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Transcripción
En esta sesión vamos a continuar viendo las implicancias del evento que se registra en el libro de Éxodo, en el encuentro de Moisés con Dios en la zarza ardiente. La zarza que ardía pero que no se consumía. En nuestra última sesión vimos la dimensión de la revelación de la santidad de Dios en este encuentro y ahora quiero pasar a otra dimensión de ella.
Empezando allí más adelante en el capítulo, después de que Dios le habló a Moisés y le dijo: «He visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces. Pues estoy consciente de sus sufrimientos».
Hay tres verbos aquí que quiero que veamos, los cuales nos dicen algo sobre Dios. El primero dice: «He visto, ciertamente he visto la opresión de mi pueblo». Así que Dios ve lo que está pasando. Lo segundo que dice es: «He escuchado su clamor». Así que sabemos que el Dios que se revela aquí no es ciego, ni es sordo. Tampoco es ignorante, porque continúa diciendo: «Estoy consciente de sus sufrimientos».
Luego Él le anuncia a Moisés cuál es el propósito de esta visitación divina. Él dice: «Así que he bajado para liberarlos de la mano de los egipcios y llevarlos al lugar que mana leche y miel», etc., etc.. Y le dijo: «Ven y te enviaré a Faraón, para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto».
Ahora, lo primero que Moisés le dice a Dios en respuesta a eso, es una pregunta. La pregunta de Moisés es esta: ¿Quién soy yo? De repente, Moisés aparentemente no sabe quién es. Él escucha este mandato de Dios. Dios le está diciendo que vaya a esta misión en nombre de Dios y en nombre del pueblo. Moisés dice: «¿Quién soy yo para hacer esto?». Así que lo primero que sucedió en su encuentro con Dios, fue que estaba confundido sobre su propia identidad.
Si alguna vez has leído la Institución de Calvino y si respondes a esa pregunta diciendo: «No», entonces te respondo: «Debería darte vergüenza». Te estás perdiendo una de las piezas más bellas de la literatura jamás escritas sobre Dios, solo superada por la Biblia en términos de la majestuosidad de este libro. Necesitas leerlo y releerlo y luego, cuando hayas terminado con eso, léelo de nuevo.
Calvino comienza la Institución diciendo: «Nunca sabremos quiénes somos hasta que primero sepamos quién es Dios». Una vez más, recuerdan Isaías 6, después de que Isaías vio a Dios alto y santo, enaltecido y escuchó el coro angelical que decía tres veces «Santo», ¿cuál fue su respuesta? Pronunció una maldición sobre sí mismo diciendo: «Ay de mí, porque soy un hombre de labios impuros. No estoy solo. Habito en medio de un pueblo de labios impuros». Porque, por primera vez en su vida, mis amados, Isaías descubrió quién era Dios. Al mismo tiempo, por primera vez en su vida, descubrió quién era Isaías.
A eso quiere llegar Calvino cuando dice: «Si solo nos miramos a nosotros mismos y luego nos juzgamos entre los que nos rodean y nos comparamos entre nosotros, muy pronto tendremos una idea inflada de nuestra propia grandeza que nos trataremos como si fuéramos un poco menos que semidioses». Eso es mientras nuestra atención esté fija en la tierra, pero si por casualidad levantamos los ojos al cielo, veríamos el brillo del sol al que no podemos ver directamente porque nos destruiría.
Pero tan pronto como consideramos qué clase de ser es Dios, inmediatamente, como lo hicieron los hombres santos de la antigüedad, temblamos, ya que nos hacemos conscientes de nuestros pies de barro y de que somos polvo. Así que Moisés tiene este encuentro momentáneo con el Santo y cuanto más se acerca, más miedo tiene. Cuando oye la voz de Dios y la voz de Dios lo envía a una misión, «Espera un minuto. ¿Quién soy yo para ir a esta misión?».
