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Transcripción
Hemos llegado a la última sesión en nuestra serie de estudios de los «Yo soy» de Jesús. De hecho, este representa el octavo de los «Yo soy» y eso puede causar confusión en sus mentes si leen los comentarios y escuchan otras presentaciones de los «Yo Soy» de Jesús, porque normalmente en la iglesia cuando hablamos de los «Yo Soy» de Jesús se enumeran como solamente siete pronunciamientos, los siete que ya hemos contado e incluido.
Pero hoy veremos el octavo que muchos comentaristas agregan a la lista a pesar de que la manera en que Jesús hace este pronunciamiento difiere estructuralmente de los otros «Yo soy». Todos los demás «Yo soy» empiezan con las palabras ego eimi, Yo soy la vid, Yo soy el buen pastor, Yo soy la puerta y así. Pero en este caso, en el octavo de la serie, el pronunciamiento termina con esas palabras. Tiene que ver con la declaración de Jesús a los fariseos en la que dijo: «Antes de que Abraham naciera, Yo soy».
Creo que esto debería incluirse en la lista de los «Yo soy» y, de hecho, personalmente creo que este es el más dramático de todos ellos. Para comprender la fuerza de esta declaración que Jesús hace, pondremos nuestra atención en el Evangelio de Juan, capítulo 8, y esta declaración aparece en el versículo 58 donde Jesús les dijo, es decir, a los fariseos, a los judíos: «En verdad les digo, que antes que Abraham naciera, Yo soy». Pero para entender el sentido de este pronunciamiento, tenemos que empezar mucho antes en el capítulo, pongamos nuestra atención ahora en el versículo 31 para ver qué precipitó y provocó esta discusión sobre la relación de Cristo con Abraham.
En el versículo 31 Jesús hace este comentario. «Jesús decía a los judíos que habían creído en Él: “Si ustedes permanecen en Mi palabra, verdaderamente son Mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”». Esta es una de las declaraciones más importantes que Jesús haya pronunciado, no es que haya pronunciado declaraciones sin importancia, pero esta…: «Si continúan en Mi palabra, entonces son Mis discípulos». Un verdadero discípulo no es aquel que solo de una manera casual, de vez en cuando, presta atención a las palabras de Cristo. Pero un verdadero discípulo de Cristo permanece, se queda, mantiene su postura de aprendizaje a los pies de Jesús.
Entonces Jesús dice: «Si» esa es la condición importante y necesaria. «Si continúan en Mi Palabra, entonces son Mis discípulos y entonces conocerán la verdad y la verdad los hará libres». Él está hablando de la liberación que Dios trae a la persona humana cuando ingiere, por así decirlo, la verdad que Él revela. Esa promesa se les da a aquellos, se nos dice aquí en el texto, que creen en Jesús. Jesús dijo: «Continúen en esto y conocerán la verdad y esa verdad será liberadora. Los hará libres». Ahora, para aquellos que no creían en Jesús, estas palabras eran incendiarias. Se enfurecieron.
Esta es la razón. Escuchen: «Ellos le contestaron: “Somos descendientes de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices Tú: ‘Serán libres’?”». Estás actuando como si fuéramos una especie de esclavos aquí y nos estás diciendo que ofreces liberación. Bueno, para ser liberado, primero tienes que estar esclavizado o en prisión, y no estamos en esclavitud de nadie. ¿Por qué? Somos los hijos de Abraham. Somos el pueblo de Dios. Así es como toda la mención de Abraham entra en esta discusión en primer lugar. Apelan a Abraham y a su relación con Abraham para negar que tienen alguna necesidad de liberación.
De nuevo, había muchas personas en los días de Jesús, y en el Antiguo Testamento, que creían que solo por haber nacido judíos, lo habían logrado. Estaban incluidos en el reino de Dios. Es por eso que Pablo tuvo que elaborar el punto de que el que es judío, es judío interiormente, tiene la circuncisión del corazón. No todos los que tenían su linaje biológico de Abraham recibieron las promesas que Dios le dio a Abraham, porque por Isaac vendría su simiente. Y tenemos el mismo problema en la iglesia de hoy. Te dicen, ¿eres cristiano? Yo digo, por supuesto que soy cristiano. Nací cristiano, nací en una familia cristiana, fui a la iglesia, ya saben.
No, nadie ha nacido cristiano. Nadie está automáticamente en el reino de Dios porque sus padres son cristianos o porque son miembros de iglesias o algo así. Tienes que estar en Cristo para ser cristiano. Ese mismo error fue cometido por los oponentes de Jesús cuando dijeron que eran descendientes de Abraham, y ¿cómo puedes decir que «serán liberados»? «Jesús les respondió: “En verdad les digo [o con toda certeza] que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres”». Ahora Jesús hace otra referencia a la esclavitud.
