Recibe la guía de estudio de esta serie por email
Suscríbete para recibir notificaciones por correo electrónico cada vez que salga un nuevo programa y para recibir la guía de estudio de la serie en curso.
Transcripción
Vamos a continuar nuestro estudio de Moisés y la zarza ardiente y todo lo que eso involucró en ese encuentro particular. En nuestra última sesión, mencioné que, desde una perspectiva histórica redentora, ese incidente en particular no solo cambió la vida del propio Moisés, sino que fue un momento decisivo para toda la historia humana. Hemos analizado la narrativa básica en las dos primeras sesiones y de ahora en adelante, quiero ver algunas de las implicaciones y ramificaciones teológicas de este evento.
Por lo tanto, llevaré su atención esta noche a la primera parte del capítulo 3 de Éxodo, donde leemos estas palabras: «Y Moisés apacentaba el rebaño de Jetro su suegro, sacerdote de Madián y condujo el rebaño hacia el lado occidental del desierto, y llegó a Horeb, el monte de Dios. Y se le apareció el ángel del Señor en una llama de fuego, en medio de una zarza; y Moisés miró, y he aquí, la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces dijo Moisés: Me acercaré ahora para ver esta maravilla: por qué la zarza no se quema».
Ahora, según la tradición judía, esta área del desierto está poblada por los arbustos más comunes, los arbustos de zarza y lo que suponían los historiadores judíos era que este arbusto en particular era un arbusto de zarza simple y ordinario sin gran importancia en sí mismo. Y, cuando esta experiencia le ocurrió a Moisés, lo primero que creo que tenemos que entender es que no había nada en absoluto sobrenatural en ese arbusto. Era un arbusto común, ordinario, de zarza, que hacía lo que los arbustos comunes, ordinarios, de zarza hacen en el desierto.
Y, no es como si se hubiera realizado un milagro donde Dios hizo arder un arbusto que podría arder por siempre sin perder nada de su sustancia en el proceso de combustión. Y esta es una de esas ocasiones en que al leer la Escritura, las palabras que leemos allí pueden ser un poco engañosas, porque Moisés está describiendo esta experiencia desde lo que llamamos una perspectiva fenomenológica, es decir, la cuenta como le lucía a él. Está caminando junto con sus ovejas en el desierto, ve este extraño fenómeno de una zarza ardiendo y regresa para ver de qué se trata esta zarza que está ardiendo. Se sorprende al ver que, aunque la zarza está ardiendo, no se consume.
Lo que estoy sugiriendo, tal vez, es que lo que Moisés vio fue un fuego en la zarza. No estaba al lado de la zarza. No estaba encima o sobre la zarza como las llamas y las lenguas de fuego que cayeron el día de Pentecostés en esa ocasión. Más bien, desde la perspectiva de Moisés, el fuego venía del interior de la zarza. Lo que les estoy sugiriendo es que la importancia de la declaración de que la zarza no se estaba consumiendo indica que la zarza en sí misma no estaba ardiendo. El fuego estaba en la zarza, pero no era de la zarza. Ahora, ¿qué significa eso y cuál es su importancia? Bueno, indica que el fuego que Moisés vio era independiente de la zarza. No estaba usando la zarza como combustible. Por eso no se consumió.
El fuego que Moisés vio ardía por su propio poder. Se generó a partir de sí mismo y no en un incendio en la zarza. Así que lo que tenemos aquí, claramente, es un ejemplo bíblico de lo que llamamos «teofanía». Y, la palabra «theophania» significa – tenemos la primera parte de la palabra, «theo» que viene de la palabra «theos» para Dios. Y, la segunda parte, «phanía», que viene de «phaneo» lo que significa hacer manifiesto. El Dios que adoramos es un espíritu. Es invisible. Su sustancia invisible no puede ser vista por el ojo humano, pero hay ocasiones en la historia redentora en las que el Dios invisible se hace así mismo visible por algún tipo de manifestación visual. Y eso es lo que encontramos aquí con esta experiencia.
Ahora, tener una zarza con fuego en él, es lo que llamamos en teología, cuando el fuego no está consumiendo la zarza, una actividad que es contra naturam– una actividad que es contra naturam. «Contra» significa en contra y «naturam» significa naturaleza. Así que esta actividad que Moisés está viendo es algo que es completamente contrario a la naturaleza. Esto no es un fenómeno natural. Es un fenómeno sobrenatural. Por lo general, la frase «contra naturam» se utiliza para describir lo que llamamos «lo milagroso». No estoy convencido de que eso fuera en realidad un milagro que él estaba presenciando, sino una realidad sobrenatural. Y lo que él estaba viendo, simple y llanamente, en este fuego, era una manifestación visible de la gloria de Dios.