Así que Dios dice: «Ciertamente estaré contigo». En realidad no responde la pregunta de Moisés sobre quién es Moisés. Solo dijo: «No te preocupes por quién eres, porque Yo estaré contigo». «Y la señal para ti de que soy yo el que te ha enviado será esta: cuando hayas sacado al pueblo de Egipto adoraréis a Dios en este monte». Ahora llegamos al quid del asunto.
Entonces dijo Moisés a Dios: He aquí, si voy a los hijos de Israel y les digo: «El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros», tal vez me digan: «¿Cuál es su nombre?», ¿qué les responderé?». Así que ahora ves a dónde Moisés está dirigiendo sus preguntas. Ya no está haciendo la pregunta: «¿Quién soy yo?» ¿Qué está preguntando? «¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?»
Comenzamos el Ministerio Ligonier hace unos 40 años. En los primeros días del ministerio, alguien vino y me hizo la pregunta: «¿Qué estás tratando de hacer? ¿Cuál es tu misión? ¿Cuál es el propósito de este ministerio que has creado?» Le dije: «Es un ministerio de enseñanza, para ayudar a arraigar a los cristianos en la Palabra de Dios y así sucesivamente» y él dijo: «Bueno, ¿qué es lo que quieres enseñar a la gente que la gente en este país no sepa?»
Le dije: «Eso es fácil. Quién es Dios». Le dije: «Sé que todos en el mundo saben que Dios es, porque Dios se ha manifestado de forma tan clara a todos ellos en la creación, que los hombres se quedan sin excusa, porque su revelación general ha traspasado sus mentes. Saben que existe, pero lo odian».
Le dije: «En gran medida, eso es porque saben que Él es, pero no tienen idea de quién es». La persona dijo: «Bien, pero ¿qué crees que es lo más importante que los cristianos necesitan saber en estos tiempos?» Le dije: «Eso es fácil». Él dijo: «¿Qué?» Le dije: «Los cristianos necesitan descubrir quién es Dios». Creo que la mayor debilidad de la iglesia en nuestros días es el eclipse virtual del carácter de Dios, incluso en nuestras iglesias.
Una vez hablé con una mujer qué tenía un doctorado en psicología, ella era miembro de una iglesia en la costa oeste. Y ella estaba muy enojada y vino a mí. Le dije: «¿Qué pasa?» Ella dijo: «Sabes, tengo la sensación, cuando voy a la iglesia todos los domingos, tengo la sensación de que nuestro ministro está haciendo todo lo posible para ocultarnos el carácter de Dios. Porque, él sabe que si realmente abre las Escrituras y proclama el carácter de Dios como es presentado en la Biblia, él tiene miedo de que la gente abandone la iglesia, porque se sentirán incómodos en presencia del Santo».
Moisés no fue la primera persona en ocultar su rostro en la presencia de Dios. Eso comenzó en el huerto del Edén cuando huyeron a los árboles, Adán y Eva y se escondieron de vergüenza. Y así, Moisés hizo la pregunta: «¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? Si es que tienes un nombre». Él ya se había revelado: «Yo soy el Dios de tus padres, Abraham, Isaac y Jacob». Moisés sabía eso, «Pero ¿cómo te llamas?»
Ahora, antes de explorar esa pregunta más a fondo, quiero relatar otro incidente que observé en la televisión hace unos 30 años. En la televisión nacional, hubo una entrevista de David Frost a Madalyn Murray O’Hair, la famosa militante atea. En esa entrevista, David Frost estaba defendiendo a los ángeles y debatía con Madeline Murray sobre la existencia de Dios. Ella se estaba enojando cada vez más y más y más frustrada, por lo que David Frost decidió resolver el debate a la manera clásica estadounidense haciendo una votación y contabilizando el resultado.
