la relación entre la actividad del Espíritu en el Antiguo Testamento y cómo el Espíritu Santo se manifiesta en el Nuevo Testamento y en la vida de los cristianos hoy en día.
Así que quiero dedicar un tiempo para ver un corto panorama general de la obra del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento como preparación para una comprensión más completa del Espíritu tal como se nos revela en el Nuevo Testamento. Pero regresemos al inicio porque es en el inicio donde encontramos, en primer lugar, una referencia en la Escritura a Dios el Espíritu Santo. Estoy seguro de que la mayoría de ustedes saben dónde está exactamente. Está en la página uno. Es en el primer capítulo del Génesis, donde leemos estas palabras: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo». Esos son los dos primeros versículos de Génesis. He hablado de esto en otras series.
En nuestra serie ‘Del polvo a la gloria’ analizamos esto en breve, y he escrito un libro sobre todo este tema de la persona del Espíritu Santo llamado «El Misterio del Espíritu Santo». Pero ahora quiero ver esta confrontación inicial que tenemos con Él. La Biblia nos dice que en el principio Dios crea el cielo y la tierra. Esa es la declaración temática. Y el versículo 2 del Génesis es algo problemático y ha causado un poco de consternación entre los intérpretes de Génesis, «y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo». Ustedes conocen la ‘teoría de la brecha’ que es popular, yo diría a nivel popular, pero no tiene mucha credibilidad en el mundo de la Teología Bíblica, conlleva la idea de que entre el versículo 1 y el versículo 2 está la caída, y que el único versículo real en Génesis que se refiere a la creación es el versículo 1. Todo lo demás se refiere a algo que sucede en la brecha.
Pero dejando la teoría de la brecha a un lado, todavía quedamos con esta lucha de este retrato de la creación aún desordenada. Que se describe en las categorías de tinieblas, vacía y sin orden. La tierra no tenía orden y estaba vacía y las tinieblas cubrían la superficie del abismo. Algunos de ustedes habrán visto alguna vez uno de los segmentos de la serie de Carl Sagan llamada ‘Cosmos’, y tal vez incluso han leído el popular libro de Sagan con ese mismo título llamado ‘Cosmos’, que fue un best seller total. Y si están familiarizados con la obra de Carl Sagan, recordarán que Carl Sagan no apoyaba para nada al cristianismo. Era un científico y no apelaba a la religión para fundamentar sus propias teorías científicas.
Pero una de las cosas que me pareció fascinante de él es que en la primera página de su libro, que se llama ‘Cosmos’ hace la afirmación dogmática de que el universo en el que vivimos es ‘cosmos, no caos’, y la diferencia entre cosmos y caos es la diferencia entre el orden y la confusión. Es la diferencia entre sin forma y con forma y, en las categorías bíblicas, es la diferencia entre la oscuridad pura y la luz, entre un universo vacuo, que, en última instancia está vacío de cualquier cosa significativa, y lo que está lleno y rebosante del fruto del Creador.
Entonces, lo que tenemos aquí en los versículos iniciales del libro del Génesis es un anuncio dramático de cosmos. Y vemos en esta proclamación de cosmos que el versículo inicial declara el origen del universo, no es producto de una sopa caótica explotando por sí misma y creando mágicamente el cosmos, tal como tanta gente piensa que fue así, sino un Quién, quien Él mismo es el autor del orden y no de la confusión, Él es Dios quien crea el mundo. Pero todavía tenemos esta situación; el mundo estaba sin orden y vacío, las tinieblas cubrían la superficie del abismo, hasta… ¿qué? En el siguiente versículo es donde nos encontramos por primera vez a Dios el Espíritu Santo. «Y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas”.
Ahora, otra idea para ‘mover’ que encontramos en el Nuevo Testamento es el concepto de ‘cubrir’ o ‘empollar’. Es la misma idea que se comunica cuando Dios envía al ángel Gabriel a visitar a esta mujer del campo en Nazaret y le dice que está a punto de convertirse en madre, y ella dice: «¿Cómo será esto, puesto que soy virgen?» Y el ángel le dice a María: «Así es como será. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá… por eso el santo Niño que nacerá será llamado Hijo de Dios.» Y ese verbo que se menciona sobre el Espíritu Santo que viene sobre ella es el mismo concepto que se utiliza aquí del poder creativo generador del Espíritu de Dios; que Dios el Espíritu Santo entra en esta situación de tinieblas, de falta de orden, de vacío y lo cubre o abraza, así como una gallina empolla sobre sus polluelos con el fin de traer vida de su gestación, por lo que el Espíritu produce orden y sustancia y luz, y Dios dice: “Sea la luz. Y hubo luz”. Y las luces se encendieron.
