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Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de la revista Tabletalk: Un mundo feliz
La tecnología ha afectado profundamente la historia de la iglesia y sigue afectando nuestra vida cotidiana, transformando la forma en que nos relacionamos, trabajamos y compartimos nuestra fe. Pocas tecnologías han sido tan revolucionarias como la Internet, la cual, como cualquier otro gran avance tecnológico, cambia con el tiempo y se desarrolla por etapas. Estamos entrando en lo que muchos perciben como una nueva etapa de la Internet, a menudo llamada web3. Su lema común es «lee, escribe, posee». En la primera etapa de la Internet (web1), simplemente podías visitar sitios web y leerlos. En la segunda etapa (web2), también podías añadir tu propio contenido, como publicar fotos o escribir opiniones, pero en realidad no eras el propietario de ese contenido. Los contenidos que creabas estaban controlados por grandes empresas como Facebook, X (antes Twitter) y YouTube, que podían censurar o controlar lo que publicas. En esta tercera etapa (web3), sus proponentes prevén que el usuario podrá ser dueño de lo que crea, lo que permitirá una Internet más democrática, privada y segura.
Lo que está detrás de esta nueva era de propiedad digital es la tecnología blockchain o cadena de bloques. ¿Qué es la blockchain? En realidad, no es más que un giro moderno de la antigua práctica de llevar registros. La contabilidad comenzó en la antigua Mesopotamia, donde los primeros contables grababan marcas en tablillas de arcilla, y cada línea significaba una transacción. Este tipo de contabilidad por «partida simple» predominó durante siglos, hasta que la contabilidad por «partida doble» surgió durante el Renacimiento del siglo XV. La contabilidad por partida doble revolucionó la contabilidad al instituir un sistema de doble columna de débitos y créditos. Este método de registrar las cosas dos veces aportó precisión, coherencia y fiabilidad a las prácticas contables, y nuestros bancos siguen utilizando una variación de este sistema en la actualidad. Sin embargo, la contabilidad por partida doble sigue dependiendo de las personas y las instituciones, por lo que puede ser propensa a la alteración de datos, la falta de transparencia, los errores humanos y el fraude.
La tecnología blockchain representa lo que parece ser un nuevo método de llevar cuentas, o contabilidad. Introduce un tercer componente en la contabilidad por partida doble: un recibo digital criptográficamente seguro. Algunos han llamado a la blockchain contabilidad por «partida triple». Las transacciones se siguen registrando dos veces, pero una innovadora tercera entrada se incluye ahora en un registro público compartido y recibe una firma digital única no modificable mediante un código informático automatizado. Ya no se necesita una tercera entidad confiable, como un contable o una institución, porque el código verifica automáticamente las transacciones. El registro es inmutable, por lo que no puede alterarse ni borrarse, reforzando así la integridad de la transacción. Imagínatelo como un mural de anuncios público, en el que se pueden añadir nuevos avisos, pero los existentes no se pueden modificar ni eliminar.
La Internet, tal y como existe ahora, está formada principalmente por muchas empresas que llevan la contabilidad de lo que hemos publicado, los correos electrónicos que hemos enviado o recibido o el dinero que tenemos en nuestras cuentas bancarias. Estas empresas suelen ser grandes corporaciones, como Google, Facebook, X, Amazon, Apple y Chase. Dependemos de la buena voluntad de estas organizaciones para acceder a nuestra propiedad digital. Con la tecnología blockchain, es posible que en el futuro los usuarios de Internet no dependan de ninguna organización individual para acceder a sus bienes y administrarlos. Por el contrario, lo que uno posee en la Internet quedará registrado de forma inmutable en la cadena de bloques, de modo que ninguna empresa grande —ni ninguna otra persona— podrá adueñarse de tu propiedad digital. Muchos se refieren a esta idea como descentralización, porque blockchain descentraliza la autoridad de llevar el registro. Por lo tanto, esta tecnología tiene el potencial de ser verdaderamente revolucionaria, dando un vuelco a los modelos de negocio, cambiando las corporaciones y permitiendo nuevos medios de participación en Internet que no estén tan controlados por terceros.