Así que le hizo la pregunta a la audiencia en el estudio. Les dijo: «¿Cuántos de ustedes?» Había alrededor de 30 personas ahí, «¿Cuántos de ustedes creen en algún tipo de Dios? ¿En algún tipo de poder superior, algo más grande que ustedes mismos?» Todos levantaron la mano. Y esperé la respuesta de Madalyn Murray, porque estaba seguro de que podía predecir lo que diría, pero me sorprendió por completo.
¿Saben lo que dijo? Ella dijo: «Bueno, ¿qué esperas de las masas sin educación? Estas personas no han salido de su infancia intelectual. Todavía se les lava el cerebro con la cultura y con esa mitología de Dios». Ella hizo esta perorata insultando a todos en la audiencia del estudio. Eso no es lo que esperaba que hiciera. ¿Sabes lo que pensé que haría? Pensé que ella le voltearía la tortilla allí mismo a David Frost.
Pensé que ella iría a la audiencia y les diría: «Déjame preguntarte esto: ¿Crees en algún tipo de poder superior? ¿Crees en algo más grande que tú mismo? Déjame preguntarte esto, ¿cuántas personas creen en Yahvé, el Dios de la Biblia? El Dios que exige que no tengas otros dioses fuera de Él. El Dios que envía hombres, mujeres y niños al infierno para siempre y condena a las personas porque no creen en este Jesús mítico».
Me pregunto cómo habría cambiado la votación cuando de repente la pregunta se hubiera hecho con más claridad. Pero es casi una costumbre en nuestra cultura, en nuestra nación, describir a Dios como un poder superior, algo más grande que nosotros mismos. ¿Qué es eso? ¿Que la fuerza te acompañe? ¿Qué es este poder superior? ¿Gravedad? ¿Relámpagos? ¿Terremotos?
Algo sobre este poder nebuloso, amorfo, sin nombre y sin carácter es que, en primer lugar, es impersonal (impersonal) y, en segundo lugar y lo más importante, es amoral. Verán, hay un lado positivo y un inconveniente en adorar a un poder superior, una fuerza sin nombre y sin rostro. Como la gravedad o el polvo cósmico o el rayo o el trueno.
Aquí está la ventaja para un pecador. Una fuerza que es impersonal y amoral no hace demandas éticas a nadie. La gravedad no juzga el comportamiento de las personas a menos que salten por las ventanas de seis pisos de altura. Pero incluso en eso, no hay condena personal que provenga de la gravedad o de un terremoto. La gravedad no tiene voz. No dice nada. No ve nada. Y no sabe nada.
Podríamos describir esta fuerza superior que es el Dios de nuestra cultura, como los tres monos: no ve el mal, no escucha el mal, no habla del mal. A nadie se le cauteriza la conciencia por la gravedad. Si el poder superior es impersonal y amoral, eso te da una licencia para comportarte de la manera que quieras con impunidad. Pero ¿cuál es el inconveniente?
El inconveniente es que no hay nadie allá en casa. Que esta fuerza significa que en el universo no hay un Dios personal. Ningún redentor personal. ¿Qué tipo de relación, qué tipo de relación salvífica puedes tener con el trueno? El trueno hace ruido. El trueno retumba en el cielo, pero en términos de contenido, es mudo. Tiene la lengua atada. No tiene revelación. No da esperanza. Y la gravedad nunca ha sido capaz de perdonar a nadie por sus pecados.
Y lo primero que vemos aquí en la respuesta de Dios a Moisés es muy diferente a un comentario que escucho cada semana del entrenador de los Pittsburg Steelers. Escucho religiosamente todas las semanas a los entrenadores, la conferencia de prensa de Mike Tomlin. Parece que después de cada partido, la prensa le hace la misma pregunta todas las semanas.
Es como si tan solo le dieras play. Sé lo que Tomlin va a decir a esos reporteros antes de que lo diga. Él va a decir: «Mi enfoque no está en lo que hicimos mal la semana pasada, sino en el próximo juego». Siempre dice eso y le preguntan qué pasa con esto y aquello. Todo el tiempo responde igual. Es lo que es, una redundancia, por supuesto. Pero puedes verlo, ese es el nombre del Dios de América. Es lo que es.
