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Transcripción
En esta serie de clases, vamos a considerar el tema de la formación de un carácter cristiano, enfocando nuestra atención en los pasos prácticos que podemos tomar a fin de crecer espiritualmente, y empezaremos con una oración.
Oremos. Padre nuestro y Dios nuestro, sabemos que no hay nada más urgente, nada más necesario y, sin embargo, nada más emocionante que embarcarse en una peregrinación de fe mientras buscamos primero Tu reino y Tu justicia en nuestra intención de ser conformados como cristianos a la imagen de Cristo mismo. Es nuestra oración que Tu espíritu de santidad, el Espíritu de verdad, nos enseñe lo que significa tomar sobre nosotros la imagen de Cristo. Porque lo pedimos en Su nombre, amén.
Por muchos años, antes de llegar a ser cristiano, estaba familiarizado con algunos de los himnos más básicos y sencillos de la iglesia cristiana. Asistía a la iglesia de vez en cuando y en especial cuando se realizaban actividades sociales, tales como retiros o campamentos, los cuales esperábamos con muchas ansias, y en esos eventos casuales se nos dio a conocer una himnología sencilla y, a veces, cantos espirituales afroamericanos.
Había una canción que solíamos cantar reiteradamente, que tenía una especie de estribillo pegajoso que disfrutaba pero que no entendía. Creo que la mayoría de ustedes la han escuchado y cantado. Se llama: «Señor, quiero ser un cristiano». «Entra en mi corazón», ¿conoces la canción? Ya sabes: «Señor, quiero ser más amoroso. Señor, quiero ser como Jesús», y recuerdo cantar eso y no tener idea de lo que estaba cantando, pero era, como dije, una canción interesante.
Pero una vez llegué a ser cristiano, entonces esa canción adquirió este sentido de prioridad y urgencia, y aunque me di cuenta de que ahora había pasado del paganismo a la fe cristiana y había pasado esa línea de demarcación imborrable del reino de las tinieblas al reino de la luz, sin embargo, comprendí muy rápidamente que no había magia en la fe cristiana y que mi nuevo nacimiento era precisamente eso, un nacimiento.
Al leer el Nuevo Testamento me di cuenta de que no estaba llamado al infantilismo, sino que estaba llamado a la madurez, a crecer en la plenitud de Cristo. Estoy seguro de que esa es la experiencia de todo cristiano. Entonces me preocupé, al igual que estoy seguro de que ustedes están preocupados con todo este tema del crecimiento espiritual, y miré a los maestros, a los mentores, a los libros, a la Biblia misma en busca de formas de avanzar en mi vida cristiana.
Y, de nuevo, tuve que ajustar algunas de mis expectativas al inicio, porque comencé con tanto entusiasmo, con tanta emoción, estaba en la cima de la montaña de la experiencia, y simplemente asumí que me movería rápidamente de fe en fe, de fuerza en fuerza, de gracia en gracia, de gloria en gloria sin ningún obstáculo en el camino que pudiera arrojarme al pantano del desaliento u otras cosas como escribió John Bunyan en «El progreso del peregrino».
También llegué a lamentar la prédica que escuchaba de los evangelistas simplistas que se levantaban y hacían promesas brillantes a la congregación diciendo: ««Vengan a Jesús y todos sus problemas serán resueltos». Ya sabes, «Prueba a Jesús», «Vuélvete a Jesús», todas estas cosas simples. Realmente lo que aprendí muy rápido fue que llegar a ser cristiano trajo una nueva dimensión de complicación a mi vida que nunca antes había experimentado.
En un sentido muy real, la vida se complicó cuando me vestí de Cristo, porque ahora me daba cuenta de que esto era algo serio, y ahora tenía una conciencia y un nuevo estándar de excelencia que, incluso con mi propia capacidad para el autoengaño y mi propia habilidad para resistir el poder convincente del Espíritu Santo, todavía podía ver la enorme brecha que existía entre donde estaba y donde estaba llamado a estar en Cristo.
