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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: Un mundo feliz
Hace ya unos meses escuché hablar por primera vez de un nuevo servicio en Internet llamado ChatGPT, que se apoderó de los titulares a principios de año. Los titulares pusieron la atención del público en el campo de la inteligencia artificial (IA), que lleva muchos años desarrollándose. Decidí probar ChatGPT, pidiéndole que escribiera un ensayo sobre Moby Dick. Generó un ensayo aparentemente original en cuestión de segundos, y admito que me impresionó. Sentí como si estuviera leyendo la reseña de un libro escrita por un ser humano conocedor de la materia. Aunque la tecnología detrás de ChatGPT genera respuestas basadas en patrones y correlaciones estadísticas, los algoritmos que la alimentan dan al servicio una apariencia de inteligencia.
ChatGPT representa solo uno de los muchos nuevos servicios de IA que están empezando a aparecer. La IA, por ejemplo, también puede generar imágenes. De hecho, todas las imágenes que aparecen en esta edición de Tabletalk han sido generadas por Midjourney, un generador de imágenes de IA. Aunque se trata de una mera prueba y no de un cambio permanente respecto a la selección de artes gráficas para Tabletalk, ayuda a ilustrar lo poderosa que es la IA incluso ahora. Se están desarrollando servicios de IA similares para audio y video, pero el verdadero poder de la IA se manifiesta en la forma en que sus defensores la aplican en campos específicos. Por ejemplo, la IA puede aplicarse al campo de la medicina para analizar data de millones de historiales médicos y sugerir nuevas vías de investigación; a la práctica jurídica para producir rápidamente muchos acuerdos legales; a la contabilidad para balancear casi instantáneamente un presupuesto; a las finanzas para encontrar la distribución óptima de los fondos de jubilación para obtener el máximo rendimiento del portafolio de inversión; a la logística para optimizar las cadenas de suministro; a la defensa nacional para programar y controlar drones; al diseño de interiores para mostrar como luciría decorada una sala vacía; o al modelaje para crear hombres y mujeres fotogénicos que exhiban ropa nueva. De hecho, mientras escribo este artículo, se está produciendo una huelga de guionistas en Hollywood debido en parte a desacuerdos sobre el uso de la IA en la industria cinematográfica. Prácticamente todos los campos están lidiando ahora con el uso de la IA.
Aunque todo esto pueda parecer muy interesante y quizá incluso útil para la sociedad, los tecnólogos creen que esto es solo el principio de la transformación de nuestro mundo por parte de la IA. Sam Altman, presidente de OpenAI (creadores de ChatGPT), ha dicho con tono jocoso: «Es posible, y con mucha probabilidad, que la IA conduzca al fin del mundo, pero mientras tanto, habrá grandes empresas». Elon Musk también dijo que la IA crece de manera exponencial, y con ello viene el peligro: «El riesgo de que ocurra algo seriamente peligroso está en el transcurso de cinco años. Diez años como mucho». James Barrat, un escritor sobre IA, ha dicho: «De verdad no quiero asustarte, pero fue alarmante la cantidad de personas con altos cargos en IA con las que hablé que tienen refugios que son como casas de escape, a las cuales huirían si la cosa se pone fea». ¿Qué podría llevar a estas personas y a muchas otras a considerar la IA tan peligrosa como para ser una amenaza inminente para la humanidad? Existen varias preocupaciones.
Destrucción. Recientemente se hizo un simulacro en el que un dron militar fue entrenado por medio de IA para eliminar determinados objetivos, excepto cuando el operador dijera que no. Sin embargo, la IA razonó que su objetivo principal era eliminar objetivos, por lo que cortó la comunicación con su operador. De ese modo, no tenía que recibir ninguna orden para detenerse. La Fuerza Aérea desmintió posteriormente algunos elementos de esta historia, pero la situación hipotética sigue suscitando interrogantes. Imaginemos un mundo en el que la IA opera tras bastidores no solo de nuestra defensa nacional, sino también de nuestro mundo financiero, médico y logístico, pero de repente y de forma autónoma llega a una conclusión que provoca consecuencias catastróficas. En palabras de un investigador, la IA no tiene «sentido común»; comete errores. Esta es, al menos en parte, la razón por la que muchos tecnólogos hablan de la IA como una amenaza inminente para la humanidad. Gran parte de nuestro mundo ya está conectado a la Internet y, en cierto sentido, manejado por software. Piensa en la destrucción que causaron solo cuatro aviones el 11 de septiembre de 2001. Ahora imagina un mundo en el que miles de aviones, automóviles y quizás la mayor parte de nuestra infraestructura, esté operada por IA o sea vulnerable a ella. Los cristianos estamos llamados a considerar este tipo de preocupaciones, porque nuestro Dios es un Dios de paz, y nos ha llamado a procurar la paz (Mt 5:9).
Pérdida de empleos. Quienes están familiarizados con la tecnología de IA, temen que se produzca una tremenda convulsión en el mercado laboral a medida que la tecnología disminuye la necesidad de trabajadores humanos. Como el hombre fue creado a imagen de Dios, estamos llamados a trabajar para Su gloria (Gn 1:28; 1 Co 10:31). ¿Cómo será el trabajo de hombres y mujeres si en el futuro muchas más cosas se automatizan o son hechas por robots? Habrá que plantearse preguntas sobre la dignidad del trabajo, lo que significa ser humano y cómo podemos encontrar satisfacción en aquello para lo que Dios nos ha dotado.
