Recibe la guía de estudio de esta serie por email
Suscríbete para recibir notificaciones por correo electrónico cada vez que salga un nuevo programa y para recibir la guía de estudio de la serie en curso.
Transcripción
A veces, cuando vemos el misterio de la encarnación y particularmente cuando lo aplicamos a nuestra comprensión de la Cena del Señor, parece como si pudiéramos perdernos irremediablemente en un laberinto de confusión.
Recuerdo cuando estaba en el seminario y estábamos estudiando el Concilio de Calcedonia y vimos los cuatro negativos, y nuestro profesor, que luego se convirtió en el decano de la Escuela de Teología de Yale, hizo este comentario: dijo: «Si tratas de conceptualizar en tu mente cómo las dos naturalezas de Cristo encajan, vas a tener que elegir tu herejía porque la mente humana va a gravitar de una manera u otra para infringir esos cuatro negativos de Calcedonia». Él dijo: «Lo que el Concilio de Calcedonia hizo, fue poner un cerco alrededor de la encarnación, poner límites, lugares donde no puedes ingresar; de otra manera entrarás en el terreno de la herejía».
Estamos considerando ahora la doctrina de la Cena del Señor, y cualquiera que crea que Cristo está verdaderamente presente en el sacramento de la Cena del Señor tiene que lidiar con estas preguntas. Una de las razones por las que algunos han tomado la posición de que es solo un recordatorio —no hay una presencia real especial— lo han hecho en parte porque quieren huir de todas las dificultades que están involucradas en articular cómo podría ser que Cristo pudiera estar verdaderamente presente en la Cena del Señor y al mismo tiempo, no infringir el concilio de Calcedonia.
Tengo muchos amigos luteranos; estoy en algunas comisiones con ellos, y cuando nos reunimos, les digo en broma a mis amigos luteranos: «¿Cómo están mis amigos monofisitas hoy?». Se ríen y voltean a decir: «Estamos bien. ¿Cómo anda nuestro amigo nestoriano?» Porque aquí está el dilema. Si decimos que Cristo está presente en cinco lugares al mismo tiempo en la Cena del Señor, y si decimos que Él está presente en virtud de Su carne o Su naturaleza física, Su naturaleza humana, nos encontramos con los problemas que vimos en nuestra última sesión de cómo la naturaleza humana puede estar presente en más de un lugar al mismo tiempo.
Por el otro lado, si decimos que la naturaleza humana está localizada y puede estar en un solo lugar al mismo tiempo, y sin embargo decimos que Cristo está presente aquí, aquí, aquí, aquí y aquí, y decimos que Él solo está presente en virtud de Su naturaleza divina, entonces parecería indicar que tienes la naturaleza divina aquí, la naturaleza divina aquí, la naturaleza divina aquí, aquí, aquí, mientras que arriba en el cielo está la naturaleza humana. Esto parecería manifiestamente dividir las dos naturalezas o separar las dos naturalezas, de modo que tienes la naturaleza humana en el cielo y la naturaleza divina visitando todos estos lugares donde la Cena del Señor se está celebrando.
Es por esa razón que mis amigos luteranos miran a los calvinistas y dicen: «Tal vez nos equivocamos en la dirección de la posición monofisita, pero, ustedes amigos, han dividido o separado las dos naturalezas y se han inclinado hacia el nestorianismo». Así que parecería que no importa cómo lo veas, si vas a afirmar la presencia real de Cristo en la Cena del Señor, vas a tener que elegir tu herejía; vas a tener que inclinarte a la posición monofisita o inclinarte a la posición nestoriana. Al menos eso es lo que me dicen mis amigos luteranos. No estoy de acuerdo con eso. No creo que la posición reformada sea nestoriana y creo que la posición luterana es monofisita, así que ahora me corresponde a mí, como representante de la fe reformada, explicar el punto de vista reformado de tal manera que no infrinja Calcedonia y que no cometa la herejía nestoriana, que es lo que voy a tratar de hacer en este segmento.
Antes de hacerlo, permítanme leer un pasaje de la «Confesión de Fe de Westminster», que es una de las confesiones reformadas estándar de la historia con respecto a la Cena del Señor. En el capítulo 29 de la Confesión de Westminster, en la séptima sección, leemos estas palabras: «Los recipientes dignos, al participar externamente de los elementos visibles de este sacramento, en ese momento también, participan interiormente por la fe, real y verdaderamente, aunque no carnal y corporalmente, sino espiritualmente, reciben y se alimentan del Cristo crucificado y de todos los beneficios de su muerte. Por lo tanto, el cuerpo y la sangre de Cristo no están carnal y corporalmente en, con, o bajo el pan y el vino; sino que están real pero espiritualmente presentes en aquella ordenanza para la fe de los creyentes, tal como los elementos lo están para sus sentidos externos».
