
3 cosas que debes saber sobre Zacarías
8 septiembre, 20253 cosas que debes saber sobre Miqueas

Este artículo forma parte de la colección 3 cosas que debes saber.
La profecía de Miqueas es la sexta de los doce Profetas Menores. Sus tres oráculos (Mi 1:2 – 2:13; 3:1 – 5:15; 6:1 – 7:20) predijeron el juicio del Señor sobre el rebelde Reino del Norte de Israel, reprendieron las injusticias prevalecientes del próspero Reino del Sur de Judá y proclamaron la esperanza del prometido Mesías venidero.
1. Miqueas fue contemporáneo de Isaías y Oseas, y compartió con ellos el mensaje de llamar a Israel al arrepentimiento
Miqueas ministró durante la segunda mitad del siglo VIII a.C., en los reinados de Jotam, Acaz y Ezequías, una generación después de los profetas Amós y Jonás. Eran días tumultuosos. El rey asirio Salmanasar saqueó Samaria, conquistó Israel y amenazó a Judá. Los ricos oprimían a los pobres. La corrupción política, el declive cultural y la decadencia espiritual se propagaban sin control. Al igual que todos los demás profetas, Miqueas, Isaías y Oseas compartieron un mensaje común que llamaba al pueblo escogido de Dios al arrepentimiento. Al igual que Zacarías, el mensaje era declarar las palabras, estatutos y mandamientos del Señor para que el pueblo fuera alcanzado y se arrepintiera (Zac 1:6). Al igual que Joel, el mensaje era que se vistieran de cilicio y se lamentaran (Jl 1:13). Al igual que Ezequiel, el mensaje era que pudieran arrepentirse y apartarse de todas sus transgresiones, para que la iniquidad no fuera su piedra de tropiezo (Ez 18:30). Este es el constante estribillo de esperanza en los profetas:
«Sión será redimida con juicio,
Y sus arrepentidos con justicia» (Is 1:27).
Por supuesto, el mensaje de arrepentimiento de Miqueas no era precisamente bien recibido, aunque fuera un estribillo de esperanza. No lo fue en los días de los profetas, y aún hoy no lo es.
2. Debido a esta resistencia innata al mensaje de arrepentimiento, los profetas a menudo eran colocados en el papel de «fiscales» de Dios
A veces, el papel acusatorio de los profetas es muy explícito, como lo es en la profecía de Miqueas (Mi 6:1-8). Notarás todos los elementos de una dramática escena en la corte, con cargos presentados por el Señor contra Su pueblo escogido. El caso es llamado desde la misma sala del trono del cielo (Mi 6:1). Toda la creación, desde las montañas y colinas hasta los mismos cimientos de la tierra, es convocada para escuchar la evidencia y dar testimonio de los procedimientos (Mi 6:2). El fiscal entonces presenta Su evidencia (Mi 6:3-5) y el acusado explora la posibilidad de un acuerdo de culpabilidad (Mi 6:6-7). El pueblo se había «cansado» del Señor (Mi 6:3). Así, la acusación en su contra era sumamente grave: infidelidad. La acusación se basó en cuatro incidentes de la historia de redención del pueblo. El primero fue su dramático rescate de la esclavitud en Egipto (Mi 6:4). El segundo fue el levantamiento de un liderazgo piadoso (Moisés, Aarón y Miriam) durante las peregrinaciones en el desierto (Mi 6:4). El tercero fue la reversión de las maldiciones de Balaam justo cuando estaban a punto de entrar en la tierra prometida que fluye con leche y miel (Mi 6:5). Y el cuarto fue el tan esperado cruce del Jordán: Sitim fue el último campamento en la ribera oriental, y Guilgal fue el primer campamento en la ribera occidental (Mi 6:5).
En cada caso, Dios había demostrado Su fidelidad pactual. En Su buena providencia, Él había guiado al pueblo a través de cada peligro y había suplido todas sus necesidades. Pero el pueblo no había respondido de la misma manera. Su amor se había enfriado.
Observa que los acusados aceptan prontamente su culpabilidad, pero luego se preguntan cómo podrían hacer las paces. ¿Quizás con holocaustos? ¿Tal vez con becerros de un año? ¿O millares de carneros? ¿O miríadas de ríos de aceite? ¿O incluso con el primogénito entre sus hijos? (Mi 6:6-7). Pero no, el Rey, Juez y Legislador responde diciendo que Él exige algo mucho más grande y mucho más precioso que cualquiera de estas cosas. Él no exige un regalo. En cambio, Él exige al dador:
Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno.
¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti,
Sino solo practicar la justicia, amar la misericordia,
Y andar humildemente con tu Dios? (Mi 6:8).
Aquí, el llamado al arrepentimiento es ineludiblemente claro. Entonces, no es de extrañar que Jesús resumiera más tarde «los preceptos más importantes de la ley» repitiendo la tríada de virtudes del profeta: justicia, misericordia y humildad (Mt 23:23), llamando a los escribas y fariseos al arrepentimiento. Lamentablemente, no lo recibieron mejor que sus antepasados. Así, «a lo Suyo vino, y los Suyos no lo recibieron» (Jn 1:11). Pero es precisamente en el humilde arrepentimiento donde encontramos el camino de regreso hacia la sanidad y la esperanza. Es en el arrepentimiento que somos capacitados para escuchar el mensaje de la gracia.
3. El mensaje de la gracia se proclama con la misma claridad que la advertencia del juicio y el llamado al arrepentimiento
La profecía de Miqueas resuena con la esperanza de redención y restauración. Tanto Isaías como Jeremías citan a Miqueas para reiterar su promesa profética de que, aunque «Sion será arada como un campo» y «Jerusalén se convertirá en un montón de ruinas», sin embargo, «en los últimos días» el «monte de la casa del Señor será establecido» y «correrán a él los pueblos» (Is 2:2-4; Jer 26:17-19; Mi 3:12 – 4:3). Mateo cita a Miqueas proclamando la venida del Mesías desde Belén, «la majestad del nombre del Señor» y al pastor de «Su rebaño» (Mt 2:6; Mi 5:2-4). Lucas también lo cita (Lc 12:53; Mi 7:6 y Lc 11:42–43; Mi 6:8), enmarcando así la declaración de las buenas nuevas en el lenguaje del profeta.
En conjunto, el mensaje de Miqueas es una poderosa declaración abreviada de la majestad de la soberanía de Dios, el carácter inviolable del pacto de Dios, la certeza de la justicia de Dios y la maravilla de la gracia abundante de Dios.