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Transcripción
En la última sesión de nuestro estudio sobre la naturaleza de la iglesia, vimos el término griego del cual proviene la palabra en español «iglesia»; es decir, la palabra «iglesia» se traduce de la palabra griega ekklésia, y consideramos su raíz y vimos que ese término significaba originalmente «aquellos que son llamados por Dios fuera del mundo». Pero algo interesante sucede con la palabra que se usa para traducir ekklésia al inglés: church (C-H-U-R-C-H). ¿De dónde viene esta palabra? Podemos ver que existe una similitud en el sonido de la palabra inglesa church en varios idiomas.
Si vas a Escocia, a la iglesia no le dicen church. ¿Cómo es que le dicen? La kirk (K-I-R-K). En Holanda, la iglesia se llama la kerk (K-E-R-K) y en Alemania, ¿cómo se llama? La kirche y no sé cómo deletrear eso, nunca he podido hacerlo. Pero si nos fijamos en la forma en que estas palabras llegan a nosotros, si las miramos fonéticamente, vemos que al principio de la palabra church o kirk o kerk o kirche, está el sonido fonético duro de la «c» o la «k» y luego la palabra termina con ese mismo sonido consonántico.
Entonces, la única diferencia entre estas palabras en términos de los idiomas está en el sonido vocálico. La «r» está presente en todas ellas. Y es que todas estas palabras para «iglesia» en estos diferentes idiomas, todas vienen de la misma palabra, la palabra griega kuriakos. Puedes ver cómo la palabra llega a otros idiomas. Es el mismo tipo de sonido fonético: kuriakos.
Esa palabra en sí proviene del sustantivo kurios. Esa es una palabra muy importante que encontramos en el Nuevo Testamento porque es la palabra griega para «Señor» y es la palabra del Nuevo Testamento que traduce el título del Antiguo Testamento para Dios, Adonai, que era el título supremo dado a Dios en el Antiguo Testamento.
Cuando los salmistas alaban: «Oh Señor, Señor nuestro, / Cuán glorioso es Tu nombre en toda la tierra», están diciendo: «Oh Jehová, nuestro Adonai, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra». Luego, cuando la traducción griega del Antiguo Testamento en la Septuaginta tradujo el término Adonai, que significa «el soberano», lo tradujo por la palabra kurios.
En el Nuevo Testamento, cuando se nos dice en el himno del siervo que Pablo usa en Filipenses 2, el himno canónico, donde Pablo dice: «Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte», y sigue: «Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre».
El nombre o el título al que Pablo se está refiriendo allí en Filipenses 2, es el título supremo, el título que está por encima de todo título, el nombre por encima de todo nombre, el título que se le da a Jesús en el Nuevo Testamento es el título kurios o Señor.
En otra serie, vimos algunos de los títulos de Jesús y vimos que esta palabra kurios se usa de tres maneras diferentes en el Nuevo Testamento. De una manera simple, el término kurios es la forma cortés de dirigirse a alguien, lo que corresponde un poco a nuestra palabra «caballero» o «señor», pero el uso más elevado y exaltado del término kurios es lo que llamamos el uso imperial del mismo, el título que atribuye soberanía absoluta a quien es kurios.
Una de las crisis de la Iglesia primitiva que provocó gran parte de la persecución que llevó a que los cristianos fueran al foso de los leones o a la arena y fueran asesinados por los gladiadores o se convirtieran en antorchas humanas en los jardines de Nerón, fue que el culto imperial de Roma prescribía un juramento de lealtad para todos aquellos que estaban bajo el dominio del emperador y había un culto de adoración al emperador que había surgido en Roma.
El juramento de lealtad consistía en que la gente tenía que decir: Kaiser Kurios, «César es Señor» y los cristianos se negaban a decirlo. No declararían públicamente que César era el kurios porque no tenían más que un Señor, Cristo. Con todo y la importancia que tiene este título para referirse a Cristo en el Nuevo Testamento, el título kurios, lo que quiero ver ahora es cómo este se relaciona con nuestra comprensión de la iglesia, o church en inglés, ya que una forma de ese sustantivo kurios es la palabra kuriakos, que significa «lo que es propiedad de o está poseído por el kurios».
