Forzando nuestra entrada al reino
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11 marzo, 2022¿Qué es la ansiedad?
Nota del editor: Este es el segundo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: La ansiedad.
La ansiedad parece que va en aumento en el mundo hoy. Según una organización de salud: «Los trastornos de ansiedad son la enfermedad mental más común en los Estados Unidos». Los estudios han indicado que la ansiedad ha ido en aumento incluso entre adolescentes en los últimos años. Hace solo dos años, Barnes & Noble, una de las cadenas de librerías más grandes del mundo, anunció que las ventas de libros que tratan sobre la ansiedad habían aumentado un 25%. Todo esto fue antes del inicio de la reciente pandemia. Sin duda, la ansiedad ha aumentado aún más durante este último año.
Tengo un recuerdo de infancia de alguien que decía sobre mi padre: «Oh, él se preocupa por todo». Lo expresó de una manera alegre, medio en broma. Sin embargo, era cierto. Mi papá se preocupaba por todo. Después de que mi abuelo vendió el negocio familiar, mi padre se dedicó a iniciar su propio negocio desde cero. Era un trabajo difícil y exigente que consumía su tiempo y atención. Su negocio tuvo mucho éxito, pero esos años también fueron muy estresantes. Todo esto se sumaba a su preocupación por sus seis hijos. Como pastor con seis hijos, soy similar a mi padre. También lucho contra la preocupación: por mis hijos, por mi rebaño y, con frecuencia, por el enorme peso de mis responsabilidades.
Según la Escritura, la ansiedad es un asunto serio. Jesús ordenó a Sus discípulos: «No os preocupéis por vuestra vida» (Mt 6:25). De manera similar, Pablo escribió: «Por nada estéis afanosos» (Flp 4:6). Estos versículos no pretenden ser consejos reconfortantes, en el sentido de «todo va a estar bien». Son mandatos bíblicos; quebrantarlos, en consecuencia, es pecado.
Sin embargo, la Escritura no presenta toda ansiedad como pecaminosa. El apóstol Pablo, en su rol pastoral, experimentó una especie de ansiedad correcta. Escribió a los corintios que, además de las otras dificultades que enfrentó, «Está sobre mí la presión cotidiana de la preocupación por todas las iglesias» (2 Co 11:28). La palabra griega traducida como «preocupación» aquí es la forma sustantiva del verbo «estar afanado» que Pablo usa en Filipenses 4:6, citado anteriormente. Sin embargo, como Pablo lo describe a los corintios, no es una ansiedad pecaminosa la que él tiene, sino más bien una ansiedad piadosa y amorosa.
De hecho, a lo largo de la Escritura, vemos formas contrastantes de ansiedad: una que es apropiada y correcta, y otra que es contraria a la voluntad de Dios. En efecto, el Nuevo Testamento usa las mismas palabras griegas para ambos tipos de ansiedad. Pablo usa el mismo verbo griego que se encuentra en Filipenses 4:6 (también usado en Mateo 6:25) cuando escribe que el cuerpo de Cristo debe estar unido en el «cuidado» (o «ansiedad», «preocupación») unos por otros (1 Co 12:25). Del mismo modo, Pablo recomienda a Timoteo a la iglesia de Filipos como alguien que, más que cualquiera de los colaboradores de Pablo, está «sinceramente interesado» (o «ansioso») por el bienestar de ellos (Flp 2:20).
La mayoría de nuestras ansiedades pecaminosas están vinculadas a preocupaciones válidas. Es correcto hacer bien tu trabajo, mantener a tu familia, cuidar de tus hijos, cumplir con los deberes que Dios te ha llamado a realizar. Debemos preocuparnos por todos esos asuntos. La pregunta es: ¿cuándo estas preocupaciones válidas se vuelven pecaminosas? ¿Cuándo el interés piadoso se convierte en una preocupación impía?
