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Transcripción
Hemos estado viendo la doctrina de la justificación por la fe sola y la hemos visto desde un punto de vista histórico y desde un punto de vista teológico doctrinal. Entendemos que la doctrina que la iglesia elabora se supone que viene de la fuente de la Escritura misma y por supuesto, la doctrina de la justificación por la fe es una que el apóstol Pablo expone repetidamente en sus epístolas, pero su tratamiento más exhaustivo de la doctrina se encuentra en su obra magna, su obra teológica en Romanos. De modo que, hoy vamos a pasar algo de tiempo viendo algunos de los pasajes más destacados que Pablo nos da en su epístola.
En el primer capítulo de Romanos, desarrolla la idea del juicio universal de Dios sobre la humanidad caída que reprime la revelación divina que Dios da de sí mismo y luego expone cómo los efectos del pecado han afectado a todas las personas universalmente, tanto judíos como griegos. Y lleva al mundo entero ante el tribunal de la justicia de Dios, con la conclusión de que «todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» y que no tenemos excusa.
Pero cuando expone la naturaleza de la pecaminosidad humana, apela al Antiguo Testamento, el Salmo que dice: «No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda…» y ustedes conocen ese pasaje y cuando llega al final de esa cita, dice esto en el versículo 19 del capítulo 3: «Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se calle y todo el mundo sea hecho responsable ante Dios». Y así, nos pone ante el tribunal de Dios y usa la metáfora de la boca cerrada.
Por supuesto, lo que eso significa, es que cuando somos llevados ante el tribunal de Dios y aparecemos ante Su santidad, la tendencia natural humana, sería ponernos nerviosos y dar cada excusa concebible para poder justificar nuestra desobediencia. Pero cuando nos presentemos ante Dios, estará todo tan claro para todos los que estemos allí, que sería un ejercicio muy inútil dar cualquier excusa o cualquier intento de racionalizar nuestra desobediencia a Dios. Más bien, ante el tribunal nos callamos, no se puede decir ni una palabra ante Dios porque Su justicia y juicio son muy evidentes.
Pero luego Pablo continúa diciendo: «porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de la ley viene el conocimiento del pecado». Y esta breve declaración aquí es de suma importancia para entender la doctrina de la justificación, y también es una declaración particular que el apóstol hace, el cual ha sido un tema de mucho debate e investigación en la historia de la teología. Empieza diciendo: «por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él». Ahora, la primera pregunta sería, ¿a qué se está refiriendo cuando habla de «las obras de la ley»?
Hay quienes dicen que este es un pasaje restrictivo, que solo se refiere a los requisitos ceremoniales de la ley del Antiguo Testamento y que lo que el apóstol está diciendo aquí, es que nadie está justificado por pasar por todas las acciones que Dios ordena, como lo hizo con los judíos, pasando por el sistema de sacrificios y todas las prácticas de culto que se asociaron con el tabernáculo y más tarde con el templo. En otras palabras, él está diciendo, que nadie va a ser justificado por seguir los rituales que la ley ordena. Y de nuevo, esa es una aplicación muy restrictiva del texto.
La gran mayoría de los comentaristas, sin embargo, dicen: «No, Pablo no está limitando esto solo a la práctica del ritual, sino más bien a todo lo que la ley ordena, incluidas todas las obligaciones morales que la ley de Dios impone sobre Sus criaturas» y así, él está diciendo que, por la obediencia a la ley de Dios, tanto en el culto, en el ritual, así como moralmente, por cumplir esto, nadie jamás será justificado. En ese sentido, cualquier tipo de buena obra, como la percibimos, está excluida de la base de la justificación. Otros limitaron este pasaje para decir que ninguna obra de obediencia hecha antes de la regeneración, sumaría a nuestra justificación, pero, luego dicen que lo que hacemos después de renacer, será la base de nuestra justificación.
Así que, una vez más, las obras son introducidas de nuevo como base de la justificación. De nuevo, esto es parte de la disputa entre Roma y el protestantismo, porque la postura protestante afirma que esto significa que ninguna obra hecha en cualquier momento es la base de nuestra justificación. Incluso las obras que se hacen después de que nos convertimos o las obras que se hicieron después de recibir gracia, esas obras que pueden contribuir a nuestra recompensa en el cielo nunca son parte de los fundamentos de nuestra justificación.
Ahora, por favor, permítanme tan solo decir esto: cuando habla de justificación, no está hablando tan solo de una obra de perdón divino. Hay una diferencia entre ser perdonado y ser justificado. Una persona es perdonada cuando ya ha sido declarada y condenada por ser culpable. Y después de que son condenados por ser culpables, el gobernador o el presidente pueden ejecutar su privilegio ejecutivo de dar clemencia y perdonar a estas personas, es decir, excusarlos del castigo que merecen por su culpa. Pero la justificación no es tan solo un perdón.
