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Este artículo forma parte de la colección 3 cosas que debes saber.
El libro de Nahum no es fácil de leer. Aunque su mensaje de juicio contra Asiria muestra que Dios no permitirá que el pecado triunfe, puede ser difícil apreciar plenamente la celebración de la caída de Nínive en el libro, o comprender cómo el enfoque constante en el castigo se conecta con el evangelio. Estos y varios otros asuntos interpretativos pueden abordarse si como lector tienes en cuenta los siguientes tres puntos.
1. El evangelio forma el contexto del mensaje de Nahúm (Nah 1:2-8)
La primera sección principal, Nahúm 1:2-8, tiene un tono decididamente negativo. Nahúm da por sentado que todos los seres humanos, no solo los asirios (quienes no son mencionados en esta sección), están expuestos a la perfecta justicia de Dios (Nah 1:2-3, 5-6, 8). Por tanto, es una noticia profundamente buena que Dios sea también una «fortaleza en el día de la angustia», quien ofrece «refugio» de ese mismo juicio a aquellos que se encomiendan a Su misericordia (Nah 1:7).
Ubicada al inicio del libro, esta sección actúa como una clave interpretativa para lo que sigue en el resto del texto. El pecado pasado de Judá, la decisión misericordiosa de Dios de poner fin a su aflicción (Nah 1:12) y la tormenta de juicio que está a punto de caer sobre Asiria son prototipos de la obra de Dios, la cual tiene dos caras: juicio y salvación. Además, a pesar de la aparente subyugación imparable de Asiria sobre el antiguo Cercano Oriente (incluido el Reino del Norte de Israel, menos de un siglo antes de Nahúm), la intervención de Dios demostrará que las pretensiones de supremacía del imperio eran falsas, al igual que las afirmaciones de que sus dioses habían hecho posible dicha supremacía.
2. Asiria no es el enemigo definitivo de Dios
Aunque Nahúm condena vehementemente a Asiria, y especialmente a Nínive como su capital, la mayoría de los asirios no participaron en su agresión, y algunos de sus ciudadanos eran israelitas conquistados. En efecto, el libro mantiene un enfoque constante en los reyes de Asiria (Nah 1:11, 14), las fuerzas armadas (la mayor parte de Nah 2) y otros involucrados en su programa de explotación y autoglorificación, y revela que el juicio de Dios caerá principalmente sobre ellos. A emperadores como Esarhadón (que gobernó del 681 al 669 a.C.), quienes se autodenominaban como el «rey del mundo […] el primero de todos los gobernantes» y dependían de «grandes dioses» como Marduk y Nabu, el Señor simplemente les dice: «Eres vil» (Nah 1:14), y lo hace realidad. La retribución de Dios contra Asiria como imperio es un anticipo de Su juicio contra la «Babilonia» del libro de Apocalipsis, que representa no solo a Roma, sino también a Babilonia y Nínive antes de ella, así como a todos los poderes humanos posteriores que se caracterizan por la violencia, un compromiso con el materialismo y la autoexaltación que desafía a Dios (Ap 17–18).
3. Dios derrotará a todos Sus enemigos y liberará completamente a Su pueblo
Si Dios no se hubiera comprometido de forma libre y llena de gracia a salvar a los pecadores, la destrucción de Sus enemigos entregaría a todos a la condenación y la muerte (Ro 5:12-14). Maravillosamente, la gracia de Dios ha irrumpido en un mundo completamente entregado a la autorrealización autónoma en sus propios términos, ya sea en el imperialismo de Asiria hace mucho tiempo o en otras formas de rebelión contra Dios en el presente.
A la luz del poder del pecado, tanto el juicio como la salvación son motivo de regocijo. Cuando el mal y quienes lo practican caen, sus víctimas se regocijan justificadamente (Nah 3:19; Ap 19:1-5). De manera similar, aquellos que reciben con alegría la salvación de Dios celebran Su gracia y misericordia hacia ellos (Nah 1:15) y esperan con ansias la plena realización de Sus propósitos salvíficos (Nah 2:2).
Viviendo en el ya pero todavía no de los últimos días, el mensaje de Nahum llama a los creyentes a mantener la confianza en las promesas de Dios y a deconstruir las muchas contradicciones del mundo respecto a la verdad divina. Al igual que Nahum expuso la naturaleza egoísta y autodestructiva del imperialismo idólatra de Nínive, los cristianos deberían criticar las muchas formas en que individuos, grupos y culturas enteras usurpan la prerrogativa de Dios al definir al ser humano como autónomo, sin un conocimiento innato de Dios y plenamente capaz de alcanzar la felicidad perfecta por sí mismo.
Nahúm también invita a los creyentes a deconstruir los bienes «últimos» efímeros que los seres humanos consideran supremos, ya sea la riqueza material, el estatus social, la pureza moral atribuida a sí mismos mediante señales de virtud, o la consolidación del poder. Estos ídolos son precisamente eso: creados por seres humanos, incapaces de salvar o satisfacer, y ya se ha demostrado que son impotentes (Nah 1:13). La crítica de Nahum al imperialismo asirio, impulsada por el evangelio, muestra a sus lectores cómo analizar la cultura en términos de la obra de juicio y salvación de Dios. Así, ayuda a preparar a los creyentes para un testimonio efectivo. También nos protege de ser seducidos por las promesas del mundo o permitir que nuestra esperanza flaquee ante sus insistentes afirmaciones de ser la fuente de todo lo bueno, un título que el Señor reserva para Él mismo y una realidad que salva y satisface plenamente a quienes lo conocen (Nah 1:7).