La iniciativa divina

Sexta y última parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul "Escogidos por Dios".
Si Dios ya ha predestinado a todos los que serán salvos, ¿cuál es el propósito del evangelismo? El Dr. Sproul responde a esta pregunta tan común mientras nos enseña la respuesta apropiada que la iglesia debe tener para "la iniciativa divina".

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Transcripción

En esta sesión, quiero ir más allá y ver lo que en teología llamamos: la iniciativa divina, refiriéndonos a ese primer paso de la salvación que se lleva a cabo en nuestras vidas de forma unilateral y exclusiva por el poder de Dios.

Y vemos esto en el pasaje de Efesios 2, del cual he hecho referencias ocasionales y me gustaría dedicarle un poco más de tiempo ahora. Si pueden, veamos el capítulo dos de Efesios donde Pablo dice: “estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Lo que encontramos en este pasaje son términos descriptivos del carácter radical de la caída del ser humano. Hemos hablado ya sobre la incapacidad moral. Hemos evitado el uso del lenguaje calvinista, el cual describe la situación del hombre como la de “depravación total”, un término que ha llegado a ser muy, muy controversial en círculos cristianos y es parte del famoso acróstico que usan los calvinistas para delinear los conocidos: cinco puntos del calvinismo –TULIP.

T-U-L-I-P (siglas en inglés) “T” por “Depravación Total”, “U” por “Elección incondicional”, “L” por Expiación limitada”, “I” por “Gracia irresistible y “P” por perseverancia de los santos”.

Pero generalmente no se llega más allá de la “T” antes de que la controversia estalle.

Esta es una de esas ocasiones donde los acrósticos, que son pequeñas ayuda-memoria que funcionan como asistentes para recordar, a veces causan más daño que ayuda, ya que “depravación total” es un término muy confuso.

La gente confunde “depravación total” con lo que llamaríamos “depravación absoluta”; es decir, que el hombre es tan malo como le es posible ser. No conozco a nadie que crea eso. Sin importar cuán pecadores somos, siempre podemos pensar que nosotros cometeríamos pecados mucho peores de los que cometemos, y pecar más de lo que, de hecho, pecamos.

Entonces, ninguno de nosotros es absolutamente depravado. El término “depravación total” fue acuñado para señalar que el pecado afecta a la persona completa, que toda la esencia de nuestra humanidad está caída. Es decir, nuestras mentes, nuestras voluntades, nuestros cuerpos están caídos, toda la persona está atrapada en esta caída. Yo prefiero hablar de la “Corrupción radical”.

El problema es que las siglas en inglés TULIP serían RULIP y dañarían el acróstico.

Pero me gusta el término “Corrupción radical” porque el significado de ‘radical’ históricamente viene de la palabra latina radix, que significa “raíz”. El punto con la corrupción radical es que nuestra caída no es solo algo tangencial o algo periférico, una imperfección accidental que está meramente en la superficie de nuestra humanidad, sino que el pecado es algo que va al mismo núcleo de nuestra existencia.

Y penetra hasta la raíz del árbol. Ahora, en este texto, Pablo está haciendo algunas declaraciones que indican la seriedad de nuestra caída, dice: “estabais muertos en vuestros delitos y pecados”.

En otra parte habla de estar bajo el poder del pecado, en la esclavitud del pecado, hijos de ira, hijos del diablo, ese tipo de cosas. No es una imagen muy agradable del ser humano caído natural. Pero, otra vez, él dice que este era nuestro estado anterior, que ‘estábamos muertos en delitos y pecados en los cuales anduvimos antes’.

¿Cómo anduvimos? Anduvimos “según la corriente de este mundo”. Anduvimos por el camino que el mundo recorre, el cual no es como Dios quiere que andemos. Anteriormente Pablo había hablado acerca de que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. No hay ningún justo, ni aún uno.

No hay nadie que haga el bien. No hay ninguno que busque a Dios. Todos nosotros somos inútiles y nosotros nos hemos desviado. ¿Recuerdas que los cristianos fueron llamados al principio los del ‘camino’?

Pero nuestro camino natural no es el de Dios. Andamos “según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire”. Es decir, estábamos siendo obedientes y leales ¿a quién? A Satanás. Él es el príncipe de la potestad del aire.

Y anduvimos conforme al “espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.”

Este es un retrato muy, muy sombrío de la caída del hombre. Ahora, la siguiente palabra, creo que es la palabra más importante en el Nuevo Testamento con respecto a esta doctrina de la gracia soberana de Dios. Creo que es muy importante que haya insistido en este tema tantas veces, tanto así que en una clase que estaba enseñando, una mujer se tomó el trabajo y la molestia de hacer un letrero para mí con esta palabra.

