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Hace muchos años, mi abuela me contó sobre los juegos que jugaba cuando era niña en la década de 1880. Entre ellos, mencionó uno que ella y sus compañeras metodistas jugaban con sus amigos católicos romanos. Haciendo una parodia chistosa de las palabras de la misa, mi abuela decía: «Tommy y Johnny bajaron al río a jugar dominó». Aquí, la palabra «dominó» era una broma sobre el término Domine que se decía con tanta frecuencia en el rito católico de la misa. Los niños, por supuesto, estaban revelando su falta de conocimiento de las palabras usadas en la misa porque eran pronunciadas en latín.
De igual manera, aquellos interesados en las artes de la prestidigitación saben que todos los magos, mientras ejercen su oficio, emplean ciertos dichos para lograr que su magia se haga realidad. Recitan ciertos encantamientos, tales como «abracadabra», «presto chango» y quizás el más famoso de todos, «hocus pocus». Incluso hoy en día usamos «hocus pocus» para describir un tipo de arte mágico. Es un conjuro usado por el mago para realizar su magia, pero ¿de dónde proviene la frase «hocus pocus»?
El origen de esto, una vez más, se toma prestado del malentendido de la gente del idioma utilizado en la misa católica romana. En las palabras de la institución pronunciadas en latín, en la fórmula antigua, la declaración se recitó de la siguiente manera: «Hoc est corpus meum». Esta frase es la traducción al latín de las palabras de Jesús en la última cena: «Este es mi cuerpo». Pero en la misa, para el oído inexperto, el supuesto milagro de la transformación de los elementos del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo se escuchó bajo la rúbrica de un lenguaje que sonaba a «hocus pocus». Este tipo de derivaciones son el resultado directo de la participación de las personas en algún tipo de drama en el que las palabras que se pronuncian son desconocidas para ellas.
En la Edad Media, la Iglesia se comprometió a realizar la misa en la lengua antigua del latín. Esa lengua era entendida por personas educadas y particularmente por el clero, pero no era inteligible para los laicos. A partir del siglo IX, se plantearon preguntas sobre la conveniencia de mantener las palabras de Dios ocultas de los laicos por estar restringidas al latín. La Biblia misma estaba literalmente encadenada a los púlpitos de las iglesias, de modo que no podía caer en manos de las personas que no tenían conocimiento de los idiomas. No se le permitió al individuo común interpretar la Biblia por sí mismo o leerla en el lenguaje corriente del pueblo. A la Iglesia le tomó siglos superar este conflicto, el cual provocó problemas de herejía y persecución. Antes de la Reforma del siglo XVI, entre la gente de habla inglesa, el trabajo de Tyndale y Wycliffe fue sometido a la censura de la Iglesia porque estos hombres se atrevieron a traducir la Biblia a un idioma diferente al latín.
En 1521, la Dieta Imperial de Worms terminó dramáticamente cuando Lutero, en presencia del sacro emperador romano, se negó a retractarse de sus escritos y declaró a la asamblea reunida: «A menos que sea convencido por la Sagrada Escritura o por la razón evidente, no me retractaré, pues mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios. Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa. Dios me ayude». Con estas palabras dramáticas, la dieta explotó en gritos de protesta, mientras que los amigos de Lutero simularon un secuestro, lo alejaron de Worms y lo escondieron en el castillo de Wartburg en Eisenach. Allí, estando un año completo disfrazado de monje, Lutero trabajó en su proyecto de traducir el Nuevo Testamento desde el texto original en griego al alemán. Algunos consideran este trabajo de presentar la Biblia en lengua vernácula como una de las contribuciones más importantes que Lutero hizo a la vida de la Iglesia.
Pero esto no fue recibido con ecuanimidad en todas partes. El gran erudito del Renacimiento, Erasmo de Rotterdam, cuyo lema era «ad fontes» («a las fuentes»), quien fue conocido por su dominio de las lenguas antiguas, protestó contra la osadía de Lutero de interpretar la Biblia a la lengua vernácula. Erasmo tenía suficiente respeto por Lutero para notar que él era un lingüista de clase mundial por derecho propio, pero lo reprendió por atreverse a ir en contra de la Iglesia al traducir la Biblia al alemán. Él aconsejó a Lutero diciéndole que si la Biblia fuese traducida a la lengua común y dada al pueblo para que la lea por sí mismo, eso «abriría una compuerta de iniquidad».
Erasmo estaba convencido de que entregar la Biblia en manos del pueblo en su propio idioma les daría una licencia para torcerla, moldearla y distorsionarla hacia cualquier inclinación u opinión personal que el individuo pudiera estirar desde las Escrituras. Lutero afirmó esto, que si a la gente sin formación se les da el derecho de leer las Escrituras en su propio idioma, entonces ocurrirán muchas travesuras y usarían la Biblia para tratar de justificar la más salvaje de todas las herejías posibles. Pero a la vez, Lutero estaba convencido de la perspicuidad de las Escrituras, es decir, que Su mensaje central de salvación es tan claro que incluso un niño puede entenderlo. Lutero creía que las palabras salvíficas comunicadas en la Escritura son tan vitalmente importantes que vale la pena colocar la oportunidad de salvación ante la gente aunque puedan derivarse algunas consecuencias terribles de tal lectura. Él respondió a Erasmo diciendo: «Si una compuerta de iniquidad se abre, que así sea».
Como resultado de la traducción de la Biblia al lenguaje común surgió el principio básico de la interpretación privada. Ese principio de la interpretación privada fue totalmente condenado a mediados del siglo XVI por la Iglesia católica romana en la cuarta sesión del Concilio de Trento. Pero ya el dado había sido lanzado y, desde ese entonces, la Biblia ha sido traducida a miles de idiomas, y están en marcha los intentos para traducirla a cada lengua que se pueda encontrar en cualquier lugar de la faz de la tierra. Las preocupaciones proféticas de Erasmo, en muchos aspectos, se han hecho realidad con la vasta proliferación de denominaciones, cada una llamándose a sí misma «bíblica». Sin embargo, al mismo tiempo, el evangelio de la salvación en Cristo ha sido dado a conocer en todo el mundo porque la Biblia se ha dado en la lengua nativa y se ha puesto a disposición de todas las personas. Sin duda, la interpretación privada no otorga una licencia para la distorsión privada. Cualquiera que presuma interpretar la Biblia por sí mismo debe asumir junto con ese derecho la gran responsabilidad de interpretarla correctamente.