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Nota del editor: Este es el segundo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El reino de Dios.
Cristo y Sus apóstoles y profetas enseñaron que cada parte de la Escritura concuerda con cada otra parte. Toda la Biblia revela una fe verdadera: un sistema coherente de creencias, una sola historia, un camino de vida para que lo sigan los siervos fieles de Dios. Pero entender plenamente cómo la Biblia está organizada no es sencillo.
El problema es que las Escrituras no explican su sistema coherente de creencias un tema a la vez. No obtenemos su historia unificada capítulo por capítulo. Su guía moral no consiste en un conjunto de reglas delimitadas perfectamente. Más bien, la Biblia es una antología de sesenta y seis libros, escritos en muchos géneros durante un lapso de mil quinientos años por unos cuarenta autores humanos. Estos autores fueron guiados por el Espíritu Santo para abordar una multitud de temas de diversas maneras con el fin de guiar al pueblo de Dios a través de diversas circunstancias.

Así que, ¿cómo encaja toda esta variedad?
El sistema coherente de creencias de la Biblia, su única historia y su camino unificado para vivir fielmente reflejan un conjunto de convicciones que el Espíritu de Dios implantó en los corazones y las mentes de cada autor bíblico: convicciones acerca del reino de Dios. Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que el reino de Dios no es solo uno de los muchos temas que se encuentran en la Biblia, sino que se encuentra justo debajo de la superficie de cada pasaje bíblico. Sostiene y conecta todo lo que está escrito en la Biblia.
El concepto bíblico del reino de Dios es complejo, pero permíteme referirme brevemente a tres facetas cruciales del reino que impregnan las Escrituras: (1) Dios es el Rey del reino; (2) la creación es el lugar del reino; y (3) los seres humanos son los siervos del reino.
EL REY DEL REINO
No hay duda de que la Palabra de Dios revela muchas cosas diferentes acerca de Dios, pero ante todo habla de Él como el Rey sobre toda la creación. Los autores bíblicos afirmaron unánimemente que Dios ha gobernado y siempre gobernará sobre todas las cosas. Tal como declaró el salmista: «Desde la antigüedad está establecido Tu trono; Tú eres desde la eternidad» (Sal 93:2).
Cualquiera que esté familiarizado con la Biblia sabe que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento llaman explícitamente a Dios «el Rey». También hablan cientos de veces de Su «trono», Su «reinado» o «gobierno» y Su «reino».
Pero las Escrituras también aclaman a Dios como Rey de muchas otras maneras. Durante los tiempos bíblicos, los reyes humanos a menudo eran elogiados como grandes arquitectos y constructores, líderes de ejércitos poderosos, guerreros que aplastaban a sus enemigos, salvadores de sus pueblos, hombres sumamente sabios, legisladores benévolos, ejecutores de pactos, buenos pastores y padres que amaban a su gente. Los reyes humanos eran ensalzados como fuente de luz y esperanza de vida en sus reinos. ¿Te suenan familiares estas representaciones antiguas de reyes humanos? Es porque las Escrituras se refieren a Dios una y otra vez de estas formas para exaltarlo como Rey sobre todo.
Para poder entender cómo encaja todo lo que dice la Biblia, siempre debemos remontarnos a la convicción firme que sustentaba todo lo que escribieron los autores bíblicos: Dios es el Soberano del universo y «de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por siempre. Amén» (Rom 11:36).
EL LUGAR DEL REINO
Una segunda faceta crucial del reino de Dios es que la creación es el lugar del reino de Dios. Jesús resumió esta enseñanza bíblica clave cuando nos enseñó a orar: «Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo» (Mt 6:10). Nota dónde anhelaba Jesús que se hiciera la voluntad de Dios: en la tierra como en el cielo.
Ante el trono celestial de Dios, toda criatura obedece Sus mandamientos (2 Cr 18:18; Job 1:6; Is 6:1-3; Ap 4:2-11). Tú también lo harías si estuvieras ante el trono glorioso de Dios en el cielo. De una forma u otra, cada pasaje de las Escrituras revela cómo Dios está cumpliendo Su plan real e infalible para la historia, cómo Él será glorificado a medida que la obediencia a Sus mandamientos se extienda por toda la tierra.
En los primeros capítulos de Génesis, Dios plantó un jardín sagrado con el objetivo de que algún día Su reino llenara toda la tierra con siervos obedientes. El pecado condujo a la expulsión de la humanidad del Edén y a la corrupción del mundo físico. Sin embargo, en los días de Moisés, Dios guió a Israel de regreso a lo que probablemente era la ubicación original del Edén, al lugar que llamamos la tierra prometida. El reino de Dios avanzó en la tierra prometida y más allá de sus fronteras, especialmente en los días de David y Salomón. Pero con el tiempo, Israel se rebeló contra Dios y Él los llevó al exilio. Durante siglos, el reino de Dios en la tierra languideció. Sin embargo, aun sabiendo que llegaría este período terrible en la historia, los profetas de Dios proclamaron audazmente que un día «todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios» (Is 52:10).
