Gozo superficial vs. gozo verdadero
25 mayo, 2021Estad siempre gozosos
27 mayo, 2021Gozo en la comunidad
Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El gozo
¿Recuerdas cuando te graduaste de la secundaria? Para muchos de ustedes, las cámaras de video estaban grabando, la familia estaba presente y los amigos estaban allí para felicitarlos. Con ese nivel de pompa y celebración que disfrutaste, los desentendidos podrían haber pensado que descubriste la cura para alguna enfermedad. En cambio, simplemente completaste las expectativas académicas básicas de todos los estudiantes de duodécimo grado en los Estados Unidos. Sin embargo, hubo afirmación, aliento y celebración. Es probable que esa no haya sido la primera vez que experimentaste tal gozo, y uno esperaría que no sea la última.
Imagina cuán diferentes serían esos eventos importantes de la vida (graduaciones, bodas, anuncios de nacimientos, etc.) sin nadie que los compartiera contigo. Ocurrirían igualmente pero sonarían huecos y se sentirían incompletos. Esta es la realidad de muchos cristianos que navegan por la vida cristiana con muy pocas relaciones significativas. Esto no implica necesariamente que no asistan a una iglesia local, que no lean libros cristianos o que no tengan la disciplina de pasar tiempo en la Palabra de Dios y en oración. No obstante, lo hacen mayormente sin las relaciones profundas que Dios tiene para ellos en sus iglesias locales.
Desde el principio de los tiempos, Dios creó al hombre para que viviera en comunidad con los demás. Desde que Adán recibió una ayuda idónea para él y que Moisés recibió la compañía de Aarón, hasta que Jesús eligió a doce discípulos para que vivieran con Él y aprendieran de Él durante Su ministerio terrenal, el movimiento siempre ha sido de uno solo a muchos. Desafortunadamente, la mente occidental de hoy aprecia la autonomía y valora la privacidad, y esto ha afectado en gran medida la forma en que muchos cristianos piensan acerca de sus relaciones con otros cristianos. No entienden que la vida cristiana es personal pero no privada, y eso es una tragedia. Los cristianos son llamados a salir de sí mismos y a unirse a una familia nueva en la que todos los hermanos tienen el mismo Padre. Se aprenden los nombres de los demás, toman las cargas de los demás, aprenden de las vidas de los demás y se animan mutuamente a esforzarse aún más por «el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp 3:14).
Pero no lo malinterpretes. El compartir en comunidad no es simplemente el camino de la obediencia. Es la ruta que conduce al gozo. Pablo nos llama a regocijarnos en Cristo, el objeto de nuestro gozo. Sin embargo, esa fuente proporciona un río de gozo que corre por toda la comunidad del Nuevo Testamento. Hay gozo en tener a otros a quienes imitar y emular en la vida cristiana (Flp 3:17). Hay gozo en que los demás expresen su preocupación por ti (4:10). Hay gozo en saber que Dios ha provisto de otros para consolarnos en nuestra aflicción, no con simpatía sino con empatía (2 Co 1:4). Hay gozo en saber cómo tu amor por el Señor y tu obediencia a Su Palabra animan a otros a hacer lo mismo (1 Tes 1:8-9). Hay gozo en saber que eres parte de un «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios» (1 Pe 2:9).
Permíteme ser más claro. Esto no es un llamado a participar en un concurso de personalidad en tu iglesia local ni a contemplar la vida de cristianos que son alegres por naturaleza. Estoy hablando de algo mucho más relevante y que está arraigado en la esperanza del evangelio de Jesucristo y Su regreso prometido (1 Tes 1:10). El evangelio es la fuente y el combustible de nuestro gozo. Así como un leño arde más en una pila de madera, el cristiano tendrá más gozo al disfrutar de la iglesia local. Este gozo llega cuando estamos en las cumbres de las montañas gozándonos con los que se gozan, y en los valles llorando con los que lloran (Rom 12:15). ¿Cómo? Al ver cómo la mano de Dios sostiene a Su pueblo, al ver cómo se prueba la veracidad de Su Palabra, y cómo el Espíritu Santo aparta a las personas de sus propios intereses y las conduce a cuidar y a tener compasión de otros en la familia de la iglesia local.
¿Y tú? Cuando termines esta serie de artículos, ¿por dónde empezarás? ¿Qué le pedirás a nuestro gran Dios y Rey? Te recomiendo que comiences dando un paso más hacia tu iglesia local. Levanta el teléfono. Planifica una conversación. Quédate un rato después del servicio del domingo. Llega antes al estudio bíblico que se hace entre semana. Empieza a preguntarle a los demás qué los animó la semana anterior. Pregúntale a los demás cómo puedes orar por ellos en su caminar con Cristo. En todo esto, poco a poco se introducirán aperitivos de gozo y verás las evidencias de la gracia de Dios.
Cada cristiano tiene una graduación final esperándolo. Cuando llegue tu día, espero que tu familia en Cristo esté allí declarando con confianza canciones como «Estoy bien con mi Dios», que dice: «La fe tornarase en feliz realidad». Ese día todos conocerán el verdadero gozo.