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Transcripción
Vamos a continuar con nuestro estudio del tema de la seguridad de la salvación. Hemos pasado buen tiempo analizando los métodos de seguridad falsos y engañosos, y hemos visto que uno de los problemas más críticos que enfrentamos con respecto a la falsa seguridad es tener una falsa comprensión de la salvación y de sus requisitos. Ahora vamos a dirigir nuestra atención a ¿cómo podemos realmente obtener una base sana y verdadera de nuestra seguridad de salvación? Creo que el primer lugar al que tenemos que ir, de nuevo, es a la teología.
De nuevo, en nuestros días, la gente tiende a minimizar la importancia de la teología, pero cuando vemos, cuando analizamos el encargo de Pedro de que seamos diligentes en hacer nuestra elección y nuestro llamado seguros, para que podamos crecer y producir el fruto de nuestra santificación, vemos allí en su pensamiento la relación estrecha que existe entre la elección y la seguridad. Necesitamos entender la correcta doctrina bíblica de la elección, y necesitamos entender la correcta doctrina bíblica de la salvación, porque esos dos conceptos están inseparablemente relacionados. Podemos distinguir entre elección y salvación, pero nunca podemos separarlos.
Ahora, algunas personas piensan que después de ser salvos, eso se convierte en el fundamento de nuestra elección; como si en cierto sentido, la salvación precediera a la elección. Los que sostienen el punto de vista de la elección que llamamos la postura de la presciencia o del conocimiento previo de la elección, son los que creen que Dios elige para la salvación a quienes Él conoce desde la eternidad desde Su perspectiva del conocimiento previo. Él ve por el túnel del tiempo, y sabe de antemano quién responderá positivamente a la oferta del evangelio y quién no, y sobre la base de Su conocimiento previo de lo que la gente hace en respuesta al evangelio, Él hace Su decreto o decisión de elección. De modo que cuando Él ve a las personas ejerciendo fe y entrando en un estado de salvación sobre esa base, Él las elige.
Pero esa postura de la elección, no creo que sea una postura bíblica; no creo que explique la elección; creo que fundamentalmente niega la postura bíblica de la elección, y desafortunadamente, es una doctrina de elección que en última instancia hace que el factor decisivo esté arraigado y basado en algo que hacemos, en lugar de puramente en la gracia y misericordia de Dios. Creo que las personas que tienen ese punto de vista de la elección son del mismo grupo básicamente que luchan inevitablemente con su seguridad, porque su seguridad está ligada a su desempeño, por así decirlo. Pero, según entiendo las Escrituras, la elección es para salvación, de modo que si eres elegido, eres salvo y si eres salvo, esa es la señal más clara de que estás contado entre los elegidos. Digámoslo de otra manera.
Ninguno de los que son salvos son no elegidos, y ninguno de los que son elegidos deja de ser salvo. La salvación fluye de la elección, así que si quiero estar seguro de mi salvación, lo primero que necesito saber es, ¿soy parte de los elegidos? Así que veo allí en la enseñanza de Pedro por qué es tan importante que sea diligente en hacer firme mi llamamiento y mi elección. Porque si estoy seguro de que estoy entre los elegidos, entonces puedo estar seguro con respecto a mi salvación, no solo hoy sino también en el futuro, porque la elección no es simplemente para hacer posible la salvación, sino que el propósito de Dios en la elección es salvar a los elegidos y ese propósito no se frustra. Permítanme leer un pasaje que generalmente no se menciona a este respecto, pero que me consuela mucho. Se encuentra en el capítulo 17 del Evangelio de Juan, que está en medio de la oración intercesora de Jesús por Sus discípulos y por los que creen en ella después de ellos; y este es un pasaje de gran aliento para toda la iglesia de todos los tiempos.
Pero en el versículo 6, Jesús dice en su oración: «He manifestado Tu nombre a los hombres que del mundo me diste; eran Tuyos y me los diste, y han guardado Tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me has dado viene de Ti; porque Yo les he dado las palabras que me diste; y las recibieron, y entendieron que en verdad salí de Ti, y creyeron que Tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque son Tuyos; y todo lo Mío es Tuyo, y lo Tuyo, Mío; y he sido glorificado en ellos. Ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y Yo voy a Ti. Padre santo, guárdalos en Tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno. Cuando Yo estaba con ellos, los guardaba en Tu nombre, el nombre que me diste; y los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera».
Esta idea que Jesús expresa en esta oración es que el Padre da como regalo al Hijo a las personas, los redimidos, y todo lo que el Padre le da al Hijo, Jesús dice antes en el Evangelio de Juan, «vienen a Mí», y todos los que vienen a Él son guardados por Él. Así que, esto se refiere a los elegidos, que son los que el Padre da al Hijo, y los elegidos que el Padre da al Hijo son preservados por el Hijo. Entonces, la base de nuestra seguridad no debe basarse en una confianza en nuestra capacidad de perseverar. Hablamos de la perseverancia de los santos, y creo que los santos de hecho perseveran, pero la razón por la que perseveran es porque son preservados, por lo que es mejor hablar de la preservación de los santos que de la perseverancia de los santos. Escuchamos en este capítulo la súplica de Jesús al Padre para que aquellos que le han sido dados, sean guardados.
