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El ministerio del Espíritu Santo
9 febrero, 2022Las doctrinas de la gracia: por Su gracia y para Su gloria


Los que han recibido salvación deben atribuirla a la gracia soberana sola y darle toda la alabanza a Él, que los hace diferir de los demás. —Jonathan Edwards
Las doctrinas de la gracia son llamadas así porque estos cinco encabezados principales de la teología, a menudo identificados como los cinco puntos del calvinismo bíblico, contienen la expresión más pura de la gracia salvadora de Dios. Cada una de estas cinco doctrinas (la depravación radical, la elección soberana, la expiación limitada, el llamado irresistible y la gracia preservadora) muestra de manera suprema la gracia soberana de Dios. Estos cinco encabezados se unen como una declaración integral de los propósitos salvíficos de Dios. Por esta razón, realmente solo existe un punto de las doctrinas de la gracia, a saber, que Dios salva a pecadores por Su gracia y para Su gloria. Estas dos realidades, la gracia y la gloria de Dios, están inseparablemente unidas. Lo que más engrandece a la gracia de Dios, más engrandece Su gloria. Y lo que más exalta a la gracia de Dios es la verdad expresada en las doctrinas de la gracia.


Por otro lado, comprometer cualquiera de los cinco puntos diluye y disminuye la gracia de Dios. Por ejemplo, hablar de una mera corrupción parcial del hombre, una en la que el pecador perdido solo está espiritualmente enfermo en su pecado, hace un diagnóstico errado que disminuye enormemente la gracia de Dios. De la misma manera, abrazar una elección condicional que depende de que Dios vea de antemano la fe del hombre corrompe la gracia de Dios. Enseñar que Cristo hizo una expiación universal, haciendo posible la salvación para todos (aunque efectiva para ninguno), degrada la gracia de Dios. Creer en un llamado resistible que permite el libre albedrío del hombre compromete la gracia de Dios. Y pensar en una gracia reversible, la cual le permitiría al hombre alejarse de la fe, contamina la pura gracia de Dios. Estos puntos de vista socavan la gracia de Dios, y por ello, es triste decirlo, le roban a Dios Su gloria. Y aún así, tales puntos de vista son abrazados ampliamente en la iglesia hoy en día. En cualquier esquema sincretista de la teología arminiana, la salvación es vista como dependiendo en parte de Dios y en parte del hombre, ya sea que el hombre agregue sus buenas obras o que contribuya a la obra acabada de Cristo con su propia fe autogenerada. Estos esquemas dividen la gloria entre Dios y el hombre. En la medida en que uno se desvía de cualquiera de estas cinco doctrinas de la gracia, se margina la gloria que se debe solo a Dios por la salvación de pecadores.
Dando la gloria a solo Dios
Poco antes de su muerte, en el año 2000, James Montgomery Boice señaló:
«Tener una visión elevada de Dios significa algo más que dar gloria a Dios… significa dar gloria a Dios solo. Esta es la diferencia entre el calvinismo y el arminianismo. Mientras que el primero declara que solo Dios salva a los pecadores, el segundo da la impresión de que Dios les permite a los pecadores tener alguna participación en la salvación de sí mismos. El calvinismo presenta la salvación como la obra del Dios trino: la elección por el Padre, la redención por el Hijo y el llamado por el Espíritu. Además, cada uno de esos actos salvíficos está dirigido a los elegidos, asegurando así infaliblemente su salvación. Por el contrario, el arminianismo ve la salvación como algo que Dios hace posible pero que el hombre hace realidad. Esto se debe a que los actos salvíficos de Dios son dirigidos a diferentes personas: la redención del Hijo es para la humanidad en general; el llamado del Espíritu es solo para aquellos que escuchan el evangelio; más restringido aún, la elección del Padre es solo para aquellos que creen en el evangelio. Sin embargo, ¡en ninguno de estos casos (redención, llamado o elección) Dios asegura realmente la salvación de un solo pecador! El resultado inevitable es que, en lugar de depender exclusivamente de la gracia divina, la salvación depende parcialmente de una respuesta humana. Así que, aunque el arminianismo está dispuesto a darle la gloria a Dios, cuando se trata de la salvación, no está dispuesto a darle toda la gloria. Divide la gloria entre el cielo y la tierra, porque si lo que en última instancia marca la diferencia entre ser salvo y estar perdido es la habilidad del hombre de escoger a Dios, entonces, en esa medida, Dios es despojado de Su gloria. Sin embargo, Dios mismo ha dicho: “Mi gloria, pues, no la daré a otro” (Is 48:11)».
Por eso las doctrinas de la gracia se necesitan desesperadamente en nuestras iglesias. Ellas dan gloria solo a Dios. Definen la salvación como proviniendo toda de Dios. Cuando la salvación se percibe correctamente de esta manera, entonces, y solo entonces, Dios recibe toda la gloria por ella. Solo sola gratia produce soli Deo gloria.