Esta palabra es “pero”. El Evangelio sólo es buenas noticias cuando entendemos las malas noticias. El único evangelio del Evangelio es cuando comprendemos por primera vez la ley y nuestra situación bajo la ley.

Aquí estamos, muertos en delitos y pecados, andando conforme a la carne, la concupiscencia de la carne y todo lo demás, andando como los que están bajo el espíritu de desobediencia, hijos de ira – PERO Dios.

“Pero Dios”, que es rico en misericordia”, y no “pero nosotros”, que aún teníamos una pizca de justicia, finalmente nos levantamos de los escombros, o nos disponemos para cambiar nuestras formas, pero el ser humano que es poderoso dijo moralmente “¡No!” a esa corriente maligna y se liberó de la muerte’.

Eso no es lo que la Biblia dice. Dice: “Pero Dios, que es rico en misericordia, nos ha vivificado, nos dio vida, aún cuando estábamos muertos en nuestros delitos”.

Cuando oigo hablar a los cristianos evangélicos sobre lo que sucede en la conversión, con frecuencia escucho dos analogías, ilustraciones diseñadas para comunicar a nuestras mentes lo que realmente pasa.

Quizá tú las has oído. La primera dice así: Ese ser humano caído no está sano. Él está muy, muy enfermo. De hecho, está enfermo hasta la muerte y está en la sala de enfermos terminales del hospital.

No hay nada que ese ser humano pueda hacer para sanarse a sí mismo. Está casi en coma. La muerte es segura. A menos que le administren remedios, ese hombre de seguro morirá. Entonces Dios provee la medicina y la enfermera pone el remedio al ponerlo en una cuchara.

Dios tiene – o Dios mismo pone el remedio en la cuchara, y Dios mismo viene donde esa persona con labios resecos y su condición de semi-coma, acostado en su lecho de muerte, y pone la cuchara justo en sus labios.

Pero en ese momento, la persona puede aceptar el remedio o rechazarlo. Pero si abre su boca, Dios pondrá la medicina en su boca y ella lo salvará. Pero si mantiene sus labios cerrados, no recibirá la cura necesaria.

Esta analogía muestra que el ser humano está en una condición muy, muy seria. Pero aún está vivo. Lo que oigo a Dios decir es que Él viene a la habitación después que el doctor declaró al ser humano muerto!

Lo que oigo a Pablo decir es que Dios nos da vida cuando estamos muertos. Una mejor analogía sería que la persona se ha ahogado, está re-ahogado en el fondo del mar y Dios se sumerge en el agua y saca ese hombre muerto, ese cadáver, del fondo del mar y lo trae a tierra firme y Él se inclina, le da respiración boca a boca y respira aliento de vida en él y es resucitado de entre los muertos.

Eso es lo que dice la biblia en cuanto a la iniciativa divina, que ese primer paso de reavivar de la muerte, de la carne al espíritu, la transferencia del reino de las tinieblas al reino de la luz, es logrado por Dios, no por el ser humano.

Y, por supuesto, después que Dios nos da vida, luego elegimos, luego creemos, luego abrazamos a Cristo, nos arrepentimos. Hacemos todas esas cosas porque ahora estamos vivos para las cosas de Dios.

Pero el primer paso, la iniciativa, la resurrección de entre los muertos, es obra de Dios y solo de Dios. “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.”

Bien, una de las preguntas más profundas que se generan cuando pensamos en esta iniciativa divina es: si Dios es el que tiene que rescatar a ese hombre muerto en el fondo del mar, si Dios es quien no solo tiene que dar el remedio, sino que resucitar un cadáver, entonces ¿cuál es el propósito del evangelismo?

¿No es esa una pregunta que todos pensamos y formulamos? que, a la luz de la soberanía de Dios, y a la luz de todo el concepto de predestinación, si Dios ha decretado desde toda la eternidad que ciertas personas serán salvas, entonces ciertamente esas personas serán salvas con o sin mi testimonio, con o sin mi predicación del Evangelio.

¿Por qué entonces debemos preocuparnos por el evangelismo? Mi historia favorita sobre este tema ocurrió cuando estaba en el seminario, cuando estudiaba con el Dr. John Gerstner, en el Seminario de Pittsburgh, que es el rey de los pre-destinatarios.

