Recibe la guía de estudio de esta serie por email
Suscríbete para recibir notificaciones por correo electrónico cada vez que salga un nuevo programa y para recibir la guía de estudio de la serie en curso.
Transcripción
En nuestra última sesión, cuando estudiábamos la Cena del Señor, vimos la controversia que estalló en el siglo XVI durante la Reforma protestante que se centró en el tema del modo de la presencia de Cristo en la Cena del Señor. Analizamos la doctrina de la transubstanciación y qué fue lo que rechazaron los reformadores de Suiza y Escocia, y mencioné, en ese momento, que el asunto fundamental de la naturaleza de la presencia de Cristo en la Cena del Señor no era, en última instancia, un debate filosófico sobre el uso adecuado de las categorías de Aristóteles, de sustancia y accidentes, como lo vimos, sino que el asunto principal era cristológico.
Se basaba en esta pregunta: ¿cómo es posible que el cuerpo de Jesús, la carne y la sangre de Jesús, estén presentes en Lima, Bogotá, Quito, Chicago, París, Roma y todas estas otras ciudades del mundo, todas al mismo tiempo? Porque si la misa se celebrara en más de un lugar al mismo tiempo, para que la presencia corpórea de Jesús estuviera en cada uno de los lugares en los que se celebra la misa, se requeriría que Cristo, en su naturaleza humana, también estuviera presente en todos estos lugares diferentes. Y eso se convirtió en el debate fundamental. Y este debate sobre la persona de Cristo también estaba enraizado y fundamentado en la decisión definitiva del concilio ecuménico sobre la comprensión de la iglesia de la unión de las dos naturalezas en Cristo.
En el año 451, en el Concilio de Calcedonia, la iglesia tuvo que lidiar con herejías que amenazaban la comprensión bíblica y la comprensión ortodoxa de la persona de Cristo, y las herejías provenían de dos direcciones diferentes. Por un lado, estaba lo que se llamaba la herejía monofisita, que estaba siendo articulada por un hombre llamado Eutiques, y en la herejía monofisita —y debería escribir esa palabra aquí— monofisita, suena como mariposita u otro animalito. Todos sabemos lo que el prefijo «mono» —significa «uno» o «singular»—, y «fisita» es una palabra de la que obtenemos «física», de la palabra griega phusis, que significa «naturaleza» o «substancia». Y la herejía monofisita avanzada por Eutiques enseñaba esto: que en Jesús había una sola persona con una sola naturaleza.
Permítanme decirlo de nuevo: una persona, una naturaleza, y la naturaleza de Jesús era una mezcla o combinación de atributos divinos junto con atributos humanos. Así que eso significaba que Jesús, en su única naturaleza, tenía una naturaleza que no era ni completamente divina ni completamente humana, pero Cristo, según Eutiques, tenía una sola naturaleza tean—teantrópica. Naturaleza teantrópica. Como pueden ver, lo que sucede aquí es que tenemos la palabra híbrida en la que tomamos la palabra griega theos, que es la palabra para «Dios» y la palabra griega anthropos, de la cual obtenemos «antropología», y esa es la palabra griega para hombre, y él junta las dos palabras. Y en lugar de tener un theos, que es un dios, o un anthropos, que es un hombre, Él tiene una sola naturaleza que es teantrópica. Es decir, debe ser concebida como una naturaleza humana deificada o como una naturaleza divina humanizada. Esa fue la posición de Eutiques en medio de esta controversia en el siglo V.
Al mismo tiempo, desde el otro lado, un hereje llamado Nestorio sostenía que si tienes dos naturalezas, una divina y otra humana, eso solo puede significar que en Cristo residían dos personas. Entonces si tienes dos naturalezas, tienes que tener dos personas. Y así estaba diciendo que en Cristo había dos personas distintas y dos naturalezas distintas, y por lo tanto separó las naturalezas divina y humana en dos personas distintas. Así que, por un lado, tienes la fusión de lo divino y lo humano, y por el otro lado, hay una división o separación de las dos naturalezas. En este punto, la iglesia, en su confesión, en el año 451, de Calcedonia, declaró las siguientes afirmaciones autoritativas sobre la postura de la iglesia en cuanto a la cristología: uno, que Cristo es vera homo, vera deus, que Cristo tiene dos naturalezas distintas y que esas dos naturalezas son verdaderamente humana y verdaderamente divina.
