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A medida que continuamos ahora con nuestro estudio de esa sección de la teología sistemática que es la cristología, ahora estamos a punto de ver una de las dimensiones más importantes de la cristología, la cual estaremos estudiando y tiene que ver con la expiación. Ahora, vamos a dedicar tres sesiones específicas a todo el concepto de la expiación, y en lo que a mí respecta eso ni empieza a hacer justicia a la importancia de esta doctrina. Y como he dicho en otras ocasiones tenemos material adicional para aquellos de ustedes que quieran profundizar. Tenemos toda una serie llamada ‘La Cruz de Cristo’, la cual es una de mis series favoritas que hemos hecho aquí en Ligonier. Así que, si esto despierta tu apetito y quieres profundizar en el tema, lo recomendaría para tu consideración.
Allá en la Edad Media, a principios de la Edad Media, San Anselmo de Canterbury escribió tres monografías pequeñas por las que se hizo famoso, dos en el campo de la apologética llamadas el ‘Monologion’ y el ‘Proslogion’, pero tal vez su obra breve más famosa es la obra ‘Cur Deus Homo’ en la que Anselmo abordó la pregunta que se plantea aquí en el título, cuyas palabras simplemente significan ‘¿Por qué el Dios-hombre?’. Y estaba explorando el misterio de la expiación. Y, al investigar en el Nuevo Testamento, estaba haciendo las preguntas que son de este tipo: ¿Por qué era necesaria la expiación, para empezar? Y ¿qué ocurrió realmente en el drama de la expiación? Así que la interrogante de la causa, la interrogante del propósito y la interrogante de la importancia de la expiación estaban bajo su escrutinio. Y la enseñanza que Anselmo dio a la iglesia ha tenido, desde entonces, una enorme influencia en la comprensión que la iglesia tiene de la cruz de Cristo.
Pero antes de entrar en su punto de vista específico sobre el asunto, permítanme decir que cuando vemos la expiación en el Nuevo Testamento, la cruz de Cristo, pensamos cuán importante es esto. Pablo dice que estaba decidido a no saber nada “excepto a Jesucristo, y este crucificado”. Y cuando el Nuevo Testamento habla de la cruz, cuando habla de la expiación de Cristo, utiliza varias metáforas diferentes y tiene más de un punto central de consideración. Y así, para comprender plenamente la expiación tal como nos llega, en términos bíblicos, tenemos que ver que la expiación es como un tapiz con varias hebras distintas tejidas a través de ella.
Y tenemos que considerar cada una de esas hebras si vamos a empezar a sondear las profundidades de esa actividad de Cristo. Por ejemplo, en algún contexto, el Nuevo Testamento habla de la cruz de Cristo como un acto de redención y en su significado más básico la idea de redimir algo tiene que ver con algún tipo de compra, algún tipo de transacción comercial por la cual algo es comprado de vuelta por alguien más. Y cuando miramos esta idea en el Nuevo Testamento vemos que Cristo mismo hace referencia a Él mismo redimiendo a su pueblo y nos está comprando a un costo muy alto, a saber, el costo de su propia sangre.
Ahora, estrechamente relacionado con esta idea de una compra comercial, que por cierto recuerdas que cuando Cristo estaba en la cruz al final de su tiempo de sufrimiento, Él grita: «Consumado es», y la palabra que se utiliza allí en el Nuevo Testamento es una palabra que también viene de la esfera comercial de esos días. Es un término comercial, y es el término que se utilizaría después de que alguien hubiera hecho varios pagos y finalmente hubiera completado su obligación pagando la última cuota. Y saben, a veces en nuestra economía cuando se termina de hacer pagos a plazos, finalmente se ve ese maravilloso sello en el recibo que dice, «Pagado en su totalidad», y, de nuevo, ese lenguaje comercial que está presente aquí.
Pero, como digo, estrechamente relacionado con esto, tenemos varios tipos de las llamadas teorías de rescate.