El Nuevo Testamento explica cómo Cristo cumplió esta esperanza profética. Comenzó oficialmente al ministrar en la tierra prometida y enviar a Sus discípulos a extender el reino de Dios a todas las naciones de la tierra. Hoy Jesús continúa extendiendo el reino por todo el mundo a través de la proclamación del evangelio, y el reino de Dios llegará hasta los confines de la tierra cuando Él regrese en gloria. En ese día, todo seguidor de Cristo verá que «el reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de Su Cristo, y Él reinará por los siglos de los siglos» (Ap 11:15).
Casi todas las páginas de la Biblia hablan de la historia de los acontecimientos en nuestro planeta. Si queremos entender cómo encajan estos eventos, siempre debemos tener en cuenta que todos los eventos pasados, presentes y futuros se desarrollan según el gran y único plan de nuestro Rey divino. Revelan cómo Dios es glorificado a medida que se establece Su reino y se hace Su voluntad en la tierra como en el cielo.
LOS SIERVOS DEL REINO
Esto nos lleva a una tercera faceta de lo que creían todos los autores bíblicos: los seres humanos son siervos del reino de Dios. A lo largo de la Biblia vemos a todo tipo de personas haciendo todo tipo de cosas. Pero sobre todo, las Escrituras enseñan que los seres humanos serán utilizados de una forma u otra para lograr la expansión del reino por toda la tierra.
Dios podría haber logrado esta meta por Sí mismo en un instante, pero eligió usar personas a lo largo de la historia. Sin duda, el pecado ha corrompido tanto a los seres humanos que todos necesitamos ser perdonados por nuestros pecados y confiar únicamente en el poder de Dios. Sin embargo, aunque los ángeles también tienen sus funciones, cada porción de las Escrituras revela que los seres humanos redimidos y fieles son el medio principal por el cual vendrá el reino de Dios.
El Señor primero llamó a la raza humana «[Su] imagen… [Su] semejanza» (Gn 1:26). Durante los tiempos bíblicos, muchas de las naciones que rodeaban a Israel creían que sus reyes eran imágenes de los dioses de sus naciones. Estos reyes debían representar los intereses de sus dioses al aprender lo que estos deseaban y al hacer que se cumpliera esa voluntad en la tierra. Pero desde la perspectiva bíblica verdadera, todos los seres humanos deben representar al Dios verdadero y hacer Su voluntad en la tierra.
En el principio, Dios ordenó a los padres de toda la raza humana que se multiplicaran y ejercieran dominio sobre toda la tierra (Gn 1:28), lo cual era una forma de servir a Dios. Mientras otras naciones vivían según los propósitos de dioses falsos y satánicos, el verdadero Rey del universo llamó a la nación de Israel, y ahora a la Iglesia cristiana, a servirle como «un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19:6; 1 Pe 2:9). Al igual que Israel, tú y yo debemos anunciar «las virtudes de Aquel que [nos] llamó de las tinieblas a Su luz admirable» (1 Pe 2:9). Todas las imágenes redimidas de Dios han sido llamadas a difundir la luz del reino de Dios por todo el mundo.
Pero ¿cómo puede tener éxito este plan divino? Sabemos que los seres humanos pecadores siempre se quedarán cortos. A lo largo del Antiguo Testamento, el pueblo fiel de Dios anhelaba y oraba por alguien que viniera y cumpliera los propósitos del reino de Dios. Como creyentes del Nuevo Testamento, conocemos el nombre de esta persona: Jesús de Nazaret. El Hijo eterno del Padre se hizo carne y se hizo uno de nosotros. Ese Hijo perfectamente justo de David no solo expió los pecados de los siervos de Su reino en la cruz, sino que también se levantó de entre los muertos y ahora está sentado en el trono celestial de Su padre David. Desde allí, Él gobierna sobre todas las naciones, derrama Su Espíritu sobre Su pueblo y va añadiendo cada vez más personas a Su reino a través de nuestra proclamación del evangelio. Cuando Jesús regrese en gloria, terminará la tarea. Él extenderá el reino de Dios a todos los rincones de la tierra.
Si alguna vez esperamos entender cómo encaja todo lo que enseña la Biblia, debemos descartar lo que dice el mundo acerca de la raza humana. ¿Por qué es tan destructivo el pecado? ¿Por qué es tan crucial la salvación en Cristo? ¿Por qué las Escrituras se enfocan tanto en cómo la gente vive su vida diaria? Es porque somos la imagen de Dios, llamados a servir en Su reino. ¿No es asombroso? El Rey determinó extender Su reino hasta los confines de la tierra a través de personas como tú y como yo. Como decían los veinticuatro ancianos en el cielo al adorar a Jesús: «Tú fuiste inmolado, y con Tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación… y reinarán sobre la tierra» (Ap 5:9-10).