Ahora bien, cuando vemos más a fondo toda esta relación entre la elección y la salvación, debemos preocuparnos por lo que llamamos en teología el ordo salutis. Es solo una forma elegante de describir lo que decimos en español, el orden de la salvación. Cuando hablamos del orden de la salvación, estamos hablando de una secuencia de elementos o acciones o eventos que tienen lugar, que son los aspectos discretos de todo lo que está implicado en nuestra salvación; pero también, cuando hablamos del orden de la salvación, estamos hablando de lo que llamamos un orden lógico en lugar de un orden temporal. Esto es lo que quiero decir con esa distinción. Decimos y creemos que somos justificados por la fe sola; la pregunta es, ¿cuánto tiempo después de poseer la verdadera fe salvadora somos justificados? ¿Son cinco minutos, cinco meses, cinco años, cinco segundos? No, diríamos que la justificación y la fe son coincidentes con respecto al tiempo.
En el mismo momento en que tenemos verdadera fe, en ese mismo instante, Dios nos recibe como personas justificadas. Pero todavía decimos que la fe viene antes de la justificación, no la justificación antes de la fe; aunque ocurran al mismo tiempo, uno precede al otro lógicamente, por una prioridad lógica. Lo que queremos decir con prioridad lógica es esto: que dado que nuestra justificación depende y descansa en la fe, la fe es el prerrequisito, la condición necesaria que tiene que estar presente para que la justificación tenga lugar, por lo que la fe es lógicamente necesaria para la justificación. Precede a la justificación, no en el tiempo, sino en términos de necesidad lógica. Entonces, cuando hablamos del orden de la salvación, tengan en cuenta que lo que vemos aquí son distinciones con respecto a los prerrequisitos a la necesidad lógica. Con eso en mente, llevemos nuestra atención brevemente a la llamada cadena de oro en Romanos capítulo 8.
En Romanos capítulo 8, tenemos uno de los versículos más famosos y amados de todo el Nuevo Testamento. En el versículo 28, leemos: «Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito». Permítanme parar por un segundo y decir, noten que esta promesa de que todas las cosas cooperan juntas para bien para aquellos que aman a Dios, se describe aquí como los que son llamados de acuerdo con Su propósito. Así que ese es un tipo especial de llamado; la Biblia habla sobre el llamado del evangelio que se le da a todos, lo que llamamos el llamado exterior o el llamado externo, y no todos los que escuchan el evangelio con sus oídos, no todos los que escuchan el llamado externo son salvos, pero también hablamos del llamado interno, el llamado de Dios en la persona, en el corazón, que es una obra de Dios el Espíritu Santo, cuyo llamado es eficaz.
Ese es el llamado por el cual el Espíritu Santo abre los oídos del creyente, los ojos del creyente, el corazón del creyente, obrando dentro de nosotros para llevar a cabo el propósito de Dios, de modo que esta es solo otra frase u otro término descriptivo para los elegidos. Todos los elegidos reciben este llamado interno, todos los elegidos reciben el llamado intencional de Dios, y todos los que reciben este llamado interno de Dios se cuentan entre los elegidos, y creo que eso queda muy claro en los versículos que siguen a este. Veámoslo: «Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo». Ahora, Pablo está hablando aquí sobre los propósitos de Dios con respecto a la salvación, y empieza mencionando el conocimiento previo de Dios, y aquellos a los que de antemano conoció, predestinó ¿a qué? ¿Cuál era el objetivo de la predestinación?
Ser conformados a la imagen de Cristo, para que nuestra elección sea en Cristo. Ahora, aquí viene en el versículo 30 lo que se llama en teología la cadena de oro, veamos el versículo 30: «A los que predestinó, a esos también llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó». Esta es una versión abreviada de lo que llamamos el orden de la salvación; hay otros aspectos del orden de la salvación fuera de lo que se menciona aquí, esta resalta los aspectos más destacados; vean que la santificación no está en esta lista, pero lo que está en esta lista incluye los siguientes elementos: En primer lugar, el conocimiento previo; en segundo lugar, la predestinación; tercero, ¿cuál? El llamado; cuarto, la justificación; quinto, la glorificación. Hay un orden aquí que es un orden lógico que se sigue, y es muy importante para nuestra comprensión de la seguridad de salvación comprender lo que está sucediendo aquí en este orden de la salvación. Empieza con el conocimiento previo.