Y había cerca de 20 de nosotros en la clase y estábamos sentados en semicírculo y él dijo: “Muy bien, señores, si es verdad que Dios predestina soberanamente a un cierto número fijo de personas para ser salvos, y es a través de un decreto inmutable, entonces ¿por qué deberíamos involucrarnos en el evangelismo?

Lanzó la pregunta y la dejó en el aire y empezó a llamar a los alumnos para que respondieran la pregunta. Nunca voy a olvidar lo aliviado que estaba porque me encontraba en el extremo derecho de ese semicírculo, y él empezó por el izquierdo.

Y pensé: “¡wow!, me alegro que no tengo que responder eso!” Entonces él mira al primer alumno y dice: “bien, señor Fulano de Tal, ¿qué diría usted?” Y él dijo: “Bueno, Dr Gerstner, usted sabe, no lo sé. Siempre me he preguntado eso”

Así que se perdió el penal. Se dirige al siguiente alumno y este le dice: “Ni idea”. Se dirige al siguiente, todo el resto de la línea y se estaba acercando peligrosamente a mí. Había una sensación de expectativa que aumentaba en el salón.

Me sentí como Sócrates en uno de los diálogos de Platón cuando, después que todas esas otras personas, los mortales menores, dieron respuestas a esas preguntas profundas que suenan ok hasta que Sócrates habla, y deja a todos con la boca abierta.

Y pensé, “oh, oh, voy camino al banquillo de los acusados”. Bueno, efectivamente, se recorrió todo el círculo y nadie pudo responder la pregunta del Dr. Gerstner y llegó mi turno. Yo estaba temblando. Así que traté de responder y dije: “Bueno, estoy seguro que esto no es lo que usted espera Dr. Gerstner.

Sé que hay algo mucho más profundo que esto y que debe ser la respuesta a esta pregunta, pero una pequeña razón por la que debemos involucrarnos en el evangelismo es que, usted sabe, Jesús nos manda a hacer evangelismo, ¿no es cierto?

Y Gerstner comenzó a reírse con su estilo siniestro y dijo: “Por supuesto, Sr. Sproul. ¿Cuál podría ser una razón más insignificante para hacer evangelismo, que no sea que Jesús te lo ordena, que el Salvador de tu alma y el Señor Dios Todopoderoso deba pronunciar una orden,

Y tú piensas que esa puede ser quizás una pequeña razón por la que deberíamos…” Y cuanto más continuaba, ya se imaginan, yo me estaba achicando en esa silla. Y dije: “Wow, espere un momento”. Pero nunca olvidé el punto.

Él dijo: “La razón principal por la que hacemos evangelismo, a la luz de la soberanía de Dios es porque Dios es soberano, y Dios no solo ha decretado soberanamente el fin, es decir, la meta de la redención de la gente, sino que él también, soberanamente, decretó los medios para ese fin.

Él ha elegido la necedad de la predicación como el medio por el cual traerá a la gente hacia la salvación, y le ha ordenado a su iglesia que lleve a cabo ese programa de evangelismo. Y dijo: “Mira, yo me encargo de la elección, pero tú de la predicación. Tú testifica. Esa es tu responsabilidad.”

Ahora, ¿Él me necesita? No, Él no me necesita. No, no me necesita. Dios no me necesita para cumplir Su plan. Él podría hacerlo sin mí. Él tiene el poder para hacerlo sin mí, ¿está bien?

Pero, Él ha elegido hacerlo conmigo y por mí y a través de mí, y contigo y por ti y a través de ti.
Entonces, vemos que el evangelismo es ante todo un deber. Pero, en segundo lugar, y debemos entender esto: el evangelismo es un privilegio indescriptible. Qué tal privilegio.Es decir, una vez estaba leyendo un libro sobre recaudación de fondos (debo leer esos libros de vez en cuando, son terriblemente tediosos y aburridos).

Y la persona que escribió el libro, había sido el jefe de campaña de recaudación de fondos para la universidad de Harvard, y decía: “Hay algunos principios fundamentales que deben entender sobre este tema”.

Dijo: “La primera regla es esta: Debes ser consciente del hecho de que cada ser humano desea tener una parte significativa en una empresa importante; por lo tanto, si le das a la gente la visión de lo que estás haciendo y los dejas ser parte de ello, entonces ellos responderán porque quieren ser parte de una causa importante.”

Y él, por supuesto, el autor del libro estaba diciendo: “Explota eso”, ya sabes. “Usa eso, tenlo presente”. Bueno, creo que es verdad, ¿no es cierto que queremos que nuestras vidas cuenten? No queremos ser parte de cifras insignificantes en este mundo. Queremos participar en cosas significativas.

