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Transcripción
Continuamos con nuestro estudio del concepto bíblico de la adoración. Inicialmente vimos la primera narración de adoración registrada en el Antiguo Testamento que se convirtió en la estructura en la que se nos relata el crimen de asesinato, es decir, las diferentes formas en que Caín y Abel adoraron. Recordamos que la ofrenda del sacrificio de Abel fue agradable a Dios y la de Caín fue rechazada por Dios y entendemos que estos sacrificios que se hacían en el Antiguo Testamento debían ser, en primer lugar, un sacrificio de alabanza. La alabanza es un intento de expresar honor, de modo que en el corazón mismo de la adoración está la idea de expresar, desde lo más profundo de nuestras almas, el mayor honor posible que podemos ofrecer ante Dios y sabemos que el honor a veces puede ser deshonesto.
Una vez escribí un libro sobre la dignidad humana y en ese libro hablé de un pequeño ejercicio práctico que un consultor me enseñó una vez cuando me pidió que sacara un bolígrafo y un papel y me dijo: «Este va a ser un ejercicio divertido RC. Quiero que escribas en un papel los cinco cumplidos más significativos que la gente te haya dado en tu vida». Como ya he dicho, fue un ejercicio divertido porque no tuve que sentarme a pensar en las críticas o los insultos con los que he tenido que lidiar en mi vida, sino más bien en los comentarios agradables que la gente me había dicho y mientras pensaba en esto y escribía los cinco primeros que me venían a la mente, me quedé asombrado de algunos de los comentarios que salieron a relucir.
Lo primero que me sorprendió fue que cada uno de estos comentarios que recordaba, estas palabras u observaciones que habían salido de la boca de la gente sucedieron antes de que yo tuviera veintiún años y las estaba recordando años y años después. En cuanto escribí estas palabras en un papel, me di cuenta al instante de a dónde quería llegar este consultor. Empezó a mostrarme que esos comentarios habían tenido una influencia formadora tremendamente importante en mi vida y también me indicó que las personas que me hicieron esos comentarios eran personas cuyo juicio yo valoraba y cuyos cumplidos apreciaba porque eran una especie de figuras de autoridad en mi vida: Entrenadores, familiares y profesores.
También me sorprendió ver que dos de los cinco eran de mi profesora de inglés de octavo grado y de repente empecé a darme cuenta de la tremenda influencia que esa mujer había tenido en mi vida. Pero mientras hablábamos de todo esto, el asesor me señaló que seguramente había veces en que la gente me decía palabras incluso más bonitas que estas y me preguntó: «¿Nadie te ha hecho nunca un cumplido más grande que los que has puesto en esta lista?». Le dije: «Pues sí» y mencioné un par de los que me vinieron a la mente. Él dijo: «Bueno, ¿por qué no los escribiste en el papel?». Yo sonreí y le dije: «Pues es fácil». Él dijo: «¿Por qué es fácil?». Le dije: «Porque no les creí. Los creí poco sinceros». Eran lisonjas e intuía la diferencia entre una lisonja y un cumplido genuino. Puede que no seamos capaces de articular esa diferencia, pero tenemos un sentido intuitivo, ¿no?
De algún modo, tendemos a saber cuándo la gente solo nos dice palabras vacías de elogio, palabras vacías de adulación, palabras que no son sinceras, pero cuando recibimos un cumplido genuino que realmente creemos, como seres humanos lo atesoramos. He mencionado esto solo para indicar que nos damos cuenta, lo sabemos, y que todos hemos recibido elogios que no son reales, que no son genuinos, que no son sinceros y realmente, hay algo insultante en la adulación y en el elogio que no es sincero. Lo hueco de la adulación nos atormenta. Es una especie de burla, porque nos gustaría ser capaces de creer esas palabras buenas que la gente dice de nosotros a veces a pesar de que sabemos que no lo dicen en serio. Los sentimientos de Dios no son heridos por alabanzas que no son sinceras, pero tampoco Dios es honrado por alabanzas que no son sinceras. Dios nunca es honrado por la adulación y la verdadera adoración es la adoración que es sincera, la adoración que es genuina, la adoración que es honesta.