Y las teorías del rescate que han surgido en la historia de la iglesia, como digo, son más de un tipo. Una de las más populares es que Cristo pagó un rescate a Satanás para liberar a su pueblo del cautiverio como rehenes de Satanás. Así como alguien, hoy en día, puede estar dispuesto a pagar un rescate a un secuestrador, se dice que Cristo pagó un rescate al príncipe de este mundo que había tomado el control de su pueblo. Personalmente, no me inclino a esa teoría porque creo que da más autoridad y más poder a Satanás de lo que Satanás tiene. Otros hablan de que Cristo paga un rescate al Padre en virtud de pagar una deuda contraída, no con Satanás, sino con Dios para comprar a su pueblo, y exploraremos eso un poco más profundamente más adelante.
También, estrechamente relacionada con esta idea comercial, está la idea del precio de la novia del Antiguo Testamento, donde encontramos en el libro del éxodo las reglas y regulaciones que se establecen en la Ley Mosaica para los siervos endeudados y para aquellos que están entrando a la relación matrimonial. Para que un hombre obtenga la aprobación del padre de la novia, para la boda, debe pagar una dote; debe pagar un precio de novia, cuyo principal significado es indicar y mostrar al padre que tiene los medios y la capacidad para cuidar de su hija y de la descendencia que vendrá de esa unión. Pero hay un extraño giro en Éxodo con referencia específica a los sirvientes.
Si alguien se convirtiera en esclavo debido a la pobreza, para salir de su deuda, vendría y se vendería a quien le debe el dinero, y si traía a una esposa e hijos a esa esclavitud en el momento de su liberación se le permitiría, por supuesto, salir en libertad junto con su esposa y con sus hijos. Pero si entra como un solo hombre en la servidumbre endeudada y mientras es esclavo se casa con otra esclava o la hija del dueño o lo que sea y tiene hijos, cuando llega el momento de su liberación, se le permite ir libre, pero no a su esposa e hijos. Y algunas personas ven eso y tienden a pensar que es cruel y bárbaro y así sucesivamente, pero de nuevo el punto es que no es capaz de adquirir la liberación de su esposa e hijos hasta que pueda volver siendo debidamente empleado y pagar el precio de la novia.
Ahora, el significado de eso, teológicamente, es que Cristo tiene una novia y su novia es la iglesia y tenemos las mismas imágenes que encontramos en el Antiguo Testamento, ahora relacionadas con la expiación en el Nuevo Testamento, donde Cristo compra a su novia. Paga el precio de la novia, y la connotación allí es que está pagando un precio para redimir y liberar esclavos. Noten que dice o que el Nuevo Testamento dice: «No sois vuestros” porque “por precio habéis sido comprados». Entonces, todo este concepto de compra es muy importante y central para la noción bíblica de la expiación.
Otros puntos de vista que han sido enfatizados, particularmente en el siglo XX por los teólogos luteranos, es la opinión conocida como Christus victor, que, lo que sucedió en la cruz fue una victoria cósmica en la que Cristo libera a los cautivos de nuevo al dar un golpe mortal a las fuerzas de la iniquidad y a las fuerzas del mal y que esta fue una lucha titánica entre el bien y el mal en la que Cristo aplastó el poder de Satanás en su muerte expiatoria. Y en ese sentido es un cumplimiento de la maldición antigua que Dios había pronunciado a la serpiente en el Edén, cuando dijo que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente; sin embargo, en el proceso Él sería herido en el calcañar.
Entonces, de nuevo hubo dolor y lesiones a Cristo en esta victoria, pero sin embargo su dolor no es nada comparado con el dolor que se inflige al príncipe del mal y al príncipe de las tinieblas en la gran victoria. Ahora, uno de los problemas que tenemos aquí, es que hay muchas de estas hebras diferentes y a veces la gente mirará una de estas y tratará de ver eso como el significado exclusivo de la expiación. Y creo que eso es un error. Creo que tenemos que ver que todas estas son varios aspectos de una obra muy compleja de redención. Ahora, hay otras teorías, por supuesto, de la expiación que se han planteado y que no son ortodoxas.