Ahora, noten en este punto que esto está hablando en contra de la idea de Eutiques, que decía que Jesús no tenía una naturaleza puramente divina o una naturaleza puramente humana; no tenía una verdadera naturaleza humana; no tenía una verdadera naturaleza divina. Y la iglesia decía, no. Él tiene dos naturalezas y las dos naturalezas son: una que es verdaderamente divina en todo lo que implica, y otra que es verdaderamente humana con todo lo que eso implica, excepto por el pecado, porque recuerden que el Nuevo Testamento nos dice que Jesús es como nosotros en todo punto, excepto en el punto del pecado.
También entendemos que la pecaminosidad de nuestra humanidad no es un componente necesario para ser humano; es posible y, de hecho, necesario que creamos que es posible ser verdaderamente humano sin pecar. De lo contrario, tendrías que decir que Adán no era humano hasta que pecó, y perderíamos nuestra humanidad en el cielo cuando seamos glorificados y limpiados de todo pecado. Así que, aunque el pecado estropea nuestra humanidad y es común a nuestra naturaleza humana ahora, solo es común a una naturaleza humana caída; no es un atributo necesario de la humanidad misma. Pero lo que la iglesia estaba diciendo es que la naturaleza humana de Jesús era una verdadera naturaleza humana y que la naturaleza divina de Jesús era una verdadera naturaleza divina.
Ahora vienen los elementos más importantes del concilio de Calcedonia para la historia futura de la iglesia. Al definir la postura que la iglesia sostenía en el siglo V, la iglesia adjuntó a su confesión lo que comúnmente se conoce como los «Cuatro Negativos de Calcedonia». La razón por la que se declaran de esta manera es simple: que incluso en el siglo V, en este concilio, la iglesia entendió que lo que estaban tratando en la encarnación era un misterio supremo, y que la iglesia no estaba diciendo: «Hemos entrado totalmente en el misterio de la encarnación. Lo que podemos decir con certeza es que existe una unión perfecta entre la naturaleza divina y la naturaleza humana y que estas dos naturalezas son genuinas. Pero cómo, en sí, se logra la unidad de la encarnación es algo que todavía está envuelto en misterio».
Y lo que la iglesia hizo fue esto, esto es importante, dijo: «No podemos decirles con certeza cómo las dos naturalezas se relacionan entre sí, pero debemos rechazar ciertas teorías que han surgido a lo largo de las controversias para que entendamos cómo las dos naturalezas no se relacionan entre sí». Entonces, los cuatro negativos son que las dos naturalezas están unidas sin mezcla, confusión, separación o división. Esos son los cuatro negativos. Independientemente de cómo entiendas la relación entre la naturaleza humana y la naturaleza divina, no quieres pensar en ellas en términos de estar mezcladas entre sí o confundidas, donde la humanidad es tragada por la deidad o la deidad es tragada por la humanidad.
No podemos tener una naturaleza divina humanizada o una naturaleza humana deificada porque en esto, en estos dos primeros de los cuatro negativos, se rechaza la herejía monofisita porque esto es exactamente lo que hizo Eutiques; Él mezcló las dos naturalezas, de modo que terminas en una naturaleza básica. Pero también, la iglesia dijo que las dos naturalezas no tienen separación ni división. De nuevo, uno de los conceptos más importantes que tenemos en teología es el principio de la distinción. Si es prerrogativa de la mujer hacer un cambio de opinión, es prerrogativa del teólogo hacer distinciones finas. Por eso nos pagan, es por eso que se nos paga mucho dinero, para hacer las distinciones que se nos pide que hagamos.
La distinción más importante que puedes aprender es la distinción entre una distinción y una separación. Una cosa es que la iglesia distinga entre la naturaleza divina y la naturaleza humana de Cristo. Otra cosa es apartarlas, separarlas, concebirlas como una relación desarticulada. Como he dicho antes a mis alumnos, si distingo entre tu cuerpo y tu alma, no te hago ningún daño, pero si separo tu cuerpo de tu alma, acabo de cometer un asesinato. Así que hay una gran diferencia entre distinguir y separar.