Recordamos en el Nuevo Testamento el encuentro que Jesús tuvo con la mujer de Sicar, la mujer samaritana, quien sostuvo con Jesús una especie de debate teológico, que ella utilizaba como distracción de su propia culpa personal que Jesús había puesto al descubierto. Ella le hizo a Jesús una pregunta sobre la adoración. Le dijo: «Nuestros padres», es decir los samaritanos, «adoran a Dios aquí», en el monte Gerizim, ese es su lugar tradicional «y ustedes los judíos adoran a Dios en Jerusalén. ¿Dónde debemos adorar nosotros?». Jesús dijo: «La hora viene, y ahora es, cuando no será ni en Gerizim ni en Jerusalén, sino que Dios está buscando a aquellos que lo adoren en espíritu y en verdad». Esa fue una profunda declaración de Jesús. ¿Qué quería decir? No era que Jesús estuviera diciendo simplemente que antes Dios estaba localizado en un único santuario central, ya fuera en el tabernáculo o en el templo o en Gerizim o en Jerusalén, y que a partir de ahora puedes adorarle en cualquier lugar. No se trata de eso. Se estaba refiriendo a la comprensión superficial de la mujer samaritana sobre lo que era la adoración y sobre lo que siempre ha sido la adoración; no se trata de si es un sacrificio de animales o un sacrificio de cereales, sino de lo que siempre ha sido la verdadera adoración, que es una adoración espiritual y verdadera.
Eso es lo que Dios quiere y eso es lo que Dios está buscando y eso es lo que Cristo manifiesta y demuestra en Su propia vida. Cuando Jesús caminó por Samaria, cada minuto que estuvo en Samaria, cuando estuvo en la base del monte Gerizim, Cristo estaba dando al Padre el sacrificio de alabanza; el espíritu de Cristo estaba adorando al Padre en verdad. Cuando Jesús vino a Jerusalén, el Hijo de Dios adoró al Padre en espíritu y en verdad; cuando estuvo en Capernaúm, ofreció el sacrificio de alabanza de manera perfecta, sin importar dónde se encontraba, Él siempre era auténtico en el honor que otorgaba a Su Padre. Cuando llegamos a la definición neotestamentaria de la verdadera adoración espiritual, la clase de adoración que agrada a Dios, tenemos que dirigir nuestra atención a la carta de Pablo a los Romanos. Por lo general, los comentaristas de la carta de Pablo a la iglesia de Roma dividen el libro en términos de los primeros once capítulos que dan la mayor exposición de Pablo del drama de la redención, de la persona y obra de Cristo, de la elección misericordiosa de Dios y la forma en que Él justifica a los pecadores por su misericordia y gracia.
Luego llegamos al capítulo 12 de Romanos y hay un cambio claro y decisivo en el lenguaje y el estilo del apóstol. Y ese cambio es un cambio de la exposición del contenido del evangelio a lo que llamamos la aplicación práctica del mismo. El capítulo 12 de Romanos empieza con una súplica apostólica que implica una conclusión lógica. Empieza el capítulo 12 de Romanos con estas palabras: «Les ruego». Estas son palabras apasionadas, Pablo no está diciendo simplemente: «Les pido» o «me gustaría decirles» o «por favor, presten atención a esto». Está inmerso en un apasionado acto de súplica. Está diciendo a sus lectores: «Por tanto, hermanos, les ruego», eso es crítico aquí. A menudo he detenido nuestra lectura de las Escrituras cada vez que llegamos a esa frase: «Por tanto», porque como he dicho antes, la frase «por tanto» siempre presenta ¿qué? una conclusión y una conclusión que viene y resulta de un argumento previo.
Podemos ver este «por tanto» en el primer versículo del capítulo 12 de Romanos a la luz de lo que se acaba de decir en el capítulo 11 y esa es ciertamente una posibilidad legítima en términos de la sintaxis aquí. Pero también puede referirse a todo lo que está escrito antes de esto y si realmente existe esta clara línea de división entre el énfasis en el contenido de los once primeros capítulos y la aplicación práctica en el capítulo 12, podemos inclinarnos, como me inclino yo, a pensar que este «por tanto» se basa en todo lo que se ha dicho hasta este punto en la epístola.
Lo que oigo decir al apóstol es lo siguiente: «A la luz de la revelación de Dios de esa justicia que está disponible para nosotros por la fe, a la luz de la gracia de Dios en la santificación, en la elección y todo lo demás… Es a la luz de todo el evangelio», les dice Pablo, «que vengo a ustedes romanos rogando por algo, algo a lo que debemos llegar por la lógica irresistible del evangelio». ¿Qué es? Antes de responder esa pregunta, permítanme recordarles el nombre de este programa. El nombre de nuestro programa es Renovando tu mente y está tomado del capítulo 12 de Romanos. No se trata de una renovación de tu mente motivada simplemente por el deseo de obtener información o de adquirir conocimiento, la clase de conocimiento que nos infla, la clase de conocimiento que produce arrogancia.
Para entender lo que significa «renovar tu mente», tenemos que entenderlo en el contexto en el que aparece aquí en Romanos 12, y aparece como parte de esta sección, donde Pablo está rogando a sus lectores que lleguen a la conclusión a la que el evangelio tiene necesariamente que llevar. Veámoslo. «Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes». Otras traducciones presentan esto de manera un poco diferente. Incluyen el «por tanto» y la súplica, pero en lugar de decir: «Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo», pueden traducirlo así, que Pablo está diciendo: «Les ruego que se presenten como sacrificio vivo, un sacrificio que es santo, que es sagrado, un sacrificio que es aceptable a Dios». Y en vez de traducir la última parte como: «que es el culto racional de ustedes», lo traducen con estas palabras: «que es su culto espiritual».