Una de las más populares es la teoría gubernamental de la expiación que sugiere que lo que estaba sucediendo en la cruz no era una expiación real como tal, sino que simplemente era una iluminación por la cual Dios estaba demostrando al mundo la gravedad del pecado; y a fin de reivindicar el significado de su dominio y autoridad y gobierno en todo el mundo, Él llevó a Cristo a sufrir en la cruz. Pero además de estas, la que más atención ha captado, creo, desde San Anselmo, es esa visión de la expiación que llamamos la teoría de la Satisfacción de la expiación, y esto se remonta no sólo al Nuevo Testamento, sino a la elaboración que hace Anselmo de la causa y la necesidad de una expiación.
Hace poco hablé con un hombre que se oponía mucho a toda la teología bíblica. Dijo que creía en Dios, pero no creía en la visión cristiana de Dios y dijo que era porque era ridículo creer en un Dios que requeriría de un sacrificio de sangre para reconciliarse con los seres humanos, y se sintió indignado por ese dicho que dice: «¿Qué clase de Dios bárbaro es ese, que es tan vengativo y tan malo que requeriría este tipo de cosas?» Respondí con una frase; Dije, «Un Dios justo.» Por supuesto, eso es lo que no podía aceptar. Pensó que un Dios justo, un Dios verdaderamente justo, un Dios verdaderamente bueno simplemente perdonaría unilateralmente a las personas sus pecados y no impondría tales requisitos sedientos de sangre como una expiación, por ejemplo.
Pero de nuevo, el principio por el cual Anselmo desarrolló esta teoría de satisfacción se basó en la justicia de Dios. Este es un atributo de Dios que no es el atributo más popular que encontramos con la naturaleza de Dios. Muchas personas preferirían pensar estrictamente en términos del amor de Dios o de la gracia de Dios o su misericordia, y al igual que este hombre con el que hablé recientemente, tienen una alergia a la idea de que Dios es un Dios de justicia. Y, sin embargo, si vemos la comprensión bíblica de la justicia, notamos que la justicia está estrechamente relacionada con otros dos aspectos o categorías.
Primero está el aspecto de la rectitud. La justicia y la rectitud se distinguen en la Biblia, pero nunca se separan. La justicia es un elemento, un elemento necesario, de verdadera rectitud. Y, por extensión, es un elemento verdadero y necesario de bondad. Mi conversación con este hombre que mencioné hace un momento realmente se centró en si Dios es un buen Dios. A él no le gusta la fe cristiana porque piensa que el cristianismo enseña a un Dios malo, y la razón por la que enseña a un Dios malo es porque Él exige castigo por el pecado. Y dije que creo que esto, por el contrario, ilustra dramáticamente la bondad de Dios. ¿Por qué digo eso?
Bueno, recuerden la situación en el Antiguo Testamento cuando Dios anunció que iba a derramar su juicio sobre Sodoma y Gomorra, y Abraham intercedió en nombre del pueblo y estaba preocupado de que Dios en su ira vengadora traería castigo y lesiones a personas inocentes junto con los impíos, lo cual era una preocupación que Abraham jamás debió haber tenido ni por un segundo. Pero en esa discusión que tuvo con Dios, él planteó una pregunta, la cual era una pregunta retórica, la respuesta a la cual sólo podía ser «sí». Y la pregunta era la siguiente: «¿No hará el juez de todo el mundo lo correcto?»
Ahora, lo que Abraham estaba pensando era sumamente correcto. Abraham entendió que el Señor Dios omnipotente, el juez supremo de todos los asuntos humanos no sabe hacer nada excepto lo que es correcto. Lo único que nos brinda consuelo es saber que el juez supremo en el cielo y en la tierra es justo siempre y en todas partes. Está por encima del soborno; Él está por encima de la corrupción; y no comete errores. Es omnisciente en sus juicios; es perfecto en sus evaluaciones; presenta todas las circunstancias atenuantes cada vez que toma una decisión. Es el juez perfecto. Pero además de su perfección de conocimiento entendemos que este juez del cielo y de la tierra es bueno. Y un juez que nunca castiga el mal no es un buen juez porque un juez que nunca castiga el mal no es un juez justo. Este es el punto que Anselmo estaba trabajando, que Dios es un juez justo, y la justicia, su justicia, no una justicia abstracta fuera de Él, sino su propio ser interno, su propia justicia, su propia rectitud demanda que el mal sea castigado.
