Nuestros padres del siglo IV
22 mayo, 2021Gozo superficial vs. gozo verdadero
25 mayo, 2021Gozo en nuestro trabajo
Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El gozo
Es probable que el lunes sea el día más temido de la semana, y todos sabemos por qué. Es el día que aplasta la anticipación del viernes, la alegría del sábado y el descanso del domingo. El lunes es cuando la mayoría de nosotros regresamos al trabajo o a las rutinas ocupadas de nuestro día a día. La mayoría le teme al lunes porque la mayoría parece temerle a su trabajo. Pero, ¿tiene que ser así? ¿Hay alguna manera de encontrar un gozo verdadero y duradero en nuestro trabajo, particularmente en las vocaciones que a menudo incluyen demandas mundanas y trabajos repetitivos? La maternidad ciertamente se ajusta a esa descripción, y aunque la maternidad no es un trabajo según nuestra definición común (porque no se paga con dinero), es trabajo.
Cuando mis hijos eran pequeños, mi trabajo diario era básicamente el mismo todos los días. Pero durante el estado de maternidad en el que me encuentro actualmente, mi trabajo luce bastante diferente cada día. Sin embargo, las tareas básicas de mantener el hogar no han cambiado desde que mis hijos eran más pequeños. Todavía hay que lavar la ropa, fregar los platos y servir la comida. Día tras día tras día, todo es lo mismo. Si no estamos atentos, es fácil comenzar a anhelar algo diferente, y tal vez nuevo y emocionante. Nuestro trabajo, especialmente cuando es repetitivo y mundano, puede resultar bastante difícil. Esas tareas repetitivas y mundanas pueden reforzar el sentimiento de pavor que experimentamos tan a menudo por nuestro trabajo.
La Biblia tiene mucho que decir acerca del trabajo, pero quiero centrarme en dos áreas que pueden motivarnos específicamente en las labores mundanas y cotidianas que realizamos las madres por amor.
EL TRABAJO ES PARA EL SEÑOR
Una de las primeras formas de luchar contra nuestra tentación a despreciar nuestro trabajo es recordar que en última instancia hacemos el trabajo para Dios, nuestro Creador. Se trata de Él. El mundo nos dice que debemos realizar un trabajo que sea gratificante y satisfactorio. No creo que haya nada intrínsecamente malo en amar tu trabajo o en perseguir algo que te apasione. Pero si solo nos enfocamos en eso, podemos desilusionarnos fácilmente porque el trabajo es difícil y se ve afectado por la caída. En cambio, si sabemos que cada plato limpiado y cada carga de ropa lavada y cada pañal cambiado es para el Señor, ¿no es ese un enfoque superior y más valioso?
Si tenemos hijos y un hogar, Dios nos ha llamado a pastorear a nuestros hijos y a cuidar de nuestros hogares. Cuando me enfoco en este trabajo, es fácil pensar que estoy sirviendo principalmente a mis hijos y a mi esposo, pero tal y como Pablo nos recuerda en Colosenses: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien servís» (Col 3:23-24). Este trabajo de cuidar de los niños y del hogar no es diferente a los demás trabajos. Todo lo que hagamos, debemos hacerlo de todo corazón, no principalmente para nuestros hijos o por nuestros cónyuges, sino para el Señor. Y Dios en Su bondad nos recompensa por nuestro trabajo. Puede que no nos paguen en dólares y centavos, pero imagino que no nos preocuparemos por eso mientras adoramos a nuestro Salvador por toda la eternidad. ¡Qué alegría habrá ese día! Deja que esta verdad te motive a encontrar gozo en tu trabajo diario, sabiendo que Dios lo ve y se complace mientras trabajas para Su gloria. No es inútil, pues puedes encontrar mucho valor y gozo en él.
APRENDER A CONTENTARNOS
Si nos cuesta gozarnos en nuestro trabajo o estamos desilusionados con él, es probable que la falta de contentamiento esté al acecho bajo la superficie.
Pablo nos dice en Filipenses 4:11: «No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación». Estoy agradecida por todos los versículos que rodean a este. Pablo conoció la pobreza, y también la abundancia. En todas sus circunstancias, el consuelo y la fortaleza vinieron del Señor (v. 13). Así debe ser con nosotros. Al hablar de sus diversas pruebas y tentaciones, Pablo nunca dijo que siempre estaba naturalmente contento. No, Pablo aprendió a estar contento. Dios nos muestra destellos de la santificación progresiva en la vida de Pablo. Si luchamos con el descontento en lo mundano, podemos arrepentirnos de esto y comenzar a agradecer a Dios por el trabajo que nos ha encomendado. Debemos aprender a hallar contentamiento en lo que hacemos; nadie nace con el don del contentamiento.
El trabajo es duro. No hay duda al respecto. Por eso, pidamos al Señor que nos dé ojos para ver que nuestro trabajo es para Él. Como cristianos, debemos entregar nuestras vidas siguiendo el ejemplo de Cristo. Pidamos a nuestro Señor que nos ayude a servir, a trabajar y a laborar sabiendo que Jesús, nuestro modelo perfecto, vino para servir y no para ser servido (Mt 20:28). Al reflexionar sobre lo que Cristo ha hecho y al modelar nuestras vidas según la Suya, encontramos gozo, propósito y valor profundos. El trabajo, incluso el más rutinario, tiene un propósito: glorificar a Dios. Eso hace que cualquier trabajo valga la pena.