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16 marzo, 2022La causa de la ansiedad
Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La ansiedad.
Han pasado casi dos años desde que alguien vino y me dijo: «Creo que tienes mucha ansiedad y ni siquiera lo sabes». Sonreí y pensé con orgullo: «¿De qué está hablando? No tengo ansiedad». Nunca nadie me había sugerido tal cosa. Me comprometí a considerar en oración la preocupación de esta persona. Aproximadamente un mes después, los ancianos de nuestra iglesia me concedieron un año sabático de emergencia. Esta persona tenía razón en ambos aspectos. Ciertamente estaba experimentando una gran cantidad de ansiedad, y ni siquiera lo sabía.
Descubrí que mi ansiedad no me había estado afectando a mí solamente. Debido a que influyó en la forma en que interactuaba con los demás, había afectado negativamente a los miembros de nuestro personal en diferentes grados. Pasé mucho tiempo disculpándome con ellos y pidiéndoles perdón. Todos mostraron gracia. Nunca lo olvidaré. Cuando mi año sabático llegó a su fin, ya no cuestioné si tenía ansiedad. En cambio, comencé a hacer una pregunta muy importante: «¿De dónde viene mi ansiedad?».
Sin duda, quería omitir esa pregunta. En el fondo, sabía que Jesús era la solución definitiva a mi ansiedad. Creía que Él podía destruir la ansiedad que me estaba destrozando, y quería que Su bola de demolición comenzara a obrar, pero ¿qué destruiría? Las cosas son muy diferentes hoy. Todavía lucho con la ansiedad de vez en cuando, pero soy consciente de ello cuando sucede y he aprendido cómo encontrar alivio a través de la fe en Cristo. Para cualquiera que desee afrontar la ansiedad, comprender la causa es una parte importante de la ecuación.
La ansiedad es difícil de definir. Involucra elementos de preocupación, nerviosismo, aprensión y miedo. A veces la ansiedad se experimenta sin ninguna razón discernible. A menudo, está conectada a la anticipación del peligro, la desgracia o la pérdida. Vemos mucho la ansiedad en la Biblia. El padre de Saúl se puso ansioso cuando no sabía dónde estaba Saúl (1 Sam 10:2). El salmista habla metafóricamente acerca de «[comer] el pan de afanosa labor» (Sal 127:2). Isaías tiene palabras para aquellos con un «corazón tímido» (Is 35:4). Daniel dijo que su espíritu estaba angustiado dentro de él (Dn 7:15). Marta estaba «preocupada y molesta por tantas cosas» (Lc 10:41). Incluso el apóstol Pablo experimentó ansiedad (2 Co 11:28). No debería sorprendernos, entonces que cuarenta millones de personas en los Estados Unidos solamente luchen con la ansiedad de manera regular. Todo el mundo ocasionalmente lucha con algún nivel de ansiedad; es inevitable.
En última instancia, la causa de la ansiedad es la caída de la humanidad. Cuando Adán y Eva comieron el fruto prohibido y sumergieron al mundo en el pecado y la miseria, la siguiente emoción que experimentaron fue miedo (Gn 3:10). El miedo, por supuesto, es uno de los elementos de la ansiedad. Una vez que la relación previamente perfecta entre Dios y el hombre había sido dañada, el sentido de seguridad y paz de Adán y Eva desapareció. No sabían lo que les deparaba el futuro. No sabían lo que Dios haría en respuesta a su pecado. Él había prometido que morirían si comían el fruto prohibido (2:17). Tal vez no sabían completamente lo que eso significaba. Sin embargo, por primera vez, tuvieron miedo. Estaban ansiosos. La caída es la causa principal de la ansiedad.
Así como se producen ondas cuando arrojas una roca a un estanque, hay una variedad de efectos relacionados con la ansiedad que fluyen de la caída. Podríamos llamar a estos efectos causas secundarias de la ansiedad. Los seres humanos caídos se ven afectados por estas causas secundarias de diferentes maneras y en diversos grados. Una causa secundaria de la ansiedad es el impacto de la caída en la bioquímica humana. En Estados Unidos, alrededor del 18% de personas luchan con la ansiedad debido a un desequilibrio químico en su cerebro. Tienen un trastorno de ansiedad clínicamente diagnosticado. La terapia y la medicación a menudo son necesarias.
Lamentablemente, los cristianos que se encuentran en tal situación a menudo son alentados a simplemente «orar más» o «leer más la Biblia». He sentido dolor junto con miembros de nuestra iglesia que se han sentido como ciudadanos de segunda clase debido a comentarios (bien intencionados) como estos. Por lo tanto, es muy importante reconocer la similitud entre los trastornos de ansiedad y otras condiciones médicas crónicas. El problema no es que el individuo no esté haciendo lo suficiente. El problema a veces está fuera de su control. Si no le diríamos a alguien que usa una silla de ruedas que «simplemente ore más», no deberíamos decirle esas cosas a alguien con un trastorno de ansiedad diagnosticado. Estas preciadas personas necesitan compasión e intervención médica, no clichés.
