
Cómo leer la literatura apocalíptica
9 diciembre, 2025¿Cómo es Jesús el pan de la vida?
Este es el primer artículo de la colección de artículos: Los «Yo soy» de Jesús.
En Juan 6:48, escuchamos el primero de los siete «Yo soy» de Jesús. Seis de estas declaraciones incluyen un predicado nominal: el pan (Jn 6:48); la Luz (Jn 8:12; 9:5); la puerta (Jn 10:7, 9); el buen pastor (Jn 10:11, 14); la resurrección y la vida (Jn 11:25), y el camino, la verdad y la vida (Jn 14:6), lo cual nos dice algo sobre la persona y la obra de Jesús. Una de estas declaraciones, Juan 8:58, no tiene un predicado nominal, sino que nos muestra a Jesús apropiándose del nombre divino «Yo soy», que el Señor reveló a Moisés cuando el profeta pidió conocer el nombre de Dios (Éx 3:14). La aseveración categórica en Juan 8:58, «Antes que Abraham naciera, Yo soy», deja claro que todos los «Yo soy» de Jesús son afirmaciones de Su Deidad. Como los líderes religiosos judíos no creían que Jesús fuera el Mesías, consideraron que esta declaración era blasfema. Entonces, «tomaron piedras para tirárselas» (Jn 8:59). Entendieron la verdad que Jesús proclamó sobre Su naturaleza divina, pero no le creyeron. Como veremos al examinar el primer «Yo soy», esta incredulidad no es un asunto menor. Las palabras de Jesús son una cuestión de vida o muerte.
Durante una larga conversación con Sus seguidores, Jesús dijo: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6:48). Este discurso se produjo justo después de que el Señor alimentó a cinco mil personas con cinco panes y dos peces (Jn 6:5-14), y ocurrió justo antes de la Pascua y la Fiesta de los Tabernáculos (Jn 6:4). Ambos eventos conforman un contexto importante para entender lo que significa que Jesús sea el pan de la vida.
Como veremos al examinar el primer «Yo soy», esta incredulidad no es un asunto menor. Las palabras de Jesús son una cuestión de vida o muerte.
En la Fiesta de los Tabernáculos, el pueblo celebraba el cuidado que Dios mostró a los israelitas en el desierto después de rescatarlos de la esclavitud de Egipto. El desierto no era un lugar acogedor. Se caracterizaba por no brindar los recursos necesarios para sustentar la vida humana, como la comida, el agua, la sombra durante el día y la luz durante la noche. Sin embargo, en todas las travesías de Israel por el desierto, el Señor de toda la tierra demostró ser un anfitrión generoso al suplir todas las necesidades del pueblo conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4:19; ver 1 Co 10:1-4). Uno de los primeros milagros de provisión que Dios hizo fue darles su pan cotidiano. Cuando el pueblo vio ese pan por primera vez, no sabían qué era, así que lo llamaron _maná_. El Salmo 78:23-25 conmemora la bondad del Señor al proveer pan en el desierto:
Sin embargo, dio órdenes a las nubes arriba,
Y abrió las puertas de los cielos;
Hizo llover sobre ellos maná para comer,
Y les dio comida del cielo.
Pan de ángeles comió el hombre;
Dios les mandó comida hasta saciarlos.
En Juan 6, los judíos exigieron que Jesús demostrara quién era realizando un milagro como el que hizo Moisés al darles el maná a sus padres. Jesús los corrigió y les explicó que no fue Moisés, sino Su Padre quien les dio el maná. Además, les explicó que Él mismo es el maná o pan del cielo que nutriría sus almas. El maná fue una buena dádiva de Dios que alimentó corporalmente a los israelitas durante cuarenta años, hasta que entraron a la tierra prometida. Sin embargo, los que comieron el maná murieron. Jesús dijo: «El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna» (Jn 6:54).
Cuando Jesús alimentó a los cinco mil, estaba recreando lo que Dios había hecho en los días de Moisés para mostrar que Él es el Señor que provee. Pero cuando la gente volvió a buscarlo, el Señor les advirtió que estaban siendo impulsados por un apetito incorrecto. Estaban trabajando por el alimento que perece. En cambio, debían trabajar por el alimento que permanece para vida eterna. Entonces, Jesús les explicó que Él es ese pan de la vida.
El lenguaje del pan y de comer Su carne y beber Su sangre claramente se refiere a la naturaleza humana de Jesús. Creer en Jesús es recibir el sacrificio de Su vida humana. Sin embargo, los «Yo soy» también hablan de la naturaleza divina de Jesús. Por lo tanto, Él no solo es recibido por la fe en Su sacrificio, sino también por la fe en Su vida indestructible como el Dios que se encarnó. La acción de comer es una imagen adecuada para describir la fe salvadora porque lo que comemos entra a nuestro cuerpo para sostener la vida y fortalecer la salud. Sin embargo, a diferencia del alimento para el cuerpo, la vida de Cristo en el creyente no se consume ni se agota con los ejercicios del amor. Su vida eterna sostiene la vida centrada en Dios para siempre.