El segundo significado del título kurios que acabo de mencionar hace un momento se refería a aquellas personas en la cultura griega que eran lo suficientemente ricas como para tener esclavos. El dueño de esclavos se llamaba kurios y los que eran esclavos al servicio de un kurios eran comprados por este y, posteriormente, como dije, pasaban a ser de su propiedad. Ahora, en el término kuriakos del idioma griego, los esclavos constituirían el kuriakos, las posesiones de los kurios, porque el kurios era el dueño de los esclavos y lo que el dueño poseía se llamaba kuriakos.
Hago hincapié en eso por esta razón: De aquí se deriva la palabra para ekklésia en inglés, church, porque en su significado original, church se refiere a las personas, las personas que son propiedad de un kurios, las personas que son propiedad y son posesión de un señor, y en el Nuevo Testamento encontramos esta imagen utilizada con frecuencia con respecto a la relación entre el creyente individualmente y los creyentes corporativamente, con Cristo.
Pablo, por ejemplo, se llama a sí mismo doulos o esclavo. «Pablo, siervo [o esclavo] del Señor Jesucristo» y con esta metáfora habla de alguien que ha sido comprado y lo aplica no solo a sí mismo, sino también a todo el pueblo de Dios, porque dice de nosotros: «Ustedes no se pertenecen a sí mismos. Porque han sido comprados por un precio». Por tanto, la iglesia está compuesta por aquellos que han sido comprados por Cristo y los creyentes son siervos de Cristo. Somos Su posesión. Ese tema de la posesión también está profundamente arraigado en el Nuevo Testamento de varias maneras. Una es que la iglesia es la compañía de los redimidos y aquellos que han sido redimidos han sido redimidos por nuestro pariente redentor.
En el Antiguo Testamento, si una persona se encontraba en una situación de endeudamiento en la que no podía pagar la deuda que tenía, podía ser redimida de la esclavitud o de la servidumbre por deudas por un miembro de su familia. Si un miembro de la familia se acercaba y pagaba el precio que debía el otro miembro de la familia, entonces ese miembro de la familia sería comprado de la esclavitud y sería redimido, una redención que se estaba llevando a cabo a través de un precio de compra suministrado por lo que se llama en el Antiguo Testamento, el pariente redentor.
Bueno, obviamente, toda la Biblia y en particular, el Nuevo Testamento, describe lo que Cristo ha hecho por Su iglesia en términos de su redención y que Cristo es el pariente redentor de Su iglesia. Somos parientes Suyos que estuvimos en esclavitud; estábamos en esclavitud y en servidumbre al pecado; estábamos bajo la esclavitud de Satanás y Cristo ha comprado nuestra redención y nos ha adoptado en la familia de Dios, de modo que Él es, por un lado, nuestro hermano mayor, ya que entonces estamos incluidos en la herencia que Él ha de recibir de Su Padre.
Por lo tanto, el cumplimiento supremo del tema antiguotestamentario del pariente redentor se encuentra en Cristo, quien compra y redime a Su pueblo; y después de comprarlos y redimirlos, se convierten en Su posesión. Todo eso está contenido implícitamente en esta palabra kuriakos de la cual obtenemos la palabra inglesa para «iglesia», church. Así que podemos decir que la iglesia entonces es ese grupo de personas que pertenecen a Jesús. Somos Su posesión porque Él nos ha redimido. Ya hemos visto el concepto que Agustín desarrolló de la iglesia invisible y vimos la distinción entre la iglesia invisible y la visible y también vimos el concepto de la catolicidad de la iglesia.
Si recuerdan esa sesión en particular, profundicé en el punto de que cuando nos reunimos para adorar el domingo por la mañana, no estamos participando simplemente en una reunión parroquial aislada, donde solo puede haber cincuenta personas o cien personas o quinientas personas reunidas en un lugar puntual cuando nos reunimos para la adoración corporativa. Sino que el Nuevo Testamento deja claro que cuando el cuerpo de Cristo se reúne para adorar, esa asamblea es introducida místicamente en los lugares celestiales y que nuestra adoración realmente se lleva a cabo en el santuario celestial; y estamos rodeados por toda una nube de testigos: Las huestes angelicales, así como los espíritus de los hombres justos hechos perfectos, los santos del pasado que ya han entrado en su reposo, así como se han unido corporativamente con todos aquellos en todo el mundo que también se están reuniendo en el día de reposo para adorar, y estamos unidos a ellos en virtud de nuestro vínculo con Cristo.
Como mencioné en la última ocasión, el Nuevo Testamento habla con frecuencia de los cristianos como personas que están en Cristo Jesús. De hecho, en el Nuevo Testamento, cuando el evangelismo se lleva a cabo allí en la predicación del evangelio, el llamado a la gente no es que simplemente crean en Jesús, sino que crean hacia Jesús. La palabra griega allí es eis, que es la palabra griega para «en» o «dentro». Eis significa «dentro», de modo que si estoy fuera de la ciudad y atravieso las puertas de la ciudad y entro en la ciudad, antes de que pueda estar dentro de la ciudad, primero tengo que mudarme a la ciudad y esa es la idea que tenemos en el Nuevo Testamento cuando somos llamados a creer «hacia» Cristo.
Cuando tenemos fe auténtica, entonces llegamos a estar en Cristo Jesús y Él está en nosotros; y por eso hablamos de la unión mística del creyente y de Cristo. Si yo tengo una unión mística con Cristo y tú tienes una unión mística con Cristo, entonces eso significa que nosotros, tú y yo, tenemos una comunión particular, una co-comunión en Cristo. Esto tiene todo tipo de ramificaciones prácticas en el Nuevo Testamento.
Pablo, por ejemplo, nos dice que el espíritu por el cual debemos relacionarnos unos con otros en la iglesia, es en el espíritu del amor que cubre los pecados de unos y otros, y que estamos llamados a respetar la libertad cristiana de los demás en el Señor y debemos abstenernos de juzgarnos severamente unos a otros, recordando siempre cuando nos vemos unos a otros, que nos estamos relacionando con personas que son propiedad de Cristo y que han sido compradas por Cristo. Tengo que respetar eso en la persona de cada cristiano con el que tengo algo que ver.
Esta mañana, a las cuatro de la mañana, de hecho, estaba leyendo los sermones de Juan Calvino de 2 Samuel, magnífica serie de sermones, ochenta y tantos sermones que Calvino predicó en Ginebra hacia el final de su vida en 1562 sobre 1 y 2 Samuel, sobre la vida de David y el sermón particular que estaba leyendo esta mañana tenía que ver con la noticia de la muerte de Saúl. Recuerden que cuando Saúl pereció en la batalla y un amalecita vino y Saúl estaba indefenso y herido y estaba tratando de suicidarse y no tenía éxito y le pidió a este amalecita que lo ayudara a suicidarse y no sabemos si lo hizo o no, pero el amalecita fue y le llevó algunas de las ropas y armas de Saúl a David en una actitud triunfal, diciendo: «Tu enemigo ha muerto y yo ayudé a matarlo».
El amalecita esperaba una recompensa de David y la recompensa que recibió fue la ejecución. Calvino ofrece muchos detalles sobre la respuesta de David a la muerte de Saúl. Su respuesta básica fue de profundo luto y dolor. Nos preguntamos, ¿cómo puede ser posible, cuando Saúl era el enemigo implacable de David? En su locura, persiguió a David. Arrojó lanzas a David; trató de matar a David; calumnió a David. Si alguna vez una persona tuvo un enemigo mortal, David lo tuvo en Saúl y sin embargo, en repetidas ocasiones, David tuvo la oportunidad de matar a Saúl, pero no lo hizo.