Así que lo que la confesión dice aquí es que hace una distinción, como mencioné antes, entre la presencia real de Jesús y la presencia física de Jesús, y cuando articula esta noción de la presencia real de Jesús, insiste en que es una presencia real, que espiritualmente Él está presente en realidad. ¿Qué significa eso? Es decir, a veces en nuestro idioma, decimos: «Bueno, no puedo estar con ustedes el próximo domingo, pero estaré con ustedes en espíritu». ¿A qué nos referimos cuando decimos eso? Decimos: «Estaré allí en mi… en mi corazón o en mi mente». Es decir, que, aunque estaré lejos de ti y estaré a distancia, y no solo mi cuerpo estará lejos de ti, sino que mi alma también estará lejos de ti, pero estaré pensando en ti para que puedas contar con eso como una especie de presencia espiritual.
Pero difícilmente entendemos esa sensación, de estar presente en espíritu en algún lugar, como una presencia real. Y ciertamente no es lo que se quiere decir aquí en la Confesión o por los reformadores cuando hablan de la verdadera presencia espiritual de Cristo en la Cena del Señor. ¿Qué quieren decir? Veamos si podemos explicarlo. En primer lugar, comencemos con la importante fórmula de Calvino que fue tan crítica para este debate en el siglo XVI, que se expresa en latín: «Finitum non capax infinitum». Ahora, este no era un principio exegético de un versículo citado de la Biblia; este es realmente un principio filosófico extraído de la razón o de la lógica, y él estaba diciendo que lo finito no puede contener lo infinito.
Si tuvieras el infinito, si tuvieras una sustancia infinita, una cantidad infinita de cualquier cosa, se necesitaría un recipiente infinito para contenerlo. Si tuvieras una cantidad infinita de agua, no podrías contener esa agua en un vaso de seis onzas. Todos entendemos eso, y todos entendemos que no se pueden contener doce onzas de agua en un vaso de seis onzas. Lo hemos probado cuando abrimos la llave y la ignoramos por un tiempo, y ves lo que sucede después de que el agua llega a la superficie; comienza a caer por los lados porque el vidrio solo contendrá una cantidad finita del líquido. Ahora, esto es lo que Calvino está diciendo con respecto a la naturaleza humana de Jesús: el cuerpo humano de Jesús no puede contener una cantidad infinita de espacio; no puede ocupar una cantidad infinita de espacio. Es solo otra forma de decir que el cuerpo humano de Jesús no es omnipresente.
Sin embargo, Calvino no solo dice que Cristo está verdaderamente presente en la Cena del Señor, en lo tocante a Su naturaleza divina, sino que en la Cena del Señor, aquellos que están participando en la Cena del Señor son realmente fortalecidos y nutridos por la naturaleza humana de Cristo, de quien Calvino dice que se hace presente para nosotros por la naturaleza divina. Ahora veamos a qué se refiere. Voy a intentar lo que podría ser imposible, pero a modo de ilustración –y me doy cuenta de que cada vez que intentamos ilustrar algo tan misterioso como esto, corremos grandes riesgos de simplificación excesiva y, por lo tanto, de distorsión–, pero voy a tratar de hacer algunos dibujos para ilustrar lo que dicen los reformadores.
En primer lugar, voy a dibujar un círculo aquí que indica la persona de Cristo. Hay un círculo porque solo hay una persona, y sin embargo decimos que este, la persona, tiene dos naturalezas distintas. Tiene una naturaleza divina y tiene una naturaleza humana. Hasta ahora, todo bien. También queremos decir con la iglesia, históricamente, que las dos naturalezas están perfectamente unidas. Si no estuvieran unidas, se vería algo así, donde tienes la naturaleza divina y la naturaleza humana sin ninguna unión. Esta sería la herejía nestoriana, donde las dos están separadas, donde las dos están divididas la una de la otra.