La razón por la cual esa postura de la presciencia de la elección que mencioné antes es tan popular, es porque la gente llega a este texto y dice: «¡Wow! El primer paso es el conocimiento previo. ¡Ajá! Por lo tanto, eso significa que la elección o predestinación se basa en algo que Dios sabe sobre las personas de antemano». El texto no dice eso. De hecho, como Pablo lo elabora en Romanos 9, creo que excluye esa posibilidad, pero debido a que el conocimiento previo se menciona primero, la gente asume que es sobre la base del conocimiento previo que la predestinación ocurre. Pero desde una comprensión reformada de la elección, entendamos esto: que las personas que son elegidas en los decretos de Dios y según los propósitos de Dios no son cifras sin nombre; desde toda la eternidad Dios elige a Abraham; desde toda la eternidad Dios elige a Jacob. Pero para que Él elija a alguien, tiene que tener alguna idea de a quién está eligiendo. Así que, obviamente, el conocimiento previo debe preceder a la predestinación, porque Dios está predestinando a alguno, alguien, personas y por lo tanto Él tiene que conocer a estas personas antes de predestinarlas.
Así que lo primero, obviamente, lo primero es el conocimiento previo; lo segundo es la predestinación. Pero noten la estructura elíptica de este pasaje. Es decir, hay temas que no se mencionan, que están claramente implícitos, y lo que sucede aquí es que a los que Él de antemano conoció también los predestinó, a los que Él predestinó también llamó, a los que llamó también justificó, a los que justificó también glorificó. Lo que se entiende claramente aquí es que todos los que están en la categoría de los conocidos de antemano están predestinados. Es decir, el conocimiento previo de Dios, en general, incluye a todas las personas, no solo a los elegidos, pero aquí Él está hablando de ese conocimiento previo que Él tiene de Sus elegidos. Porque todos los que Él conoce de antemano, en el sentido de que Él los conoce de antemano aquí, están predestinados, y todos los que están predestinados, ¿qué? Son llamados.
Ahora el punto crítico es este, no se pierdan esto: todos los que son llamados son justificados. Entonces, si todos los que son llamados son justificados, esto no puede referirse al llamado externo; tiene que referirse al llamado interno porque todos los que reciben este llamado en particular reciben justificación, así como todos los que son justificados son glorificados. Entonces, si quiero saber si soy glorificado, si voy a ser glorificado, si voy a ser salvo, en última instancia, si puedo determinar si soy justificado, sé que voy a ser glorificado; si soy justificado ahora, no tengo de qué preocuparme, Aquel que empezó la buena obra en mí la terminará hasta el final. Veremos más de eso en la próxima sesión, pero ahora queremos hacer la pregunta: ¿dónde encaja el llamado en mi seguridad? Si este llamamiento hace referencia a la operación del Espíritu Santo en el alma, que nos prepara para la fe y la justificación; entonces, si yo sé que he sido llamado, entonces sé que soy elegido. ¿Cómo sé si soy llamado? Vayamos rápidamente a Efesios capítulo 2.
El capítulo 2 de Efesios empieza en el versículo 1 con estas palabras: «Y Él les dio vida a ustedes, que estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Entre ellos también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados), y con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de Su gracia por Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto» –el antecedente de «esto» es «fe»– «no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas».
En este breve resumen, en lo que Pablo se enfoca es en la obra del Espíritu Santo que describe en términos de vivificación, que significa ser hecho vivo, lo cual entendemos en las categorías teológicas para referirse a nuestro nuevo nacimiento, a nuestra regeneración, aquello que Jesús dijo a Nicodemo que era un prerrequisito para que alguien vea el reino, y aún más, entre en el reino de Dios. Eso está vinculado a este llamado interno, por lo que mi pregunta básica al buscar seguridad es esta: ¿Soy una persona regenerada? Si soy una persona regenerada, entonces sé que estoy contado entre los elegidos, porque sin elección, esta obra del Espíritu Santo nunca tendrá lugar en tu alma. Así que todos los que son elegidos, en algún momento de esta vida serán regenerados por el Espíritu Santo, y todos los que son regenerados son contados entre los elegidos. Así que si puedes estar seguro de tu regeneración, puedes estar seguro de tu elección; si estás seguro de tu elección, estás seguro de tu salvación.
De nuevo, lo que es crítico es que entendamos qué es la regeneración. Hay una confusión masiva en el mundo cristiano sobre la naturaleza de la regeneración, y las personas que se llaman a sí mismas evangélicas en Norteamérica van creyendo asuntos muy, muy diferentes sobre lo que le sucede a una persona en el caso de que el Espíritu Santo la vivifica o la regenera de la muerte espiritual a la vida espiritual; y por eso, una vez más, digo, que tener una sana doctrina de regeneración es fundamental para tener la plena seguridad de nuestro estado de gracia y nuestra relación con Dios. Así que en nuestra próxima y última sesión, quiero ver la obra de Dios el Espíritu Santo en nuestras vidas como el fundamento más importante para que logremos alcanzar la genuina seguridad de salvación.