¿No sería como si pudiéramos decir, si pudiera mirar mi cuello y decir: “¿Ves esa medalla? Ese medalla significa que fui parte del equipo ganador del mundial de fútbol de 1974.”? La gente me miraría y diría ¿En serio? ¿No es eso tremendo? ¡Eso es significativo!

Yo no tengo una medalla de esas. Todo lo que hago en mi vida: No juego fútbol, no soy miembro del gabinete presidencial, todo lo que hago a diario es trabajar para el Rey de Reyes. Eso es todo lo que hago.

Ahora, ¿qué podría ser más insignificante que eso? Todo lo que tengo que hacer, y me pagan por hacerlo, es trabajar en la empresa más importante que Dios haya creado, trabajar para la edificación del reino de Dios, para la predicación del Evangelio, puesto que la edificación de los santos es el llamado supremo en el universo.

Es por eso que un día me molesté cuando un alumno me dijo algo. Yo había trabajado en la iglesia por un par de años, y luego estuve pasando más tiempo enseñando en el seminario y recorriendo el país dando conferencias y todo eso; este estudiante me miró con sus ojos iluminados. Él estaba asombrado.

Él pudo conocerme en carne y hueso, alguien a quien había oído hablar en una conferencia en algún lugar, y había visto mi foto en un libro o algo por el estilo, y eso era como si mi tarjeta de presentación cobrara vida y él estaba atónito y llegó a decirme: “¡Vaya! ¿Cómo era cuando usted era solo un pastor?”

Y yo le dije: “¿Qué quieres decir con SOLO un pastor? ¿Tú sabes por qué no soy un pastor? Porque no tengo lo que se necesita para ser un pastor. Es mucho más fácil ir de ciudad en ciudad, predicar y luego partir, que quedarme allí con las mismas personas año tras año tras año y pasar del primer nivel al segundo nivel, luego al tercer nivel, edificando, tomándoles la mano cuando mueren y todo eso, teniendo que recibir sus críticas cada semana y tener que soportarlo.”

Le dije: “Simplemente no podía sobrellevarlo. No tengo nada más que un profundo respeto y admiración por el pastor porque creo que ese es el llamado supremo que existe en este mundo. Es un privilegio; no es solo un deber, es un privilegio, poder pasar la vida al servicio de Cristo.”

Nota lo que Pablo dice en el capítulo 10 de Romanos. Dice el versículo 11: “Pues la Escritura dice: todo el que cree en Él no será avergonzado” ¡Vaya! ¡Qué declaración!

Cuando llegamos a la fe y ponemos nuestra fe, ponemos nuestra confianza, la estamos poniendo en Cristo como nuestro Salvador, todos saben lo que significa haber depositado su fe o confianza en algo o alguien que los defraudó. Eso es devastador.

Pero, quien deposite su fe o confianza en Cristo, ¡nunca será defraudado! “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan.”

Verso 13: “porque todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.” Ahora, hemos estudiado a lo largo de esta serie que nadie, el hecho que nadie invocará al Señor a menos que el Señor mismo primero le de vida, pero ¿para qué Dios nos da vida?

Para clamar a Cristo, invocar al Señor. Y quienquiera que haga eso, quienquiera que llame, y tú no sabes si eres elegido o no. Pero ¿quieres a Cristo? ¿ah? Invócalo. Deja que el tema del misterio de la elección quede a un lado por un minuto.

¿Cuál es el estado de tu corazón en este momento? Si en tu corazón quieres un Salvador, si en tu corazón quieres a Cristo, si lo quieres, invoca al Señor. Y si lo invocas, no hay nada más seguro bajo el sol, que el hecho de que Él oirá tu clamor y que él te responderá y serás salvo.

Pero luego Pablo hace esta pregunta: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído?” Antes de llamar a alguien para que te redima, primero tienes que tener algún grado de confianza en que esa persona es capaz de realizar la tarea.

No voy a llamar al Chapulín Colorado para que salve mi alma porque no creo que tenga la capacidad de salvar mi alma. Primero tengo que creer que él es capaz. “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?

Ahora, esta es una lógica bastante simple ¿no? “Y cómo oirán sin haber quien les predique?” Tú no llamas a un salvador para salvarte si es que no crees que él es el Salvador. ¡Y no puedes creer que Él es el Salvador si nunca has oído hablar de Él! Y no vas a escuchar de él a menos que alguien te hable de él. Y luego continúa diciendo: “Y cómo predicarán si no son enviados?”

