3 cosas que debes saber sobre Filipenses
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Este artículo forma parte de la colección 3 cosas que debes saber.
Primera y Segunda de Tesalonicenses son dos de las cartas menos conocidas del apóstol Pablo. Es muy posible que 1 Tesalonicenses fuera su primera carta, escrita después de su labor en Tesalónica en 49-50 d.C. Hay mucho que decir de estas cartas, pero nos limitaremos a tres cosas.
1. Las cartas fueron escritas a cristianos que enfrentaban persecución.
La iglesia de Tesalónica fue plantada por Pablo, junto con sus compañeros de ministerio Silas/Silvano y Timoteo (1 Ts 1:1). Esto ocurrió durante el segundo viaje misionero de Pablo registrado en Hechos 17:1-15. Como era costumbre de Pablo, él se dirigió a la sinagoga local y «por tres días de reposo discutió con ellos basándose en las Escrituras, explicando y presentando evidencia de que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos, y diciendo: “Este Jesús, a quien yo les anuncio, es el Cristo”» (Hch 17:2-3).
«Algunos» de los de la sinagoga, algunos «griegos temerosos» y muchas «mujeres principales» iniciaron una congregación (Hch 17:4). Esto hizo que los judíos formaran una turba y asaltaran la casa de Jasón (Hch 17:5). Cuando no encontraron a Pablo y Silas, llevaron a Jasón y a algunos creyentes ante las autoridades de la ciudad. Al hacerlo, pronunciaron unas de las palabras más famosas para describir a la iglesia: «Esos que han trastornado al mundo han venido acá también» (Hch 17:6). El cristianismo era una intrusión no deseada en el statu quo de Tesalónica. La descripción de los judíos tesalonicenses hacía eco de la del emperador Claudio (41-54 d.C.), quien en el año 41 describió la propagación del evangelio como «una plaga general que infesta el mundo entero». Esta acusación de «poner al mundo de cabezas» hizo que los oídos de los gobernantes de la ciudad estuvieran alerta: «Todos ellos actúan contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús» (Hch 17:7). La iglesia envió entonces a Pablo y Silas «de noche […] a Berea» (Hch 17:10). Los judíos les siguieron, por lo que Pablo tuvo que huir aún más lejos, hacia Atenas, mientras Silas y Timoteo se quedaron atrás (Hch 17:14-15).
Como pastor bajo persecusión, el gran deseo pastoral de Pablo en su primera carta a los cristianos tesalonicenses perseguidos era que perseveraran en su fe, esperanza y amor. En su segunda carta les dijo: «no se cansen de hacer el bien» (2 Ts 3:13). Quería que reavivaran su celo. Como la congregación de Tesalónica empezó y continuó existiendo bajo coerción, Pablo escribió para animarla. Esto puede verse en la forma en que Pablo da gracias por los tesalonicenses: «Teniendo presente sin cesar delante de nuestro Dios y Padre su obra de fe, su trabajo de amor y la firmeza de su esperanza en nuestro Señor Jesucristo» (1 Ts 1:3).
2. Las cartas fueron escritas para dar consuelo y claridad sobre lo que significa morir en Cristo.
En estas cartas, Pablo aborda problemas pastorales relacionados con escatología, la doctrina de los últimos tiempos. En 1 Tesalonicenses 4, Pablo responde a la idea de que los que murieron antes de la segunda venida del Señor se perdieron para siempre (1 Ts 4:13). La corrección de Pablo a la teología de ellos tenía la intención confortar sus almas. No quería que «se [entristecieran] como lo hacen los demás que no tienen esperanza». Por el contrario, quería que se «[conforten] unos a otros» y se edificaran mutuamente con la confortante doctrina de la segunda venida de Jesús (1 Ts 4:18; 5:11).
