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16 abril, 2022Camino a Worms: La Dieta de Worms en su contexto histórico
Nota del editor: Este es el segundo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El juicio a Lutero: La Dieta de Worms
En la primavera de 1521, Martín Lutero, junto con algunos colegas y estudiantes, abordaron un carruaje y partieron hacia Worms, un viaje de más de trescientas millas desde Wittenberg. En el camino, se detuvieron en Erfurt. A medida que se acercaba el carruaje de Lutero, un grupo de cuarenta jinetes salió al trote para dar al reformador una bienvenida de héroe. Los residentes de la ciudad se alinearon en las calles, se sentaron en los muros y se subieron a las cornisas de las ventanas para echar un vistazo a Martín Lutero. El 7 de abril de 1521, subió al púlpito para predicar a una gran multitud que se había extendido por las calles.
Juan 20:19-20 fue el texto empleado:
Entonces, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde los discípulos se encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Y diciendo esto, les mostró las manos y el costado. Entonces los discípulos se regocijaron al ver al Señor.
Este texto impulsó a Lutero a formular quizás la pregunta más importante que uno podría plantearse: ¿Cómo tenemos paz con Dios? Lutero sentía de manera personal la gravedad de esta pregunta. A lo largo de su vida, no sentía esa paz con Dios. Al contrario, sentía terror, miedo absoluto. Oh, ¡cómo inquietaba a Lutero esta pregunta! La paz con Dios significa perdón. Significa salvación. Significa vida eterna. Lutero anhelaba escuchar estas palabras directamente de Dios hacia él: «La paz sea contigo».
Durante los primeros treinta y cinco años de su vida, Lutero no escuchaba tales palabras de parte de Dios. Solo escuchó silencio. Solo sentía juicio. Solo conocía la oscuridad.
Esto le dio a Lutero una profunda simpatía por la gente y una justa indignación hacia la Iglesia católica romana medieval. Buscó en la iglesia la salvación, el camino que lo llevaría a la paz con Dios. En cambio, encontró una oscuridad cada vez mayor. Lutero llamó la atención sobre esto en el sermón predicado ese domingo de abril en Erfurt. Observó que los filósofos y los grandes escritores han explorado esta cuestión fundamental de cómo tener paz con Dios y alcanzar la salvación, pero se centró en cómo la iglesia —la iglesia en la que fue ordenado y de la que fue excomulgado— exploró y respondió esta pregunta. Llegó a una conclusión sencilla. La iglesia enseñó que nuestras obras conducen a la salvación. Esta visión básica sustenta toda la enseñanza defectuosa que se produjo a lo largo de siglos de desarrollo de enseñanza y práctica católica romana. La idea de que nuestras obras conducen a la salvación es una falla grave, una grieta sísmica en los cimientos. Lutero no fue el primero en reconocer esta grieta.
Precursores de la Reforma
Uno de los primeros intentos de reforma se produjo en el siglo XIV en los Países Bajos. Gerard Groote (1340-1384) fundó los Hermanos de la Vida Común, una orden de estilo monástico que se dedicaría a los ideales del monasticismo primitivo. Groote y sus seguidores enfatizaron la renuncia a las riquezas y bienes mundanos, y se dedicaron a la oración y la búsqueda de la piedad, libres de distracciones seculares. Vivían en comunidad. Establecieron centros de escribas y pasaron largas horas de manera laboriosa, a la vez que ingeniosa, copiando páginas de las Sagradas Escrituras, especialmente de los cuatro evangelios.
El miembro más conocido de los Hermanos de la Vida Común fue Tomás de Kempis (1380-1471). Se cree que copió a mano toda la Biblia al menos siete veces y copió muchos otros libros. Escribió sus propios libros, incluidas las biografías de Groote y de miembros clave de los Hermanos de la Vida Común. También escribió el libro clásico La imitación de Cristo.