Ahora estoy feliz de decirles que luego de 25 años en el reino de Dios esa brecha ha sido eliminada, desapareció por completo de mi vida porque ahora la he alcanzado. ¡No! Pero ese es uno de los problemas de la santificación. Nuestros padres reformados nos enseñaron que una de las marcas de una espiritualidad en crecimiento es una mayor conciencia de nuestra propia condición caída, de modo que la complicación se vuelve más intensa, en un sentido, en vez de disminuir, y puede ser una experiencia muy frustrante según vemos, en comparación con lo mucho que queda por hacer en nuestras vidas y lo poco que parece que hemos avanzado.
Justo este verano comencé un nuevo pasatiempo, y para aquellos que me conocen no se sorprenden porque mis pasatiempos cambian con gran rapidez. Soy un hombre que se aburre rápidamente, y me gusta, como el saltamontes, saltar de una actividad a otra actividad. Pero este año decidí alegrar mi vida y alegrar mi jardín dedicándome a plantar rosas, y esta fue la primera vez que intenté cultivar rosas.
Ahora, cuando estaba en la escuela, nuestros profesores de ciencias nos enseñaron algunas verdades básicas y fundamentales del mundo natural. Nos dijeron, por ejemplo, que la naturaleza aborrece el vacío. Ahora, no sé si eso es cierto o no. Supongo que sí. Desde luego, no lo voy a discutir. Pero he aprendido algo más que la naturaleza aborrece.
La naturaleza aborrece un jardín de rosas, y estoy seguro de que cualquiera que haya intentado cultivar rosas entiende lo que estoy diciendo, porque hay un sentido en el que tan pronto como uno se involucra en la tarea de tratar de cultivar rosas, comprende muy pronto que está involucrado en una conspiración internacional e intercósmica. Todas las fuerzas de la naturaleza convergen en contra de la persona que quiere cultivar rosas.
Honestamente… pensé que era algo fácil. Solo se hace un hoyo en la tierra, se pone la rosa, un poco de agua. Es decir, la mayoría de las plantas necesitan ciertas cosas para crecer. Necesitan agua, sol, un poco de fertilizante, y después de eso no hay de qué preocuparse. Pero debe haber diez mil insectos que aman las rosas, sin mencionar una gran cantidad de otras bacterias infecciosas que están por ahí, invisibles al ojo, esperando para abalanzarse sobre tu rosal tan pronto como muestre el más mínimo crecimiento y salud.
Se puede podar en exceso y se puede fertilizar en exceso, y todo el trabajo que se necesita para producir una rosa, en cierto sentido, es una analogía, creo, de la vida cristiana, porque he descubierto que cultivar rosas no es recreación. Es guerra. Es una batalla, una lucha diaria, no es algo que puedes cuidar cada tres semanas. Porque para entonces, las malas hierbas, los parásitos, los insectos entran y destruyen lo que has tratado de cultivar. Las rosas necesitan atención diaria, y así es en el crecimiento de la vida cristiana.
No quiero comenzar nuestra serie con pesimismo, pero hay un cierto sentido en el que no sé por dónde más empezar, porque no sería cierto de mi parte sugerir que el crecimiento en la vida cristiana viene fácilmente o descansando y sentándose y dejando que la naturaleza siga su curso. Si la naturaleza siguiera su curso en la vida cristiana, el cristiano, si es verdaderamente un cristiano, ciertamente no dejará que la naturaleza siga su curso, pero si por casualidad, o si por teoría se permitiera que la naturaleza siguiera su curso en la vida de un cristiano recién nacido, el poder espiritual de ese cristiano se atrofiaría en cinco minutos o menos.
Y es algo destructivo que oímos predicar por todas partes con una mentalidad de credulismo fácil que sugiere bajo la rúbrica de lo que se llama quietismo que dice: «Todo lo que tienes que hacer es lanzarte a los brazos de Jesús. Estate quieto y deja obrar a Dios. Siéntate y deja que Dios obre, porque ¿no promete Dios que si ha comenzado una buena obra en ti, la terminará?». ¿No dice Dios también que debemos ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor, porque Dios está obrando en nosotros tanto el querer como el hacer por Su buena voluntad?