Ayer fui entrevistado para una serie de programas que se estaban presentando sobre teología reformada. La persona que dirigía este programa me preguntó cuál era la diferencia básica entre la teología agustiniana o reformada y el semipelagianismo histórico. Le dije: creo que todo se reduce a una comprensión diferente de la libertad, y también del libre albedrío. Creo que el problema principal que la gente tiene con la soberanía divina, con la elección divina, inmediatamente dicen: creemos que el hombre tiene libre albedrío. No conozco a ningún agustiniano en toda la historia de la iglesia que no haya dicho con firmeza que tenemos libre albedrío. Somos criaturas volitivas.
Dios nos ha dado mentes y corazones y Él nos ha dado voluntades. Ejercemos esa voluntad todo el tiempo. Tomamos decisiones cada minuto del día. Elegimos lo que queremos. Elegimos libremente. Nadie nos está coaccionando, poniéndonos una pistola en la cabeza y no somos robots. Los robots no tienen mentes, no tienen voluntad, no tienen corazón. Somos seres humanos. Tomamos decisiones. Por eso tenemos problemas con Dios, porque las decisiones que tomamos en nuestra condición caída son decisiones pecaminosas. Elegimos según nuestros deseos, que solo son malos de continuo, nos dice la Biblia. Y que estamos, por así decirlo, muertos en pecados y delitos, aunque biológicamente estamos muy vivos.
Estamos caminando según el curso de este mundo, según el príncipe del poder del aire, satisfaciendo los deseos de la carne, es lo que nos dice la Biblia. Así que la Biblia deja muy claro que estamos activamente involucrados en tomar decisiones de las cuales somos responsables y que nos exponen al juicio de Dios. Sin embargo, al mismo tiempo, la Biblia nos enseña que estamos esclavizados. Estamos libres de coerción, pero no tenemos lo que Agustín llamó «libertad real». No estamos libres de nosotros mismos. No estamos libres de nuestras propias inclinaciones pecaminosas y nuestros apetitos pecaminosos y nuestros deseos pecaminosos. Somos esclavos de nuestros impulsos pecaminosos. Eso es lo que la Biblia nos enseña una y otra y otra vez.
La doctrina humanista del libre albedrío, la postura pagana del libre albedrío dice que el hombre es libre no solo de la coerción, sino que el hombre es libre en el sentido de que su voluntad es indiferente. No tiene predisposición o inclinación, propensión o tendencia hacia el pecado, porque los paganos y los humanistas niegan el carácter radical de la caída. Pero la Biblia nos enseña que somos criaturas caídas que todavía eligen y toman decisiones, pero las tomamos en el contexto de nuestra prisión de pecado. La única manera en que podemos salir de esa prisión es si Dios nos libera. Esto es lo que los líderes judíos no querían escuchar. No nos hables de ser esclavos. No somos esclavos. No somos esclavos de nadie.
Jesús dijo ustedes pecan y todo el que peca es esclavo. No eres un esclavo necesariamente de los romanos; no eres un esclavo necesariamente de los babilonios, pero eres un esclavo del pecado. El pecado reina en ti. El pecado gobierna en tu cuerpo mortal. Ahí está tu esclavitud. «El esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres. Sé que ustedes son descendientes de Abraham; y sin embargo, me quieren matar» dijo Jesús, «porque Mi palabra no tiene aceptación en ustedes. Yo hablo lo que he visto con Mi Padre; ustedes, entonces, hacen también lo que oyeron de su padre».
En este contraste Jesús está diciendo: Yo sigo a mi Padre, Yo escucho a mi Padre. He visto a Mi Padre y hago la voluntad de Mi Padre. Tú sigues a tu padre. Tú haces la voluntad de tu padre. «Ellos le contestaron: «Abraham es nuestro padre»». Jesús dijo: «No, no, no. «Si son hijos de Abraham, hagan las obras de Abraham. Pero ahora me quieren matar, a Mí que les he dicho la verdad que oí de Dios. Esto no lo hizo Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre». Ellos le dijeron: “Nosotros no nacimos de fornicación; tenemos un Padre […], Dios”». Ven lo que están haciendo. Primero, están reclamando a Abraham como su padre y ahora están reclamando a Dios como su padre. Jesús dijo: «Jesús les dijo: “Si Dios fuera su Padre, me amarían, porque Yo salí de Dios y vine de Él, pues no he venido por Mi propia iniciativa, sino que Él me envió. ¿Por qué no entienden lo que digo? Porque no pueden oír Mi palabra. Ustedes son de su padre el diablo”».
