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Transcripción
Hoy continuamos con nuestro estudio de la obra de Cristo, hemos visto varios episodios o momentos en Su vida terrenal que son de importancia crítica para entender la obra que Él fue enviado a realizar. Hoy, vamos a ver un pasaje que usualmente recibe muy poca atención, pero creo que es importante para la comprensión de Su obra y ese pasaje es el registro de Su visita al templo en Jerusalén cuando solo tenía doce años. Este es uno de los pasajes raros que tenemos en el Nuevo Testamento que nos enseña algo sobre los llamados «años perdidos de Jesús», entre Su nacimiento y el inicio de Su ministerio público que empezó alrededor de los 30 años.
Y entonces nos preguntamos ¿qué estuvo haciendo todos esos años? ¿Cómo era su vida mientras crecía en Nazaret? ¿Quizá trabajaba en el taller de carpintería de su padre José? Lo único que sabemos entre Su dedicación en el templo y Su ministerio terrenal es esa visita al templo, excepto por el breve interludio de la huida de la familia a Egipto, ya que José había sido advertido en un sueño de no regresar a casa, sino más bien buscar protección de Herodes huyendo a Egipto. Y no fue hasta que Herodes murió que el ángel le dijo que era seguro regresar a Nazaret.
Ahora, esos años perdidos son el tema de evangelios apócrifos, algo fantasiosos y creativamente imaginativos que fueron escritos en los siglos II y III por los herejes gnósticos. En un intento por demostrar que tenían la misma autoridad que los apóstoles, usaban los nombres de los apóstoles, con el fin de falsificar sus documentos como “el evangelio de Pedro” y “el evangelio de Tomás” y otros. Por supuesto, estos libros fueron sin duda repudiados y rechazados por la iglesia primitiva por no tener origen apostólico ni tener autoridad canónica. Ha habido una ola de interés en ellos, ahora, desde la obra más vendida de Dan Brown sobre el Código Da Vinci, donde gran parte de la especulación allí se extrajo de estos libros apócrifos.
Cuentan historias fantasiosas de Jesús cuando era niño, por ejemplo, haciendo uso trivial de Sus poderes sobrenaturales. Como cuando estaba jugando a solas y estando solo, hizo la figura de un pájaro con la tierra y luego hizo Su magia y el pájaro cobró vida y pudo jugar con el pájaro. O si tenía compañeros de juego que lo molestaban, Él traía juicios del cielo contra ellos. Todas estas cosas son simplemente tan apócrifas y frívolas que ciertamente no son dignas de ser registros históricos de la vida de Jesús. En resumen, lo que se nos dice, es que Jesús cuando era niño creció en conocimiento, en sabiduría, en estatura. Y vemos un breve vistazo de ese crecimiento en el registro del Evangelio de Lucas sobre la visita de Jesús al templo, lo cual leeré ahora.
En el capítulo 2 del Evangelio de Lucas, empezando en el versículo 41, leemos este relato. «Los padres de Jesús acostumbraban ir a Jerusalén todos los años a la fiesta de la Pascua. Y cuando Él cumplió doce años, subieron allá conforme a la costumbre de la fiesta. Al regresar ellos, después de haber pasado todos los días de la fiesta, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran Sus padres, y suponiendo que iba en la caravana, anduvieron camino de un día, y comenzaron a buscar a Jesús entre los familiares y conocidos. Cuando no lo encontraron, volvieron y lo buscaron en Jerusalén.
Después de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían estaban asombrados de Su entendimiento y de Sus respuestas. Cuando Sus padres lo vieron, se quedaron maravillados; y Su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has tratado de esta manera? Mira, Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”. Entonces Él les dijo: “¿Por qué me buscaban? ¿Acaso no sabían que me era necesario estar en la casa de Mi Padre?”. Pero ellos no entendieron las palabras que Él les había dicho».
Uno de los aspectos más fascinantes de este texto es que este episodio acentúa y enfatiza la respuesta de los teólogos de la época de Jesús a este niño de doce años que aparece en el templo como un increíble niño prodigio, habiendo dominado tanto conocimiento de las Escrituras y de la teología que los estaba confundiendo, tanto por las respuestas a las preguntas que escuchó como por las preguntas que les estaba planteando a ellos. Lo primero que quiero ver aquí con respecto a este asunto tiene que ver con el conocimiento de Jesús, que era tan radicalmente diferente de todos los demás en el país. ¿Por qué?
Cuando vemos nuestra doctrina del pecado, cuando vemos la enseñanza bíblica de la caída de la raza humana, nos damos cuenta de que en esa caída los efectos del pecado impregnan a todo el ser humano. No solo expone el cuerpo a dolencias físicas, a enfermedades, a la muerte y a otros padecimientos, por lo que el cuerpo se debilita con severidad por la condición caída, sino que la caída también tuvo un impacto importante en las mentes de los seres humanos. Y ese impacto lo llamamos en teología los efectos noéticos del pecado, los efectos noéticos del pecado. Es un concepto que en general no se articula todos los días en la vida de la iglesia. Pero el concepto proviene de la palabra griega, nous, que es la palabra en griego para «mente».
Entonces «noético» significa «de o perteneciente al nous» o «de o perteneciente a la mente humana». Ahora, Pablo nos enseña en el primer capítulo de Romanos, que la consecuencia del pecado al rechazar la revelación de Dios, que Él le da a todos a través de la naturaleza, es que nuestras mentes están oscurecidas. El pecado nubla la mente. Afecta nuestra capacidad de pensar con claridad. Nos ha quedado todavía, después de la caída, la capacidad para razonar. Todavía podemos, incluso en nuestra pecaminosidad, sumar dos y dos y llegar a la conclusión de que eso es cuatro. O todavía podemos lidiar con silogismos y otros problemas filosóficos.
Sin embargo, al mismo tiempo, cada uno de nosotros puede cometer errores en nuestros pensamientos y a veces errores muy graves y costosos. Se ha convertido en un adagio, en nuestra cultura, decir que errar es humano, que eso es un recordatorio constante de nuestra humanidad caída. Por qué es, me pregunto con frecuencia, que las personas que están expuestas a mucha información similar, llegan a conclusiones tan radicales ¿Has notado que, a veces, incluso cuando nos encontramos con otros cristianos, nos damos cuenta de que estamos en gran desacuerdo unos con otros? ¿Por qué? ¿Es acaso la Biblia tan confusa y tan carente de claridad que la gente llega a conclusiones tan diferentes en cuanto a lo que enseña?
Y esas conclusiones se pueden sostener con feroz tenacidad y crear todo tipo de divisiones y trastornos dentro de la vida de la iglesia, dentro de las vidas de los miembros de la familia y destruir las relaciones humanas. Todos tenemos el mismo material. Bueno, podemos decir que algunas personas estudian con más diligencia que otras, por lo que es más probable que tengan una mejor comprensión del material que están estudiando. Pero todos fallamos en amar al Señor nuestro Dios con todas nuestras mentes y así todos caemos en períodos de pereza y fracaso en lugar de dedicar nuestro intelecto a la comprensión de las Escrituras. No solo eso, en nuestra condición pecaminosa llegamos al texto con ciertos prejuicios y la persona prejuiciada a menudo puede perder el bosque por ver los árboles, porque su mente está en cautividad por ese prejuicio.
Si fuiste criado en una tradición en particular y fuiste a una iglesia en particular y te enseñaron la doctrina de esa iglesia en particular, es posible que hayas recibido una enseñanza doctrinal que era incorrecta, pero la recibiste de personas en las que confiabas, tal vez de tus padres, tal vez de tu pastor y esa es la forma en la que nos enseñaron a pensar; y luego hablamos de los vínculos establecidos donde tenemos cierto compromiso previo con la denominación en la que fuimos criados o con las opiniones de mis padres o mis profesores. Y es muy difícil cortar vínculos establecidos y estar abierto a la corrección a la luz de una mejor comprensión de lo que enseña la Escritura.
No solo eso, el acto mismo de pensar ha sido debilitado por el pecado. Yo solía… solía enseñar un curso de lógica y asignaba tareas a mis estudiantes después de mostrarles los diversos tipos de falacias lógicas que estábamos tratando de evitar. Yo les decía: «Ok ahora, quiero que vengan mañana con un ejemplo de la comisión de cada una de estas falacias que acabamos de estudiar». Tal vez vimos veinte de ellas, falacias informales. Y decía: «Quiero que vengan con ejemplos de estas, del periódico de mañana». Y no era difícil encontrar un ejemplo de cada una de esas falacias presentes en la última entrega de las noticias. De hecho, en nuestro libro de trabajo, cuando veíamos ejemplos de estas falacias, no las extraíamos del periodismo popular, sino que las extraíamos de las mentes más grandes de la historia del mundo.
Veíamos un error lógico aparente en una declaración de Platón o de Descartes o de Immanuel Kant o de David Hume o John Stewart Mill porque todas las personas, incluso aquellas que son en extremo brillantes, todas pueden cometer errores lógicos. ¿Se imaginan a un ser humano funcionando mentalmente sin ninguno de los efectos noéticos del pecado? Hasta este punto, el mundo nunca había visto a un ser humano sin pecado. Así que Jesús, en Su ausencia de pecado, en el sentido de que no participó en el pecado original, no fue debilitado por estos mismos problemas de los que acabo de hablar, por lo que Su pensamiento fue absolutamente claro. Su razonamiento no tenía igual. Y cuando era un niño de doce años, Él podía pensar con más profundidad, con más consistencia, con más agudeza que los teólogos más eruditos de su época. Él no fue para presumir. Él fue para aprender porque eso es lo que había estado haciendo durante los primeros doce años de Su vida.
Ahora, entiendes el segundo asunto que esto plantea, y es la relación entre la naturaleza divina y la naturaleza humana. Algunas personas dicen: «Bueno, por supuesto que Jesús sabía las respuestas a todas estas preguntas. ¿No era Dios? Y, ¿Dios no es omnisciente?». Sí, Él era Dios encarnado y sí, Dios es omnisciente, pero en Su naturaleza humana, a Jesús no se le dio un cerebro divino. Él no estaba dotado en Su naturaleza humana con el atributo divino de la omnisciencia. La naturaleza divina podía comunicar información al Jesús humano y vemos de vez en cuando a Jesús asombrando a las personas con el conocimiento sobrenatural que estaba a Su disposición.
Pero la naturaleza divina no comunicó el atributo divino de la omnisciencia a la naturaleza humana como algunos han tratado de argumentar a lo largo de la historia de la iglesia. Eso habría sido una violación a Su verdadera humanidad. Así que, en todo caso, vemos a Jesús viniendo al templo. Era costumbre que un año antes de que un niño hiciera su bar mitzvá que su familia lo llevara al templo para que se acostumbrara a los procedimientos que se seguirían allí en Jerusalén al año siguiente. Y la gente venía de grandes distancias, subiendo a Jerusalén para la Pascua. Y la familia de Jesús venía de Nazaret y vendrían no solo con la familia inmediata, sino también con primos y tías y tíos y otros conocidos de Nazaret que se juntaban en caravana, y este era un lugar común en el que las personas de varios pueblos y ciudades se reunían para hacer el viaje.
Entonces hacen el viaje. Hacen su visita y salen y se van un día entero y María le dice a José: «¿Dónde está Jesús?». Y José le dice a María: «No sé. Pensé que tú lo estabas cuidando, debe estar con otro de los miembros de la familia en la caravana» y por eso hicieron esa búsqueda entre sus amigos y parientes y, para su sorpresa, Jesús no se encontraba entre ellos. Y ya estaba desaparecido por más de un día y tienen que hacer el viaje de un día más para regresar a Jerusalén, e ir por el mismo camino para ver si podían encontrarlo. A estas alturas ya puedes imaginar la ansiedad que sentían María y José preguntándose acerca de su inusual hijo y sobre dónde estaba.