Es por eso que la teología reformada nunca aprobaría esta ilustración, porque divide las dos naturalezas. Y se diría: no. Una persona: el círculo representa la unidad de la persona, y las dos mitades representan las distintas naturalezas, pero están juntas y están unidas. Ahora, no sabemos cómo están realmente unidas; por eso corro el riesgo de hacer un dibujo de esta manera, pero sabemos que no queremos decir que están unidas por medio de una confusión de las dos naturalezas, la divina y la humana. Esa sería la herejía monofisita. Así que no queremos esto y no queremos esto. Esta es la herejía monofisita, esta es la herejía nestoriana, y queremos evitar ambas.
Ahora, hay un problema con este círculo, porque al poner un círculo aquí, estoy poniendo algún tipo de límite, y una cosa es decir que la naturaleza humana tiene límites o linderos finitos, pero tenemos un problema cuando pongo la naturaleza divina en este lado del círculo, cuando tenemos esta línea fronteriza allí, porque esa línea divisoria no debería plantearse así. Si vamos a poner algo allí, debería ser algo como esto. ¿Ves? La naturaleza divina está unida a la naturaleza humana, pero cuando la naturaleza divina se une con la naturaleza humana, todo Dios no encaja en la vasija finita del cuerpo humano de Jesús. La naturaleza divina permanece omnipresente e ilimitada, de modo que cuando Dios está en Cristo en la encarnación, no significa que Dios deje de estar en el cielo al mismo tiempo o que deje de estar fuera de Cristo. Está completamente relacionado con Cristo, completamente unido a Cristo, pero el todo Dios no está ahora repentinamente encerrado en los límites espaciales temporales de la naturaleza humana de Jesús. ¿Tiene sentido? ¿Todo el mundo lo entiende?
Ahora regresemos a la Cena del Señor. En el Nuevo Testamento, Jesús habla de irse y quedarse: «Un poco más, y no me verán». «Adonde Yo voy, ustedes no pueden ir». Y los discípulos lo ven partir; lo ven ascender al cielo, y sin embargo, Él les dice a Sus discípulos en el momento de Su partida: «Sin embargo, aunque me voy, aunque me voy en un sentido, sin embargo en otro sentido, estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo». Así que Jesús habló tanto de una presencia como de una ausencia. Además, cuando los discípulos, y particularmente el apóstol Pablo, cuando habla del ministerio terrenal de Cristo, dice que nunca conoció a Cristo «kata sarka», es decir, según la carne. Nunca lo vio en su encarnación terrenal; no se encontró con Él en lo tocante a Su naturaleza humana como tal. Ahora, lo que tenemos es a Cristo ascendiendo al cielo; Él se va, y la Biblia habla de que Él está a la diestra de Dios, dondequiera que eso sea. Pero el punto es que Él no está aquí en términos de Su presencia visible y física.
Ahora, el Catecismo de Heidelberg habla de esto cuando dice: «En cuanto a la naturaleza humana de Cristo, Él ya no está presente con nosotros». La iglesia siempre ha entendido eso, que la naturaleza humana se fue; la naturaleza humana ascendió a lo alto. «En cuanto a su naturaleza divina», dice el catecismo, «nunca está ausente de nosotros». De modo que aunque la naturaleza humana ascendió, la naturaleza divina permanece en la iglesia. Ahora, ¿significa eso que en el momento de la ascensión, la naturaleza humana fue al cielo y dejó la naturaleza divina, y que la unión perfecta de las dos fue interrumpida? No, no. La encarnación sigue siendo una realidad; era una realidad incluso en la muerte de Cristo. Cuando Cristo murió, la naturaleza divina estaba unida a un cadáver humano; el alma humana fue al cielo, y esa alma humana que fue al cielo estaba unida a su naturaleza divina, y el cuerpo humano que estaba en la tumba todavía estaba unido con la naturaleza divina.
Entonces, si podemos entender que la naturaleza humana está en un lugar todavía, porque sigue siendo humana, la naturaleza humana está en otro lugar que no es este mundo. Sin embargo, la naturaleza humana, dondequiera que esté, en el cielo, permanece perfectamente unida a la naturaleza divina. Y la naturaleza divina puede estar aquí, y la naturaleza divina puede estar aquí, y la naturaleza divina puede estar aquí, y la naturaleza divina puede estar aquí, y la naturaleza divina puede estar aquí sin que la naturaleza humana esté en los cinco lugares.