Pero de nuevo, vemos que el Espíritu Santo, como dice el Nuevo Testamento, no es el autor de la confusión. No genera caos. Y eso es algo que necesitamos entender, que el Espíritu de Dios es un Espíritu que saca orden del desorden, que saca algo de la nada, que trae luz de las tinieblas. Ahora, ¿cómo opera entonces Él en el Antiguo Testamento? Lo primero, por supuesto, que recuerdo de mi primera lectura de la Biblia, justo después de mi conversión, fue que me abrumaron un par de cosas. Estaba agobiado en mi primera lectura inicial, así como cuando lees una novela, de lo aterrador de Dios.
Escucho a la gente decirme todo el tiempo que no les gusta el Dios del Antiguo Testamento. Creen que es terrible, feroz y malo. Pero ¿saben qué?, lo leí como una persona convertida y leía sobre estas manifestaciones de la justicia de Dios, de la ira de Dios, nunca realmente me molestó, porque era tan intensamente consciente de mi propia pecaminosidad, que podía entender que era perfectamente apropiado para este Dios, que era totalmente santo, responder al pecado de la manera en que lo hizo en el Antiguo Testamento. No tenía ninguna queja con eso. Porque lo primero, lo primero que me vino a la mente, al leer la Biblia, fue la santidad de Dios. La abrumadora majestad de Dios el Padre me golpeó en la cabeza y nunca lo he superado, como mucha gente se da cuenta.
Pero la segunda cosa que me golpeó a través de la lectura del antiguo – del Antiguo Testamento, fue esta idea del poder, el poder de Dios, el poder abrumador de Dios. Y cuando tenemos terremotos o si tenemos tornados o erupciones volcánicas como en el Monte St. Helens o el tornado que arrasó las llanuras de los estados de Oklahoma y Kansas, donde se informó que la nube de embudo era de un kilómetro y medio de ancho y se podía ver la devastación que quedó a su paso; uno queda abrumado por el poder de la naturaleza. Pero esas cosas no son nada comparadas con el poder trascendente del Señor de toda naturaleza, que va más allá de cualquier cosa que suceda en este planeta, pero en todo el alcance cósmico de las cosas, tiene el poder de crear un universo. Y ven que este poder se manifiesta en el Antiguo Testamento principalmente en términos del Espíritu Santo, quien es llamado en griego, por cierto, el ‘dunamis’ de Dios.
Y la palabra ‘dunamis’ se traduce como ‘poder’. Es el Espíritu de poder. Y se puede suponer, creo, cuál es la palabra en español que viene de la palabra griega ‘dunamis’. ¿Puedes adivinar qué palabra en español viene de ahí? – ¿suena como una palabra en español que hayas oído,’dunamis’? ¿Suena como una palabra en español que hayas oído alguna vez? ¿Qué tal si cambiamos la «U» por una «i»? Di – din – ayúdenme. ¿Qué es poderoso y explota si lo enciendes? ¡Dinamita! De acuerdo. Ahí lo tenemos. Dinamita. La palabra ‘dunamis’ llega al español, sólo cambias un par de letras y obtienes dinamita. Porque, eso es lo que encontramos cuando nos topamos con el poder de Dios, el Espíritu Santo, en las Escrituras.
Bueno, vemos ese poder manifestado en el Antiguo Testamento, principalmente de dos maneras, una que ya hemos indicado, el poder de la creación. Y la segunda está en el poder de la redención, donde es el Espíritu Santo quien está impulsando activamente el proceso redentor en el Antiguo Testamento. Ahora, ya hemos visto el triple oficio de Cristo como Profeta, Sacerdote y Rey. Y dije que esos tres oficios en el Antiguo Testamento, el oficio de profeta, el oficio de sacerdote y el oficio de rey, eran todos oficios de mediadores. Ahora, voy a decir algo más sobre esos oficios. Todos eran oficios carismáticos. Todos eran oficios carismáticos. ¿Qué quiero decir con eso? Y no eran los únicos oficios carismáticos el profeta, el sacerdote y el rey, sino que también había durante un período de tiempo especial en Israel, antes de que los reyes fueran ungidos, había otros líderes carismáticos que fueron llamados jueces.
Ahora bien, decir que eran carismáticos no significa que eran – que pertenecían a una iglesia pentecostal; Ese no es el punto. El punto proviene del significado del término en griego ‘carisma’, que tiene que ver con el concepto de don. Aquellos que eran singularmente dotados, fueron ungidos por el Espíritu Santo. Sansón, el Espíritu de Dios vino sobre él y tuvo el poder de hacer las grandes hazañas que hizo a través de él, no a través de su habilidad natural conocida, sino porque fue ungido o dotado de forma carismática por Dios. También fue así con Gedeón y los profetas cuando el Espíritu Santo vino sobre ellos, el Espíritu Santo les dio poder para su ministerio. El Espíritu Santo ungió a los sacerdotes para el ministerio. El Espíritu Santo estaba ungiendo al rey para llevar a cabo su obra de reinado. Y, por supuesto, la persona más dotada del Antiguo Testamento carismáticamente fue Moisés, quien recibió este poder de Dios para sacar a su pueblo del éxodo.