El Nuevo Testamento nos dice que por naturaleza somos hijos de ira. Por naturaleza, somos hijos de la desobediencia. Por naturaleza, somos hijos del enemigo, del maligno. Nunca somos, por naturaleza, hijos de Dios. La única forma en que podemos convertirnos en hijos de Dios es por adopción, porque Dios solo tiene un hijo. El monogenes, el unigénito que es Cristo. Aquí está el único Hijo de Dios entrando en una disputa con Sus oponentes que afirman tener una relación especial con Abraham, que afirman tener una relación especial con Dios. Ahora, en nuestra cultura, de nuevo, tenemos esta idea de pluralismo y una postura inclusiva de la fe. Todas las religiones son iguales y todas las religiones reclaman a Dios como su padre. Pero, nuestra cultura dice que, si crees en Dios el Padre, no importa si crees en Jesús.
Pero lo que Jesús dice es que no puedes creer en el Padre y no creer en el Hijo. Si rechazas al Hijo, estás rechazando al Padre que lo envió, que lo declaró y que lo vindicó para ser Su Hijo. Así que este asunto de que puedes tener al Padre y no al Hijo se presenta aquí como una aguda disputa entre Jesús y los líderes judíos de Su época. «Si son hijos de Abraham, hagan las obras de Abraham». Ahora vean lo que Jesús está haciendo aquí. Esto es importante. Hay un motivo a lo largo de las Escrituras que dice que la filiación se mide no solo por la biología, sino que, según la enseñanza de Jesús sobre la filiación, la filiación se mide por la obediencia.
Ustedes son los hijos de aquellos a quienes obedecen. Si obedeces a Satanás, entonces eres hijo de Satanás, porque la obediencia aquí se mide por la filiación. Entonces Jesús les dijo en el versículo 42: «Si Dios fuera su Padre», ahora ellos afirman tener a Dios como su padre: «Si Dios fuera su Padre, me amarían, porque Yo salí y vine de Él, pues no he venido por Mi propia iniciativa, sino que Él me envió. ¿Por qué no entienden lo que digo?». ¿No entienden que si realmente estuvieran siguiendo al Padre me escucharían? No buscarían matarme. «Porque no pueden oír Mi palabra». Recuerden lo que Jesús dice más tarde: «Todo el que es de la verdad escucha Mi voz». Antes de que alguien escuche a Cristo, Dios tiene que capacitarlos para que lo escuchen.
Saben, cada vez que leo las Escrituras en la iglesia el domingo por la mañana, cuando termino de leer las Escrituras, digo: «El que tiene oídos para oír, que oiga». Porque sé que no todos tienen oídos para oír, que parte del juicio que Dios da al pecado y a las personas pecadoras es tapar sus oídos y poner escamas sobre sus ojos, para que «Oyendo no oigan y viendo que no pueden ver». Solo cuando Dios, en Su gracia, se inclina para eliminar esos obstáculos para escuchar y quitarnos las escamas de los ojos y dejarnos ver, entonces vemos, luego escuchamos. Jesús dijo: Sé por qué no me escuchan; no pueden, porque «Ustedes son de su padre el diablo […] y quieren hacer los deseos de su padre».
Jesús está hablando de sus voluntades, sus voluntades libres. Hoy la gente dice que a menos que tu voluntad sea completamente indiferente, sin inclinación hacia la izquierda o derecha, sin sesgo o inclinación hacia el bien o el mal, a menos que sea completamente indiferente, no eres realmente libre. Bueno, si ese es el caso, entonces tenemos que decir como cristianos que nadie es libre, porque por naturaleza nuestras voluntades no son indiferentes. Nuestras voluntades están motivadas apasionadamente por el deseo de hacer la voluntad del maligno. Jesús dice esto: «Quieren hacer los deseos de su padre».
De nuevo, no es como si el diablo entrara y obligara a la gente a obedecerle. No podremos decir en el día final: Oh, el diablo me obligó a hacerlo; él me obligó a pecar. No, Jesús dice que va más allá de eso. Tú quieres hacer sus deseos. Eres un cómplice voluntario de las estratagemas de Satanás. «Él», es decir Satanás, «fue un asesino desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira. Pero porque Yo digo la verdad, no me creen». Pero vean ahora el desafío que les plantea. ¿Quién de ustedes me prueba que tengo pecado? Wow.