Pero ahora recuerda que cuando estás en comunión con la naturaleza divina, estás en comunión con la persona y con todo lo que Él es, de modo que cuando dejamos de hablar de nuestra unión mística con Cristo y de nuestra comunión mística con Cristo, cuando me encuentro con Él aquí en la naturaleza divina y entro en comunión con la persona de Jesús, esta naturaleza divina permanece conectada y unida a la naturaleza humana. Y, por mi comunión con la naturaleza divina, no estoy en comunión solo con la naturaleza divina; estoy en comunión con la naturaleza humana, que está en perfecta unidad con la naturaleza divina, sin que la naturaleza humana tome sobre sí la capacidad divina de estar en todos estos lugares diferentes. Sin embargo, es por eso, que lo que están diciendo aquí cuando mencionan que entro en una verdadera comunión espiritual con la persona de Cristo, y en virtud de mi comunión con la persona, es que me alimento del Cristo resucitado, quien es el Pan del cielo.
Estamos usando un dibujo que podría quedarse corto, pero el punto es que en ningún momento la naturaleza humana está separada de la naturaleza divina, de modo que se puede mantener la unidad de las dos naturalezas y mantener la localización de la naturaleza humana sin deificar la naturaleza humana. Y, sin embargo, la persona puede estar presente en más de un lugar en virtud de la omnipresencia de la naturaleza divina. Espero que veamos la diferencia entre eso y el punto de vista católico romano, que le da poder a la naturaleza humana para venir aquí, aquí, aquí y aquí, para que puedas encontrar el cuerpo real en este sitio, en este sitio, en este sitio y en este sitio. Decimos no, que el cuerpo está aquí arriba. Nos encontramos con la persona real aquí, aquí, aquí y aquí, y entramos en bendita comunión con todo Cristo en virtud del contacto que tenemos con la naturaleza divina, lo cual es consistente con la forma en que Jesús habla en el Nuevo Testamento cuando dice: «Me voy, pero estaré con ustedes», y que la presencia que Él promete de Sí mismo en el Nuevo Testamento es una promesa real de presencia real y comunión real con su pueblo.
Entonces, volvamos a este texto cuando dice: «En el sacramento participamos no solo externamente de los elementos visibles, sino también interiormente por la fe, real y verdaderamente, aunque no carnal y corporalmente, sino espiritualmente, reciben y se alimentan del Cristo crucificado y de todos los beneficios de su muerte… el cuerpo y la sangre de Cristo no están carnal y corporalmente en, con, o bajo el pan y el vino; sino que están real pero espiritualmente presentes en aquella ordenanza para la fe de los creyentes, tal como los elementos lo están para sus sentidos externos», que realmente nos encontramos con el Cristo total en la Cena del Señor y somos nutridos por ese Pan del cielo. Esa es la disputa básica sobre el modo de la presencia de Cristo.
Todavía hay algunos otros asuntos con respecto a la Cena del Señor que necesitamos examinar. Una, por supuesto, es con respecto a la enseñanza de la Iglesia católica romana de que la celebración de la Cena del Señor en la misa representa un sacrificio, un nuevo sacrificio, una repetición de la muerte sacrificial de Cristo cada vez que se celebra la misa. Cristo es, por así decirlo, crucificado de nuevo, y por supuesto, la iglesia enseña que hay una diferencia entre el sacrificio original que Jesús hizo en el Calvario y la forma en que el sacrificio se realiza en la misa, y la diferencia es esta: en el Calvario, la muerte sacrificial de Jesús fue una que involucró sangre real. Es decir, fue un sacrificio sangriento.
El sacrificio que se hace ahora es un sacrificio sin sangre, pero sin embargo, es un sacrificio verdadero y real; y fue ese aspecto, así como la doctrina de la transubstanciación, lo que trajo gran parte de la controversia en el siglo XVI, porque a los reformadores les parecía —y estoy de acuerdo con ellos— que la idea de una repetición de cualquier tipo, de un sacrificio real, un verdadero sacrificio renovado de Cristo, violenta el concepto bíblico de que Cristo fue ofrecido una vez y para siempre, y que se ofreció a Sí mismo; Él era el Sumo Sacerdote que se ofrecía a Sí mismo. Y la ofrenda perfecta fue hecha de una vez por todas, para que ningún sacerdote terrenal pueda ofrecerlo de nuevo, ya sea en un sacrificio con sangre o sin sangre.
Y así, los reformadores vieron en el punto de vista católico romano de la naturaleza sacrificial de la misa un repudio del carácter del sacrificio como algo hecho de una vez por todas y de la perfección de la ofrenda sacrificial de Cristo, por Cristo, en Su expiación.