La iglesia está diciendo: «Tenemos que entender que la Biblia nos enseña que en Cristo habita corporalmente la plenitud de la divinidad, y al mismo tiempo, la Biblia nos dice que Jesús tiene una naturaleza humana distinta y la naturaleza humana no es divina y la naturaleza divina no es humana». Y a lo largo de la historia de la iglesia, ha habido intentos persistentes de tomar uno de estos dos postes y usarlo para tragarse los otros.
En la teología liberal, la tendencia ha sido siempre terminar con un Jesús que es puramente humano, pero que no es realmente divino; la humanidad se traga a la deidad. Pero también en el celo de los cristianos ortodoxos y conservadores, para protegerse contra la negación de la deidad de Cristo, a veces la afirmación de la deidad de Cristo es tan enfática y demostrativa que no queda espacio para la humanidad.
Ahora, cuando llegamos al Nuevo Testamento, vemos aspectos de Jesús, de la persona, y la persona es el Dios Hombre, pero vemos ciertos aspectos de Su vida. Por ejemplo, le da hambre, experimenta sed, llora, sangra. Todos estos elementos manifiestan la verdadera naturaleza humana que Él posee. A Dios no le da hambre; a Dios no le da sed; la naturaleza divina no sangra. Todos estos son aspectos de la naturaleza humana.
Ahora, si tuviéramos que hacer la pregunta, ¿a qué naturaleza pertenece el cuerpo de Jesús?, la respuesta es bastante obvia. Su cuerpo físico es una manifestación de su naturaleza humana, no de su naturaleza divina. Ahora, además de los cuatro negativos, inmediatamente después de los cuatro negativos, hay un punto y coma, y la confesión de Calcedonia termina con estas palabras: «Cada naturaleza conserva sus propios atributos», lo que significa que en la encarnación, la naturaleza divina no deja de ser divina; la naturaleza divina no pierde ninguno de sus atributos divinos.
En el siglo XIX, hubo una herejía que plagaba a la iglesia, con respecto a la teología liberal, se llamaba la «herejía kenótica» basada en el himno de Pablo en Filipenses 2, cuando dice: «Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo». ¿Bien? Paremos ahí. Los teólogos de la escuela liberal en el siglo XIX se hicieron esta pregunta: ¿de qué se vació Cristo?
Y la respuesta que dieron fue: «Bueno, en la encarnación, el Dios que se encarnó dejó a un lado Su deidad. Dejó a un lado su omnisciencia. Dejó a un lado su eternidad. Dejó a un lado estos atributos divinos y poderes divinos. B.B. Warfield, de Princeton, respondió a la teoría kenótica diciendo que la única kénosis que se demuestra por esta teoría es la kénosis de los cerebros de los teólogos que la defienden; allí es donde ocurrió el vaciamiento, porque si Dios dejara a un lado Su omnisciencia, Él dejaría a un lado Su misma deidad; sufriría una mutación; ya no sería Dios. No, no, no, no. Lo que Dios, lo que la naturaleza divina de Jesús deja a un lado en la encarnación es Su prerrogativa con respecto a la gloria. Todo el pasaje se refiere a la voluntad de Jesús de renunciar a su reputación; no significa que en la encarnación, Dios deje de ser Dios.
Ahora, de nuevo, volviendo a Calcedonia, «cada naturaleza conserva sus propios atributos», de modo que en la encarnación, la naturaleza divina continúa siendo inmutable, eterna, omnisciente, omnipotente y todo lo demás, y eso, para nosotros, es fácil de entender. Es del otro lado el que se convierte en un problema en la Cena del Señor. ¿Qué significa que la naturaleza humana conserva sus propios atributos? Los atributos de la carne humana incluyen que están limitados geográficamente, que no es natural que un cuerpo humano pueda ser omnipresente; la omnipresencia no es un atributo de la naturaleza humana; es un atributo de la naturaleza divina.