Kempis representa los intentos de reforma que se centraron en la piedad. Muchos de los monasterios e iglesias medievales habían perdido el rumbo. En lugar de abandonar las cosas mundanas, las persiguieron a toda velocidad. En lugar de dedicarse a la oración, descuidaron las disciplinas espirituales y la práctica de la piedad. Pero lo que Tomás de Kempis y sus hermanos no vieron fue esa grieta profunda que afectaba hasta los cimientos. No se dieron cuenta de que la iglesia necesitaba una reforma desde sus propios cimientos. La iglesia necesitaba una reforma teológica, no solo una reforma de sus prácticas.
John Wycliffe (1330-1384) fue uno de los primeros reformadores que vio la grieta en los cimientos. Un erudito de Oxford que comenzó su carrera en filosofía, pronto dedicó sus energías a los estudios bíblicos y a la teología. Wycliffe rechazó la transubstanciación y la declaración del papado de ser la cabeza de la iglesia. También detestaba la ley canónica de la iglesia que prohibía la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas. Él y sus colegas académicos de Oxford se dedicaron a traducir la Biblia latina, la Vulgata, al inglés. Por todo esto, el papa condenó a Wycliffe.
Wycliffe disfrutó de cierta protección política. La madre del monarca de Inglaterra, el rey Ricardo II, lo favoreció, al igual que otros de alto rango en la corte del rey y en el parlamento. No obstante, la presión ejercida por la iglesia prevaleció. Wycliffe perdió su puesto en Oxford y se retiró a un pueblo donde sirvió el resto de sus días en un púlpito parroquial.
Los seguidores de Wycliffe continuaron el trabajo después de su muerte. Hicieron cientos de copias de la Biblia de Wycliffe, todas a mano, y fueron de pueblo en pueblo armados con copias de la Palabra de Dios. Los libros de Wycliffe también tendrían una influencia. Claramente influyeron en las primeras críticas de Lutero hacia la iglesia, e influyeron en otro precursor de la Reforma, Jan Hus. Todos estos esfuerzos de reforma nos han llevado a llamar a John Wycliffe la «estrella de la mañana de la Reforma». El amanecer estaba cerca.
Jan Hus (1372-1415) estudió en Praga, fue ordenado y comenzó a enseñar en la Universidad St. Charles y a predicar desde la capilla Bethlehem. Hus también apuntó a la falsa enseñanza de la iglesia. Abogó por el canto de himnos en lengua checa, en oposición a los antifonales y la liturgia latina. Defendió la predicación en el idioma checo. También atacó una venta de indulgencias papales y habló de manera regular en contra del papado. Tradujo y promocionó los libros de Wycliffe, que estaban en la lista de libros prohibidos. Y predicó el verdadero evangelio de la fe por encima y en contra del falso evangelio de las obras. Fue convocado al Concilio de Constanza, al cual llegó el 3 de noviembre de 1414. Esperaba un debate; en cambio, se leyó la lista de acusaciones en su contra y se le ordenó retractarse. Después de algunas semanas de negarse a retractarse, fue encarcelado el 28 de noviembre.
Vinieron muchos largos meses de sufrimiento, todo como un intento de inducir a Hus a retractarse. Las autoridades de la iglesia se dieron por vencidas y el 6 de julio de 1415 lo sacaron de su celda de la prisión a través de la puerta de la ciudad y hasta una pira preparada a aproximadamente un kilómetro. Allí Hus fue martirizado. Murió con una fe inquebrantable en el evangelio de Jesucristo.
En cierto momento, Hus dijo que pueden matar al ganso, pero dentro de cien años vendrá el cisne y no podrán matar al cisne. El nombre de Hus significa «ganso» en el idioma checo. Él estaba diciendo que mientras las fuerzas de la oscuridad tenían la ventaja en 1415, la fuerzas de reforma en lugares como Inglaterra y Bohemia continuarían creciendo y, eventualmente, el evangelio prevalecería en todo su esplendor, belleza y verdad. El cisne estaba por llegar.