Y podrías no estar dotado para el evangelismo, pero eres capaz de contribuir para enviar al evangelista. (Solo un paréntesis, únicamente el 4% de los cristianos, cristianos evangélicos en los Estados Unidos de América, diezman).

Y te preguntas ¿por qué la Gran Comisión no se está cumpliendo? No es porque esté bloqueada o frustrada por la predestinación. Está bloqueada y frustrada por la gran desobediencia en el pueblo de Dios con su dinero.

Cuatro por ciento, cuatro de cada 100 evangélicos profesantes, diezman por cumplir. Pero el punto que quiero que vean aquí es la cita que Pablo hace del Antiguo Testamento. Dice: “La fe viene” donde dice: “¿Cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el Evangelio del bien!”

Extraño, algo extraño. He oído de gente escuchando a Billy Graham o escuchando a otros grandes predicadores y diciendo: “Qué voz tan maravillosa tiene”. O la gente es peor que eso. Es decir, recibo más cartas sobre mi peinado que sobre mi teología y la gente dirá: “Por qué estás usando esos lentes?” o “¿Por qué te pones esa corbata?” o “¿Por qué usas los mismos pantalones todos los días en esta serie?

¿Estoy siendo claro con esto? ¿ah? Bien, entonces, ¿por qué la gente nota esas cosas? Pero ¿alguna vez has escuchado a alguien en la congregación mirar al ministro y decir: “Guau, ¿no tiene unos hermosos pies?

¿Alguien ha hablado alguna vez de los pies de Billy Graham? Él es el más grande evangelista de nuestros días y nunca escuché a una sola persona referirse a sus pies.

Pero en el mundo antiguo, la palabra “evangelio” primero significaba “mensaje bueno” o “buenas nuevas” y la comunicación de eventos críticos era un asunto muy, muy serio para los antiguos, donde los ejércitos salían a la batalla y no volvían durante dos años y la gente esperaba dos años sin saber si ganaron o perdieron.

Así que cada vez que había una batalla crucial, si las fuerzas ganaban o perdían, enviaban un mensajero, un corredor de maratón, que volvía corriendo a la ciudad. Y mientras corría hacia la ciudad, iba anunciando el resultado de esta batalla decisiva para el pueblo.

Y la gente del pueblo tendría puestos de vigilancia en los puntos más altos para visualizar el horizonte y ver al mensajero. Y verían que el polvo empezaba a alzarse mucho antes que pudieran ver a la persona.

Esa polvareda llamaría su atención y mirarían a lo lejos y observarían las diferentes formas de las nubes de polvo. Y ellos mirarían y lo primero que verían sería la forma en que los pies subían y bajaban mientras subían corriendo la montaña y bajaban por el otro lado de la montaña.

Y los que eran buenos vigilando podían decir antes que llegase el mensajero si eran buenas o malas noticias, porque el hombre que corría para declarar la victoria corría con el pecho en alto y moviendo sus brazos, con una sonrisa en la cara y sus pies a toda velocidad.

¿Cuántos de ustedes corren? ¿Saben cuál es el “paso del perdedor”? Eso es cuando vas corriendo y los pies ni siquiera se levantan del suelo, ¿cierto? Él dijo: “Sí, estoy corriendo. Todavía sigo corriendo”. Es el paso del perdedor, así se llama, ¿estamos?

Y lo he experimentado más de una vez. Y así es como los mensajeros que venían con malas noticias se acercarían a las puertas de la ciudad: desinflados, desanimados, abatidos.

Pero entonces, ves a alguien cuyos pies están casi volando y sus calcetines estaban en llamas desde la distancia con buenas noticias, y el vigía arrojaba su sombrero al aire y decía: “¡Ganamos!”

Y así el profeta dice: ‘Cuán hermosos, en la montaña, son los pies de aquel que trae buenas nuevas, que publica paz.’ Sé que fue Dios quien me trajo a Cristo, pero usó a un hombre que me habló del Evangelio y nunca olvidaré a ese hombre.

Y no importa lo que ese hombre haga, siempre lo amaré, porque, humanamente, se preocupó lo suficiente para ser el instrumento que Dios se complació en usar para llevarme a Jesucristo.

¿No te gustaría saber cómo Dios usó tu testimonio, tu acto de caridad, tú ejemplo hacia tu vecino como catalizador para la salvación eterna de esa persona?

¿Por qué evangelizar? Porque es un mandato y es el mayor privilegio que Dios puede darnos.