Purifiquémonos así como Cristo es puro
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Nota del editor: Este es el decimocuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Lo que realmente dijo N.T. Wright
«Para las personas, como Saulo, el estado de sus almas después de la muerte no era su interés principal; eso sin duda era importante, pero era algo de lo que Dios se habría de encargar. Les interesaba, de manera urgente, la salvación que, creían, el único Dios verdadero había prometido a Su pueblo Israel». —N.T. Wright, What Saint Paul Really Said [Lo que San Pablo realmente dijo], p. 118.
¿Cómo podemos estimar lo que más le interesa a una persona? Quizás viendo la frecuencia con la que vuelve al tema, o escuchando lo que habla en ocasiones importantes. Y quizás, también, por la forma en que la gente escribe sobre las cosas: ¿es distante o es apasionada («urgente», como dice Wright)?
¿Cómo podemos decidir que una persona piensa que algo es importante para ella y, sin embargo, no es un asunto que le interese demasiado? ¿Cómo se sopesa este tipo de cosas? Eso resulta más difícil, sugiero, muchas cosas pueden ser importantes para una persona que no sigue hablando o escribiendo sobre ellas. Puede que solo hable de esas cosas cuando se le cuestiona o cuando se le hace una pregunta al respecto. Tales personas pudieran ser intensamente personales o reservadas. Así que no resulta fácil comprobar la afirmación de Wright sobre Pablo, el apóstol de los gentiles (que Saulo llegó a ser), y qué era importante para él.
Sin embargo, podemos decir esto: en numerosas ocasiones, Pablo escribe sobre su destino después de la muerte y sobre el destino de los cristianos en general. Escribiendo a Timoteo, se refiere a la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, le entregará en aquel día final (2 Tim 4:8). Y, de forma más general, argumenta largamente a los corintios que la resurrección de Cristo es la clave de su propia resurrección. Porque «si Cristo no ha resucitado… todavía estáis en vuestros pecados» (1 Co 15:17). Teniendo en cuenta su enseñanza en este pasaje, cuando Pablo piensa en «el alma después de la muerte», está claro que no quiere decir «el alma en exclusión del cuerpo».
¿Y qué sobre su deseo de estar con Cristo y no permanecer en el cuerpo? (Flp 1:23). ¿Y qué decir del maravilloso pasaje de Filipenses 3 en el que expresa su determinación de ganar a Cristo y ser hallado en Él, no teniendo una justicia propia, sino la que procede sobre la base de la fe en Cristo? Esto parece intensamente personal, ¿no es así?
Pero, por supuesto, la importancia que Pablo concedía al estado del alma después de la muerte (en 2 Co 5:6, por ejemplo) era también una forma de expresar su preocupación por la salvación de Israel. Mira Romanos 9:2, para un ejemplo más de esto, donde Pablo escribe conmovedoramente sobre su «gran tristeza y continuo dolor» por su pueblo los judíos, estando dispuesto a ser «anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne» (v. 3). La expresión «separado de Cristo» parece bastante amplia. Charles Hodge dice que la palabra anatema «se aplicaba a todos aquellos que se consideraban merecidamente expuestos o consagrados a la maldición de Dios». La situación de los judíos era tal que Pablo albergaba el deseo de que él mismo fuera anatema por ellos.
Hay otra forma de entender lo que dice Wright. Quizá esté insinuando que no hay tensión en Pablo entre su preocupación por su propio destino individual, personal, y su preocupación por el destino de otras personas. En este caso, las pruebas son bastante turbias o poco claras. Esto se debe a que podemos considerar que «Israel» se refiere a la nación judía, o podemos considerar que se refiere a los que Pablo llamaba judíos «interiormente», aquellos cuya circuncisión es la del corazón (Rom 2:29), el «Israel de Dios». La preocupación de Pablo por la salvación de esas personas es ilimitada, pero, como hemos visto, aunque dijo que desearía él mismo ser anatema por su propio pueblo, los judíos, en realidad no invocó a Dios para que lo maldijera a favor de ellos. Ciertamente, había una tensión entre la preocupación de Pablo por sí mismo y por sus compañeros cristianos, y su preocupación por su propio pueblo.
También puede haber algo de falsa antítesis que Wright plantea en la cita que encabeza este artículo. ¿Por qué debemos elegir una opción excluyendo la otra? En este caso, solo si Pablo lo hubiera hecho. ¿Pero lo hizo?
¿Por qué no las dos cosas juntas, a la vez? ¿Por qué la salvación de Israel, como quiera que esta se entienda, ya sea de lo que quedó del Israel étnico o de la variedad de los «verdaderos judíos», no puede ser una salvación corporativa compuesta de personas individuales salvas? ¿No es así como, guiados por el Nuevo Testamento, solemos entender estas cosas?
Además, ¿por qué el estado del alma de una persona después de la muerte no puede ser una manera, tal vez la principal, en la que la salvación que el único Dios verdadero había prometido a Su pueblo Israel iba a ser, o es realizada? De esta manera, la «salvación prometida por Dios» y el «estado de sus almas después de la muerte» pueden ser, en algunas ocasiones, dos formas de decir lo mismo.