Pre lux tenebras
Lo que estos intentos de reforma previos a la Reforma nos muestran es el verdadero estado de la iglesia y de la vida en la época que condujo al 31 de octubre de 1517. A veces hablamos del lema de la Reforma en la Ginebra de Calvino, Post Tenebras Lux: «Después de la oscuridad, la luz». Dicho al revés, también es cierto: «Antes de la luz, la oscuridad». La oscuridad se sintió en términos teológicos, religiosos y espirituales. Había también una oscuridad que era palpable en lo social, económico, político y educativo. Aquí hay un ejemplo: la primera vez que una ley convirtió en delito golpear a la esposa en Ginebra no fue hasta la época de Calvino en esa ciudad, y esa ley se debió a su influencia. Aquí hay otro ejemplo: John Knox usó toda la gran riqueza que había acumulado la Iglesia católica romana en Escocia para llevar a cabo una reforma educativa en toda la nación. A través de sus esfuerzos, Escocia logró la alfabetización casi universal, una hazaña verdaderamente fenomenal en el siglo XVI.
Pero toda esta reforma de la sociedad, la política y la educación se produjo como resultado de la reforma que hizo la Reforma, no solo de la práctica y la liturgia de la iglesia, sino también de la teología de la iglesia. La verdadera oscuridad que dominó la época que condujo a la Reforma fue la oscuridad de entenebrecer y eclipsar el evangelio. La iglesia enseñó que la paz con Dios se podía obtener a través de las obras humanas. Esa es la oscuridad máxima. Una oscuridad eterna.
Los reformadores vieron la grieta sísmica en los cimientos. Ellos proclamaron valientemente el evangelio intransigente, y sin inmutarse acusaron al catolicismo romano medieval de predicar un evangelio falso, que no es evangelio en absoluto. Cuando vemos cómo la iglesia y los papas respondieron a hombres como Wycliffe y Hus, vemos las garras de las tinieblas. Vemos cómo la oscuridad es amenazada por la luz. Vemos hasta dónde llegará la oscuridad para mantener alejada la luz. Esto provocó la justa indignación que Lutero tenía por la iglesia a la que pertenecía. Esto también explica la gran simpatía que sentía Lutero por los campesinos alemanes cubiertos por un manto de oscuridad. Lutero era uno de esos campesinos.
Un título en leyes, una tormenta y una Biblia
El primer hijo de Hans y Margarethe Luther fue bautizado el 11 de noviembre de 1483, un día después de su nacimiento. Era el día festivo de San Martín de Tours, y por eso se llamó Martín. Los padres de Lutero tenían grandes esperanzas puestas en su hijo y, cuando Lutero se mostró desde el principio como un estudiante prometedor, hicieron todos los sacrificios que pudieron por él. La educación temprana de Lutero lo llevó a Magdeburg y luego a Eisenach, y luego estuvo listo para Erfurt, una ciudad llena de iglesias, monasterios, industrias y una universidad de reputación creciente. Lutero obtuvo su licenciatura y maestría y se dispuso a obtener su título en leyes. En el verano de 1505, viajó a casa para hacer una visita prolongada y descansar un poco. En su camino de regreso a Erfurt, se encontró atrapado en una violenta tormenta. Lutero sintió como si Dios hubiera abierto los torrentes del cielo para quitarle la vida. Con miedo, agarró una roca y gritó: «Ayúdame, Santa Ana, y me convertiré en monje». Santa Ana —madre de María, según la leyenda— era la patrona de los mineros, el gremio del padre de Lutero. Su familia habría tenido un pequeño santuario para ella en la casa. Lutero probablemente le habría orado cuando se fue. Ella era la única mediadora que conocía. Cuando sintió lo que pensó que era la mano del juicio de Dios sobre él, se volvió hacia ella en busca de rescate.
