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Transcripción
Estamos estudiando la doctrina de la iglesia, la esposa de Cristo; estamos considerando cuáles son las características de la iglesia. Ya echamos un vistazo a los credos de antaño, que declaran las cuatro características de la iglesia de Cristo: la iglesia es una, santa, católica y apostólica. Comenzamos este estudio examinando, en primer lugar, el concepto de la unicidad o unidad de la iglesia.
En nuestra primera sesión, analicé algunos de los problemas históricos que han surgido como resultado del movimiento ecuménico, que busca traer tanta unidad visible, organizacional e institucional a la iglesia como sea posible; y a raíz de ese movimiento las iglesias han visto necesario ampliar su base teológica, su base confesional, para acomodar teologías divergentes dentro de la institución.
Utilicé un ejemplo que encontré con el cambio confesional en la denominación en la que fui ordenado. Más tarde, en la historia de esa iglesia en particular y no es que quiero concentrarme en esa iglesia, sino que esto solo ilustra lo que sucede en muchas, muchas denominaciones. Ocurrió una crisis hace varios años, la cual fue conocida como la decisión Kaiserman, donde un ministro y un teólogo dentro de un presbiterio local, cuando fue examinado para ser transferido al presbiterio, se negó a afirmar la deidad de Cristo.
Además de su negativa para afirmar la deidad de Cristo, negó categóricamente la expiación sustitutiva de Cristo, así como otras doctrinas históricas del presbiterianismo. Algo ocurrió en esa ocasión que se ha vuelto extremadamente raro. Y fue que las credenciales de un hombre fueron cuestionadas por su teología en lo que equivalía a un juicio por herejía. Los juicios por herejía rara vez ocurren en estos tiempos, aunque eran comunes en épocas anteriores dentro de la historia de la iglesia.
Pero quiero ser cuidadoso aquí, en el sentido de que este caballero en particular no afirmaba la deidad de Cristo, pero tampoco estaba dispuesto a negar la deidad de Cristo. Él era básicamente agnóstico sobre la deidad de Cristo. Él no diría: «Jesús es Dios». Decía: «Dios es Dios» y por mucho que se le presionara para que afirmara la naturaleza divina de Cristo, no hacía esa afirmación. No lo negaría, pero tampoco lo afirmaría. Así el caso llegó al tribunal más alto de la iglesia. Y en esa sesión, donde la asamblea general de la iglesia escuchó el caso por la opinión de este caballero, y la iglesia tomó dos decisiones en esa asamblea general.
Por un lado, la iglesia reafirmó su convicción en los credos históricos del cristianismo y de la iglesia institucional particular. Reafirmaron las doctrinas establecidas en sus credos, incluyendo la deidad de Cristo y la expiación sustitutiva de Cristo y otros puntos más. Al mismo tiempo, declararon que las opiniones del caballero estaban «dentro de los límites aceptables de interpretación de esos credos». Yo nunca había visto algo como esto en la historia de la iglesia, donde la iglesia por un lado, reafirmaba su convicción de cierta doctrina y luego decía al mismo tiempo que una persona que negaba categóricamente la doctrina, estaba dentro de los límites razonables de interpretación de la doctrina.
No puedes comerte algo y conservarlo al mismo tiempo. No puedes decir: «Nosotros como iglesia todavía afirmamos estas verdades, pero no tienes que abrazar estas verdades para estar dentro de los límites de la confesión». La gente se fue de ahí con dolor de cabeza y fue algo así como ahora lo ves, ahora no lo ves. ¿Acaso la iglesia ahora está haciendo teología por arte de magia? Creo que ese fue un momento muy serio en la historia de la iglesia. También ilustró este fenómeno que llamamos pluralismo, porque la idea del pluralismo, de nuevo, es permitir una amplia divergencia de creencias. Siempre ha habido un cierto nivel de pluralismo dentro del cristianismo histórico.
