Amando a la iglesia
19 junio, 2018Amando a los difíciles de amar
21 junio, 2018Amando a nuestras comunidades
Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie «Amando a nuestro prójimo», publicada por la Tabletalk Magazine.
Personas sin hogar, residentes en hogares de ancianos y reclusos son solo algunos de los prójimos más necesitados de la Iglesia Presbiteriana Tenth en el centro de Filadelfia. Por casi treinta años los miembros de nuestra iglesia se han acercado a estas personas y a otras que residen cerca, para establecer una relación y brindarles esperanza. Pero nuestros ministerios de mayor alcance son aquellos de benevolencia para con las personas que viven en las calles alrededor de la iglesia.
Debido a que brindamos un servicio a los que no tienen hogar, muchas personas nos llaman queriendo ayudarnos en nuestro “comedor popular”. Les tengo que explicar que no somos un comedor popular sino un ministerio cristiano que brinda esperanza y hospitalidad. La cena mensual para la comunidad es una buena alternativa al comedor popular que suele ser muy impersonal. Es un banquete para unas 120 personas pobres que viven en las calles cerca de nuestra iglesia. El ministerio consiste en que nuestros invitados primeramente adoren a Dios y luego coman con los miembros de la iglesia cuyo servicio es sentarse, comer y hablar; practicando así la hospitalidad, propiciando conversaciones y dándole la bienvenida a nuestros invitados.
Las cenas promueven un evangelismo de amistad. El personal voluntario que trabaja o vive cerca de la iglesia continuamente está en contacto con los invitados, sea que se vean en las calles o en el parque cerca de la iglesia. Y como se conocieron en las cenas, tienen la oportunidad de continuar ministrándoles al desarrollar una amistad.
Reflejamos a Cristo, le damos credibilidad a nuestra iglesia con nuestros vecinos e impactamos vidas dentro y fuera de la iglesia.
Las cenas nos dan muchas oportunidades para servir. Las familias con niños montan las mesas y ponen las vajillas. Los jóvenes sirven la comida y bebida como si fuera en un restaurante, lo cual les permite interactuar con las personas que están sirviendo. Nuestros invitados se dan cuenta que hay algo diferente acerca de nuestra iglesia y este ministerio, y vuelven una y otra vez.
Aunque las cenas son el primer punto de contacto, semanalmente se imparten dos estudios bíblicos que proveen ayuda a largo plazo. Los voluntarios en estos estudios bíblicos buscan reconstruir las vidas de nuestros vecinos al brindarles una relación a largo plazo con creyentes, referirles a programas de rehabilitación de adicciones centrados en Cristo y ayudarles a reestructurar sus vidas a través del discipulado cristiano.
Considera los ejemplos de Jimmy y Wilma. Jimmy fue adicto a las drogas durante treinta y cinco años. Buscó nuestra ayuda pero a la misma vez, y por su propia cuenta, ingresaba en diferentes programas seculares de rehabilitación. Siempre duraba un par de meses, abandonaba los programas y regresaba a su adicción. Necesitaba ayuda, pero quería seguir teniendo el control de su vida. Dos eventos le demostraron cuan descontrolado estaba. Un invierno casi perdió los dedos de sus pies por congelamiento al quedarse a dormir en su auto. Luego, casi muere porque otro adicto lo apuñaló en el pecho. Estaba en serios problemas. Eventualmente reconoció la verdad y regresó con nosotros pidiendo ayuda. Su arrepentimiento nos motivó a hacer todo lo posible por ayudarlo. Jimmy ingresó en un programa de rehabilitación cristocéntrico a largo plazo, conoció la fe salvífica en Jesucristo y se reconcilió con su familia. Se mudó de estado para poder estar más cerca a ellos y es miembro de una iglesia centrada en la Palabra.
Wilma se beneficiaba de ser parte de nuestro ministerio. Había estado presa por asesinato. Después de cumplir su sentencia, se fue a vivir en las calles de Filadelfia como adicta. Asistía regularmente a nuestros estudios bíblicos pero solo quería la comida física y no el alimento espiritual. Se rehusó a que la ayudáramos con su estilo de vida adictivo. Siete años después, fue encarcelada por robo. Esta vez, reconoció cuán quebrantada estaba y pidió nuestra ayuda. Ya desintoxicada, estaba hambrienta espiritualmente hablando, pidió una Biblia, se alimentó de ella y Dios transformó su vida eternamente. Durante su encarcelamiento nos mantuvimos en contacto. Años después, cuando le dieron libertad condicional, regresó a Filadelfia y empezó a congregarse en una iglesia centrada en la Palabra.
La fortaleza de este ministerio es que las personas logran romper sus adicciones al ser redimidas y discipuladas. Muchas de esas personas llegan a ser miembros de nuestra iglesia y de otras. Una vez más, este ministerio demuestra el poder transformador de Cristo Jesús para “liberar a los cautivos” de sus adicciones a las drogas con su influencia redentora en las familias y vecindarios. Reflejamos a Cristo, le damos credibilidad a nuestra iglesia con nuestros vecinos e impactamos vidas dentro y fuera de la iglesia.
“Mejor es un plato de legumbres donde hay amor, que buey engordado [banquete] y odio con él”. Eso es lo que Proverbios 15:17 dice acerca de la hospitalidad. En nuestras cenas comunitarias, proveemos la comida y el amor a nuestros invitados de honor. Nuestra hospitalidad ofrece un elaborado banquete y un compromiso de dar una cálida bienvenida, una amistad y las buenas nuevas de Jesucristo a todos los que van.