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Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Las adicciones
Como pastor, a menudo aconsejo a personas con adicciones. Tras servir en el ámbito de la iglesia local durante más de veinte años, encuentro que ministrar a los adictos y sus familias es una de las cosas más difíciles, complicadas y tristes que hago. Cada semana, predico la Palabra de Dios a personas que nunca han sido adictas y que tal vez nunca lleguen a serlo, personas que fueron adictas, a los propios adictos y a futuros adictos. Hay algunos adictos que saben que son adictos, otros que están buscando ayuda para su adicción, y otros que no saben que son adictos o no quieren admitirlo. Algunos piensan que nunca se convertirán en adictos porque no tienen una «personalidad adictiva». Otros piensan que nunca se convertirán en adictos porque sus padres no eran adictos. Y algunos temen convertirse en adictos porque piensan que tienen una personalidad adictiva o porque muchos en su historia familiar fueron adictos. Sea cual sea el caso, todos nosotros nos hemos visto afectados de alguna manera por adictos o por adicciones.
Las estadísticas revelan que la prevalencia de las adicciones está creciendo rápidamente en todo el mundo, incluso entre niños que, sin saberlo, se están convirtiendo en adictos a los medicamentos conductuales y psicotrópicos. Estamos más familiarizados con las adicciones a las sustancias ilegales, los medicamentos, el juego y la pornografía. Sin embargo, estamos menos familiarizados con las adicciones al sexo, a las pantallas (videojuegos, televisión, teléfonos inteligentes, etc.) y a las autolesiones. Además, hay muchas personas que luchan con adicciones que muchos de nosotros erróneamente consideramos como «inofensivas», como comer en exceso, comprar, hacer ejercicio, trabajar, las redes sociales y las adicciones a Internet. Ya sean públicas o privadas, grandes o pequeñas, externas o internas, las adicciones son reales y, en última instancia, son asuntos del corazón en las vidas de los portadores de la imagen de Dios.
Todas las adicciones tienen consecuencias y deben ser tomadas en serio. No debemos subestimar la importancia de las adicciones en nuestras vidas o en las de los demás. Es más, no debemos convertir las adicciones en algo insignificante y limitarnos a ridiculizar y amenazar a los adictos, dejándolos a su suerte y abandonándolos en sus adicciones. Si ignoramos una adicción, las consecuencias pueden ser devastadoras. Debemos ser compasivos y valientes cuando nos acercamos unos a otros. Debemos orar, confesar, confrontar, admitir, intervenir, hacernos amigos y amar. Como familia de Dios, no debemos rendirnos con los que luchan contra las adicciones, ya que dependemos de la obra transformadora y renovadora del Espíritu Santo a través del evangelio de Jesucristo, quien ha vencido al mundo.