Gozo en nuestro trabajo
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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El gozo
La banca es aburrida. O al menos eso piensa la mayoría, pero si eres hijo de un banquero —como yo— no compartes esa opinión. Cada cierto tiempo, mi papá me llevaba a trabajar con él y me ocupaba en cualquier cosa que pensaba sería interesante para un niño de diez años. Siempre terminaba observando cuidadosamente el exhibidor de billetes falsos, una vitrina de tamaño medio que mostraba el dinero real junto con el falso, y una descripción de cómo identificar las diferencias.
Ser capaz de distinguir entre el dinero real y el falso no solo es interesante para un niño en un banco; también es una ilustración importante, sobre todo cuando se trata de diferenciar el gozo verdadero del falso. Quizás no te hayas dado cuenta de la relación directa de valor que existe entre el dinero y el gozo, pero considera lo importante que es el gozo. Nuestro gozo revela lo que más valoramos en la vida; nos define como personas. Así que, ¿crees que puedes identificar el gozo falso o superficial? Para lograrlo, debes ser capaz de diferenciar cuatro tipos de gozo: el falso, el fluctuando, el efímero y el permanente.
El gozo falso es la falsificación más indignante del gozo verdadero. El gozo falso es el que la gente experimenta al pecar, la carnada en el anzuelo de la tentación. Fue el gozo de la conquista sexual lo que llevó a David a adulterar con Betsabé, y el gozo de salirse con la suya fue lo que lo llevó a asesinar a su esposo (2 Sam 11). Este gozo engañoso y su encanto vano hacen que el pecado sea posible y repetible. El gozo falso no es gozo real. Se trata simplemente de un deseo pecaminoso y lujurioso disfrazado de gozo, provocando un deleite momentáneo mientras envenena tu alma. Así que nuestra primera regla para identificar el gozo falsificado es esta: el gozo verdadero solo se encuentra dentro de los límites de la ley de Dios.
El segundo tipo de gozo es el gozo fluctuante. Este es un deleite que depende de las circunstancias. Cuando la vida va bien, la felicidad abunda y se asume la cercanía de Dios. Cuando la vida es abatimiento, depresión y oscuridad, el gozo fluctuante nunca es hallado, y Dios parece estar muy lejos y distante. Si bien el gozo verdadero puede residir tanto en circunstancias agradables como en las terribles, las circunstancias pueden enmascarar el gozo verdadero, especialmente en el sufrimiento. Así que el gozo fluctuante solo está presente cuando las cosas marchan bien. Y esta es nuestra segunda regla: las circunstancias no pueden producir ni eliminar el gozo verdadero.
El tercer tipo de gozo es el gozo efímero, un tipo de gozo enraizado en la gracia común de Dios a todos los hombres. Si eres un ser humano, sin importar tu estado espiritual, Dios te ha bendecido (Mt 5:45). Y esas bendiciones producen gozo como respuesta a la bendición amorosa de Dios. Estas bendiciones incluyen una variedad de cosas tales como los talentos, la familia, las posesiones, la salud, los logros, la belleza del amanecer y hasta lecciones aprendidas por medio de pruebas difíciles. Este es un gozo verdadero, presente en todas las circunstancias y experimentado por todas las personas; sin embargo, es un gozo que se desvanece. Se desvanece porque este mundo con sus bondades no es todo lo que hay. Si ganas el mundo y no tienes a Dios, no tienes nada. Y así llegamos a nuestra tercera regla: lo mejor que este mundo puede ofrecer es un gozo efímero.
El cuarto y el tipo de gozo más verdadero es el gozo permanente. Es permanente porque es un gozo que viene del Dios eterno y apunta hacia Él, un gozo que es posesión única de los cristianos. El gozo eterno es el deleite que Dios tiene en Sí mismo, en Su creación y en Su misión redentora. Es solo por medio de la fe en Jesús que tú, como cristiano, puedes recibir y experimentar ese gozo. Al glorificar a Dios, compartes el deleite que Él tiene en Sí mismo. Al contemplar la creación, puedes ver que no solo es hermosa, sino que además revela la belleza de Dios como Creador. Cuando reflexionas en tu salvación, te deleitas con gozo en la gracia electora de Dios hacia ti, una gracia inmerecida y rica. Este gozo es la posesión del cristiano en el sufrimiento y en la prosperidad, en esta vida y en la próxima, por medio de Jesucristo nuestro Señor. Y esta es nuestra última regla: el gozo verdadero y duradero se encuentra solo con Dios en Cristo.
Acabas de ver una comparación entre el gozo superficial y el gozo real. Has aprendido cuatro reglas para examinar tu vida. No te conformes con un gozo barato y falsificado. Persevera para obtener un gozo profundo y verdadero. El Catecismo Menor de Westminster acierta al decir que el fin principal del cristiano es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre porque, al final, el gozo solo es tan bueno como su objeto.