Parte de la justificación implica el perdón de los pecados, pero la esencia de la justificación es declarar a una persona justa. De modo que, en cierto sentido, no tienes que perdonar a alguien que ha sido declarado justo. Las personas que son justas no tienen necesidad de perdón y por eso el punto de justificación va más allá del perdón de los pecados que es nuestro en la cruz y todo lo demás, a la declaración de Dios de que aquellos que estamos en Cristo y que poseemos la fe, somos contados como justos ante Él.
Es por eso que hemos dicho todo el tiempo, que la imputación de la justicia de otra persona, la justicia de Jesús es tan fundamental y esencial para nuestra comprensión de esta obra de justificación. Dios nos declara justos una vez nos ha imputado la justicia de Cristo. Así que Pablo continúa diciendo, versículo 21, «Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen».
Así que ahora, de nuevo, estamos hablando de esa justicia de Dios, no la justicia por la cual Él es justo, sino esa justicia que Él da a aquellos que carecen de justicia, la entrega de la justicia de Dios que viene a través de la fe en Cristo a todos los que creen. Y luego, más adelante en esta sección, dice: «por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús».
He dicho repetidas veces, con anterioridad, que el lema «justificación por la fe sola», realmente solo significa «la justificación es solo por Cristo». Es por Su obra perfecta. Y cuando miramos a la obra de Cristo, que es el fundamento y las bases o la causa meritoria de nuestra justificación, hacemos una distinción entre Su obediencia pasiva y Su obediencia activa. La obediencia pasiva, se refiere a Su entrega voluntaria de sí mismo, en obediencia a la vocación que le fue dada por Su Padre, para morir por nuestros pecados. Él acepta y se somete para ser sacrificado por nosotros y en ese acto de redención, al que Pablo se refiere aquí, se logran dos cosas: la propiciación y la expiación.
A veces a las personas se les dificulta recordar la diferencia entre propiciación y expiación. Me gusta usar la metáfora de la cruz en sí misma, porque la cruz en su estructura y figura tiene una viga vertical, que luego lleva una viga horizontal y eso nos da la forma de la cruz. Y me gustaría verlo de esta manera, en la cruz vemos una transacción vertical que se está llevando a cabo. Esto es propiciación. Cuando el Hijo, cuando Cristo lleva los pecados de Su pueblo, satisface las demandas de la justicia de Dios, Él las propicia. Él paga por ellos. Él satisface lo que la ley de Dios requiere al dar este sacrificio perfecto. Esta es la esencia de su obediencia activa. Pero al mismo tiempo que hace esta propiciación, también realiza el acto de expiación.
La palabra «expiación» empieza con el prefijo ex, el cual significa «desde o fuera de» y la expiación se refiere a Jesús no solo pagando por nuestros pecados mediante la propiciación, sino también eliminando nuestros pecados tan lejos, como el este está del oeste de nosotros. A eso se refiere la expiación.Todo esto fue modelado en el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento. En el Día de la Expiación, la sangre del animal era derramada sobre el propiciatorio del Arca del Pacto y fue como cubrirla, una especie de reconciliación para satisfacer la justicia de Dios.
Pero se usaba un segundo animal, recuerdan, el macho cabrío, donde el sacerdote ponía sus manos sobre el lomo de la cabra y luego la cabra era conducida al desierto. Ahora, la idea de ese drama de imposición de las manos, era poner el pecado del pueblo o imputar el pecado del pueblo a la espalda, simbólicamente, del macho cabrío. Y entonces el macho cabrío es enviado al desierto por esta razón. El desierto está fuera del campamento. Es el lugar de las tinieblas de afuera. Es el lugar que está más allá de los confines de la presencia redentora de Dios, que se asocia con su presencia en medio de su pueblo.
De modo que, así como en el Nuevo Testamento Cristo es muerto fuera de la ciudad de Jerusalén, Él es entregado a los gentiles y cumple toda la figura del macho cabrío, donde los pecados de la gente son puestos sobre Él y en cierto sentido en la cruz, al ser abandonado y maldecido en la cruz, Él está siendo enviado a las tinieblas de afuera, fuera del campamento, al igual que el macho cabrío en el Antiguo Testamento. Y esa es la obra pasiva de Cristo que se encuentra en Su propiciación y en Su expiación, donde Él es la víctima, por así decirlo.
Pero luego está la obediencia activa de Cristo. La cual es absolutamente esencial para la enseñanza de Pablo, aquí, sobre la justificación. La obediencia activa de Cristo se refiere a Su vida perfecta bajo la ley, donde el viejo Adán cayó en desobediencia y por su desobediencia somos arrojados a la ruina. Por la obediencia del nuevo Adán, ahora hemos recibido una justicia que es real; que se logra en Su vida. ¿Ves?, si todo lo que Jesús tenía que hacer, era pagar por nuestros pecados, Él podría haber bajado del cielo el Viernes Santo y haber ido directamente a la cruz y eso habría sido todo. Pero fue más que eso. Él tenía que vivir una vida de perfecta obediencia para que Su mérito, ahora pudiera ser transferido a nosotros.