Sí, la Biblia nos enseña esas cosas, y hay innumerables momentos en el Antiguo Testamento donde Dios le dice al pueblo de Israel que esté quieto: «Pórtate bien, Moisés. Solo estate quieto. Me encargaré del faraón y de los egipcios ahora mismo. Solo tienes que levantar la mano. Es todo lo que quiero que hagas, yo me encargo de los enemigos». Hay ocasiones en que Cristo dice a sus apóstoles: «Esperen un momento, quédense. Después de que el Espíritu Santo venga sobre ustedes, los liberaré para que actúen». Hay momentos para esperar en el Señor, pero el énfasis básico del llamado del Nuevo Testamento a la santificación, al crecimiento en Cristo, es un énfasis en la lucha disciplinada.
El crecimiento en Cristo no es fácil y tenemos que saber desde el principio que nos espera una lucha y no solo una lucha, sino la lucha de nuestras vidas y la lucha por nuestras vidas y la lucha que dura toda nuestra vida. Por eso quiero comenzar esta sesión aclarando, para que podamos entender, incluso, si eres un nuevo creyente, que necesitas saber esto al empezar. Si has estado en el reino de Dios por mucho tiempo, no te hará daño refrescarlo y recordarlo una vez más.
Lutero lo dijo de esta manera: que los tres principales obstáculos para el crecimiento cristiano son el mundo, la carne y el diablo. ¿Cuántos de ustedes han escuchado esa expresión alguna vez? ¿Ven? Es conocida. Casi todos. El mundo, la carne y el diablo. ¿Lo has pensado alguna vez? ¿Alguna vez has pensado en cómo el mundo se levanta como un obstáculo para tu crecimiento espiritual, cómo la carne se levanta como un obstáculo para tu crecimiento espiritual, o cómo el diablo se levanta como un obstáculo para tu crecimiento espiritual?
Decimos que Adolfo Hitler estuvo a punto de conquistar el mundo en este siglo, de no ser por un error fatal y estratégico que cometió, y fue al dividir sus fuerzas para llevar a cabo la guerra en dos frentes, en el este y en el oeste, siendo presa de la más antigua de todas las máximas militares: «Divide y vencerás». Pero debemos tener una guerra no en dos frentes, sino en tres, y por lo tanto, suponer que la victoria es fácil cuando la guerra es tan profusa es cometer un error espantoso. Así que es una guerra triple: el mundo, la carne y el diablo.
Abraham Kuyper, el ex primer ministro de los Países Bajos y el gran líder teológico de su época, el fundador de la Universidad Libre, tradujo los conceptos de Lutero de otra manera. Él dijo: «Realmente con lo que el cristiano tiene que luchar es con la naturaleza caída que nos rodea», la caída de la naturaleza misma, «la caída de nuestra propia humanidad, y la caída de los seres espirituales que son llamados ángeles». Naturaleza caída, hombre caído, ángeles caídos. No es más que lo mismo que dijo Lutero: el mundo, la carne y el diablo.
Ahora, veamos brevemente algunas de las formas en que estas tres dimensiones (el mundo, la carne y el diablo) traen los obstáculos al crecimiento de los cuales debemos estar conscientes. En primera instancia está el mundo. La semana pasada estaba hablando con un amigo, un compañero de trabajo cristiano que estaba pasando por algunas pruebas y luchas en su propia vida, y estábamos hablando de eso, y le dije: «Sabes qué, como cristiano, en última instancia, debo ser optimista.
Estamos llamados a ser más que vencedores porque mayor es ese poder que está en nosotros que el que está en el mundo, pero al mismo tiempo no puedo mirar mi vida ni este mundo a través de lentes color de rosa». Hay un sentido real en el que, como nos enseña la Biblia, la vida está llena de pesares, y parece no haber fin a los problemas del hombre en este planeta. Y podríamos buscar filosófica y teológicamente la raíz de ese hecho, y no tenemos que ir muy lejos, ¿verdad?