Ahora, cuando Pablo explora el misterio de la cruz en el Nuevo Testamento, el Apóstol dice que en la obra de Cristo, al llevar a cabo nuestra justificación, Dios es justo y el justificador. Dios es tanto justo como el justificador. Esa es la ironía del concepto del Nuevo Testamento en cuanto a la expiación. Ahora, para entender eso, con frecuencia uso una ilustración tomada de la historia de la teología que algunas personas encuentran muy útil, y esto es, para hacer una distinción entre los diferentes tipos de endeudamiento que tenemos. Ya hemos visto la doctrina del pecado, y hemos visto que cuando pecamos contra Dios, incurrimos en una deuda, una deuda moral. Debido a que la ley de Dios impone una obligación sobre Él y estamos llamados a cumplir con esas obligaciones y la obligación que adeudamos es la de la perfección, y si pecamos una vez, sufrimos de hemofilia moral. Porque nos convertimos en deudores que no pueden pagar su deuda. Entonces, echemos un vistazo de nuevo a la idea de la deuda pecuniaria a diferencia de la deuda moral.
Una deuda pecuniaria es una deuda financiera o monetaria mediante la cual se debe una suma de dinero en una transacción. Y mi ilustración es la de un niño que entra en la heladería y tú estás ahí parado viendo como él pide un cono de helado de doble bola, y cuando la camarera le da el cono, ella le dice: «Son dos dólares». Y ves que agacha su cara; busca en el bolsillo y saca un billete de un dólar y dice: «Pero mi mamá sólo me dio un dólar». ¿Qué haces en un caso como ese? Estás ahí parado viendo esta transacción y ¿qué haces? Buscas en tu bolsillo y tomas un dólar y se lo entregas a la señora y le dices: «Aquí está, pagaré la otra mitad del cono». El chico te mira y te dice: «¡Vaya, gracias, señor!» Y se va de vuelta a su casa. Ahora la pregunta es, ¿la camarera tiene que aceptar tu pago? Y, la respuesta es sí, porque la deuda se ha contraído financieramente. Mientras yo ponga el dinero sobre la mesa en nombre de este niño, es legal. Tiene que aceptar ese pago. Cambiemos un poco la historia.
Ahora, el niño, en lugar de entrar y pedir un cono de helado de doble bola, entra en la tienda, espera a que la camarera entre en la parte trasera de la tienda, corre detrás del mostrador, toma una cuchara y se sirve dos bolas de helado, las pone en el cono y empieza a salir de la tienda, con lo cual el propietario de la tienda viene y lo agarra por delante del cuello y dice, «Alto allí», y llama a la policía. Ahora, el niño ha robado el helado. Y estoy viendo esto y cómo el policía está ahí parado, y digo, «Espere un minuto oficial. Olvidemos esto. Todos podemos ser amables aquí. Yo pagaré por el cono del niño», y le doy al propietario los dos dólares. El policía mira al propietario y la pregunta que le va a hacer es ¿qué? ¿Quieres presentar cargos?» Porque el policía entiende que el dueño de la tienda no está obligado a aceptar mi pago por el cono de helado porque ya no es sólo una transacción financiera aquí. Se ha quebrantado una ley; se ha realizado y adquirido una deuda moral. Por lo que, el propietario puede o no aceptar mi pago.
Ahora, lo que sucede en la cruz es que en este caso no es la idea de un transeúnte de que el precio sea pagado por un sustituto, es la idea del propietario. Es Dios quien envía a su Hijo al mundo para pagar el precio de la culpa moral y para resolver el endeudamiento moral que tenemos y dice: «Aceptaré tu pago en nombre de estas personas culpables que son deudores que no pueden pagar su propia deuda. Así que en esta transacción que Dios inicia, Dios no negocia su justicia. No sacrifica su justicia. No descarta su propia integridad. Él dijo: «Voy a asegurarme de que este castigo suceda y que el pecado sea castigado». Esa es la justicia de la cruz. La misericordia de la cruz se ve en que Dios acepta el pago por un sustituto, lo cual veremos en la próxima sesión. Pero mientras tanto, las palabras de Pablo se hacen claras de que en esto, Dios es tanto justo como el justificador de los impíos.