Otras causas secundarias que contribuyen a la ansiedad incluyen la personalidad, experiencias de vida y situaciones estresantes. Puede haber aspectos de tu personalidad dada por Dios que te hacen más propenso que otros a tener ansiedad. Tal vez tienes ansiedad por algo que te sucedió cuando eras más joven. Si uno de tus padres perdió su trabajo cuando eras niño, no sería sorpresa que tiendas a ponerte muy ansioso cada vez que tu jefe quiera hablar contigo. Las causas secundarias de la ansiedad son variadas y complejas.
Sin lugar a duda, una de las causas secundarias más poderosas de la ansiedad es el pecado. Cuando pecamos, experimentamos culpa y vergüenza. Nos ponemos ansiosos pensando en las posibles consecuencias. Piensa en el temor y la angustia que Jacob sintió cuando se enteró que Esaú, a quien había defraudado (dos veces), venía de camino (Gn 32:7). El rey David habló de un profundo conflicto interno derivado del pecado no confesado (Sal 32:3). Santiago nos dice: «Confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados» (Stg 5:16). Seguramente parte de nuestra sanidad es el alivio de la ansiedad relacionada con el pecado. La buena noticia es que servimos a un Dios de gracia que siempre está listo para perdonarnos y renovarnos en Cristo.
Otra causa secundaria importante de la ansiedad es una fe débil. Considera lo que Jesús dice en Mateo 6:25-34. Él nos instruye a no estar ansiosos por satisfacer nuestras necesidades básicas (comida, ropa). Observa cómo Él compara nuestro valor con el valor de las aves (v. 26). Si no creemos que somos valiosos para Dios, estaremos ansiosos acerca de si Él proveerá para nosotros. Jesús también dice que estar ansioso no puede alargar nuestras vidas (v. 27). Si no estamos seguros de lo que sucederá cuando muramos, no podremos evitar sentirnos ansiosos por nuestras muertes inevitables. Luego, Jesús se refiere a la ropa (v. 28). Aparentemente, preocuparse por nuestra apariencia no es nada nuevo. Finalmente, Jesús conecta estas tres formas de ansiedad con una causa: «hombres poca fe» (v. 30).
Alguien con ansiedad puede simplemente necesitar fortalecer su fe en la soberanía, bondad y fidelidad de Dios. Puede que necesite pasar mucho más tiempo considerando la forma en que la cruz revela cuán valiosos somos para Dios. Jesús enseña que hay una clara conexión entre tener una fe fuerte y tener menos ansiedad (no clínica). Sin embargo, Él no enseña que podemos tener suficiente fe para eliminar permanentemente la ansiedad. Debemos tener cuidado de no equiparar una fe fuerte con la ausencia de ansiedad. El apóstol Pablo tuvo una fe más fuerte que tal vez cualquier otro ser humano en la historia, y sin embargo, como se mencionó anteriormente, él experimentó ansiedad. Pero no debemos asumir que no hay nada que podamos hacer con respecto a nuestra ansiedad. Una vez que hemos identificado las causas secundarias de nuestra ansiedad, debemos preguntarnos a nosotros mismos y a los demás cómo luciríamos si tuviéramos una fe más fuerte. En mi caso, mi ansiedad provenía en gran medida de una peligrosa mezcla de orgullo y una carga de trabajo inmanejable. Estaba tratando de hacer demasiado, no estaba pidiendo ayuda, y estaba siendo aplastado por el peso de más responsabilidad de la que podía llevar. Fortalecer mi fe en Cristo requería estar dispuesto a no sobrecargarme en el trabajo.
Comprender la causa primaria de la ansiedad e identificar las secundarias es un paso de crítica importancia hacia la libertad. Estar conscientes de tales cosas nos ayuda de dos maneras. Primero, nos ayuda a ser amables, compasivos y pacientes con las personas que experimentan ansiedad. Saber que la ansiedad tiene un conjunto complejo de causas nos impide sugerir soluciones simples. Nos permite ayudar a las personas que tienen ansiedad en lugar de causarles involuntariamente aún más preocupación o miedo. Segundo, comprender la causa primaria e identificar las causas secundarias de la ansiedad son ejercicios de esperanza.
Nada es demasiado difícil para el Señor (Gn 18:14). Todas las cosas son posibles con Dios (Mt 19:26). Y podemos hacer todo en Cristo que nos fortalece (Flp 4:13). Muchos, muchos cristianos (incluyéndome a mí) se han convencido aún más de estas verdades debido a la forma en que el Señor los ha ayudado con gracia y poder a manejar, e incluso superar, la ansiedad. Si luchas con la ansiedad, dos cosas son ciertas. Necesitas ayuda, y tu ayuda viene del Señor (Sal 121:2).