Cristiano, ¿amas la ley de Dios?
7 abril, 2022La aurora de la Reforma
9 abril, 2022¿Una justificación futura basada en las obras?
Nota del editor: Este es el quinta capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Lo que realmente dijo N.T. Wright
«El punto principal de la «justificación por la fe» es que es algo que ocurre en el tiempo presente (Rom 3:26) como una anticipación adecuada del juicio final que se anunciará en el futuro sobre la base de toda la vida vivida (Rom 2:1-16)». — N.T. Wright, Paul in Fresh Perspective [Pablo desde una perspectiva fresca], p. 57.
Uno de los rasgos notables de la reformulación de la doctrina protestante de la justificación por parte de N.T. Wright es su énfasis en una «justificación futura» basada en las obras. Según Wright, el apóstol Pablo enseña claramente que los creyentes estarán sujetos a un juicio final «según sus obras» (Rom 14:10-12; 2 Co 5:10). Este juicio futuro según las obras constituye, en opinión de Wright, la culminación escatológica de la justificación del creyente.
Wright define la justificación como un acto de la fidelidad del pacto de Dios que implica una vindicación escatológica de los que pertenecen a Su familia del pacto. Cuando Dios justifica a los miembros de Su comunidad del pacto, lo hace en previsión de su «justificación final» en el juicio final. En consecuencia, debemos reconocer que la justificación se produce en tres tiempos o etapas: pasado, presente y futuro.
En el acontecimiento pasado de la cruz y la resurrección de Cristo, Dios ya ha revelado lo que hará al final de la historia. Jesús, que murió como el «Mesías representativo de Israel», fue vindicado por Dios en Su resurrección de entre los muertos. Este acontecimiento, la resurrección de Cristo, representa la justificación por parte de Dios de Jesús como Hijo de Dios, el Mesías a través de quien se cumplirá la promesa del pacto a Abraham («en ti y en tu simiente serán bendecidas todas las familias de la tierra», Gn 28:14).
El acontecimiento pasado de la justificación de Cristo se convierte en una realidad presente por medio de la fe. Todos los que creen en Jesús como Mesías y Señor son justificados, es decir, reconocidos por Dios como miembros de la única y gran familia de la fe, compuesta por judíos y gentiles por igual. Dado que la realidad presente de la justificación se centra en la pertenencia a la comunidad del pacto, el bautismo en Cristo es el acontecimiento presente que efectúa esta justificación.
Aunque la justificación tiene estas etapas pasada y presente, su etapa principal se encuentra todavía en el futuro. En el juicio final o «justificación», Dios declarará a favor de Su pueblo (la comunidad del pacto prometida a Abraham). Esta justificación o vindicación final del pueblo de Dios incluirá una «justificación por las obras». Comentando Romanos 2:13, Wright insiste en que «los que serán vindicados [es decir, justificados] en el último día son aquellos en cuyos corazones y vidas Dios habrá escrito Su ley, Su Torá». Las «obras de la ley» que la justificación excluye son solo las insignias de la identidad judía que impiden a los gentiles convertirse en miembros de la comunidad del pacto. La justificación no excluye, sin embargo, las obras de la ley que nacen de la obediencia de la fe.
Dado que Wright identifica el juicio final con el capítulo final de la justificación de los creyentes, compromete radicalmente la enseñanza bíblica de que la justificación no se basa en las obras ni en la actuación humana (Rom 3:20, 28; Gal 3:10-14). Desde una perspectiva histórica, la postura de Wright no es muy diferente a la de la Iglesia católica romana medieval, que también afirmaba que el punto de vista de la Reforma sobre la justificación por la fe sola no hacía justicia al tema bíblico de una absolución final ante Dios basada en las obras. Si, como insiste Wright, la justificación de los creyentes requiere una fase final o «finalización», que vendrá determinada por las obras del justificado, parece evidente que enseña una doctrina de justificación por gracia mediante la fe más las obras.
La enseñanza del apóstol Pablo de que las obras están totalmente excluidas como base para la justificación de los creyentes, es incompatible con la idea de que la justificación (final) se basará en última instancia en las obras. Pablo considera la justificación como una bendición completamente escatológica, que anticipa de forma definitiva e irrevocable el veredicto final que Dios declara respecto a los creyentes. La noción de una justificación final sobre la base de las obras debilita inevitablemente la afirmación de que ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús (Rom 8:1). Una justificación final sobre la base de las obras también socava la audaz declaración de Pablo de que nadie puede presentar una acusación, ni ahora ni en el futuro, contra los que son de Cristo (Rom 8:33-34).
En lugar de tratar el juicio final como un capítulo más en la justificación de los creyentes, debemos considerar el énfasis de Pablo en el rol de las obras en este juicio, en términos de su comprensión de todo lo que implica la salvación mediante la unión con Cristo. Dado que los creyentes están siendo renovados por el Espíritu de Cristo, su absolución en el juicio final será una confirmación pública de la autenticidad de su fe y no un veredicto de justificación sobre la base de sus obras. Sin duda, como los creyentes siempre reciben a Cristo tanto para justificación como para santificación (1 Co 1:30), no se salvan sin buenas obras. Pero estas buenas obras son los frutos de la fe, no la base de una futura justificación. Por esta razón, Pablo habla de un juicio «conforme a» las obras, no «sobre la base de» las obras.
En lugar de aceptar la confusión de Wright sobre la justificación y un juicio final según las obras, deberíamos reconocer la sabiduría bíblica del puritano Thomas Manton: «Por la justicia de la fe somos absueltos del pecado [justificados], y por la justicia de las obras somos absueltos de la hipocresía» [se confirma que estamos justificados por una fe verdadera].