Ante este potencial de cambio, ¿cómo pueden los cristianos anticipar el futuro? ¿Qué beneficios y peligros deben tener en cuenta los cristianos a la hora de pensar en el futuro de la Internet? He aquí algunas cosas a considerar:
Libertad de expresión. El derecho a la libertad de expresión suele considerarse el derecho sobre el cual descansan todos los demás derechos. Incluye la capacidad de compartir nuestra fe abiertamente sin temor a la persecución o la censura. Web3 consiste en aplicaciones descentralizadas que corren en la blockchain. El uso de estos protocolos independientes podría representar tanto un peligro como una oportunidad para la libertad de expresión, ya que quizá no estemos a la merced de las empresas tecnológicas o de medios de comunicación que determinan lo que es apropiado decir. Si bien es posible que, sin filtro alguno, la libertad de expresión se convierta en un caos de ruido, al mismo tiempo, la proclamación del evangelio no diluido podría resultar beneficiosa.
Restricciones. La adopción de blockchain tiene el potencial de imponer restricciones perjudiciales, sobre todo la posibilidad de una mayor regulación. Por ejemplo, los países pueden desarrollar monedas digitales de banco central o CBDCs (por sus siglas en inglés para Central Bank Digital Currencies) para ejercer un control más estricto sobre sus monedas. El lanzamiento del yuan digital por parte de China, que le permite controlar, rastrear, manipular y potencialmente bloquear todas las transacciones dentro de sus fronteras, es un ejemplo de ello. Sin embargo, la versatilidad de blockchain también permite eliminar las restricciones a las transferencias de fondos y la comunicación internacional, ya que las monedas digitales no están sujetas intrínsecamente al control de los gobiernos centrales, siendo Bitcoin un ejemplo de ello. Aunque esto puede facilitar inadvertidamente actividades ilegales, también significa que las finanzas de los cristianos tal vez no estarán fácilmente sujetas a los caprichos de corporaciones con agendas pecaminosas o regímenes políticos opresivos. También pudiera facilitar el apoyo a misioneros y ministerios en países hostiles al cristianismo. Así, blockchain pudiera ofrecer a los cristianos mayor libertad, apoyo y ánimo, sobre todo en países donde se suprime la proclamación del evangelio.
Confianza. El reciente auge de las tecnologías de IA (inteligencia artificial) supone un riesgo para la verdad y la confianza en muchos sentidos, porque a menudo pueden imitar de forma convincente a personas e instituciones. Para combatirlo, blockchain podría servir como el parámetro de origen de los contenidos originales. Por ejemplo, los malhechores pueden crear o distorsionar maliciosamente un contenido, como un artículo o un video, pero el contenido publicado en una blockchain es inalterable y puede demostrar de dónde procede una obra, casi como una marca de agua. Blockchain podría proporcionar una «prueba de verdad» o «prueba de originalidad» mediante un registro de propiedad y autenticidad de contenidos público, inmutable y permanente.
Privacidad. A diferencia de la Internet actual, en la que YouTube, Facebook, PayPal y otras organizaciones exigen a menudo que compartas tus datos personales antes de utilizar sus servicios, las aplicaciones descentralizadas no requieren necesariamente que los usuarios faciliten datos personales para acceder a servicios y contenidos o realizar transacciones. Esto permite un uso anónimo. Aunque el anonimato puede encubrir una participación malsana y pecaminosa en Internet, los cristianos que viven bajo regímenes autoritarios podrían aprovechar este anonimato para acceder libremente a recursos sobre el evangelio y hacer donaciones a ministerios sin enfrentar persecución política. Al eliminar la necesidad de verificar la identidad, los creyentes en contextos opresivos podrían participar y contribuir a esfuerzos ministeriales globales con un menor riesgo.