Les está diciendo: ustedes pecan y son esclavos del pecado; voluntariamente hacen los deseos de Satanás. Ahora, díganme. ¿Quién de ustedes me prueba que tengo pecado? ¿Me han visto pecar? Jajaja yo nunca diría eso. Nunca desafiaría a nadie a señalar el pecado en mi vida, pero Jesús lo hace. «Y si digo verdad, ¿por qué ustedes no me creen? El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por eso ustedes no escuchan, porque no son de Dios». Él no dice que no oyen porque son sordos. Él no dice que no escuchan porque son tontos. Él dice que no oyen porque no son de Dios. A estas alturas los judíos están explotando de rabia. «Los judíos le contestaron: “¿No decimos con razón que Tú eres samaritano y que tienes un demonio?”.
Jesús respondió: “Yo no tengo ningún demonio, sino que honro a Mi Padre, y ustedes me deshonran a Mí. Pero Yo no busco Mi gloria; hay Uno que la busca, y juzga. En verdad les digo que si alguien guarda Mi palabra, no verá jamás la muerte”. Los judíos le dijeron: “Ahora sí sabemos que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas, y Tú dices: ‘Si alguien guarda Mi palabra no probará jamás la muerte’. ¿Eres Tú acaso mayor que nuestro padre Abraham […]?”». ¿No nos lleva esto de vuelta al capítulo 4 del Evangelio de Juan, donde Jesús discute con la mujer samaritana en el pozo y ella dice: «¿Eres Tú mayor que Jacob, que nos dio el pozo en primer lugar?».
Ahora están diciendo ¿eres más grande que los profetas? ¿Eres más grande que Abraham? Porque ellos han muerto? «Tú dices: “Si alguno cumple Mi palabra”» y continúa diciendo: «“Ahora sí sabemos que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas, y Tú dices: ‘Si alguien guarda Mi palabra no probará jamás la muerte’. ¿Eres Tú acaso mayor que nuestro padre Abraham que murió? Los profetas también murieron; ¿quién crees que eres?”. Jesús respondió: “Si Yo mismo me glorifico [Si simplemente me estoy haciendo pasar por alguien], Mi gloria no es nada; es Mi Padre el que me glorifica, de quien ustedes dicen: ‘Él es nuestro Dios’. Ustedes no lo han conocido, pero Yo lo conozco; y si digo que no lo conozco seré un mentiroso como ustedes; pero sí lo conozco y guardo Su palabra. Abraham, el padre de ustedes, al que ustedes apelan, se regocijó esperando ver Mi día; y lo vio y se alegró”.
Le dijeron: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”. Él les dijo: “En verdad les digo, que antes que Abraham naciera, Yo soy”». No antes de que Abraham fuera, yo fui, sino que Yo soy el que estaba antes de Abraham. ¿Ven?, cuando el Padre le dio la promesa a Abraham de que miles de años, dos mil años después de él, de su simiente saldría el que redimiría al mundo, vendría el Mesías, vendría el encarnado. No sabemos el grado de entendimiento que tuvo Abraham del contenido de eso, pero Abraham creyó la promesa de Dios y fue justificado. Por tanto, Jesús está diciendo que cuando Dios le habló a Abraham, a quienes ustedes afirman tener como padre, Dios le estaba hablando a Abraham sobre Mí.
Abraham se regocijó. No pueden ser hijos de Abraham y oponerse a Mí, porque Abraham se regocijó al ver Mi día. Él no está diciendo que Abraham se quedó el tiempo suficiente para presenciarlo, ni siquiera está diciendo que Abraham lo está viendo desde el cielo, que se llama el seno de Abraham, pero está diciendo que en la revelación inicial que Dios le dio a Abraham, Abraham pudo ver la promesa de lejos y se deleitó. Ahora que la promesa está siendo cumplida por la encarnación de aquel que existía antes de Abraham, que era antes de toda la creación, que es el Logos eterno, que se encarna en Jesús, el que viene del seno del Padre, el unigénito del Padre. Escúchenlo de nuevo, en otra referencia a ese concepto del Logos que Juan introduce en el primer capítulo. «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios», el Dios eterno preexistente.
Eso es lo que Jesús está diciendo. «Antes de que Abraham fuera, ego eimi, Yo soy». Ellos comprendieron su significado. Esta es una de las declaraciones de deidad más puras y sin adornos que Jesús hizo durante su ministerio. No fue pasado por alto por su audiencia, porque, «Tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo pasando por en medio de ellos. Y así pasó». No podían quitarle la vida, pero querían quitarle la vida en ese mismo momento porque escucharon en Su reclamo un reclamo de deidad, el eterno que viene a este mundo. Él viene como la puerta. Él viene como la resurrección. Él viene como la luz del mundo. Él viene como el camino, la verdad y la vida. Él viene como el buen pastor. Él viene como la vid. Él es Aquel que, antes que Abraham naciera, ya estaba.