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Transcripción
En nuestra última sesión estudiando la Trinidad, vimos la diferencia entre contradicciones y misterios, con referencia específica a la fórmula de la Trinidad que se ha desarrollado en la historia de la iglesia. Vimos la importancia de la precisión en el lenguaje, que capturamos el contenido de las Escrituras mismas, y en esta clase final, quiero ver algunos de los términos que se usan históricamente para articular nuestra confesión de la Trinidad.
Antes de hacerlo, permítanme dirigir su atención brevemente al primer capítulo de la carta a los Hebreos en el Nuevo Testamento, donde leemos estas palabras en el versículo 1: «Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo». Aquí tenemos a Cristo, de quien se hace referencia como Hijo de Dios. «A quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo».
Él es el agente de la creación. «Él es el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, el Hijo se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, siendo mucho mejor que los ángeles, por cuanto ha heredado un nombre más excelente que ellos».
Obviamente, la cristología que encontramos en el libro de Hebreos es extremadamente alta y una de las razones por las que la iglesia primitiva se inclinó a afirmar la deidad de Cristo.
Pero aquí tenemos este interesante concepto en el que el Hijo de Dios es visto como el resplandor de la gloria de Dios, que es una referencia a Su deidad, y la imagen expresa de Dios (que es la del Padre). Entonces, solo quiero que veamos aquí que el Hijo de Dios se distingue del Padre en términos de la idea de persona. Es la persona del Padre la que se expresa en la persona del Hijo. Así que, aunque tenemos la distinción entre el Padre e Hijo, también tenemos aquí esa idea de una distinción personal en la Divinidad.
Uno de los problemas que tenemos, hay que reconocerlo, con el lenguaje de nuestra expresión de la Trinidad es que cuando la iglesia primitiva usó el término «persona» para distinguir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, entre sí, el término «persona» se usó de una manera algo diferente de cómo se usa el término «persona» en nuestra cultura actual. Y eso siempre es un problema con el lenguaje, porque el lenguaje tiende a ser dinámico. Cambia sus pequeños matices de una generación a la siguiente.
En los tiempos de la colonia española, si llamabas a alguien «villano», no era sinónimo de malvado, sin embargo hoy tiene una connotación muy diferente. Y esa es la forma en que el lenguaje tiende a cambiar con el tiempo. Fue el padre de la iglesia, Tertuliano, quien tenía una formación no solo en teología, sino también en derecho, en estudios legales y en el campo legal, quien introdujo el término latino persona en un intento de expresar la cristología del Logos de la época.
Básicamente, había dos referencias al concepto de persona en la antigüedad, en el idioma latín. Eran estos: en primer lugar, en términos legales, el patrimonio de una persona o los bienes y posesiones de alguien formaban parte de la persona del individuo. Y en ese sentido, el término persona tenía un punto de referencia legal, al menos para Tertuliano. También, en la antigüedad, el término persona se tradujo al latín a partir del concepto griego de los dramas de la época.
La forma en que se llevaba a cabo un drama era que a veces los actores en el escenario tenían múltiples papeles o múltiples partes en la obra, el mismo actor tenía más de un papel. Y cuando un actor cambiaba su papel durante la obra, se ponía una máscara diferente frente a su cara, y hablaba a través de esa máscara, porque la máscara indicaba el papel que estaba interpretando en ese momento.
Has visto el simbolismo del drama griego donde tienen las máscaras gemelas, una de ellas con el ceño fruncido, que se remonta a la tragedia dramática, y la otra con una gran sonrisa, que representa la comedia. Bueno, esas máscaras que usaban en el escenario los actores, que tenían múltiples papeles, se llamaban personae.
Vi eso una vez en mi vida hace muchos años. Una de las obras más exitosas de Broadway fue una versión moderna del libro bíblico de Job, y se tituló simplemente JB. Y Basil Rathbone, famoso por Sherlock Holmes y el sheriff de Nottingham, de la antigua serie Robin Hood, Basil Rathbone interpretó tanto el papel de Dios como el de Satanás en esa producción de Broadway. De hecho, cuando lo vi tuve la fortuna de sentarme literalmente en primera fila, al centro.
Rathbone estaba parado justo delante en el escenario. No estaba ni a metro y medio de distancia de mí durante la producción de esa obra, y tenía estas dos máscaras y cuando estaba articulando el papel de Dios, se ponía una máscara frente a su cara y hablaba a través de ella, y cuando estaba articulando el papel de Satanás, tomaba la otra máscara y hablaba a través de ella. Y eso fue un regreso a la antigüedad, cuando estas máscaras eran usadas para indicar diferentes roles o diferentes personas. Por eso se les llamaba, en plural, personae.
Ahora, ese es el concepto original que Tertuliano introdujo en la historia de la Iglesia, pero a medida que la iglesia se desarrolló durante los primeros cuatro o cinco siglos, el concepto de persona se volvió mucho más específico. La palabra griega que se usó fue la palabra hipóstasis, o lo que decimos en español hipostática, la unión hipostática, y la palabra hipóstasis también tiene un significado particular en el idioma griego, y también tiene un papel en la ciencia moderna para algunos de ustedes que tienen la inclinación de saber cómo se usa en esa área.