Calvino estaba reflexionando sobre eso y preguntándose por qué y por qué trató tan severamente a los amalecitas. Bueno, porque el amalecita hizo lo que a David no se le ocurriría hacer. Levantó su mano contra el ungido del Señor. Saúl era rey por ordenación divina y no importaba cuán corrupto fuera, David no iba a levantar su mano contra él y David reconocería en Saúl la gracia de Dios que estaba sobre él. Calvino usa eso en este sermón para llevarlo mucho más allá del caso particular de David y Saúl, afirmando que cada cristiano debe buscar reconocer la presencia de los dones y gracia de Dios en la vida de todos los demás cristianos.
Incluso si otros cristianos exhiben enemistad hacia nosotros o nos persiguen o nos calumnian o nos hacen daño y todo lo demás, debemos, a pesar de cualquier falta que encontremos presente en la vida de los hermanos y hermanas del cuerpo de Cristo, recuerda que estas son personas por quienes Cristo murió y que estas son personas que han recibido la misma gracia por la cual estamos en la presencia de Dios; y por lo tanto, debemos llorar la destrucción de nuestros enemigos de la misma manera que David se lamentó.
Pero yendo más lejos, Calvino dijo que David tenía una preocupación mayor, no solo por el bienestar individual o el bienestar de Saúl, sino que David estaba preocupado por la iglesia. Pensé que eso era inusual porque no solemos hablar de la iglesia en el Antiguo Testamento, pero la muerte de Saúl y la derrota de los ejércitos israelitas causaron estragos en Israel, que era la iglesia de Dios en el Antiguo Testamento y aunque David ya había sido ungido para ser el sucesor de Saúl y ser rey, no podía encontrar deleite cuando el daño caía sobre la iglesia.
Lo que Calvino quería decir era que David amaba a la iglesia más de lo que amaba su propia vida. Amaba al pueblo de Dios más de lo que le importaba su propio éxito y su propia prosperidad. Estaba dispuesto a permanecer en el exilio todo el tiempo que Dios quisiera que estuviera en el exilio por el bien de la iglesia. Para que podamos exhibir ese tipo de actitud hacia el pueblo de Dios y hacia la iglesia como institución, la única manera en que podemos hacerlo es de la manera en que David lo hizo y eso es ver más allá de los individuos que nos atormentan y que son espinas en nuestro costado y que están en enemistad con nosotros, y ver a aquel a quien pertenece la iglesia.
Si soy miembro de un grupo de siervos y tengo conflictos con los siervos y tenemos conflictos entre nosotros, ese conflicto nunca debe llevarme a hablar en contra del dueño de los siervos, el Señor de los siervos cuyo pueblo somos todos.
CORAM DEO
Creo que si hay un mandato que Jesús le dio a Su iglesia, a Su pueblo, el más difícil, el más radical y del que casi nunca escuchamos predicar o hablar es el mandamiento de Cristo de amar a nuestros enemigos. No puedo pensar en nada más antinatural o más difícil para nosotros. Si alguien es nuestro enemigo, lo último que queremos hacer es promover su bienestar y hacerle el bien. Sin embargo, nuestro Señor dijo que este es nuestro deber: Hacer el bien a los que nos maltratan y nos persiguen; y como dije, necesitamos escuchar esto una y otra vez porque es tan ajeno a nuestra naturaleza humana básica orar o desear el bienestar de aquellos que están en enemistad con nosotros.
Tenemos el ejemplo supremo de Jesús, quien dio Su vida por las mismas personas que lo despreciaban hasta la muerte. No creo que podamos amar a nuestros enemigos de manera natural; la única manera en que podemos esperar hacerlo es por gracia y viendo más allá de ellos a Cristo y debemos amar a nuestros enemigos por amor a Cristo.