Una vez tuve un curso de posgrado en Holanda que tenía un título inusual. El título del curso era, «La historia de la herejía». Nosotros como estudiantes teníamos que examinar algunas de las controversias teológicas más volátiles de la historia de la iglesia, remontándonos a los primeros siglos y remontándonos a la lucha de la iglesia en la era del Nuevo Testamento con el judaísmo, por ejemplo; y la herejía ebionita y luego más tarde con la herejía docética y la herejía gnóstica. Y luego tenemos los grandes concilios eclesiásticos, como el de Nicea por ejemplo, donde tuvieron que lidiar con la herejía arriana, y en el siglo V con la herejía de Eutiques, el monofisismo, y las herejías por todas partes.
La iglesia siempre ha tenido que lidiar con la herejía y la iglesia siempre ha hecho una distinción entre lo que es una herejía y un error. Es una distinción no de tipo, sino de grado. La iglesia siempre ha estado plagada de errores o al menos de miembros que están en error en su pensamiento y en sus creencias. Pero cuando un error se vuelve tan grave que amenaza la vida misma de la iglesia, cuando empieza a acercarse a un error doctrinal que afecta lo esencial de la fe cristiana, entonces la iglesia ha tenido que unirse, levantarse y decir: «Esto no es lo que creemos y esta falsa creencia es herejía y no puede ser tolerada dentro de la iglesia visible». Eso es lo que ha ocurrido históricamente con los conflictos sobre la teología.
Voy a hacer una distinción y espero que sea una distinción relevante para ustedes. Hay errores que llamaríamos «no esenciales». Es decir, no está en juego la salvación. Podemos debatir sobre cuál es el modo adecuado de bautismo. ¿Es por inmersión, por aspersión, por rociamiento? ¿Cuál es? Pero han sido muy pocos en la historia del cristianismo, aunque ha habido algunos, que han argumentado que ese modo de administrar el sacramento es esencial para el cristianismo y esencial para la salvación. Como dije, hay muy pocas personas que adoptarían esa posición.
En la otra cara de la moneda, la mayoría de los cristianos admitirán que toda verdad es importante y que toda obediencia en la vida cristiana es importante. Aunque diferimos en ciertos aspectos, reconocemos que todos estamos tratando de agradar a Dios y hacer lo que es correcto y ser obedientes a las Escrituras, pero simplemente no estamos de acuerdo en algunos de los detalles sobre lo que la Escritura realmente enseña. Con respecto al pecado en general, la Biblia habla de una caridad o un amor que cubre una multitud de pecados. Sin embargo, también hay pecados particulares que son tan atroces, tan odiosos, en términos del Nuevo Testamento, que requieren disciplina en la vida de la iglesia.
En realidad, en muchos casos, juicios formales que pueden conducir realmente a la excomunión de alguien. Recordarán al hombre incestuoso en la iglesia de Corinto. Pablo tuvo que reprender a la congregación de Corinto porque no disciplinaban a este hombre y el pecado de este hombre estaba escandalizando a toda la iglesia. Los corintios fueron llamados a amonestarlo y reprenderlo y si era necesario excomulgarlo si permanecía impenitente, lo que de hecho, sucedió. El hombre fue excomulgado. ¿Qué pasó después?
Luego se arrepintió y ahora la iglesia no lo dejaba volver a entrar, así que Pablo tuvo que escribirles de nuevo y decirles: «Miren, en primer lugar, ustedes fueron demasiado relajados con su disciplina, y ahora que el punto de la disciplina ha tenido éxito (han recuperado a su hermano), ahora están siendo demasiado severos y estrictos y no lo dejan volver a entrar». La comunidad de Corinto se equivocó en ambas direcciones con respecto al hombre incestuoso.
Pero el punto es que en el Nuevo Testamento, no se nos ordena tener una acción disciplinaria de excomunión por cada pecado que se cometa. Antes bien, debe haber amor, paciencia, tolerancia, longanimidad, que es la característica del pueblo cristiano, que soportamos las debilidades de los demás de una manera paciente y amorosa, no tratando de hacer un caso federal por cada diferencia de opinión.
Todo esto es para decir tan solo que históricamente la iglesia ha reconocido que hay diferencias que no son de esencia. No son esenciales para la salvación y no afectan lo que llamamos el esse, E-S-S-E, que es el término latino para «esencia, ser o sustancia» de la iglesia. Hay algunos aspectos que afectan la esencia misma del cristianismo y esos son los asuntos que han cubierto las controversias de doctrina más inquietantes en la historia de la iglesia.