Pero para entender la unión hipostática quiero que repasemos un par de conceptos básicos que tenemos en nuestro lenguaje y en nuestro vocabulario. En concreto, tres palabras con las que todos estamos familiarizados. Pero estas tres palabras son muy importantes cuando se trata de entender la doctrina cristiana de la Trinidad. Estas tres palabras son, en primer lugar, esencia, en segundo lugar, existencia, y en tercer lugar, subsistencia.
Todos ustedes han escuchado estas tres palabras, en un momento u otro de su vida. Esencia, existencia y subsistencia, y para entender el significado de estos conceptos tenemos que remontarnos un poco al pensamiento griego y a la filosofía griega, donde ya hemos visto que con respecto al término homoousios y homoiousios en Nicea, etc., que el término ousios es el participio presente del verbo griego «ser».
Por tanto, traduciríamos ese término ousios al español por la palabra «ser», o sinónimos del concepto griego «ser» incluirían palabras como: sustancia, esencia, y la definición más simple y cruda de ousios es simplemente «cosas». Si nos vamos a los filósofos antiguos, que buscaban la realidad última, filósofos dedicados a la tarea de lo que llamamos metafísica, o esa phusis o física que va más allá de lo que percibimos en este mundo. Buscaban la realidad última, aquella que no manifiesta cambio. Buscaban la sustancia o esencia de las cosas. Y eso se llamaba ousios, o como dije, la esencia o la sustancia.
Platón hizo una distinción muy importante entre ser y llegar a ser. De nuevo, esta distinción estaba enraizada en lo que llamamos filosofía presocrática, en los filósofos anteriores a Sócrates. Aquellos de ustedes que han leído nuestro curso sobre Las ideas tienen consecuencias, que da una visión general de la historia de la filosofía, estarán familiarizados con esto. He mencionado que dos filósofos anteriores a Platón estaban enfrascados en un conflicto sobre el papel del ser y llegar a ser en cuanto a la realidad.
Parménides, considerado el filósofo presocrático más brillante, del que no se conserva casi nada hoy en día, es famoso por la afirmación que hizo en una ocasión: «Todo lo que es, ES», porque si algo cambia constantemente, ¿podemos realmente decir qué es? Porque tan pronto como crees que has descrito lo que es, ya no es eso. Ha cambiado. Y está diciendo: «Para que algo sea real en última instancia, tiene que estar en un estado de ser, tiene que haber una sustancia o esencia real en ello; de lo contrario, no sería más que un producto de nuestra imaginación».
Entonces, Platón hizo esta distinción entre ser y llegar a ser porque Parménides dijo: «Todo lo que es, ES» y su contraparte fue Heráclito. Algunos lo llaman el padre del existencialismo moderno. Heráclito dijo: «No, todo lo que es, está cambiando». Todas las cosas están en un estado de flujo. Lo único que es constante es el cambio mismo. Él dijo: «No puedes pisar el mismo río dos veces, porque cuando das tu segundo paso, el río ya se ha movido. No es el mismo río que pisaste la primera vez. De hecho, no eres la misma persona, porque has cambiado, aunque solo seas dos segundos más viejo.
Entonces dijo que lo más básico de toda la realidad que percibimos en este mundo es que cualquier otra cosa que veamos, incluso si es una roca, está en un proceso de cambio. Está en un proceso de llegar a ser. Pero Platón está diciendo que nada puede llegar a ser algo a menos que participe de alguna manera en el ser. Porque si sólo estuviéramos ‘llegando a ser’, y así decía Aristóteles, si sólo estuviéramos llegando a ser, seríamos solo potencialmente algo, y aquello que esté llegando a ser de manera pura sería potencialmente cualquier cosa, pero, en realidad, nada.
Y esta es la razón por la que Aristóteles, al igual que Platón, sostenía que para que el ‘llegar a ser’ tuviera sentido, tenía que haber algún ser previo. Y en el ser no hay potencialidad. Dios es puro ser; Él es pura realidad, no hay potencial en Él. Pero, en todo caso, cuando discutían la diferencia entre ser y llegar a ser, estaban hablando de la diferencia entre esencia (que es el elemento de ser de algo, la sustancia en sí), y si queremos hablar de la dimensión de llegar a ser, en términos filosóficos, la palabra clave que se ha usado históricamente es la segunda: existencia.
Una vez di una clase en una de nuestras conferencias en la que negué públicamente la existencia de Dios. Dije: «Quiero, enfáticamente, afirmar hoy que Dios no existe. De hecho, si existiera, dejaría de creer en Él». Si alguna vez algo sonó como una declaración sin sentido, fue esa. Pero lo que quise decir con eso cuando dije que «Dios no existe», dije que Dios no está en un estado de llegar a ser, Él está en un estado de puramente ser. Si Él estuviera en un estado de existencia, estaría sufriendo mutaciones. Estaría cambiando. No sería inmutable. Él no sería el Dios en el que creemos.