Vemos en la Biblia sobre la aparición externa de la gloria de Dios y la llamamos la «gloria Shekinah». La gloria que es refulgente. La gloria que irradia desde el mismo ser de Dios que es tan poderosa y tan majestuosa que abruma a cualquiera que alguna vez entre en contacto con ella. Quiero que veamos que, a lo largo de la historia redentora, en coyunturas críticas, en momentos críticos, Dios se manifiesta a las personas a través de la gloria Shekinah que se comunica principalmente a través de algún tipo de fuego. Y, quiero tomarme un tiempo esta noche para ver algunos de estos episodios, en particular en el Antiguo Testamento, pero no solo allí. Donde vemos la gloria Shekinah de Dios, que fluye del ser interior perfecto, santo y trascendente de Dios.
Volvamos por un momento al Pentateuco, al capítulo 15 de Génesis. Ahí en Génesis, encontramos el registro de Dios hablándole a Abraham y haciéndole la promesa allí a él de que él sería el padre de una gran nación. Recuerda que Abraham fue llamado por Dios y Él dijo: «Yo seré tu escudo y tu gran recompensa» y Abraham dijo: «¿Qué recompensa puedes darme?». Él ya era uno de los hombres más ricos del mundo. Él dijo: «Tengo todas estas cosas, pero no tengo un heredero. No tengo un hijo. Mi heredero es mi sirviente, Eliezer de Damasco». Y Dios dijo: «No, no, no. Eliezer no será tu heredero, porque te voy a dar un hijo de tus propios lomos. En su vejez, tu esposa te dará un hijo y él se convertirá en el padre de una gran nación» y ya conocemos el resto de los términos de ese pacto.
Se nos dice que Abraham creyó en Dios y se le contó por justicia. Pero mientras Él le explicaba todas las cosas que iba a hacer por Abraham, Abraham tuvo las luchas normales que todos tendríamos en una situación como esa, y le dijo a Dios: «¿Cómo puedo saber esto? ¿Cómo puedo estar seguro de que esto sucederá?». Bueno, creo que le he dicho a la congregación en St. Andrews en otras ocasiones que uno de los fenómenos más extraños que conozco en la cristiandad es esta práctica que la gente tiene cuando voy a una conferencia junto con otros charlistas. La gente viene al final y me pide que firme sus Biblias para ellos, como si yo hubiera escrito la Biblia.
Pero, es una práctica, así que trato de hacerlo. Pero después no solo quieren la firma, sino que quieren que les dé el versículo de mi vida. No sé de dónde vino esta idea. Es decir, ¿cómo puedes tomar un versículo de toda la Biblia y convertirlo en el versículo de tu vida? Toda la Biblia es el versículo de nuestra vida. Pero la gente pide eso y soy un poco travieso cuando firmo Biblias y escribo mi versículo. Escribo Génesis 15:17. Y la gente piensa y se aleja. Por lo general, lo que sucede es que casi media hora después, vuelven a mí y me preguntan: «¿Te equivocaste con el versículo que escribiste?». Yo digo: «No» y ellos dicen: «miré este versículo que dijiste que era el versículo de tu vida y no puedo encontrar ningún sentido en absoluto».
Luego me tomaré un tiempo para explicárselos. Así que permítanme leer el versículo 17 de Génesis 15. «Y aconteció que cuando el sol ya se había puesto, hubo densas tinieblas, y he aquí, apareció un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre las mitades de los animales». Y le digo a la gente: «Si alguna vez estoy encerrado en una prisión y estoy en aislamiento y solo puedo tener un versículo en toda la Biblia a mi disposición, ese es el versículo que quiero». La gente me mira como si estuviera loco. ¿De qué hablas? ¿Qué es esto? Pasas por este ritual particular donde Dios le ordena a Abraham que corte a todos esos animales por la mitad y tienes esta masacre sangrienta, colocando a los animales frente a frente como formando un pasillo.
Y entonces este horrible temor viene sobre Abraham en esta visión nocturna y dice: «En esta oscuridad, mientras duerme, Abraham ve el horno humeante y una antorcha de fuego moviéndose entre las mitades». Bueno, obviamente, lo que está pasando, bueno, no tan obvio para todos, pero para mí es obvio lo que está sucediendo aquí. En este texto está el rito de partición de un pacto donde Dios le está demostrando a Abraham a través de esta visión de fuego, de una antorcha, un horno humeante que pasa entre las mitades. Y esa es la visión de la Shekinah. Ese es Dios en este sueño que se mueve entre las mitades de estos animales que han sido cortados en dos y lo que Dios le está diciendo dramáticamente a Abraham es: «Abraham, ¿cómo puedes saber que voy a hacer lo que digo que te voy a hacer? Así es cómo.