Ahora, para ilustrar el tipo de poder que estaba trabajando redentoramente en el Antiguo Testamento, vemos que durante el ministerio de Moisés, su suegro, Jetro, observó a Moisés en todas las cosas que estaba haciendo, que Moisés obviamente estaba un poco complacido consigo mismo y orgulloso de sus logros, y le explicó a Jetro lo siguiente: ‘Sabes que juzgo todas las disputas entre el pueblo, les doy la ley. Intercedo ante Dios. Hago esto, los guie a través del éxodo, bla, bla, bla, bla, bla’. Y Jetro lo miró y dijo: ‘Moisés percibo que lo que estás haciendo no es bueno’. ‘¿No es bueno? ¿Qué quieres decir con que no es bueno?’ ‘Que es demasiado para un hombre dirigir a estos cientos de miles de personas. Necesitas organizar esta nueva nación que formaste, para dividirla en grupos más pequeños’. Y bajo la inspiración de Dios, el Espíritu Santo le dice a Moisés que haga eso.
Y así se le instruye a Moisés que separe para sí a 70 hombres que él sabe que serán los ancianos del pueblo. El punto que Dios señala es: ‘Tomaré del Espíritu Santo, Moisés, que está sobre ti y lo distribuiré entre estos 70 hombres, para que puedan ministrar a la comunidad y a la congregación junto contigo’. Ahora, esa es una coyuntura crítica en la historia del Antiguo Testamento; y el registro de la misma, en sus detalles y en todo su humor, por cierto, se encuentra en Números capítulo 11, donde Dios hace precisamente eso. Toma el Espíritu que está sobre Moisés, lo transfiere a los 70 ancianos y comenzaron a profetizar, y esto crea algo de crisis allí. Pero, lo que está pasando aquí, es, otra vez, estamos viendo el poder de la unción del Espíritu Santo para realizar ciertas funciones.
Ahora, una de las cosas que nos confunde es que sólo porque una persona es ungida por Dios el Espíritu Santo en el Antiguo Testamento o le es dado poder o es impulsada para hacer algunas de estas tareas, no significa que haya nacido del Espíritu Santo, no significa que necesariamente sea salva o que necesariamente sea creyente. Vemos al Espíritu Santo venir sobre Saúl y luego partir de Saúl. Notamos esto cuando vemos a personas como Balaam, inadvertidamente dando profecías bajo el poder y la inspiración del Espíritu Santo y otras personas de esa gama que no son necesariamente creyentes. De modo que la unción del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento, en la mayoría de las circunstancias, era un don, un don especial, dado a los creyentes, pero no sólo a los creyentes, y no era el mismo don que el don del nuevo nacimiento. Y veremos cómo funciona eso en el Nuevo Testamento.
Pero vemos algunos paralelismos entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, ya que vemos que en el Antiguo Testamento, primero, el Espíritu, como una fuente de gran poder, es dado solo de forma aislada a individuos, profetas, sacerdotes, reyes, jueces, a Moisés, a los artistas y artesanos que fueron llamados por Dios para elaborar los muebles para el Arca de la Alianza. Por cierto, la primera vez que el Antiguo Testamento dice que alguien estaba lleno del Espíritu fueron los artesanos, eran los artistas, los que fueron dotados y que se les dio poder de manera única por el Espíritu Santo para hacer su trabajo de artesanía. Pero, en cierto sentido, lo crítico es que no todos en el campamento, no todos los creyentes tenían este don. Estaba limitado en su dimensión en el Antiguo Testamento, y esto es lo que Moisés esperaba que se llevara a cabo y que cambiara en el futuro, que el nuevo Mediador tomara su Espíritu y lo diera no solo a 70, sino a todo su pueblo, y para que esta entrega de poder para el ministerio se diera a toda la iglesia. Y eso es exactamente lo que sucede en Pentecostés y lo exploraremos con más detalle más adelante.
Pero por ahora quiero que veamos que la función básica del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento es – y leemos de eso – es la entrega de poder a las personas para llevar a cabo funciones para Dios. Eso no significa que la gente no haya nacido del Espíritu en el Antiguo Testamento. Igual que en el Nuevo Testamento, no podías ser creyente en el Antiguo Testamento sin la obra interna de regeneración del Espíritu, pero lo consideraremos en nuestra próxima sesión.