Pero cuando Moisés le pide a Dios su nombre, no dijo: «Es lo que es». Él dijo: «Yo soy el que soy. Yahvé. Ese es mi nombre». Y lo primero que Dios revela sobre sí mismo en ese nombre es que Él es personal. Que Él puede ver. Él puede oír. Él puede conocer. Él puede hablar. Que puede relacionarse con esas criaturas que hizo a su propia imagen. Él es el Dios que sacó a su pueblo de la tierra de Egipto. Él es un Dios con un nombre, un Dios con una historia.
Enseñé un curso en la universidad hace muchos años sobre teología y estábamos estudiando los nombres de Dios. Estaba tratando de ilustrar a la clase la importancia de los nombres de Dios y lo que revelan sobre el carácter de Dios. Justo al principio de la clase, esta chica, a la que llamaré María, entró en el aula. Caminaba de forma rara y extraña. Ella entró así. Y cualquiera podía ver el anillo de diamantes brillantes en su mano izquierda y le dije: «Espera un minuto, María. ¿Veo un anillo de diamantes en tu dedo?» Ella dijo: «Sí».
Le dije: «¿Estás comprometida?» y ella dijo: «Sí». Le dije: «¿Con quién estás comprometida?» y ella señaló a su novio en la última fila. Su nombre era Juan. Ella dijo: «Con Juan». Le dije: «Bueno, felicidades. ¿Te importa si te hago una pregunta?» Ella dijo: «¿Cuál sería?» Le dije: «Cuando dices que te vas a casar con él, supongo que lo amas, ¿es eso cierto?» Ella dijo: «Sí». Le dije: «Dime, ¿por qué lo amas?» Frente a toda la clase le pregunté esto: «¿Por qué amas a Juan?»
Ella dijo: «Porque es muy guapo». Le dije: «Bueno, sí, es muy guapo, pero mira a Carlos allí. Fue el escolta de la reina este año. ¿No crees que es guapo?», «Oh, sí, Carlos es muy guapo». Le dije: «Bueno, entonces tiene que haber algo más sobre Juan además de que es guapo». Ella dijo: «Bueno, él es muy atlético». Le dije: «Sí, lo es. Es bueno. Pero Carlos es el capitán del equipo de baloncesto. Él también es atlético. Entonces, ¿por qué no amas a Carlos en lugar de a Juan?»
Ella está empezando a frustrarse ahora. Ella dijo: «Juan es tan inteligente». Le dije: «Él lo es. Es un muy buen estudiante. Por supuesto, pero Carlos quizás será el mejor alumno de la clase. Entonces, no lo estás entendiendo, María. Tiene que haber algo más sobre Juan que lo distinga de Carlos a la luz de tus ojos y en cómo lo percibes. Algo único en él que hace que tengas este gran afecto por él. Ahora no perdamos el tiempo, vamos a ponerle nombre a esto, sigamos adelante. ¿Qué hay en él que te hace amarlo tanto?»
Ella realmente se frustró y dijo: «Lo amo porque, lo amo porque, lo amo porque es Juan». Le dije: «Sí». ¿Lo ven?, cuando quieres llegar a la esencia misma de quién es él y lo que él significa en cuanto a tu relación y tu historia personal con él, todo se resumió en su nombre. Y es por eso que cuando miramos a Dios, sabemos que su nombre es maravilloso. Porque en ese nombre, revela múltiples cosas sobre la excelencia de su ser y las perfecciones de su carácter.
Es por eso que si los santos de la antigüedad dijeran: «Cuéntanos todo lo que sabes sobre Dios», finalmente dirían: «Yahvé». Yo soy el que Soy. Si Dios quiere, en nuestra próxima sesión juntos, trataremos de profundizar un poco más sobre el significado de ese nombre, «Yo soy el que soy». Lo que significa sobre Dios y lo que significa para nosotros.