Sabemos, por ejemplo, que la naturaleza misma está caída, que se hundió en la ruina junto con la caída del hombre que fue creado para tener dominio sobre la tierra, y que la tierra misma experimenta la maldición que está sobre el pecado. Es decir, desde el comienzo mismo del Antiguo Testamento se nos dice que el trabajo del hombre ahora tomará una dimensión de lucha: que donde plante flores tendrá que lidiar con espinas y zarzas, que la propagación misma de la raza será resistida por la naturaleza a través de la imposición de un dolor increíble que acompaña a la maternidad.
El mundo es un lugar hermoso. Es el mundo de mi Padre. Es un lugar de gloriosa majestad que refleja la gloria invisible de Dios mismo; Y, sin embargo, al mismo tiempo tenemos que enfrentar la realidad del hecho serio de que el mundo allá afuera también es un lugar de terror donde la muerte, la destrucción, la enfermedad y la violencia acechan, listas para atacar en cualquier momento.
La semana pasada estuve en Michigan, y llamé a casa, y traté de escuchar a mi hija hablar conmigo por teléfono, y… ella estaba hablando tan rápido que casi no entendía lo que decía y ella seguía diciendo: «Papá, no sabes la tormenta que tuvimos», y comenzó a describir el tornado que pasó hace una semana y la violencia. Dijo que había un árbol que fue arrancado de raíz que estaba a tres metros del suelo hasta la parte superior de la base de las raíces que fueron arrancadas, y otro árbol que tenía tres metros de ancho que simplemente fue arrancado del suelo. Imaginen la violencia y la fuerza de la naturaleza que puede hacer eso.
Me contó de todo ese daño, salió y vio los árboles que estaban caídos y la destrucción causada, y todo en unos minutos. Pensamos que nuestra sofisticada era de la tecnología ha dominado la naturaleza. No lo ha hecho. La naturaleza todavía se nos resiste. De cierto modo, la naturaleza nos odia. Se rebela contra nosotros porque es por nuestra culpa que el mundo se ha hundido en la ruina, y el Nuevo Testamento nos dice que todo el orden creado gime a una con dolores de parto, usando la imagen del nacimiento, esperando el día de la redención.
Pero detrás de la naturaleza, la naturaleza misma no tiene poder en sí misma. La naturaleza es una criatura, ¿no es así? Y sobre la naturaleza está el Dios de la creación, y esto puede ser difícil de entender para el nuevo cristiano, pero Dios ha querido que la naturaleza resista al hombre hasta el momento final de la consumación de la redención de este mundo. Eso no significa que debemos rendirnos a ella. Se supone que debemos continuar buscando cumplir con el mandato de la creación de tener dominio sobre la tierra, hacer que nuestra tierra sea segura, conquistar la enfermedad y el hambre, y todo lo demás que hacemos a través de la iniciativa moderna.
Pero hay un sentido en el que Dios ha designado a la naturaleza para que luche con nosotros, y eso también es para nuestra santificación. Luchamos contra la muerte, contra la enfermedad y muchas otras cosas. Pero el crecimiento de la vida espiritual no sólo implica una guerra con las fuerzas de la naturaleza que son impersonales, sino que quizás aún más lamentable es nuestra lucha con la caída de la humanidad.
Los periódicos están llenos de historias de guerra y de amenazas de guerras aún peores que pueden sobrevenirnos. El hombre del siglo XX vive con una espada de Damocles nuclear sobre su cabeza, preocupándose por si sobrevivirá una generación más, sabiendo que la guerra -el odio del hombre hacia el hombre y la violencia que se deriva de ella- puede destruirnos. Pero no solo tenemos que verlo en el apogeo de la guerra, sino que las mismas cosas que contribuyen a la guerra tienen lugar en una escala mucho menor todos los días a nivel de las relaciones interpersonales.
