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Transcripción
A veces mi memoria de fechas y años se vuelve confusa y borrosa y me cuesta ser preciso con mi propia historia. Creo que fue en el año 1971. Estoy casi seguro de que fue en el mes de febrero que estaba trabajando en una iglesia en Cincinnati y teníamos una misión anual de predicación y el orador de ese año era un ministro de Los Ángeles. Recuerdo que al final de esa misión tuve que llevarlo al aeropuerto y hubo una terrible tormenta de nieve en Cincinnati y nos costó mucho llegar al aeropuerto; pero finalmente pudimos pasar y llegamos antes de que saliera su vuelo y me despedí de él y se subió al avión para irse a Los Ángeles.
Mientras estaba en camino, mientras su avión estaba en el aire, uno de los peores terremotos de la historia de Los Ángeles golpeó la ciudad y su iglesia, que era una iglesia enorme, estaba en medio del área donde ocurrió el terremoto y él, como me dijo más tarde, estaba tan eufórico cuando fue a la iglesia después del terremoto y entró en el santuario y notó que nada había sido afectado de manera significativa y todas las personas en la iglesia se gozaron de que su iglesia se hubiera salvado. Pero muy poco tiempo después, su alegría se convirtió en tristeza, cuando los inspectores vinieron y examinaron los cimientos de la iglesia y vieron que, aunque no había daños aparentes en la estructura externa de la iglesia, los cimientos se habían desplazado y se habían desplazado a tal grado que tuvieron que cerrar la iglesia y reconstruirla porque ya no era segura.
Recuerdo esa experiencia y pienso en el salmista diciendo: «Si los cimientos son sacudidos, ¿cómo puede el edificio mantenerse en pie?». Para cualquier observador casual, a simple vista, esa iglesia parecía perfectamente sólida, perfectamente estable y sólida; pero, en realidad, no era apta para el uso humano. Estamos hablando del ámbito físico al ver los cimientos afectados, pero veamos cómo se aplica no solo a un edificio eclesiástico en particular en Los Ángeles, California, sino a la iglesia visible en todo el mundo. ¿Qué sucede si los cimientos de la iglesia de Cristo son sacudidos? ¿Puede el edificio mantenerse en pie? Bueno, permítanme ir un poco más lejos y pasar a la siguiente pregunta. ¿Cuál es el fundamento de la iglesia? Sé que cantamos el himno: «Es Cristo de su iglesia el fundamento fiel».
A veces las palabras de los himnos son vehículos de desinformación, porque la imagen fundamental, como ya hemos visto acerca de la iglesia en el Nuevo Testamento, con respecto a su fundamento, no es que Jesús sea el fundamento; lo que el Nuevo Testamento dice sobre Cristo y el fundamento es lo siguiente: Que no hay fundamento que pueda ser puesto sino únicamente aquel que sea puesto en Cristo Jesús. Ahora, Jesús es parte del fundamento. En términos de la metáfora del edificio, ¿cómo se le llama? La piedra angular principal de la iglesia y Él es el eje, por así decirlo, de todo el fundamento, siendo la piedra angular.
Recuerdo cuando se construyó nuestra iglesia, yo era un niño, y construimos un nuevo santuario por lo que nos excusaron de la escuela, así es como han cambiado los tiempos. Pero la escuela pública local nos dejó salir temprano para ir a la ceremonia de colocación de la piedra angular de la iglesia, que estaba justo al lado; así que todos salimos y vimos esta ceremonia de la piedra angular, donde la fecha y todo estaba inscrito en la roca. Jesús, en la metáfora del edificio de la iglesia, en la Biblia, es la principal piedra angular.
Pero ¿cuál es el fundamento? El fundamento, según el Nuevo Testamento de la iglesia, son los profetas y los apóstoles. Son a ellos a los que se les conoce como el fundamento. ¿Recuerdas en Cesarea de Filipo cuando Pedro hizo su gran confesión y Jesús dijo: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?». Pedro dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Jesús respondió a Pedro y le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos. Yo también te digo que tú eres Pedro (la roca), y sobre esta roca edificaré Mi iglesia».