Pero hay otro nivel y es que hay esos errores que no son necesariamente errores con respecto a la esencia del cristianismo, pero que impactan lo que llamamos el bene esse, B-E-N-E E-S-S-E y bene es simplemente la palabra para «bien» en latín. Estamos haciendo una distinción entre los errores que afectan la esencia de la iglesia, una herejía mayor, y luego tenemos las herejías menores que afectan el bienestar de la iglesia. De manera que la iglesia, al tratar de preservar la unidad, históricamente, siempre ha tenido al mismo tiempo, que enfrentar el problema de mantener la pureza de la iglesia.
Veremos más sobre la pureza de la iglesia cuando veamos la segunda característica, es decir, que la iglesia es santa. Pero en este momento seguimos interesados en el tema de la unidad. Mi gran temor en esta generación es que lo que estamos viendo suceder es una especie de movimiento ecuménico, una especie de movimiento hacia la unidad que, con el fin de lograr la unidad, neutraliza y relativiza la doctrina. Una unidad en la que empezamos a negociar una verdad central como la deidad de Cristo, como la expiación de Cristo, y todo por el bien de la unidad visible.
Esta crisis que la iglesia está enfrentando hoy es en gran medida un resultado del impacto de la iluminación del siglo XVIII en la iglesia histórica, tanto católica como protestante, al llegar a su manifestación más fuerte en el siglo XIX, con el surgimiento de lo que se llamó el liberalismo del siglo XIX. Quiero hablar de eso por un momento.
Escribí la palabra «liberalismo» aquí en la pizarra y utilicé una «L» mayúscula por esta razón: Ser liberal, simplemente significa ser libre y abierto y, considerado en sí mismo, el término «liberal» creo que describe una virtud. Pero cuando se pone el sufijo «ismo» al final, estamos hablando de una escuela particular de teología, la escuela histórica redentora, que apareció con fuerza en el siglo XIX y que tuvo una influencia masiva en la iglesia visible a través de las líneas denominacionales.
Básicamente empezó con teólogos alemanes que atacaron las dimensiones sobrenaturales del cristianismo histórico; y negaron, por ejemplo, la validez de los milagros bíblicos: El nacimiento virginal, la expiación de Cristo, la resurrección de Cristo, la ascensión de Cristo y trataron de reducir la fe cristiana a un código moral o un sistema de valores. Un miembro de este grupo en el siglo XIX abandonó la iglesia visible diciendo: «Intentar redefinir el cristianismo después de mil novecientos años, por esta diferencia radical de las afirmaciones bíblicas que están llenas de afirmaciones sobrenaturales como el nacimiento virginal, la resurrección y todo lo demás es simplemente deshonesto.
La integridad exige que si una persona llega al punto en que está convencida de que lo que la Biblia enseña sobre el nacimiento y la obra de Cristo simplemente no es cierto históricamente, que debe ser honesto en ese punto y decir: “Yo no soy cristiano, al menos no en el sentido histórico, clásico y realmente no pongo ninguna confianza en los registros del Nuevo Testamento”». Pero eso no fue lo que hizo la gran mayoría de los liberales. En lugar de eso, buscaron mantener su posición en las iglesias visibles y, de hecho, capturar las para-estructuras de las iglesias visibles, en primer lugar, capturando seminarios, universidades, consejos directivos y agencias de las principales denominaciones y eso fue lo que sucedió.
De modo que a principios de este siglo, hubo una lucha catastrófica en Estados Unidos que se conoció como la lucha modernista y fundamentalista. Esa lucha, desde una perspectiva histórica, puede ser fácilmente distorsionada y malinterpretada, porque el término «fundamentalismo» o el término «fundamentalista», ha sufrido un cambio importante desde su uso temprano a principios del siglo a la forma en la que se utiliza hoy en día.
Si fueras a la iglesia de hoy e hicieras la pregunta, «¿Qué es un fundamentalista?», generalmente, la respuesta sería algo como esto: «Alguien que es definitivamente arminiano en su teología, alguien que es moralista en su teología, alguien que tiene un enfoque literalista de las Escrituras, alguien que se opone a una teología seria». Se le caracteriza o caricaturiza como un ignorante de pueblo, inculto, pietista, de mente estrecha y fanático. Esa es la descripción del fundamentalismo en nuestros días.
