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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia de la Iglesia | Siglo XVI
Martín Lutero confesó: «Las Escrituras son la viña en la que todos debemos trabajar». Y sí que trabajó en esa viña. En un principio, la educación formal de Lutero lo dirigió a los campos de las artes y las ciencias. Fue educado en los temas propuestos y desarrollados por Aristóteles. Su mente perspicaz lo preparó muy bien para sus estudios de maestría en el campo del derecho. Durante todo ese tiempo, tuvo conflictos profundos en su alma.
La infame tormenta eléctrica que sorprendió a Lutero camino a Erfurt terminó llevándolo al monasterio. Sin embargo, los deberes como monje no lograron calmar sus batallas internas. Sus superiores, que ahora estaban muy interesados en él, prescribieron más estudio, así que Lutero emprendió un viaje de investigación teológica.
Estudiar teología y Biblia en la década de 1510 significaba poco más que estudiar lo que los maestros tenían que decir sobre la teología y la Biblia. Los textos de estudio de Lutero eran fuentes sobre más fuentes —escritos de teólogos anteriores, papas y otros hombres— y se esperaba que él no hiciera mucho más que dominar las fuentes para que, a su vez, también apuntara a los estudiantes del futuro hacia los maestros.
Cuando Lutero pasó de ser alumno a ser profesor, estaba emergiendo una nueva estrella en la educación, una estrella que alumbraría al Renacimiento y a la Reforma. Los historiadores se refieren a esta nueva forma de aprender con la frase latina ad fontes, «a las fuentes». Hay que quitar las capas de la tradición y las fuentes secundarias; hay que ir directamente al documento original. Lutero acudió a la fuente. Leyó a Pablo, leyó los Salmos, leyó a los profetas. En la viña de la Escritura, halló la solución para sus luchas y mucho más que eso.
Erasmo publicó su Nuevo Testamento griego-latín en Basilea el año 1516. Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia un año después. La primera de esas tesis cuestiona la traducción latina de la palabra griega usada para referirse al «arrepentimiento». Con la Biblia en la mano, Lutero y la Reforma despegaron de verdad.
Pocos años después de publicar las noventa y cinco tesis, Lutero hizo un trabajo de amor para su propio pueblo: la traducción del Nuevo Testamento al alemán. Más adelante, dejó ambos testamentos a disposición de los lectores alemanes. En 1525, Tyndale tradujo el Nuevo Testamento desde el griego para el mundo de habla inglesa.
La Reforma se basó en la Biblia, así que no debe sorprendernos encontrar en los reformadores una doctrina robusta de la Escritura. Un modelo útil para esclarecer la doctrina de la Escritura es el que está compuesto por cuatro términos claves: autoridad, necesidad, claridad y suficiencia.
El reformador italiano Pedro Mártir Vermigli definió con claridad la autoridad de la Escritura al centrar su atención en una frase latina compuesta por dos palabras: Dominus dixit, que significa «Así dice el Señor». La Biblia es la Palabra de Dios, así que es verdadera, así que es concluyente, así que es inerrante, así que es infalible, así que es nuestra única guía segura.
Juan Calvino es famoso por comparar la Escritura con un par de lentes. Sin la Escritura, malinterpretamos el mundo natural, la naturaleza humana y al Creador. La Escritura sola nos entrega una imagen clara de quién es Dios, quiénes somos nosotros y cuál es el plan que Dios en verdad tiene para el mundo. Sin la Escritura, tropezamos en la oscuridad. La Escritura es necesaria para que veamos correctamente el mundo.
Uno de los escritos más importantes de Ulrico Zuinglio se titula Sobre la claridad y la certeza de la Palabra de Dios. La idea de que la Escritura es clara no significa que todo lo que hay en ella es igual y abundantemente claro. Sin embargo, sí significa que el mensaje y el sentido principal de la Escritura es claro. Zuinglio también nos dice que Dios nos ha dado el Espíritu Santo, «el Maestro de la verdad», y que Dios ha dotado a Su iglesia de maestros e individuos con dones para que conozcamos Su Palabra con certeza.
Justo antes de su martirio, Lady Juana Grey anotó un par de palabras en la copia del Nuevo Testamento que iba a dejarle a su hermana. Escribió que ese volumen no estaba adornado exteriormente con oro, como los libros más elegantes de su biblioteca, pero «internamente vale más que las piedras preciosas». Pedro dice que Dios nos ha concedido «todo cuanto concierne a la vida y a la piedad» en las «preciosas y maravillosas promesas» de Su Palabra (2 P 1:3-4). La Palabra de Dios es suficiente para decirnos qué debemos creer para ser salvos y cómo agradar a Dios.
En realidad, el cimiento reformado de la sola Scriptura —«la Escritura sola»— está formado por las cuatro palabras claves que describen a la Biblia. Puesto que es autoritativa, necesaria, clara y suficiente, la Escritura es nuestro estándar supremo en asuntos de fe y práctica. En consecuencia, debemos predicar, leer, estudiar y publicar la Escritura. La Reforma se basó en el cimiento firme de la Palabra de Dios.
Al celebrar lo que la Reforma logró quinientos años atrás, también debemos mirar al futuro, a la próxima Reforma. ¿Podemos imaginarnos todo lo que la Palabra de Dios podrá lograr en manos del pueblo de Dios en los años venideros?