Que la iglesia que Cristo estableció no está edificada sobre un fundamento de arena, sino que está edificada sobre una roca y la roca sobre la cual está edificada, según las imágenes del Nuevo Testamento, es la roca de la palabra profética y apostólica. Si vamos al libro de Apocalipsis, donde tenemos la visión en el capítulo 21 de la aparición de la Nueva Jerusalén, la ciudad celestial que desciende de lo alto y vemos esta Nueva Jerusalén y vemos que está siendo descrita en términos magníficos. En el versículo 14 del capítulo 21, leemos esto: «El muro de la ciudad tenía doce cimientos, y en ellos estaban los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero». Incluso la Nueva Jerusalén, la Jerusalén celestial, se basa en el fundamento de los apóstoles.
¿Cuál es la importancia de esto? Bueno, hemos estado viendo las cuatro características de la iglesia, según la iglesia antigua, que la iglesia de Cristo, la novia de Cristo es una, santa, católica y apostólica. Creo que si hay un atributo de la iglesia que está siendo realmente atacado en nuestros días, es este, porque ha habido un rechazo total, dentro de la iglesia, a la autoridad de las Sagradas Escrituras, lo cual, en realidad, es una rebelión contra el propio fundamento de la iglesia. Es un rechazo de la palabra profética y apostólica y cuando la iglesia rechaza su fundamento, ya no es segura; de hecho, ya no es una iglesia porque si hay algo que el cristianismo histórico es, por definición, es que es apostólico.
Puedes rechazar la enseñanza de Pablo y puedes estar en desacuerdo con la enseñanza de Juan y puedes no creer en la integridad de las Sagradas Escrituras. Solo te suplicaría en este momento que si ese es tu punto de vista, no trates de robarle a la iglesia de Cristo y edificarla sobre algún otro fundamento. ¿Por qué no tienes la integridad de decir: «Rechazo el cristianismo», en lugar de tratar de construir una nueva versión mejorada sobre algún otro fundamento? Hay una deshonestidad fundamental en eso. Históricamente, la iglesia cristiana es, en su esencia misma, apostólica. ¿Qué significa ser apostólica? Bueno, para responder a esa pregunta, tenemos que ir al principio y hacer la pregunta: ¿qué es un apóstol?
Hemos hablado de esto en otras clases. Recordemos que el término «apóstol» viene del griego apostolos y la palabra apostolos significa «uno que es enviado». Enviado por alguien a algún lugar; y en la cultura griega, un apostolos era alguien que, ante todo, era un mensajero o un embajador o un emisario, pero no era solo un paje. Era un emisario autorizado por el rey, por ejemplo, para representar al rey en su ausencia. Recordamos los días de las negociaciones de paz, cuando Henry Kissinger fue a París para las conversaciones de paz y tenía la autoridad para hablar en nombre del Presidente de los Estados Unidos. Hablaba como un apostolos, como alguien dotado con una autoridad transferida.
Cuando Jesús tuvo discípulos, Él escogió a algunos de esos discípulos para que fueran apóstoles. A veces usamos el término «discípulo» o «apóstol» como si fueran sinónimos. Los usamos indistintamente y la razón de eso es simplemente porque la mayoría de los apóstoles fueron primero discípulos, pero hubo muchos, muchos más discípulos que apóstoles. La palabra del Nuevo Testamento para «discípulo» es la palabra mathetés, que significa, literalmente, aprendiz. Cualquiera que fuera estudiante de este rabino itinerante, Jesús, sería uno de Sus discípulos, pero no todos se graduaron del nivel de estudiante para ser nombrados por Jesús como uno de sus portavoces autorizados. Cuando Jesús escogió a Sus apóstoles, por ejemplo, hizo este comentario, los envió en Su nombre y con Su autoridad y dijo de ellos y a ellos: «El que a ustedes escucha, me escucha a Mí, y el que a ustedes rechaza, me rechaza a Mí».
En otra clase, hice esta pregunta: ¿Quién fue el primer apóstol del Nuevo Testamento? ¿Alguien se acuerda de eso? ¿Quién fue el primer apóstol en el Nuevo Testamento? ¿Andrés? No. Si están escuchando esto en casa o en el auto, ¿qué respondieron a esta pregunta? ¿Quién fue el primer apóstol? Sé que podríamos obtener tantas respuestas como la cantidad de apóstoles que hay, Santiago y Juan y Andrés y Pedro y otros más. El primer apóstol nombrado en el Nuevo Testamento fue Jesús y realmente obtenemos la imagen más completa de lo que es ser un apóstol al observar el papel que Jesús jugó en el Nuevo Testamento.
Recuerda, un apóstol es alguien que es enviado por alguien y que recibe, de esa persona que lo envía, autoridad delegada. El apóstol supremo del Nuevo Testamento es Jesús mismo, quien fue enviado por el Padre al mundo y cuando vino dijo: «No hablo con mi propia autoridad, sino solo lo que el Padre me autorizó a decir. No digo nada por mi propia autoridad», ¿lo ves? y Él dijo que: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra». Recuerden que este era el asunto en el que Jesús estaba tratando con los fariseos. Cuando los fariseos desafiaron las credenciales de Jesús y dijeron: «Creemos en Dios; es contigo con quien estamos teniendo problemas, Jesús». ¿Cuál fue la respuesta de Jesús ante eso? «Si crees en Dios, creerás en el que Dios envía y en el que Dios anuncia y en el que Dios proclama. No digas que crees en Dios y luego niegues la autoridad de Su apóstol».
¿Quién es el segundo apóstol en el Nuevo Testamento? ¿Juan? No. Cuando Jesús sale de la escena, dice: «Me voy a ir, pero no los voy a dejar solos. Pediré al Padre que envíe a otro que venga a guiarlos a toda justicia y a toda verdad». Sí, el Espíritu Santo. Así que el Espíritu Santo cumple el papel del apostolado, pero los engañé, porque obviamente, en el lenguaje normal de la iglesia, cuando hablamos de apóstoles, nos referimos a esa compañía de personas que Jesús seleccionó y que fueron dotadas por el Espíritu Santo, los doce apóstoles principales de Dios, para ser los portavoces humanos de Cristo y de Dios.
En los primeros siglos de la expansión del cristianismo, tal vez la mayor amenaza para el cristianismo bíblico provino de ese sector conocido como gnosticismo. Los gnósticos eran aquellas personas que afirmaban tener conocimientos especiales, del griego gnosis. Afirmaban ser los gnosticoi, los que saben, e hicieron un esfuerzo decidido por suplantar la autoridad de los apóstoles bíblicos, argumentando que su conocimiento era más alto y superior al conocimiento proclamado por los apóstoles de Jesús; y escribieron una enorme cantidad de literatura para presentar su afirmación de superioridad y autoridad.
Uno de los defensores de la fe cristiana en ese tiempo era un teólogo llamado Ireneo, e Ireneo era un apologista del cristianismo que defendió la fe; y una de sus obras más importantes se tituló simplemente, Contra las herejías y por supuesto, la principal herejía que abordó en su día fue la herejía gnóstica. En su refutación de los gnósticos, usó una línea de razonamiento que es muy importante para nosotros hoy en día. Esa línea de razonamiento lidiaba con el significado fundamental del término «apóstol»: Que en griego, de nuevo, la palabra apostolos significa, literalmente, «uno que es enviado o a quien se le da autoridad debidamente constituida para representar al que lo envía». Ireneo dijo que los gnósticos, en realidad, no solo rechazaron la autoridad de los apóstoles, sino que por una lógica irresistible, también estaban rechazando la autoridad de Cristo y, en última instancia, la autoridad de Dios.
