Por qué es importante una declaración sobre Cristo ahora
24 diciembre, 2024La humanidad de Jesús
Este es el segundo artículo de la colección de artículos: Por qué es importante una declaración sobre Cristo ahora
Antes de concluir las páginas del Nuevo Testamento, ya nos encontramos con personas que niegan que el Hijo de Dios vino en carne. En las iglesias del primer siglo, incluso en las de los apóstoles, los falsos maestros ya estaban presentes. Una de las falsas enseñanzas más comunes que difundieron fue la negación de que el Hijo de Dios tomó forma humana. Pero ¿por qué este tema? ¿Qué era tan ofensivo en que Cristo se hiciera hombre?
Parte de la respuesta tiene que ver con la cultura del primer siglo, en el que Platón dominaba el mundo de las ideas. Una de sus ideas se refería a la materia. En pocas palabras, según Platón, la materia era mala. Estaba fuera de toda posibilidad que algo bueno (Dios) se convirtiera en algo malo (carne). Entonces, estos falsos maestros propusieron que Cristo solo «aparentó» ser humano.
El Nuevo Testamento refuta directamente esta idea. Vemos que Jesús se cansó, tuvo hambre y sed. Experimentó limitaciones espaciales. Agonizó, e incluso sufrió. Mostró emociones, intelecto y voluntad humanos. Murió. Cristo era —y es— verdaderamente humano. ¿Por qué esto es importante?
La declaración Ligonier sobre cristología establece:
Se hizo verdaderamente hombre…
… y vivió entre nosotros.
Además, en el artículo 7 de las Afirmaciones y negaciones, decimos:
Afirmamos que, como verdaderamente hombre, Jesucristo en Su estado de humillación poseyó todas las limitaciones naturales y las debilidades comunes a la naturaleza humana. Afirmamos que Él fue hecho como nosotros en todos los aspectos, pero no tuvo pecado.
La expresión «debilidades comunes» está tomada de la Confesión de Fe de Westminster. Es una frase hermosa, aunque aborda duras realidades. A lo largo de los evangelios, podemos ver ejemplos de la empatía de Cristo hacia nuestras debilidades comunes. ¿Alguna vez te ha traicionado un amigo íntimo o un confidente? A Cristo le sucedió. ¿Has sufrido alguna vez la pérdida de un amigo íntimo? Cristo lo vivió. ¿Has experimentado alguna vez un dolor intenso e insoportable? Cristo lo experimentó. ¿Alguna vez te han calumniado, se han burlado de ti y te han rechazado? A Cristo le hicieron lo mismo.
Tal vez ningún episodio ilustre mejor la experiencia de Cristo con debilidades comunes —o no tan comunes— que la angustiosa noche que pasó en el huerto de Getsemaní (Mt 26:36-46). Cuando confesamos las palabras «Él es verdaderamente humano», estamos reconociendo que Cristo fue verdaderamente —y sigue siendo— un verdadero ser humano. Y esto es reconfortante.
Por supuesto, debemos distinguir entre el estado de humillación de Cristo y Su actual estado de exaltación. En la encarnación Cristo se convirtió en el Dios hombre. Los teólogos se refieren a Su vida en la tierra, desde la encarnación hasta Su muerte y sepultura, como Su «estado de humillación» (Fil 2:5-8). Durante ese tiempo, Él fue el Dios hombre. De igual manera, los teólogos llaman «estado de exaltación» al tiempo transcurrido desde la resurrección de Cristo, que incluye Su ascensión, Su actual gobierno celestial y Su futuro regreso (Fil 2:9-11). En este tiempo, Él sigue siendo el Dios hombre. Está sentado en Su trono a la diestra del Padre, y es verdaderamente hombre y verdaderamente Dios. Así que, cuando hablamos de Cristo soportando debilidades comunes, debemos reconocer la distinción entre Su estado de humillación y Su estado de exaltación; sin embargo, en ambos casos es el Dios hombre y en ambos posee una naturaleza verdaderamente humana. No era distante cuando vivía entre nosotros ni lo es ahora. Esto tiene una aplicación significativa para nosotros y para la manera en que vemos a nuestro Abogado e Intercesor.
La intención de establecer esta distinción entre el estado de humillación y el estado de exaltación es aclarar las críticas que recibimos sobre el verbo «posee» en tiempo presente que empleamos originalmente en el artículo 7 de las Afirmaciones y negaciones. Con base en los comentarios que recibimos sobre esta publicación inicial, existe la necesidad de una claridad aún mayor y más explícita con respecto a las «debilidades comunes» y los estados de Cristo. Cristo poseía «debilidades comunes» en Su estado de humillación, pero estas debilidades fueron superadas y vencidas en Su exaltación. La intención original de utilizar el tiempo presente en el artículo 7 era señalar que Cristo sigue siendo verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Cuando el Hijo eterno de Dios se hizo hombre en la encarnación, asumió una naturaleza humana en unión consigo mismo, de modo que Sus naturalezas divina y humana se unieron en ese momento y para siempre en la persona única de Jesucristo.