Ahora, cuando Platón, por ejemplo, trataba estos conceptos, había básicamente tres categorías. Había: ser, llegar a ser y no-ser. No-ser, por supuesto, es sinónimo de nada. ¿Y qué es nada? Hacer esa pregunta es responderla. Porque si digo que nada es algo, estoy atribuyendo algo a la nada. Lo que digo es que nada tiene contenido. Nada tiene algo de ser. Y si tiene algo de ser, entonces no es nada, es algo. Así que uno de los conceptos más difíciles que tenemos en filosofía con el cual tratar es el concepto de la nada, la nada pura. Trata de pensar en la nada pura, no puedes hacerlo. Es decir, Jonathan Edwards definió la nada como aquello con lo que sueñan las rocas dormidas.
Lo más cerca que llegué a una definición de la nada fue cuando mi hijo estaba en la secundaria. Llegaba a la casa de la escuela, yo le decía: «¿Qué hiciste hoy en la escuela?». Él decía: «Nada», así que yo definía la nada como lo que mi hijo hacía en la escuela todos los días. Es imposible no hacer nada. Si estás haciendo, estás haciendo algo. De modo que a lo que Platón se refería era a que la existencia humana, o ese ámbito del llegar-a-ser, existe, o está, en algún lugar entre el ser y el no ser. Te darás cuenta de que empecé diciendo existe y lo cambié por está. La gente que se opone al uso de las categorías griegas, en el pensamiento cristiano, los desafío a que traten de hablar durante dos minutos sin usar alguna forma del verbo «ser”.
Observa cuánto tiempo puedes ser articulado y comunicar cualquier cosa sin recurrir a alguna categoría del ser o existir. Es absolutamente esencial para nuestro lenguaje y para toda comunicación. Así que, en todo caso, la derivación etimológica de la palabra existencia es que proviene del prefijo en latín ex que significa «fuera de», y de la raíz sistere, un verbo, que significa «estar de pie». Así que, literalmente, «existir» significa sobresalir de algo.
Ahora, eso no significa que si existes eres sobresaliente. No llegues a esa conclusión. Lo que significa es que está describiendo una posición o una postura, y la idea, si puedo realizar alguna obra de arte aquí es, digamos que esta persona es una figura de palitos, y esa figura de palitos tiene un pie en el ser y el otro pie en el no-ser. De modo que se sostiene en el ser, pero también se sostiene en el no-ser. Entonces él está en esa posición entre el puro ser (no es un ser puro) pero al mismo tiempo nosotros no somos nada. Se nos atribuye la realidad. Y así, nos sostenemos sobre el ser, y nos sostenemos sobre el no-ser, y por lo tanto estamos en un estado de existencia.
Ahora, cuando la iglesia, históricamente, articuló la doctrina de la Trinidad, no dijo: uno en esencia, tres en cuanto a existencia. No dijo tres en esencia, dijo tres en cuanto a persona, pero lo que se quiere decir con la distinción personal en la Trinidad no es tanto tres existencias distintas, sino más bien el término que se usa es el término «subsistencia». y subsistencia es sólo el equivalente latino al concepto griego de hipóstasis, porque ambos significan básicamente lo mismo, lingüística y etimológicamente.
El término subsistencia que se usa con frecuencia en nuestra cultura y en nuestro lenguaje para referirse a las personas que están afectadas por la pobreza, que están extremadamente necesitadas, que sobreviven a duras penas, lo que llamamos un nivel de vida de subsistencia, casi como si fueran inferiores a la existencia. La razón para ese uso del término es que, de nuevo, en lugar del prefijo ex como tenemos en la palabra existencia, tenemos el prefijo sub con la misma raíz, y el prefijo sub significa debajo o bajo.
Entonces, de nuevo, si vamos a ese concepto griego de unión hipostática, hipóstasis significa en griego, estar debajo, o estar bajo. De modo que las dos palabras, hipóstasis o hipostática y subsistencia significan lingüísticamente la misma cosa. Y ambos tienen que ver con esta misma raíz que encontramos en la existencia, la raíz «estar de pie».
Así que en este caso lo que la iglesia ha dicho es que en Dios hay una esencia, pero tres subsistencias. Hay tres personae, es decir, que están debajo de la esencia. Son parte de la esencia. Son parte de la misma esencia, pero estamos haciendo una distinción que dije antes, que no es de la esencia. No hay una diferencia esencial entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, porque los tres tienen la esencia de la deidad. Sin embargo, hay verdaderos atributos peculiares de cada uno de los miembros de la Divinidad, aquellos por los cuales distinguimos a uno del otro.
Decimos que el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, pero no decimos que el Padre es el Hijo, y el Hijo es el Espíritu Santo o que el Espíritu Santo es el Padre. No hacemos eso, porque hacemos estas distinciones reales. Son reales, pero no perturban la esencia de la deidad. De modo que las distinciones dentro de la Divinidad son, si se quiere, sub-distinciones dentro de la esencia, sub-puntos dentro del ser singular de Dios. Una esencia, tres subsistencias. Y eso es realmente lo más cerca que podemos estar de articular la doctrina histórica de la Trinidad.