Esto capta la esencia de la adoración tal como se entiende a la luz del evangelio. Ya no vamos al santuario y rociamos la sangre de toros y machos cabríos sobre un altar. Seguimos haciendo ofrendas a Dios. Todavía le traemos nuestros diezmos y nuestras ofrendas como parte de la expresión externa de nuestro compromiso con Dios, pero recordamos la súplica de David en su salmo penitencial, el Salmo 51, «Porque Tú no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; / Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; / Al corazón contrito y humillado, oh Dios» dijo David, «no despreciarás». David entendió lo que Abel entendió y lo que nunca se le ocurrió a Caín: Que el sacrificio que Dios acepta, que le agrada, es un sacrificio que no se hace en pecado por un motivo egoísta o por una farsa deshonesta, por un ejercicio de hipocresía, sino un sacrificio que sale del corazón.
Pablo dice: «Piensa en el evangelio. ¿Cuál es tu respuesta a lo que Cristo ha hecho por ti? Cristo que no escatimó nada, Cristo que dio su vida por Su pueblo, Cristo que hizo el sacrificio final por sus ovejas. ¿Cómo respondemos a eso? ¿Cuál es la respuesta racional a eso? Pablo dijo: «Aquí está tu culto racional o tu adoración espiritual». Así es como respondes al evangelio: Respondes al evangelio con un sacrificio. No de dinero, no de tiempo, no de bienes materiales, sino que es el sacrificio de tu vida. Pablo dice: «Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo». De la misma manera como fue aceptable ante Dios el sacrificio de Abel cuando presentó el animal en la ofrenda. Ten en cuenta que el sacrificio que Abel hizo fue un sacrificio muerto. Lo que Pablo está diciendo es que a la luz del evangelio, Dios quiere un sacrificio vivo. Él no está pidiendo martirio. No está pidiendo que des tu sangre. Quiere algo más. Quiere tu vida, no una hora a la semana, ni el diez por ciento de tus ingresos. Te quiere a ti y la respuesta de fe es la entrega de uno mismo, en cuerpo y alma, a Cristo.
Recuerdo mis primeras semanas como cristiano. Me convertí en 1957, y fue la primera vez en mi vida que oí un himno evangélico. Nunca lo había escuchado antes. Se llamaba: «A donde Él me lleve, le seguiré». Dice así: «Puedo oír a mi Salvador llamando» y en el coro dice: «Él me está llamando». La respuesta que la canción sugiere que demos es la respuesta que dieron los discípulos, que lo dejaron todo para seguirle. Yo entendí eso en las dos primeras semanas de mi experiencia cristiana, que Dios va en serio. Él quiere mi corazón. Quiere mi alma. Quiere mi vida. Quiere que haga de la búsqueda de Su reino el asunto principal y central de mi vida. No quiere que juegue con la religión. No quiere que juegue a la iglesia. No quiere que simplemente escriba un cheque. Me quiere a mí en cuerpo y alma. Tengo que decirte, no le he dado, nunca he dado todo mi ser a Dios. Nunca he dado mi culto racional a Dios. He fallado en mi deber espiritual y sin embargo eso es lo que estamos tratando de entender.
De eso se trata la adoración: presentarnos a nosotros mismos en el altar de la alabanza, de modo que lo que pienso, lo que hago, lo que vivo está motivado por el deseo de honrar a Dios. Oh, ojalá pudiera decirle a Dios en el día del juicio: «Oh Dios, todo lo que hice lo hice por el deseo de honrarte». Mejor no digo eso. Será mejor que no me ponga delante de Él y le diga eso porque si lo hago sé lo que me va a responder: «No me digas eso», porque cada sacrificio que he ofrecido ha sido estropeado y manchado y afectado por el pecado que traigo junto al sacrificio, y si Dios viera el sacrificio que he ofrecido, incluso en el nombre de Cristo y lo viera en su justo valor, rechazaría mi ofrenda tan radicalmente como rechazó la ofrenda de Caín si no fuera por el hecho de que la ofrenda que hoy doy a mi Creador es llevada a Su presencia por el Mediador perfecto, que toma nuestros sacrificios de alabanza y los presenta al Padre.
CORAM DEO
El apóstol Pablo dice: «Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes». Y añade a esa exhortación las siguientes palabras: «Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense». El sacrificio de adoración es una adoración que es diferente de la religión que está en este mundo. Es un sacrificio que no se conforma al mundo. Es un sacrificio transformado ¿y cómo ocurre esa transformación según el apóstol? Permítanme leer el final. «Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto».