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Transcripción
Hace poco tuve la oportunidad de enseñar un curso a hombres que estaban estudiando para su grado de doctorado en ministerio, en el seminario, y en el primer día de ese curso, les hice un examen sorpresa, que por supuesto es la pesadilla de todos los estudiantes en todas las aulas. En el inicio de la clase, les pedí que sacaran una hoja de papel y que hicieran una lista del uno al diez, y procedí a hacerles una pregunta. Les dije: «Por favor, escriban en la hoja los Diez Mandamientos en orden».
Una vez transcurrido el tiempo suficiente, les hice revisar sus papeles, afortunadamente, no los recogí y le pedí que tan solo se calificaran a sí mismos y descubrimos que el veinte por ciento de estos pastores que estaban haciendo su doctorado en ministerio fueron capaces de poner todos los Diez Mandamientos en orden. El ochenta por ciento no fueron capaces de hacerlo y alrededor del cincuenta por ciento de ellos fueron capaces de nombrar los diez pero no fueron capaces de hacerlo en orden. Tal vez quieras hacer esa misma prueba ahora mismo, a menos que estés conduciendo por alguna autopista. Al menos en tu propia mente trata de recordar los Diez Mandamientos y de ponerlos en orden, o al menos de ser capaz de mencionarlos todos.
He hecho esto con frecuencia, en conferencias con grupos grandes, y he descubierto que menos del diez por ciento de las personas a las que he preguntado esto, en grupos grandes, son capaces de nombrar los diez, no de ponerlos en orden, sino solo nombrar todos los Diez Mandamientos. Eso significa que, en mi pequeño universo, el noventa por ciento de las personas a las que he hecho esta pregunta no son capaces de nombrar los Diez Mandamientos en su totalidad y me ha parecido algo sorprendente, de hecho, asombroso y he formulado esta pregunta: ¿Qué significa eso? Algunos dirán: «Bueno, simplemente significa que no somos muy buenos memorizando o que nos hemos alejado del aprendizaje por medio de la memoria mecánica y tenemos una idea básica de lo que ordena la ley, pero el hecho de que no podamos nombrar los diez no debería preocuparnos mucho».
Pero cuando comprendemos la importancia central de los Diez Mandamientos para el Antiguo Testamento y de los Diez Mandamientos para la vida cristiana del Nuevo Testamento, resulta sorprendente que incluso los líderes del mundo cristiano no puedan nombrar estos mandamientos elementales básicos y fundamentales de Dios. Creo que lo que refleja, al menos en parte, es algo del clima en el que funciona la iglesia a finales del siglo XX. Historiadores y analistas han sugerido que estamos viviendo quizá la época más antinomiana en la historia de la Iglesia. Es una palabra elegante: antinomiano. Creo que todos sabemos lo que significa «anti»: en contra y «nomiano» viene de la palabra griega «nomos», que significa «ley» y así el antinomianismo es aquella teoría dentro de la teología que afirma que la ley de Dios, al menos la ley del Antiguo Testamento, no es de ninguna manera vinculante o relevante para la vida cristiana.
Leemos con frecuencia en el Nuevo Testamento pasajes como el que escribe el apóstol Pablo, que ya no estamos bajo la ley sino que estamos bajo la gracia. Eso se toma con frecuencia para decir que ya no somos responsables de ninguna manera de conformarnos a la ley del Antiguo Testamento porque la ley del Antiguo Testamento solo era relevante para la gente de Israel en el sistema teocrático de aquel tiempo y todo eso se acabó con la llegada de Cristo y el inicio del nuevo pacto y el establecimiento de la iglesia cristiana. Juan nos dice que la ley vino por medio de Moisés. La gracia y la verdad vinieron a través de Jesucristo y en ese contraste vemos que ya no estamos bajo la ley, afirmando así que la ley no tiene ninguna importancia vinculante o influencia sobre nosotros.
Recuerdo que el año pasado, participé en algunos debates teológicos con una rama del cristianismo y mencioné que esta escuela de pensamiento en particular tenía la característica de ser antinomiana en su teología. Uno de los principales estudiosos de esa rama me escribió una carta larga en la que se quejaba por mi acusación de antinomianismo contra su grupo y me dijo: «No somos antinomianos porque creemos que cada cristiano es responsable de obedecer los mandamientos de Cristo que se encuentran en el Nuevo Testamento. Simplemente creemos que la ley del Antiguo Testamento no tiene ninguna relación o relevancia para el cristiano del Nuevo Testamento». Yo le respondí diciendo que históricamente, el término antinomiano, tal como se ha utilizado a lo largo de la historia de la iglesia, se refiere precisamente a la declaración que él acababa de hacer y que acaba de dar la definición clásica del antinomianismo al decir que la ley del Antiguo Testamento no tiene ninguna relevancia para el cristiano del Nuevo Testamento.
Así que no solo estamos hablando de pura anarquía aquí. De nuevo, hay mucha gente que cree que el Nuevo Testamento tiene su conjunto de mandamientos y que obviamente como cristianos estamos obligados a obedecer el gobierno de Jesucristo y la ley que él da a Su pueblo. Pero de nuevo la pregunta es, ¿y qué con respecto a la ley del Antiguo Testamento? Este no es un problema fácil de tratar por varias razones, la primera de las cuales es que vemos en la Escritura misma que ciertos elementos de la ley del Antiguo Testamento han sido abrogados claramente en cierto sentido. Por ejemplo, la ley ceremonial del Antiguo Testamento, la ley ceremonial se refiere a los ritos y rituales que se realizaban en la experiencia de Israel al adorar. Por ejemplo, la ofrenda de sacrificios. La ofrenda de sacrificios no era simplemente una sugerencia que Dios le dio a Israel. Fue por Su mandato que tenían que celebrar el día de la expiación y tenían que hacer los holocaustos, etc., y todas esas ceremonias, el Nuevo Testamento nos dice que eran sombras o tipos del sacrificio final que iba a ser ofrecido de una vez por todas en la muerte de Jesús.
De hecho, podemos ver en el Nuevo Testamento de aquel grupo que estaba tratando de influir a la iglesia del Nuevo Testamento para que continuaran con estas ceremonias, y ese grupo se llamaba los judaizantes, que insistían en que los rituales del Antiguo Testamento se continuaran a perpetuidad en la iglesia del Nuevo Testamento. Por supuesto, esa opinión fue muy discutida y fuertemente resistida por el apóstol Pablo, en su carta a los Gálatas, así como por el autor de Hebreos. El pensamiento era este: que después de que Cristo ha ofrecido el sacrificio perfecto de una vez por todas, si volviéramos a los tipos y a las sombras, estaríamos, en efecto, negando la plenitud de la luz que ha llegado y el cumplimiento total de toda esta ceremonia en el sacrificio perfecto de Cristo que fue hecho una vez y para siempre. Históricamente, la iglesia cristiana, en términos de su ortodoxia, ha dejado claro que no debemos continuar con estas prácticas ceremoniales de rito y adoración del Antiguo Testamento.
Además, encontramos un segmento de la ley en el Antiguo Testamento llamado las leyes dietéticas, las cuales recordamos que Dios dio a Israel y prescribió qué alimentos se les permitía comer y qué alimentos se consideraban impuros. No se les permitía comer cerdo, por ejemplo y sabemos que en el Nuevo Testamento, cuando la iglesia del Nuevo Testamento se expandió para incluir a los gentiles que seguían una regla dietética diferente, el asunto se convirtió en un tema candente en Jerusalén. El primer concilio ecuménico de la iglesia fue el Concilio de Jerusalén que se registra en Hechos 15, donde se planteó este asunto de la dieta y Pedro había tenido la visión en la que Cristo le había dicho que no declarara impuro nada de lo que ahora había sido hecho limpio y la lista de alimentos prohibidos se redujo en gran medida por el Concilio de Jerusalén. No se permite comer sangre y otras cosas, pero en su mayor parte, las restricciones de la dieta que se establecieron en el Antiguo Testamento fueron ahora levantadas en la economía de la situación del Nuevo Testamento.
Así que vemos dos formas en las que parece claro que las leyes del Antiguo Testamento ya no son vistas como absolutamente vinculantes u obligatorias en la vida de los cristianos. Históricamente, la iglesia hizo una distinción entre estos diferentes tipos de ley, las leyes dietéticas, las leyes ceremoniales y luego el tercer grupo, que fue llamado la ley moral del Antiguo Testamento. Ahora, antes de seguir adelante con esto, permíteme hacer una pequeña advertencia. Ten en cuenta que por muy útil que sea esta distinción, donde se trata de identificar nítidamente «aquí está la ley moral» y luego «aquí está la dietética, la ley ceremonial o la ley civil en Israel», que eso es un asunto totalmente distinto. Nosotros nos fijamos en estas distinciones. Pero recuerda que para el judío, en el período del Antiguo Testamento, estas distinciones básicamente no habrían tenido ningún sentido porque toda la ley era moral para el judío del Antiguo Testamento, es decir, era un asunto moral para Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego si obedecían o no las leyes dietéticas de Dios mientras estaban en el exilio.
Para Israel era un asunto moral si el pueblo de Israel obedecía la ley ceremonial. Las consideraban mandatos morales, por supuesto. Así que eso es un hecho, pero aun así entendemos por qué se ha hecho esta distinción, que la idea es que todavía hay un estrato significativo de la ley en el Antiguo Testamento que parece continuar en la vida de la iglesia del Nuevo Testamento. Uno de los textos importantes que encontramos en el Nuevo Testamento se encuentra en el Sermón del monte donde Jesús hace esta observación: «No piensen», dijo, «que he venido a poner fin a la ley, sino a cumplirla». En el mismo sentido, el apóstol Pablo, cuando habla en términos gloriosos de cómo hemos sido redimidos de la maldición de la ley y que ya no estamos bajo la ley, tiene cuidado de advertirnos que no saltemos a la misma conclusión que hacen los antinomianos, es decir, que hemos quitado la ley y eliminado completamente la ley de cualquier consideración para la vida del cristiano.
Dice que la ley no es algo malo, que la ley es santa y que la ley debe ser establecida; y todo el tenor de la escritura apostólica del Nuevo Testamento. En Santiago, por ejemplo, cuando habla de la ley real de la obediencia en las enseñanzas del propio Jesús, donde se reiteran muchas de las leyes del Antiguo Testamento en beneficio de la iglesia cristiana, vemos que el contenido sustancial de la ley moral del Antiguo Testamento sigue teniendo un lugar de vital importancia en la comunidad del Nuevo Testamento. Pero, de nuevo, la pregunta es ¿cuál es ese lugar? Este fue todo un tema durante el período de la Reforma y una de las contribuciones más significativas e importantes que hizo Juan Calvino a la Reforma en su «Institución de la Religión Cristiana» fue su exposición de lo que él llamó «el triple uso de la ley», el triple uso de la ley. En otras palabras, lo que Calvino estaba diciendo es que hay tres maneras distintas en que la ley del Antiguo Testamento es muy útil para el cristiano del Nuevo Testamento, tres maneras distintas y él difería en algunos puntos específicos de Lutero en esto, pero Lutero también creía que la ley tenía un papel importante en la vida del cristiano.
Lo que quiero hacer con el resto del tiempo que tengo hoy y luego en nuestra próxima sesión es dar una exposición de estos tres usos de la ley. Lo primero que haré será simplemente exponerlos y luego ampliarlos individualmente. Los tres usos de la ley que Calvino esbozó fueron, en primer lugar, el uso o función de la ley como espejo. El segundo es la función de la ley como restricción y el tercer uso, que en teología se llama simplemente el «tertius usus», que en latín significa «tercer uso», el tertius usus de la ley, que Calvino consideraba el más importante, era lo que consideramos el uso revelador o la función reveladora de la ley, la función reveladora de la ley.
Veámoslos ahora en orden, empezando con el primer uso de la ley como espejo. Lo que Calvino tenía en mente aquí era esto: que tenemos que entender que la ley de Dios no es algo que existe abstractamente, colgando suspendida en algún lugar del universo distante al este del sol y al oeste de la luna. No se trata de que Dios tuvo que ir a una montaña celestial y escalar la montaña y recibir de algún dios mayor tablas de piedra por las que Dios mismo fuera llamado a ser obediente, sino que la fuente de la ley moral del Antiguo Testamento se encuentra en Dios mismo. Eso plantea una pregunta que fue un asunto fuerte en la Edad Media y es la pregunta: «¿Está Dios mismo fuera de la ley o Dios está obligado por alguna ley mayor?». Esa controversia fue llamada la «controversia ex lex».
Dije «ex lex», no «exlax», ¿de acuerdo? «Ex lex» significa «fuera de o aparte de la ley», lex. Lex significa ley. La idea era esta: ¿Existe alguna ley por encima de Dios a la que Dios deba obediencia y lealtad, es decir, funciona Dios sublego, está Dios bajo la ley misma? Bueno, los teólogos de la Edad Media dijeron: «¡Mil veces, no! Tenemos que tachar sublego porque si dijéramos que Dios está bajo alguna ley que está fuera de sí mismo, habría algo superior a Dios y ese algo superior a Dios tendría que ser Dios y Dios ya no sería Dios». De modo que no hay ninguna ley fuera de Dios que le imponga obligación. Bueno, si ese es el caso, ¿no se deduce entonces que Dios no tiene ley? Puede hacer lo que quiera. Si no es sublego, entonces debe ser ex lex, debe estar fuera de toda ley y puede actuar de manera arbitraria, caprichosa o antojadiza sin ningún sentido del orden. Bueno, lo que hicieron los teólogos de la Edad Media fue decir: «Descarta eso también porque ambos están equivocados, Dios no está ni bajo la ley ni fuera de la ley, sino que hay una tercera alternativa, es decir, que Dios es una ley para sí mismo». ¿En qué se diferencia eso de ser ex lex? Lo que significa simplemente es que el comportamiento de Dios nunca está fuera de la ley. Las acciones de Dios siempre están en conformidad con la ley de la propia naturaleza de Dios, su propio carácter, que es inherentemente justo, que es eternamente santo. Todas sus acciones surgen de acuerdo a quien Él es. Veremos esto más a fondo en nuestra próxima sesión.
CORAM DEO
Al examinar este asunto de la ley, es importante que recordemos que el problema fundamental de toda la creación es el problema del mal. El problema fundamental en nuestras vidas es el problema del pecado y tanto el pecado como el mal se definen a la luz de la ley. La caída de Adán y Eva fue una transgresión contra la ley de Dios. La maldad absoluta en las Escrituras se asocia con la anarquía. La manifestación suprema del mal encarnado es el hombre de pecado. Así que cuando tratamos este asunto de la ley, en particular con respecto a la ley de Dios, no estamos tratando un asunto periférico, un asunto tangencial, sino algo que llega al núcleo de nuestras vidas como seres humanos que se supone que deben vivir ante el rostro de Dios, coram Deo.