La venida de Cristo da esperanza en medio del dolor y transforma ese dolor para el cristiano. De hecho: «Dios traerá con Él a los que durmieron en Jesús» (1 Ts 4:14). El cuerpo de un creyente en la tumba está muerto, pero el alma descansa porque está con el Señor: «Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios traerá con Él a los que durmieron en Jesús» (1 Ts 4:14; ver Ap 6:9-11; 14:13). La resurrección de los cuerpos de los creyentes está basada en la resurrección del cuerpo de Jesús. Los que mueren en el Señor van a estar con Él, para que con Él puedan venir a la tierra en los últimos tiempos. Este consuelo del regreso de Cristo también da esperanza para la eternidad: «Y así estaremos con el Señor siempre» (1 Ts 4:17). ¡Siempre!
Pablo se dirige entonces a los creyentes que estén vivos cuando Jesús regrese: «Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre» (1 Ts 4:17). La segunda venida traerá consigo un encuentro celestial entre nosotros y el Señor. También traerá un reencuentro entre nosotros y nuestros seres queridos que han muerto en Cristo. Qué pensamiento tan precioso. Seremos arrebatados con nuestros seres queridos «al encuentro del Señor», para «[estar] con el Señor siempre». Este reencuentro con nuestros seres queridos tendrá lugar «en las nubes» para luego encontrarnos con el Señor «en el aire». Esta es una forma veterotestamentaria de hablar de la presencia del Señor (ver Éx 19; 24; Is 6). Su venida será culminante. El descenso del Señor desde el cielo será con «un grito de mando» (la palabra de una autoridad a Sus súbditos), «la voz de un arcángel» (el jefe de los ángeles), y «el sonido de la trompeta de Dios» (el shofar de guerra como en Jericó).
3. Las cartas contienen un pasaje desconcertante sobre el anticristo.
Segunda de Tesalonicenses 2 es uno de esos pasajes de los escritos de Pablo que Pedro pudo haber tenido en mente cuando dijo: «En las cuales [los escritos de Pablo] hay algunas cosas difíciles de entender» (2 P 3:16). Después de escribir clara y consoladoramente sobre la segunda venida de Cristo en 1 Tesalonicenses, estos queridos cristianos recibieron el confuso mensaje de falsos profetas que decía: «El día del Señor ha llegado». Pablo exhortó a estos creyentes a no ser «sacudidos fácilmente en su modo de pensar, ni [alarmados]» o «[engañados]» (2 Ts 2:2-3). Dijo que «no vendrá [la segunda venida] sin que» o «hasta» la venida de dos cosas: 1) la gran apostasía, y 2) la revelación del hombre de pecado.
Apostasia («apostasía» NBLA; «rebelión» NVI) no se usa para la rebelión política, sino para el alejamiento doctrinal y ético del Señor. El hombre de pecado es la personificación de la oposición a Jesús, Su reino y Su iglesia. En otras partes del Nuevo Testamento se le llama «el anticristo» (1 Jn 2:18). Satanás está trabajando y preparando el camino para que el anticristo final sea «revelado» (2 Ts 2:3, 6, 8). Pablo utiliza la misma raíz de esta palabra para describir la «[revelación]» de Jesús al final de los tiempos (2 Ts 1:7). El anticristo imita a Cristo.
¿Cuándo se revelará el anticristo? Después de que «lo que lo detiene por ahora […] sea quitado de en medio» (2 Ts 2:6-7). La identidad de este «detenimiento» ha sido un misterio y un punto debatido de exégesis desde los tiempos de la Iglesia primitiva. Algunos han dicho que es el Espíritu Santo. Otros grandes como Tertuliano y Juan Crisóstomo dijeron que era el Imperio romano. Calvino dijo que «lo que frena» era la predicación universal del evangelio. Incluso Agustín de Hipona (354-430), en su obra maestra, dijo: «Por mí mismo, confieso, no tengo ni idea de lo que se quiere decir». Al final, la enseñanza de Pablo tiene la intención de animar a los cristianos con la verdad de que Cristo vencerá las tinieblas de Satanás y su reino (2 Ts 2:8).
Incluso en medio de la persecución, la muerte y el pecado y el mal desenfrenados, el Señor Jesús permanece en Su trono, edificando Su iglesia y orquestando toda la historia para Sus buenos propósitos. Primera y Segunda de Tesalonicenses puede que sean dos de las cartas menos conocidas del apóstol Pablo, pero tolle lege, tómalas y léelas.