¿Cuánto ha sido lastimada o herida tu vida por la ira, la hostilidad o la insensibilidad de otra persona? Dios está profundamente preocupado por eso. El gran mandamiento no es simplemente amar a Dios, sino amarnos los unos a los otros, y a medida que crecemos en gracia estamos llamados a crecer en esa dirección del establecimiento de relaciones humanas que sean completas, en lugar de fracturadas, que sean edificantes en lugar de destructivas. Es difícil crecer espiritualmente cuando estás lejos de tu esposo, de tu esposa o de tus padres.
Pero el problema de la caída de la naturaleza humana no es el único problema para mi crecimiento espiritual dado que tengo que vivir en compañía de personas que son hostiles hacia mi crecimiento espiritual, que desean que fracase, que se regocijan cuando tropiezo, sino que el mayor enemigo de mi propio crecimiento espiritual es ¿quién? Yo. Ustedes han escuchado la frase que dice: «Tú eres tu peor enemigo», y nosotros deberíamos agregarle, «y qué oponente tan formidable». ¿Quién conoce tus debilidades mejor que tú mismo? ¿Quién sabe dónde atacarte interiormente mejor que tú mismo?
Entonces hablamos de la guerra que se lleva a cabo, como dice el apóstol Pablo, entre la carne y el espíritu, que no es entre el cuerpo y el alma. Eso está entre la disposición del corazón del viejo hombre, esos son tus deseos pre-regenerados. Cuando llegas a Cristo, no eres limpiado instantáneamente del pecado o sanado del deseo y la disposición a pecar. Ese viejo hombre está luchando a muerte ahora con el nuevo hombre que ha sido vivificado dentro de ti por el Espíritu Santo.
Un hombre lo expresó de esta manera: que una vida cristiana es como un pollo al que le cortan la cabeza. ¿Alguna vez has visto a un pollo con la cabeza cortada, o has oído de lo que pasa cuando al pollo le cortan la cabeza? Cortas la cabeza del pollo, ¿y qué hace? ¿Se cae? ¿Da un par de aleteos y se muere? No. Los músculos involuntarios, ese pollo empieza a correr por todo el corral sin cabeza, sangre por todas partes. Es un desastre, crea todo tipo de caos y todo tipo de destrucción.
Para todos los propósitos prácticos, ese pollo está muerto. Todo el mundo lo sabe, excepto el pollo, y eso es lo que sucede en tu regeneración. Una vez que eres cristiano, el viejo hombre, en un sentido muy real, ahora cae bajo la sentencia de muerte, ha sido condenado a muerte, pero su muerte no es instantánea. Muere a diario. Ah, pero el graznido que emite antes de sucumbir finalmente. Va a luchar y resistir contra ese principio recién nacido en ustedes todos sus días, y justo cuando piensan que han dominado el poder de la carne, es cuando se manifiesta en su fuerza más destructiva. Por eso debemos entender que en lo que estamos involucrados no es solo un asunto de disciplina. Es guerra.
Has visto la película, leído el libro, el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, y esa terrible lucha que se produjo entre esas dos personalidades. El Dr. Jekyll, el ciudadano benévolo y recto que trae sus dones de amor y curación a la comunidad, pero desde que bebe esa poción se convierte en este monstruo grotesco que tiene lujuria y sed de sangre humana y de matar, y parece reinar sin control en un loco frenesí de horror. No quiero hacer un paralelismo exacto porque ninguno de nosotros es el Dr. Jekylls en su mejor día. Estamos más del lado de Mr. Hyde. ¿Ok?
Hay un sentido en el que la capacidad de cualquier mal, casi cualquier mal imaginable, todavía existe en tu corazón. Los cristianos son capaces de asesinar. David lo hizo. Son capaces de cometer adulterio. Son capaces de cometer blasfemia. Son capaces de calumniar. Son capaces de robar. ¿De qué no son capaces? Muy pocas cosas. Esperamos que si una persona está verdaderamente en Cristo, no va a caer final y completamente, pero la terrible realidad del poder permanente del pecado en la vida del cristiano está en cada página de las Sagradas Escrituras para que nunca podamos decir que lo hemos logrado en este mundo.