Entonces, la pregunta es, la pregunta que surge aquí es: ¿cómo es posible que la naturaleza humana esté en más de un lugar al mismo tiempo? Bueno, ¿cómo respondió la Iglesia católica romana a eso? Porque lo que Calvino estaba diciendo en el siglo XVI es que la doctrina de la transubstanciación está en clara violación del propio concilio ecuménico de la iglesia que se celebró en el siglo V, en el que la iglesia en ese momento dijo que las dos naturalezas son sin confusión, sin mezcla, sin separación y división, cada naturaleza conserva sus propios atributos. Y si ese es el caso, entonces, ¿cómo puedes hacer que la naturaleza física de la naturaleza humana esté en cinco lugares al mismo tiempo? Calvino estuvo de acuerdo en que la persona podía estar en Boston y en Los Ángeles, en Filadelfia y en Pittsburgh, en lo tocante a la naturaleza divina pero no en la naturaleza humana.
Así que la Iglesia católica romana respondió a eso y desarrolló la teoría que se llamó la «comunicación de atributos», que trataba con su doctrina de la ubicuidad. El término «ubicuidad» significa lo mismo que la palabra «omnipresencia»; solo que se usa una raíz diferente: «ubi» significa «dónde» y «equis» significa «igual». Y así, el concepto de ubicuidad significa algo que tiene igual lugar; puede estar aquí, allá y en todas partes al mismo tiempo; es sinónimo de omnipresencia. Noten la diferencia entre ubicuidad e iniquidad. Tú tienes iniquidad, yo tengo iniquidad, pero tú no tienes ubicuidad y yo tampoco. Y Calvino dijo, y tampoco la tuvo la naturaleza física de Jesús.
Pero la solución a eso, una vez más, por parte de la iglesia fue argumentar a favor de una comunicación de atributos de la naturaleza divina a la naturaleza humana, de modo que si la naturaleza divina tiene la capacidad de estar presente en más de un lugar al mismo tiempo, lo que sucede en la misa es que el poder de la naturaleza divina, de hecho, un atributo mismo de la naturaleza divina, se comunica a la naturaleza humana. ¿Ven eso? Así que ahora hace posible que la naturaleza humana, el cuerpo, esté presente en todas partes al mismo tiempo, porque ahora la naturaleza humana está dotada de un atributo divino, que los reformadores decían que viola completamente a Calcedonia en dos puntos, ciertamente en el primer punto de mezcla y confusión, porque aquí, estamos mezclando los atributos, y, ciertamente, con respecto a la última afirmación en la que cada naturaleza conserva sus propios atributos.
Ahora, la iglesia respondería a eso diciendo: «Bueno, espera un momento. Cuando la naturaleza divina comunica el poder de la ubicuidad u omnipresencia a la naturaleza humana, la naturaleza divina aún conserva eso; la naturaleza divina no pierde el poder de la omnipresencia; lo que estamos diciendo es que la naturaleza aún conserva sus propios atributos». Sí, eso es cierto. La naturaleza divina conservaría sus propios atributos, pero es la naturaleza humana la que perdería su atributo de localización tan pronto como se le comunique un atributo divino. Ahora, permítanme decir una cosa más sobre esto hoy.
Vemos en la vida de Jesús repetidos casos en los que Cristo hace evidente el conocimiento sobrenatural, donde Él sabe cosas que ningún ser humano normal sabría; pero, por supuesto, lo mismo podría decirse de los profetas en el Antiguo Testamento y de los apóstoles en el Nuevo Testamento, quienes son receptores de la transferencia de información de la mente de Dios a la mente humana. Y una cosa es que la naturaleza divina comunique información a la naturaleza humana; otra cosa muy distinta es que la naturaleza divina comunique la deidad a la naturaleza humana. Si la naturaleza divina comunica la deidad o atributos divinos a la naturaleza humana, me parecería que eso, necesariamente, implicaría una deificación de la naturaleza humana, una confusión de las dos naturalezas y una violación de la verdadera humanidad de Cristo.
Y es por eso que Calvino y otros rechazaron categóricamente tanto el punto de vista católico romano de la Cena del Señor como el punto de vista luterano, porque Lutero insistió en la presencia corpórea de Jesús en más de un lugar al mismo tiempo, tomando prestada la misma idea de la comunicación de atributos que la Iglesia católica romana hizo. Pero ese fue el problema cristológico que vemos. En nuestra próxima sesión vamos a ver: ¿cómo entendió la Iglesia reformada la verdadera presencia de Cristo si ellos habían descartado la posibilidad de la verdadera presencia física de Cristo en la Cena del Señor?