Originalmente, el término «fundamentalista» fue utilizado por estudiosos muy serios. Uno de los líderes era un profesor de teología sistemática en el Seminario de Princeton en New Jersey y lo que estos hombres, que en su mayoría eran calvinistas, no arminianos, eran teólogos altamente educados. Ellos decían que el problema con el modernismo era un problema que afectaba las premisas fundacionales, las verdades fundamentales del cristianismo bíblico e histórico. Verdades que la Iglesia católica romana, por ejemplo, ciertamente mantendría sin ser llamada «fundamentalista», en el sentido peyorativo en el que acabo de mencionarlo.
Esta controversia, a principios de este siglo, realmente empezó la proliferación de divisiones eclesiásticas, ya que la gente en todo tipo de iglesias se enfrentaba a la influencia del liberalismo dentro de sus denominaciones. Las iglesias empezaron a dividirse desde dentro entre los liberales y los conservadores, y entre los evangélicos y los modernistas; y para muchos, siguieron coexistiendo dentro de las grandes denominaciones, pero era cualquier cosa menos una coexistencia pacífica.
Lo que ha sucedido desde entonces es que, en muchos casos, las iglesias se han dividido. Tanto así, que hemos visto que las iglesias principales ya ni siquiera son iglesias principales, en términos de tamaño e influencia. La tasa de crecimiento entre las iglesias evangélicas ha ido en constante aumento, mientras que en las iglesias tradicionales, que fueron capturadas por el liberalismo, tienen una tendencia a la baja. Sé de una denominación que en un período de diez años, perdió más de un millón de miembros.
De modo que, nos enfrentamos a esta crisis hoy en día, donde la gente está luchando para encontrar la iglesia, encontrar la iglesia en su unidad histórica y bíblica. Vamos a ver algunas de las formas en que esto ha ocurrido en nuestra próxima sesión.
CORAM DEO
Me sorprende la frecuencia con la que me encuentro con personas que parecen tener poca conciencia de la teología distintiva del liberalismo del siglo XIX. Todavía parece haber una confianza pública en los pastores, donde si sale a relucir en una encuesta que un cierto número de pastores en una denominación dada, no creen en la deidad de Cristo o en la expiación de Cristo o en el nacimiento virginal de Cristo, en ciertas denominaciones encontrarás que casi el ochenta por ciento de los ministros dicen que no creen en el nacimiento virginal de Cristo y la gente se escandaliza por eso. Dicen: «Pero, ¿por qué alguien quiere ser ministro si no cree en estos asuntos?». Yo respondo: «Bueno, no hay nada nuevo en eso. Es decir, hemos tenido este problema durante mucho tiempo».
Puedo recordar que cuando estaba en el seminario, un estudiante estaba en la clase, una clase de homilética, una clase sobre predicación y dio un sermón sobre la expiación sustitutiva de Cristo. La forma en que esto se realizaba era que al final del sermón del estudiante, el profesor de la clase de homilética daba una crítica o evaluación de la predicación de la persona. La idea era criticar la presentación, no el contenido, porque el profesor de homilética no era un teólogo o un estudioso bíblico, sino que estaba allí para enseñar la voz, los gestos, la presentación, la construcción del sermón y todo lo demás.
En ese día en particular, este hombre predicó sobre la expiación sustitutiva en el seminario al que yo asistía y cuando bajó del púlpito, el profesor estaba muy enojado. Estaba furioso. Literalmente le gritó al estudiante y le dijo: «¿Cómo te atreves a predicar la expiación sustitutiva en estos tiempos?». ¿Ves? Nosotros nos escandalizamos cuando hay gente en la iglesia que no cree en los principios históricos del cristianismo, mientras que ellos se escandalizan cuando encuentran a alguien que sí cree en el cristianismo histórico.
El otro día estaba leyendo a un teólogo sobre una doctrina clásica histórica de la fe e hizo una observación simplista: «Ya nadie cree en eso» y pensé: «Bueno, tal vez debería escribirle una carta», a menos que yo no sea nadie. Pero estas son las luchas que tenemos cuando buscamos la unidad de la iglesia.