Desaparición de la verdad. Ya encontramos este tipo de desafío con varios videos ultrafalseados (o deep fake en inglés), que circulan por Internet. Estos videos imitan de forma convincente a cualquier persona —un presidente, un famoso, un comentarista de noticias— diciendo o haciendo cualquier cosa, de modo que lo falso no se distingue de lo real. Aunque las ventajas de la tecnología web3 y las pruebas de autenticidad (ver el artículo anterior de esta serie) pueden ayudar a mitigar esta preocupación, el volumen de desinformación podría llegar a ser tan grande que la verdad y la falsedad se vuelvan casi imposibles de distinguir. Con el tiempo, esto podría conducir a un mayor caos social y a una mayor desintegración de la autoridad institucional. Los cristianos están llamados a discernir y conocer la verdad (Pr 2:2; Jn 8:32), y esto puede resultar aún más difícil en el futuro.
Pérdida de la privacidad. Imaginemos que dentro de unos años todos nuestros dispositivos digitales funcionen corriendo sobre una tecnología de IA. La IA podría ayudarnos a planificar, pagar facturas y responder preguntas. Sería algo parecido a Siri o Alexa pero a una escala mucho más inteligente y capaz. Podría hacernos la vida mucho más fácil, pero ¿confiaríamos en un servicio de IA como ese para que ingiera casi todos nuestros datos? ¿Y qué tal si pone en peligro esos datos?
Datos envenenados. La IA, tal y como existe actualmente, se entrena de conjuntos de datos para proveer servicios. Si los datos son malos, entonces la salida correspondiente es mala. Imagina un motor de IA entrenado con el libro Mi lucha de Hitler o El príncipe de Maquiavelo. O, siendo más realistas, imaginemos un motor de IA entrenado con datos buenos en su mayoría, pero con algunos datos malos. Tal vez la IA tenga la tarea de gestionar los semáforos o el control del tráfico. Podría funcionar sin problemas por años pero, de repente, causa una tremenda pérdida de vidas y lesiones al cometer un error basado en lo que parece buena lógica, al menos en apariencia, porque parte de su conjunto de datos es defectuoso.
Adicción. Muchas personas luchan con el aislamiento y la soledad. Anhelamos estar en comunidad y en relaciones porque Dios nos hizo para la comunión (Sal 61:4; 1 Co 12:12). Pero como la IA puede imitar tan bien la interacción humana, es posible que muchos se hagan más dependientes de la interacción artificial en su intento de satisfacer necesidades humanas profundas. Por ejemplo, imagina lo adictivo que podría ser un juego de realidad virtual porque la IA puede mantener el juego en marcha para siempre, generando nuevos contenidos e interacciones similares a las humanas. O pensemos en cómo puede utilizarse la IA para crear grandes cantidades de material sexual ilícito y alimentar la adicción a la pornografía. Los cristianos, por supuesto, están llamados a redimir el tiempo, huir de la inmoralidad sexual y tener un testimonio genuino de rectitud ante los hombres (Mt 5:16; 1 Co 6:18; Ef 5:16).
Estas son preocupaciones importantes y aterradoras, y la pregunta es: ¿qué deben pensar los cristianos de todo esto? Puede que muchos nos mostremos despectivos, ansiosos, emocionados o asustados. Estos sentimientos no son infundados. Sin embargo, sabemos que los cristianos no estamos llamados a abandonar el mundo; estamos llamados a ser luz en él (Mt 5:14; Jn 17:15). Por tanto, debemos aplicar la lente de las Escrituras a cualquier tecnología emergente y considerar cómo puede utilizarse para el reino de Dios (Mt 6:33). No hay que ser muy creativo para plantear algunas ideas: piensa en el potencial de la traducción de la Biblia bajo la supervisión de editores humanos; se podría hacer más trabajo y más rápido. La IA también podría utilizarse, bajo una cuidadosa supervisión, para educar a pastores y laicos en países en desarrollo con el fin de aumentar el alcance de la educación teológica. También podría usarse para hacer más eficiente el trabajo de pastores, iglesias y organizaciones sin fines de lucro al gestionar agendas, finanzas y trabajo legal, de modo que la misión de Dios pueda llevarse a cabo de forma más intencionada sin tanta carga administrativa. Existen otras posibilidades.
La IA tiene mucho potencial para el ministerio evangélico y el bien público, por la gracia de Dios, siempre que utilicemos la sabiduría y la discreción. Debemos anticipar los peligros y consecuencias que conlleva cualquier nueva tecnología, pero nuestra responsabilidad de confiar en el Señor y buscar formas de glorificar a Dios allí donde estamos con lo que se nos ha dado no ha cambiado. Él sigue siendo nuestra Roca y nuestro Refugio en medio de las cambiantes mareas tecnológicas, y en Él depositamos nuestra última esperanza, sea cual sea el futuro.