Como dice Roland Bainton en parte en broma, Santa Ana cumplió su promesa y Lutero cumplió la suya. Le dio la espalda a su carrera de derecho e ingresó al monasterio, uniéndose a la orden de los agustinos y comenzando otra travesía a través de títulos académicos en Biblia y teología. Fue aquí en Erfurt, como estudiante de teología, que Martín Lutero tendría en sus manos por primera vez una Biblia completa. Los libros eran caros, y una Biblia era muy cara. Pero esa no es la única razón por la que Lutero nunca sostuvo una Biblia. La iglesia en ese momento no estaba interesada en poner biblias en manos de la gente. Una razón fue que la mayoría eran analfabetos. Pero por otra razón, la iglesia no quería que la gente leyera la Biblia por sí misma. Un santuario familiar, sí. Una Biblia en el hogar, no.
Desde 1510 hasta 1517, le sucedieron tres cosas importantes a Lutero. Primero, fue enviado a una peregrinación a Roma. Se esperaba que una visita a la Ciudad Santa sofocara de una vez por todas los demonios que lo asolaban y el terror que carcomía su alma. Pero cuando Lutero descubrió que la Ciudad Santa no era más que una guarida de libertinaje y una farsa, se sintió completamente desilusionado de su iglesia. La segunda cosa importante fue que Lutero leyó a Agustín. A través de Agustín, aprendió que ninguna justicia o mérito que pudiera ganar le traería paz con Dios porque aprendió que él era injusto hasta la médula. Tercero, leyó a Pablo, y por primera vez en su vida aprendió que la justicia que Dios requiere de nosotros no es de nosotros ni por nosotros. Es una justicia ajena. Es la justicia de Dios. Lutero creía que la salvación es por obras. Por supuesto, negó con vehemencia que la salvación sea por nuestras obras. En cambio, declaró con alegría que la salvación es por la obra de Dios y que somos justificados no por ningún mérito ni por ningún obrar de nuestra parte, sino por gracia sola por medio de la fe sola.
Por fin ha llegado
Este fue el evangelio intransigente que Lutero predicó desde el atril de la Universidad de Wittenberg y desde el púlpito de la Saint-Marienkirche de Wittenberg. Esto llevó a Lutero a levantar su mazo y clavar las noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia del castillo. Esto llevó a Lutero a la Disputa de Heidelberg en 1518, donde vociferó: «La cruz sola es nuestra teología». Lo llevó a Leipzig en 1519, donde debatió con el principal teólogo de Roma, Johann Eck, y donde Lutero declaró la sola Scriptura: que solo las Escrituras son la autoridad infalible de la iglesia. Fue la predicación del evangelio de Lutero lo que llevó al papa León X a emitir la bula papal en los meses de otoño de 1520, declarando a Lutero como un cerdo salvaje en la viña que pisoteaba el evangelio bajo sus pies. Fue la predicación del evangelio de Lutero lo que lo llevó a ser convocado a Worms en abril de 1521. Si fue su predicación lo que hizo que lo enviaran allí, entonces predicaría a lo largo del camino.
En ese sermón en Erfurt, la ciudad donde había sostenido una Biblia por primera vez, el 7 de abril de 1521, Lutero dijo que la iglesia nos ha dado todo tipo de obras para hacer. Peregrinaciones, ayunos, indulgencias. Todo es fábula y ficción, oscuridad y mentira. Lutero responde: «Por lo tanto, lo repito, ¡obras ajenas!». Cristo es nuestra justificación, nuestra redención. Si creemos en Él y en Su obra de redención a nuestro favor, tendremos paz con Dios.
Martín Lutero y su pequeña delegación partieron de Erfurt el 14 de abril de 1521. Viajaron a Eisenach y, a la sombra del Castillo de Wartburg que dominaba la ciudad, Lutero pasó la noche. Viajaron todo el día siguiente. En la mañana del 16 de abril llegaron a la orilla del río Rin. Un transbordador los llevó al otro lado, y alrededor de la media mañana Lutero entró en Worms ante multitudes de miles de personas que lo vitoreaban. Está registrado que un heraldo y un bufón de la corte saludaron a Lutero. Cuando Lutero pasó por la puerta, el bufón exclamó: «El que tanto buscábamos por fin ha llegado; te esperábamos incluso cuando los días estaban en su punto más oscuro».