Agradecemos a quienes nos han ofrecido esta crítica para que podamos tener mayor claridad en estos asuntos. Nuestra intención era que la declaración sirviera de catalizador para un debate cristológico sano y sólido. Estamos agradecidos de que así sea.
Pasando de los artículos de Afirmación y negación a la propia declaración, en el tercer párrafo o estrofa de la declaración, se mencionan los hechos históricos de la encarnación de Cristo. Aquí, la declaración sigue de cerca los antiguos credos. El Credo Apostólico declara que Cristo «Nació de la virgen María; / Padeció bajo Poncio Pilato, / Fue crucificado, muerto y sepultado». Sin embargo, añadimos esta frase:
Nació de la virgen María,
y vivió entre nosotros.
La frase «y vivió entre nosotros» debe ir seguida de un selah, esa misteriosa anotación musical que aparece en los Salmos. La palabra selah nos dice que hagamos una pausa, detenernos y reflexionar. Así pues, debemos detenernos a considerar lo que significa que Cristo, quien es verdaderamente humano, viviera entre nosotros. El autor de Hebreos hizo precisamente eso. Mira Hebreos 2:14-18 y 4:14-16. Lee estos pasajes y reflexiona.
Lo que encontramos al reflexionar sobre estos versículos y esta doctrina de la verdadera humanidad de Cristo, es que el cristianismo supera con creces a todas las demás religiones, filosofías y visiones del mundo. Platón es intrigante. Sus diálogos son provocadores. Sin embargo, toda una filosofía basada en la idea de que la materia es mala y que el mundo material solo existe para que escapemos de él, no ayuda a vivir. No ayuda a nadie a encontrarle sentido a su trabajo ni a criar a sus hijos. Considerar la respuesta suprema de Platón no nos ayuda a vivir bien en este mundo.
Si investiga el islam, encontrarás un ser caprichoso, una deidad arbitraria y mercurial. Según el islam, Jesús habló sobre esta deidad, pero el Jesús del islam no es un Sumo Sacerdote compasivo que intercede por ti.
No nos equivoquemos: al confesar la frase «Verdaderamente Dios, se hizo verdaderamente hombre», estamos diciendo que Jesús, por ser el Dios hombre, es nuestra única esperanza. Al confesar que Él «vivió entre nosotros», estamos confesando que Él es nuestra única esperanza y consuelo en esta vida y en la venidera.
Lo que para algunos es una fuente de consuelo y alegría, para otros puede ser un tema que asusta y que hay que evitar a toda costa. El hecho de que el Hijo, que es verdaderamente Dios, se haya hecho verdaderamente hombre es francamente aterrador para algunos. C. S. Lewis explica de la mejor manera este terror en su libro Los milagros:
Los hombres se resisten a pasar de la noción de una deidad abstracta y negativa al Dios vivo. No me extraña […] El Dios panteísta no hace nada, no exige nada. Está ahí si lo deseas, como un libro en una estantería […] Un «Dios impersonal», bueno. Un Dios subjetivo de belleza, verdad y bondad dentro de nuestras cabezas, mejor aún […] Pero Dios mismo, vivo, tirando del otro extremo de la cuerda, acercándose tal vez a una velocidad infinita, el cazador, rey, esposo […] ya eso es harina de otro costal.
Dios no es solo el que tira del otro extremo de la cuerda; Él es mucho más. La segunda estrofa de la declaración afirma la Trinidad: los miembros coiguales de la Divinidad son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Las tres personas de la Divinidad son uno en sustancia o en esencia. Esto significa que Cristo es verdaderamente Dios. También sabemos que el Dios trino no desprecia la materia. Cuando Dios creó al hombre, formó a Adán «del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente» (Gn 2:7). Él es un Dios aterradoramente cercano.
Y en la plenitud de los tiempos, Dios envió a Su Hijo, nacido de la virgen María. Aquel niño acostado en un pesebre era —y es— verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, dos naturalezas en una sola persona: aterradoramente cercano.
«Verdaderamente Dios, se hizo verdaderamente hombre». No son solo unas palabras breves y bastante directas. También son palabras que sobrecogen. Palabras sobrias. Palabras reconfortantes. Selah.
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