El registro nos dice que después de tres días, lo encontraron en el templo en medio de los maestros. Y leemos: «Todos los que le oían estaban asombrados de Su entendimiento y de Sus respuestas». Así que cuando lo vieron, se sorprendieron y Su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». Aquí hay un punto que uno podría usar para argumentar en contra de la ausencia de pecado de Jesús. Después de todo, Él de verdad está preocupando a María y ella está preguntando: «¿Por qué nos has hecho esto?». Ella ve esto como una ofensa hacia ella, hacia su esposo y hacia toda la familia. Jesús dice: «¿Por qué me buscaban?», ellos dijeron: «¿Por qué hiciste esto?».
Y Jesús dijo: «¿Qué pasa con ustedes? ¿Por qué me están buscando? Deberían saber dónde estaba. Deberían saber lo que estaba haciendo. ¿No saben que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». Pero no entendieron la declaración que Él les dijo. Entonces hay un problema de conocimiento aquí. María y José no sabían dónde Él estaba o por qué estaba haciendo lo que estaba haciendo. Él sabía lo que estaba haciendo y tenía una comprensión clara de por qué lo estaba haciendo. Por eso, en cierto sentido aquí, Jesús, con suavidad, con cortesía, con amabilidad, está reprendiendo a Su madre por no saber ¿qué?, a la luz de toda la revelación que se le ha dado y en particular en el momento de su anunciación, que ella debería haberlo sabido.
Ella había estado meditando y reflexionando sobre esto todos estos años, preguntándose realmente: ¿cuál es el destino de mi hijo, cuál es el significado del nacimiento virginal que tuve y el mensaje que me fue dado por el ángel Gabriel y luego por la profetisa Ana y también de… ah… Simeón en el templo. ¿Quién es este niño? ¿Qué va a ser de Él? ¿Qué hace? Y Él dice: «¿No sabes que se supone que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?». Pueden imaginar a María diciendo: «Sí y el negocio de tu padre es la carpintería allá en… allá en Nazaret y ahí es donde deberías haber estado, ayudando a tu papá».
Pero Jesús está hablando de Su Padre Celestial y esto también nos da una idea de Su obra. Aquí, con tan solo doce años, en Su creciente percepción, en Su creciente autoconciencia sobre cuál es Su tarea en esta tierra, al menos Él sabe esto, que tiene un trabajo por realizar para Su Padre, y ese trabajo tiene que ver de alguna manera con el templo y con todo lo que se está discutiendo allí en el templo. Ahora, como el Hijo de Dios encarnado, también entendemos que hay una especie de subordinación entre el Hijo y el Padre en la Trinidad. Hablamos de las distinciones en la economía de la Trinidad, es decir, las distinciones que tienen que ver con la obra de Dios.
Es el Padre quien envía al Hijo. Es el Hijo, como mencioné antes, quien viene y realiza la obra de redención. Es el Espíritu quien luego es enviado para aplicar la obra de redención a las personas. De modo que aquí, incluso el Hijo terrenal, junto con la segunda Persona divina de la Trinidad, es consciente de esta responsabilidad subordinada. Y Jesús tiene esta obsesión. Él tiene esta compulsión de hacer lo que el Padre le ha enviado a hacer. Más tarde, se diría de Él que Su carne y Su bebida era hacer la voluntad del Padre. Y creo que… que no pasó mucho tiempo para que María y José, a pesar de que no lo entendieron del todo, de cierto entendieran que Jesús tenía una misión ante Dios sobre la que ellos habían sido informados.
Una vez más, no conocían los detalles, pero creo que hablaron mucho en el camino de regreso a Nazaret sobre este episodio. Pero me alegro de que haya sido incorporado por Lucas, y Lucas es el único que nos cuenta esto. Cuando Lucas escribe su evangelio, al principio del evangelio nos dice que se había comprometido a dar un relato de los hechos, y todo parece indicar que entrevistó a María porque tenemos más información sobre Su nacimiento, Su infancia y Su vida temprana de parte de Lucas que de cualquier otra persona. Y entonces, estoy seguro de que, por el apoyo y el poder del Espíritu Santo junto al testimonio de María, estamos recibiendo este relato que nos prepara para entender la creciente autoconciencia y fijación de Jesús, en la misión que le había sido dada por Su Padre.