Mentalidad celestial
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8 mayo, 2019Aborreciendo a la familia
Nota del editor: Este es el noveno capítulo en la serie «Las duras declaraciones de Jesús», publicada por Tabletalk Magazine.
La palabra aborrecer es fuerte. Cuando era pequeño, mis padres tenían una regla: no digas «aborrezco», al menos en la mayoría de los casos. Esta palabra estaba muy llena de ira y malicia para ser usada apropiadamente por un niño, y fue esencialmente eliminada de mi vocabulario diario.
Este lenguaje tan fuerte del aborrecimiento es lo que hace que muchos lectores tropiecen con las palabras de Jesús en Lucas 14:26:
Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Jesús nos manda a amar a nuestros enemigos y a bendecir a los que nos maldicen. Siendo este el caso, es difícil entender cómo Él puede mandarnos a aborrecer a nuestra familia, especialmente cuando Dios nos dio el mandamiento de honrar a nuestro padre y a nuestra madre.
Los discípulos de Jesús deben tomar su cruz y seguir a Jesús.
Hay un par de cosas que es importante comprender aquí. En primer lugar, Jesús era judío, y las familias de Su cultura, como la mayoría de las culturas antiguas, eran muy unidas. A menudo demandaban la más alta lealtad de hombres, mujeres y niños. En segundo lugar, Jesús hizo uso del lenguaje común de Su época. Al igual que en nuestros días, la exageración —hipérbole— era común para enfatizar alguna enseñanza. Es probable que hayas escuchado a alguien decir: «Esto tomará una eternidad», cuando lo único que se necesita son quince minutos. Jesús está usando la misma estrategia aquí para darle una lección a Sus discípulos.
Jesús está señalando que cualquiera que sea la prioridad que Sus discípulos puedan tener en sus vidas, ninguna se compara con la prioridad de seguirlo. Su comentario es una aplicación del primer y más grande mandamiento, que exige una total lealtad. Comparado con su máxima lealtad, Jesucristo, se podría decir que Sus discípulos «aborrecen» —hiperbólicamente hablando— a sus lealtades menores, incluso a sus familias. Y de hecho, ellos están llamados a «aborrecer» incluso sus propias vidas.
En pocas palabras, los discípulos de Jesús son llamados a morir a sí mismos y a vivir para Cristo, incluso hasta morir por su fe, como muchos de los que estuvieron allí con Él ese día serían llamados a hacer, y como muchos hoy en día son llamados también. Es por eso que el verso 27 dice que los discípulos de Jesús deben tomar su cruz y seguir a Jesús. ¿Y qué de ti? ¿Qué tiene prioridad en tu vida?