3 cosas que debes saber sobre Éxodo
14 octubre, 20235 cosas que debes saber sobre la santificación
19 octubre, 20233 cosas que debes saber sobre Levítico
Este artículo forma parte de la colección 3 cosas que debes saber.
Todo cristiano debe procurar sentarse a los pies de todo el consejo de Dios. Esto significa, en parte, meditar en toda la Palabra bíblica. En este sentido, todos nos sentimos naturalmente atraídos por algunos libros bíblicos y, si somos sinceros, no tan atraídos por otros. Un libro de la Biblia que suele evitarse es el de Levítico. Situado justo en medio del Pentateuco, el libro del Levítico está escrito de tal manera que muchos lectores modernos lo encuentran difícil de entender. Sin embargo, a pesar de su aparentemente confuso interés por el culto del tabernáculo del antiguo Israel, no debemos pasar por alto lo que este libro tiene que ofrecernos.
Aquí te presento tres cosas que todo lector de la Biblia puede aprender del libro del Levítico.
1. Dios hace grandes cosas para encontrarse con Su pueblo.
El tabernáculo del Señor es exactamente lo que la Escritura dice que es: la casa de Dios. Es Su santuario, Su palacio, y como tal, es el lugar donde recibe a Sus invitados (Éx 25:8-9). La casa de Dios refleja Su carácter, santidad, gloria, justicia perfecta y Su papel como creador supremo. Los que entran en el tabernáculo, por lo tanto, deben estar preparados para una audiencia con el Rey. Sin esta preparación, no pueden sobrevivir la visita. Sin embargo, Levítico nos recuerda que ni la caída ni nuestra finitud puede mantener a Dios lejos de nosotros. Nos hizo para habitar en comunión con Él, y Su voluntad está inclinada hacia esa comunión. Este deseo de reconciliación y restauración es, por supuesto, el telón de fondo de toda la historia de redención de la Escritura.
2. A Dios le importa cómo nos acercamos a Él.
Otra cosa que nos llama la atención al leer el libro del Levítico es lo meticuloso que es Moisés en sus instrucciones para los sacerdotes y levitas. La adoración israelita revela hasta qué punto Dios valora tanto el modo de adorar como el objeto de la adoración. Él no busca simplemente pensamientos afectuosos, proclamas de admiración o prácticas paganas convertidas. A los israelitas no se les llama a adorar como les plazca, sino que se les llama a conformar la manera de su adoración al carácter de Dios. Las instrucciones levíticas, las regulaciones para los sacrificios, las temporadas y las estaciones, y los festivales, hablan de la manera en que a los israelitas se les llama a organizar sus vidas y adoración según el diseño del Creador. Estamos hechos a imagen de Dios, por lo que nuestra adoración está dirigida por Su agenda y no al revés.
3. Los sacrificios mismos nos revelan los propósitos de Dios para Su plan redentor.
Cuando la humanidad cayó en el jardín, nuestra relación con Dios se rompió de un modo fatal, con implicaciones para toda la existencia humana. Para poder entrar en la presencia de Dios, ahora necesitamos ser hechos limpios, ceremonialmente apropiados para la presencia de Dios. La limpieza humana debe corresponder con la santidad de Dios. Por lo tanto, Levítico nos enseña que los lugares más santos del tabernáculo están reservados para aquellos que han sido especialmente preparados para la obra: los sacerdotes, y en última instancia, el sumo sacerdote (Lv 16:1-5; 21).
El sistema de sacrificios también refleja la manera terrible en que ha sido afectada la relación de la humanidad con Dios. Cada sacrificio ilustra una forma diferente en la que Dios desea que Su relación con Su pueblo sea restaurada por medio de la obra de la redención. El holocausto (Lv 1:2-17; 6:8-13), que incluye la incineración de todo el animal, sirve para cubrir o expiar el pecado humano ante Dios. La ofrenda de cereal (Lv 2:1-16; 6:14-23) se asocia a un regalo o tributo, como los que se dan a un rey para asegurar una alianza. La ofrenda de paz (Lv 3:1-17; 7:11-21) implica compartir sacramentalmente una comida entre el adorador y los sacerdotes, reflejando una relación que ha sido reparada. La ofrenda por el pecado (Lv 4:1-5:13; 6:24-30) destaca la contaminación o impureza del pecado para el creyente y la necesidad de purificación. La ofrenda por la culpa (Lv 5:14-6:7; 7:1-10) destaca la necesidad de saldar una deuda con Dios para que la relación divina y humana se restablezca.
Cada uno de estos cinco sacrificios destaca un aspecto diferente del plan de redención de Dios para la humanidad. A menudo nos llaman la atención los pasajes sobre la necesidad de expiación —tanto en el holocausto como en las instrucciones para el día de la expiación expuestas con tanta claridad en Levítico 16:1-34—, pero el culto cristiano puede ser más significativo mediante la comprensión de las ricas formas en que Cristo nos restaura ante Dios, abriéndonos un camino para entrar en Su presencia (Jn 14:6). Nuestros pecados han sido expiados, nuestra alianza con el Rey ha sido restaurada, compartimos una comida hospitalaria entre amigos, la impureza ha sido purificada y nuestra deuda ha sido pagada en la persona y obra de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Podemos regocijarnos de que nuestro Sumo Sacerdote está obrando para lograr todas estas bendiciones de la redención (He 10:1-18).