¿Cuál fue su razonamiento? Fue este: Que al rechazar a los apóstoles, aquellos que fueron enviados por Cristo y que fueron comisionados por la autoridad de Cristo, cuando rechazaron la autoridad del apóstol, por inferencia necesaria, también estaban rechazando la autoridad de aquel que los comisionó; y si estaban rechazando la autoridad de aquel que envió a los apóstoles bíblicos, es decir, Cristo, entonces también están rechazando la autoridad de aquel que comisionó a Cristo para venir al mundo, quien era Dios el Padre. Entonces realmente les dijo a los gnósticos, en el análisis final: «Ustedes son impíos; su ataque contra los apóstoles se reduce a un ataque contra Dios mismo, porque aquí hay una cadena de comisión que va desde el Padre al Hijo y a los apóstoles».
Es importante notar de nuevo que el argumento de Ireneo sigue la misma línea de pensamiento que Jesús usó contra los fariseos cuando los fariseos afirmaron ser seguidores de Dios pero rechazadores de Jesús. Dijeron que obedecían a Moisés, pero que no obedecerían a Jesús; dijeron que eran hijos de Abraham, pero rechazaron al Hijo mayor de Abraham. Jesús les dijo: «Porque Yo no he hablado por Mi propia cuenta, sino que el Padre mismo que me ha enviado me ha dado» y añadió: «Si creyeran a Moisés, me creerían a Mí, porque de Mí escribió él». También dijo: «Si fueran hijos de Abraham, se regocijarían en Mí, porque Abraham se regocijó esperando ver Mi día».
De nuevo, el vínculo era este: Que si crees en el Padre, entonces creerás en aquel a quien el Padre ha enviado, pero como no crees en aquel a quien el Padre ha enviado, realmente no crees en el Padre. Es la misma extensión del argumento que da Ireneo. Lo que tenemos aquí en la tradición apostólica es un concepto que es de vital importancia para la Biblia. Jesús criticó a los fariseos por colocar la tradición humana en lugar de la tradición de Dios y así llegamos a la conclusión de que la Biblia se opone a toda tradición. No es el caso. Veamos el capítulo 15 de 1 Corintios, cuando Pablo da su gran defensa de la resurrección, y empieza diciendo en el versículo 3: «Porque yo les entregué en primer lugar lo mismo que recibí» y usa el término paradosis, que en el griego del Nuevo Testamento simplemente es la palabra para “tradición”, pero literalmente significa «una entrega, una transferencia» y eso es lo que es el Nuevo Testamento. Es la tradición apostólica que la iglesia no ha inventado, pero que la iglesia ha recibido. Lo recibió de los apóstoles, que lo recibieron de Cristo y de Su Espíritu Santo, quien lo recibió de Dios. Por eso, amados, cuando rechazamos la enseñanza de los apóstoles, la tradición apostólica, estamos rechazando la misma autoridad de Dios.
CORAM DEO
Lo he notado con frecuencia en nuestros días, la batalla feroz que se ha librado sobre el feminismo y también sobre la orientación sexual. Recientemente, leí un artículo de un obispo debidamente ordenado de la Iglesia episcopal que criticaba abiertamente al apóstol Pablo diciendo que Pablo era un homosexual reprimido y que tenemos que aprender nuestras doctrinas de la gracia de un hombre que odiaba a un segmento de la población.
He visto el mismo tipo de retórica que sale del ala militante de las feministas que son vitriólicas en su oposición contra el apóstol Pablo y dicen que Pablo tejió su teología a partir de un desprecio chovinista contra las mujeres y, al hacerlo, se apresuran a decir: «Creemos en la autoridad de Jesús; es Pablo a quien no podemos soportar». Pero, ¿ves el problema aquí? Ustedes no saben nada sobre Jesús, excepto lo que nos han enseñado otros apóstoles, de la tradición apostólica. No se puede escoger y elegir. Si no te gusta Pablo, no te gusta quien lo comisionó. Si no te gusta, no puedes poner a Pablo contra Lucas o a Pablo contra Mateo o a Pablo contra Marcos, porque todos ellos están de acuerdo en afirmar la autoridad de los apóstoles a partir del encargo de Cristo mismo.