Ahora, el peligro es que, en especial para aquellos de ustedes que están en posiciones de liderazgo cristiano en el ministerio de un tipo u otro o ancianos entre el pueblo de Dios, personas que han sido cristianas durante 20 o 30 años, el resto de la gente los mira a ustedes y dicen: «Aquí hay una persona de gran poder espiritual y vitalidad, «Y eso puede ser cierto en comparación con donde están; pero he dicho varias veces que la diferencia entre tú, en tu crecimiento espiritual, y Adolf Hitler es insignificante si comparas la diferencia entre tú y Jesús, y estás a un minuto de la traición de Pedro, de la traición de Judas. Recordamos la advertencia de Cristo a Simón Pedro: «Simón, Simón. Satanás quiere zarandearlos como a trigo».
Y esto me lleva al tercer enemigo: el Diablo. Lo digo a riesgo de ser ridiculizado en estos tiempos, cuando consideramos en este mundo de comprensión científica que ya no es sofisticado creer en el Diablo. De hecho, durante años y años y años la idea de Satanás fue descartada, no solo de la mentalidad pagana, sino también de la iglesia. Vino a través de un renacimiento en la cultura del mundo occidental en los años 70 con la reintroducción de la preocupación por el ocultismo, y me parece que si Satanás va a salirse con la suya, va a tratar de engañarlos de una forma u otra, ya sea convenciéndolos de que él no existe, que es su forma más efectiva, porque así quién estará en guardia y quién se preocupará por algo que no existe; o para que la gente se preocupe tanto por él que ya es la principal estrella de la atracción.
Solo quiero decir esto: se me acabó el tiempo. Solo quiero decir esto acerca de Satanás: en la mente de Cristo y en la enseñanza de Jesús, Satanás se nos comunica como una realidad potente, no como Dios. No es omnipotente. Es una criatura. No puede estar en más de un lugar al mismo tiempo, pero tiene legiones de ángeles caídos a sus órdenes para lanzar sobre ti lo que Lutero llamó «anfectum», el asalto desenfrenado, un intento de calumniarte, de corromperte, de tentarte, de llevarte a la ruina.
¿Por qué crees que tu Señor, cuando enseñó a Sus discípulos a orar, dijo: «Cuando ores, ora por estas cosas», y en esa lista estaba incluido: «No nos dejes caer en tentación», es decir, no nos permitas vagar en el lugar donde… donde somos tentados. Seamos como Job. Pongámonos detrás de la valla. Que Dios nos ponga un valla para que no quedemos expuestos y vulnerables a los ataques del enemigo. «No nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal». Esa es una mala traducción.
La mayoría de ustedes saben que, creo, que «liberarnos del mal» sugiere que deberíamos ser alejados del poder del mal sin nombre, sin rostro, amorfo que está como colgando en las nubes en alguna parte. Si ese fuera el caso, la palabra estaría en el género neutro, pero no lo está. Está en masculino, y la traducción literal de eso es «líbranos del maligno» – poneros – que es claramente en el Nuevo Testamento un título bíblico para el mismo Satanás.
Así que esa es nuestra lucha: el mundo que nos resiste desde la cuna hasta la tumba, la carne que odia la más mínima victoria del nuevo hombre del espíritu, y Satanás, un ser inteligente, personal, creado, caído, mucho más poderoso que tú, mucho más astuto que tú, que va por ahí disfrazado de luz, buscando seducirte a lo largo de tu vida. Todo lo que tienes para resistir a estos enemigos es Cristo y Su Espíritu Santo, y Su iglesia, y los medios de la gracia. Que son las cosas que vamos a explorar: qué pasos debemos dar para poder crecer en un mundo hostil.