Acabo de atravesar este camino y lo que te estoy diciendo es que, si alguna vez no cumplo una promesa que te hago, que me suceda como a estos animales, cortados en dos. Que el Dios inmutable sufra una mutación. Que lo eterno se vuelva temporal. El infinito, finito. No te estoy jurando sobre la tumba de mi madre, Abraham, estoy jurando por mi propio ser. Estoy poniendo mi deidad en juego cuando hago este compromiso contigo». Y, el autor de Hebreos toma eso en el Nuevo Testamento cuando dice: «No pudiendo jurar por uno mayor, Dios juró por sí mismo» y este fue un juramento por fuego. Fue un juramento demostrado por la gloria Shekinah hecha visible a Abraham en la oscuridad de la noche. Aquí tenemos a Abraham y a Moisés, ambos teniendo esta experiencia de encontrarse con la gloria Shekinah de Dios en este fuego que cambia sus vidas.
Vayamos ahora al Nuevo Testamento y veamos el libro de los Hechos, donde el apóstol Pablo tiene su experiencia de conversión en el camino a Damasco. Leemos en Hechos 9 estas palabras: «Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos que pertenecieran al Camino, tanto hombres como mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. Y sucedió que mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció en su derredor una luz del cielo». Cuando él recuerda más tarde esto delante de Agripa, agrega: «Una gran luz. Más brillante que el sol. Una luz cegadora», que fue vista no solo por Saulo sino por aquellos que lo acompañaban. «Y cayó al suelo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”, y él dijo: “¿Quién eres, Señor?” Y el Señor dijo: “Yo soy Jesús a quien tú persigues. Dura cosa te es dar coces contra el aguijón”. Entonces, temblando y asombrado, dijo: “Señor, ¿qué quieres que haga?”».
Espero que no te hayas perdido el paralelismo allí de que, cuando Dios se le aparece a Moisés, lo llama repitiendo su nombre, lo cual comentaré más adelante, en otra sesión. Cuando le dice desde esa zarza ardiente: «Moisés, Moisés». Ahora, cuando la gloria Shekinah se le aparece a Saulo de Tarso, la voz vuelve a salir del centro de esa gloria brillante y refulgente diciéndole: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Y este es el momento. Este es el encuentro que pone la vida de Pablo de cabeza y lo convierte en el apóstol más grande de la era bíblica. ¿Qué sucedió aquí? ¿Con quién se encontró Pablo? Se topó de frente con la gloria de Dios, con la belleza brillante y resplandeciente de la Shekinah.
Ahora, hay otros lugares donde esto sucede, pero permítanme recordarles uno con el que todos están familiarizados, que acompañó no solo el llamado de Moisés y el llamado a Saulo o la promesa a Abraham, sino que acompañó el momento mismo del nacimiento de Jesús. Es curioso que, la gloria Shekinah no estaba oculta. No estaba en el pesebre. No estaba con María y José. Fue como si apareciera en una zarza en un campo de las afueras de Belén, donde los pastores estaban cuidando a sus ovejas. Y leemos en la narrativa navideña del evangelio de Lucas que la gloria de Dios se manifestó alrededor de ellos. Y, me gusta la vieja traducción, «Y tuvieron gran temor». Aterrados. Así que los ángeles tuvieron que calmarlos y decirles: «No temáis». El Ángel del Señor viene aquí acompañado de esta muestra visible de la gloria Shekinah que debería hacernos temblar a todos. Sin embargo, dijeron: «Venimos con buenas noticias, con la mejor de todas las noticias posibles. Porque para ustedes ha nacido en este día en Belén un Salvador que es Cristo el Señor».
Vamos a explorar en las próximas semanas cómo esta gloria Shekinah que cambia la vida de Moisés y cambia la vida de Saulo y cambia la vida de Abraham y cambia toda la historia del mundo en Belén, no solo se vincula a Dios el Padre, sino que se entiende e inseparablemente se relaciona con la Segunda Persona de la Trinidad. Que cada vez que Dios aparece en una teofanía con la gloria Shekinah, no es solo Dios el Padre con quien estamos tratando aquí, como espero que veamos en nuestra próxima sesión juntos que, al final, lo que se está mostrando es la gloria inherente de Dios el Hijo desde la eternidad. Asi que, no es tanto lo que había en esa zarza; es quién estaba en esa zarza. Quién le estaba hablando a Moisés siglos antes de que Moisés le hablara en el Monte de la Transfiguración, que era claramente la muestra más magnífica de la gloria Shekinah de todo el Nuevo Testamento. Así como esa zarza ardía desde adentro y no era la zarza en sí, así también en el Jesús transfigurado, la gloria que se mostraba allí en la montaña no era un reflejo sino una gloria que se irradiaba desde su deidad oculta. Porque donde está la Shekinah, estimados, ahí está Dios.