Distribución. ¿Qué tal si pudiéramos distribuir contenidos cristianos por todo el mundo instantáneamente, sin repercusiones políticas y prácticamente de forma gratuita? Una de las características más atractivas para las misiones cristianas y la educación es la capacidad de estas tecnologías para la distribución masiva de contenidos en todo el mundo. A través de redes descentralizadas, los creadores de contenidos podrían quizás llegar directamente a audiencias mundiales, eludiendo las limitaciones geográficas y políticas.
Conexión. La exhortación de Pablo a los tesalonicenses a «conf[ortarse] los unos a los otros, y edif[icarse] el uno al otro» (1 Ts 5:11) es un llamado permanente a fortalecer nuestras comunidades cristianas. Web3 podría ayudar a la iglesia en su esfuerzo por reunirse y crecer unida. Aunque el pueblo de Dios está llamado a reunirse físicamente principalmente en iglesias locales, también existe la oportunidad de utilizar la tecnología para fomentar la difusión del evangelio y los recursos de discipulado para cristianos e iglesias de todo el mundo. Los cristianos, los ministerios y las iglesias no son actualmente propietarios de las plataformas en las que se reúnen digitalmente las comunidades cristianas, como Facebook, X, Instagram y YouTube. Como estas plataformas no nos pertenecen, nuestras comunidades pueden ser censuradas en cualquier momento o eliminadas de ellas sin previo aviso. Gracias a la propiedad de web3, las comunidades podrían ser quizá más libres y autónomas.
A pesar de su aparente complejidad y novedad, la web descentralizada ofrece a la iglesia mundial ventajas dignas de considerar, aunque ciertamente hay peligros que acechan en el trasfondo. Considerar la web3 y su potencial no representa apoyar la adopción ciega de todos sus aspectos; más bien es un llamado a equiparnos con el conocimiento de nuestro tiempo y de lo que podría depararnos el futuro, a aplicar nuestra fe para discernir lo que se alinea con nuestros valores y a interactuar sabiamente con el mundo. Como cristianos, nos consuela saber que, en última instancia, Dios tiene el control, y podemos encontrar consuelo en la verdad de que Jesús es la autoridad suprema sobre todos los poderes (Col 2:9-10).
¿Y ahora qué?
Nos encontramos en la cúspide de una nueva era digital, en la que se nos presenta una oportunidad extraordinaria para abordar de forma reflexiva estos nuevos avances, como hicieron nuestros antepasados en su momento. Al embarcarnos en este viaje con la sabiduría y el discernimiento adecuados, debemos esforzarnos por llevar el evangelio a las personas allí donde se encuentren (1 Co 9:19-23), recordando cómo la historia de la iglesia constituye una prueba fehaciente de que el pueblo de Dios aprovechó eficazmente la tecnología para la difusión de la buena nueva de Cristo y el fortalecimiento de la iglesia mundial.
A pesar de su aparente complejidad y novedad, la web descentralizada ofrece a la iglesia mundial ventajas dignas de considerar, aunque ciertamente hay peligros que acechan en el trasfondo.
Al comenzar una tarea tan abrumadora, no perdamos ánimo mientras afrontamos los retos. El Dr. Sinclair Ferguson reflexionaba recientemente sobre la profecía de Isaías en 49:6: «…te haré luz de las naciones, / Para que Mi salvación alcance hasta los confines de la tierra». Dijo: «Vivimos días en los que esta profecía se está cumpliendo [y] eso es cierto a pesar de todo el pesimismo que oímos. . . . Es cierto que aún no hemos cumplido plenamente la gran comisión, y que la iglesia falla a menudo, pero la promesa de Dios a Su Hijo de que le daría las naciones por herencia no ha fallado, y no fallará». A medida que participamos de este nuevo panorama digital, hagámoslo con discernimiento, procurando usar la tecnología para la gloria de nuestro Señor Jesucristo y la expansión de Su reino.