Bautizándolos
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19 septiembre, 2018Enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado
Nota del editor: Este es el séptimo capítulo en la serie «La Gran Comisión», publicada por la Tabletalk Magazine.
Ser un evangelista es más que solo hablarle a la gente acerca de Jesús; requiere que nos convirtamos en maestros del evangelio. El evangelio es proclamado a través la predicación de las buenas nuevas. Este es el comienzo. Pero también necesitamos explicar a los nuevos creyentes las implicaciones y consecuencias de creer en el evangelio. Esto es necesario para hacer verdaderos discípulos.
El ministerio cristiano es principalmente un ministerio de enseñanza.
La autoridad para enseñar
R.T. France señala que cuando Jesús les dijo a sus discípulos que tendrían que enseñar, Él les estaba transfiriendo la autoridad para ser maestros. En Mateo 28:20, el apóstol usa por primera vez el verbo «enseñar» (didaskō) lo que implica que los discípulos en ese momento tenían autoridad de parte de Cristo para enseñar a otros.
Creer en el evangelio requiere que el nuevo creyente se someta a la enseñanza y reciba instrucción para vivir de acuerdo a la voluntad de Jesús. Hacer discípulos comienza con la confesión de fe en Cristo (Rom. 10:9); luego, el bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo para que podamos unirnos a la iglesia a fin de aprender a guardar todo lo que Jesús nos ha mandado en el contexto de una comunidad de creyentes.
La necesidad de enseñar
El hecho de que la iglesia ha sido establecida por Jesús para ser una comunidad de enseñanza es claro. Y si esta es la naturaleza de la iglesia, entonces el ministerio cristiano es principalmente un ministerio de enseñanza.
En Hechos 2:42, aprendemos que la iglesia primitiva se reunía para dedicarse a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración. Los primeros cristianos priorizaron el pasar tiempo juntos para comprender el evangelio y las implicaciones de este en sus vidas. Los apóstoles formularon el evangelio. Luego los predicadores proclamaron el evangelio y los maestros enseñaron las implicaciones éticas del mensaje del evangelio.
Dios le ha dado dones a la iglesia a fin de mantener el evangelio en el centro de la nueva comunidad. Pablo, en su segunda carta a Timoteo, dice respecto del evangelio: “para el cual yo fui constituido predicador, apóstol y maestro” (2 Tim. 1:11). Todos los dones y el estatus dado a Pablo fueron usados al servicio del evangelio. La iglesia, por tanto, debe ser la guardiana del evangelio, y todo lo que hace la iglesia y cada ministerio en ella debe ser un instrumento para la promoción del evangelio y el avance del reino de Cristo. Esta es la única manera de cumplir con la Gran Comisión.
Qué enseñar
Al evaluar cuales enseñanzas son esenciales para los nuevos discípulos, podemos considerar lo que Derek Tidball sugiere fueron los objetivos de la enseñanza de Pablo:
Él (el apóstol) quiere que sus discípulos crezcan, se conviertan en adultos maduros, y dejen de ser bebés o niños (1 Cor. 3:1-4, 14:20, Ef. 4:14-15). Él quiere que la novia sea virgen, comprometida con un solo esposo, y que no tenga ojos para nadie más (2 Cor. 11:2). Utilizando imágenes del gimnasio y de la pista de atletismo, él quiere que desarrollen fuerza, resistencia y que no sean débiles en la fe (1 Cor. 9: 24-27; Ef. 4:16; 1 Tes. 3:2; 2 Tes. 2:3). 2:17, 3:3). Usando imágenes de la agricultura, él quiere que echen raíces profundas y ver el desarrollo del fruto (1 Cor. 3:5-9, 2 Cor. 9:10, Gál. 5:22 Fil. 1:11, Col. 1:10; 2:7). Usando imágenes educativas, él quiere que «aprendan a Cristo» (Ef. 4:20).
Tidball demuestra aquí la rica diversidad de enseñanzas que los discípulos deben recibir, pero que sin embargo, están enfocadas en un objetivo: la creación de creyentes fuertes y maduros.
Cuando Pablo supo que estaba cerca de la muerte, le recordó a Timoteo su deber en el evangelio. El corazón de su ministerio era predicar y enseñar el evangelio, defenderlo contra los ataques y la falsificación, y asegurar su transmisión precisa a las generaciones venideras. A Timoteo le fue encomendado guardar el evangelio (2 Tim. 1:14), sufrir por el evangelio (2:3, 8-9), persistir en el evangelio (3:13-14) y proclamar el evangelio (4:1-2). Este es el mayor privilegio y deber que se le puede confiar a un maestro: ser el guardián del evangelio y enseñarlo fielmente a discípulos fieles.