Y así, en Su caso, Él se sometió activamente a la ley de Dios, Su comida y bebida eran hacer la voluntad del Padre, y así vivió sin pecado. De modo que, en nuestra justificación, es Su justicia. Nuestro pecado es transferido a Él en la cruz. Su justicia es transferida a nosotros por la fe y Pablo continúa diciendo que esto indica, que esto satisfizo a Dios en virtud de la resurrección. El apóstol nos dice, que fue resucitado para nuestra justificación, lo que significa que el sacrificio que hizo en Su obediencia pasiva y el mérito que obtuvo en Su obediencia activa fueron satisfactorios para el Padre y así el Padre lo resucitó de entre los muertos para demostrar que esta obra de redención sí resolvió el problema, por así decirlo y nos trajo la reconciliación.
De nuevo, la gente dice: «¿Por qué tenemos que pasar por todo esto? ¿Por qué no podría Dios tan solo haber ejercido Su misericordia y Su gracia y dar el perdón a los pecadores? ¿Y por qué tendría que ejecutar a Su Hijo y hacer todo esto?». Algunos incluso lo llaman ahora «abuso infantil cósmico». Esto es porque Dios, siendo justo nunca negociará Su justicia. Él no va a negociar Su justicia, con el fin de asegurar tu justificación. Y Pablo lo dice aquí en el capítulo 3, cuando dice esto, «por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia» y continúa, y lo demuestra con «a fin de que Él sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús».
Así que, otra vez, Dios al salvarnos de esta manera retiene Su propia justicia. Él mantiene Su justicia. No compromete Su propia justicia, sino que exige esa justicia sobre alguien más, al imputar nuestro pecado sobre él y Su justicia a nosotros. Él mantiene su justicia, y nosotros que somos injustos, ahora estamos justificados. Y luego continúa diciendo, «¿Dónde está la jactancia? Queda excluida» Es una exclusión. No hay lugar para jactarse «¿La de las obras? No, sino por la ley de la fe. Porque concluimos», esta es la conclusión, «que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley».
Y luego continúa diciendo en el capítulo 4: «¿Qué diremos entonces de Abraham? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué jactarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. Ahora, al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda». Ahora, para probar su caso de justificación por fe apartado de las obras de la ley, su ejemplo o prueba A es Abraham. Él retrocede hasta el capítulo 15 de Génesis, donde Abraham escucha la promesa de Dios y él la cree. Y cuando él lo cree, las Escrituras dicen que Abraham le creyó a Dios y le fue contado a él por justicia.
Otra vez, tenemos la idea de ‘ser contado por’ o imputación, que Dios considera a Abraham ahora como justificado, en el momento en que pone su fe y confianza en Dios antes de ser circuncidado, antes de ofrecer a Isaac en el altar, antes de que ocurriera ninguna de estas cosas. Él es declarado justo en y por la fe que se le da. Noten de nuevo que el vínculo es a la gracia. Es por eso que, en la tradición reformada, sola fide está inseparablemente relacionada con sola gratia. La justificación que recibimos es claramente por gracia, y luego Pablo cita a David, donde dice: «Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos. Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta».
Así que Dios no nos imputa nuestro pecado, siendo merecedores de ese pecado. Él se los imputa a Jesús y todo el proceso aquí desde Génesis capítulo 3, hasta el final de toda la Biblia se manifiesta a través del tema de la cobertura. Recuerden que el primer ejemplo de la misericordia de Dios, cuando Adán y Eva cayeron, ellos huyeron de Su presencia, trataron de esconderse de Él, se avergonzaron porque se dieron cuenta de que estaban desnudos y entonces, ¿qué hace Dios? Él condesciende y hace ropa para ellos, los cubre, cubre su vergüenza. Ese mismo drama continúa, como mencioné hace un momento, en el Día de la Expiación cuando la sangre cubre la cubierta del propiciatorio.
La imagen aquí es que se nos da el manto o la túnica de la justicia de Cristo, para cubrir nuestra desnudez o para cubrir nuestros trapos de inmundicia, para que la única justicia que tengamos delante de Dios sea la única justicia que necesitamos, la cual es la justicia de Jesús.En nuestra próxima sesión, lo que quiero hacer es pasar un poco de tiempo hablando sobre el resultado o la consecuencia de ser justificado, para nosotros, y luego veremos la relación entre lo que Pablo enseña sobre la justificación por la fe aparte de las obras y la enseñanza de Santiago donde parece contradecir lo que Pablo está enseñando aquí en Romanos. Pero empezaremos a examinar las consecuencias y los resultados de la justificación en nuestra próxima sesión.