Hasta cierto punto, podríamos decir de la ansiedad lo que la famosa frase de un juez expresó sobre la pornografía. No pudo definirla, observó, «pero la reconozco cuando la veo». Sabemos lo que es la preocupación o la ansiedad pecaminosa porque la hemos experimentado. Conocemos sus indicios: manos sudorosas, palpitaciones, incapacidad para relajarse o mantener la calma, la sensación de tener un gran peso en el pecho, pérdida de sueño y una serie de otros síntomas. Pero ¿qué hace que la ansiedad pecaminosa sea pecaminosa?
Un buen lugar para comenzar es con la historia de Jesús, María y Marta en Lucas 10:38-42. Jesús está en la casa de María y Marta. Marta está ocupada sirviendo a los invitados y muy probablemente preparando una comida. María, por otra parte, está sentada a los pies de Jesús escuchando Su enseñanza. Marta se exaspera y le dice a Jesús que le diga a María que la ayude. Pero Jesús le responde: «Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada» (vv. 41-42). Marta se obsesionó con lo bueno y perdió de vista lo mejor. Ella estaba trabajando mucho sirviendo a Jesús, pero quitó su enfoque de Jesús.
En resumen, esta es la ansiedad pecaminosa. Es estar consumidos con preocupaciones legítimas mientras quitamos nuestros ojos de Jesús. En otras palabras, la ansiedad pecaminosa pone las preocupaciones y responsabilidades terrenales por encima de Cristo. Ocupan el primer lugar; Cristo ocupa el segundo lugar.
Charles Spurgeon escribió sobre Marta: «Su falta no fue que sirviera. El servir le viene bien a todo cristiano. Su falta fue que se “distrajo con mucho servicio”, por lo que se olvidó de Él y solo recordaba el servicio». El verbo griego traducido como «se preocupaba», en el versículo 40, significa estar apartado de alguien o algo y tener nuestra atención dirigida a otra cosa. También significa, como define un diccionario griego, «llegar a estar… bastante ocupado, sobrecargado».
La preocupación pecaminosa es el resultado de estar apartado de Cristo, dando lugar a llevar cargas innecesarias. Por eso Pablo exhorta a los filipenses: «Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús» (4:6-7). Cuando aumenten las cargas de tus preocupaciones terrenales, ve a Dios en oración y súplica, así como también con acción de gracias, para vencer la ansiedad y conocer la paz que viene de Dios.
La preocupación pecaminosa es el resultado de quitar nuestros ojos de Cristo buscando o sirviendo las cosas equivocadas. Jesús nos dice en el clásico pasaje bíblico sobre la preocupación que busquemos primero el reino de Dios y Su justicia, y Dios a su vez nos añadirá todo lo que necesitamos (Mt 6:33). El problema es que a menudo nos preocupamos más por construir nuestros propios pequeños reinos que el de Dios. Es imposible, como dice Jesús, servir a Dios y al dinero, o a Dios y a cualquier objeto terrenal (v. 24). Tratar de hacerlo conduce inevitablemente a una ansiedad pecaminosa. No es de extrañar que en nuestra era cada vez más secular, que se ha alejado de Dios, esa ansiedad vaya en aumento.
La preocupación pecaminosa también es el resultado de no confiar en Dios como debemos. Jesús se refiere a los que se preocupan como aquellos de «poca fe» (Mt 6:30). Somos salvos por fe y vivimos por fe. Nuestra salvación no depende de la fuerza de nuestra fe sino del objeto de nuestra fe; y aun así, siempre podemos crecer en nuestra fe. Jesús nos dice que miremos a las aves y cómo Dios las cuida recordándole a Sus discípulos que son de mucho más valor que las aves (v. 26).
Esto no significa que no hagamos nada y esperaremos a que Dios provea para nuestras necesidades. Las aves no están con sus alas cruzadas y bocas abiertas esperando que Dios les dé alimento. Estamos llamados a trabajar en esta vida. Incluso se nos dice: «Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma» (2 Tes 3:10). Dios creó al hombre para que trabajara arduamente. Incluso a menudo, la preocupación proviene de no trabajar como debiéramos.
Vivir por la fe tampoco significa que no debamos hacer planes para el día de mañana. Jesús nos dice que no estemos ansiosos por el día de mañana, sino que nos enfoquemos en los deberes de hoy. Sin embargo, eso no significa que no debamos planificar para el mañana. Dios quiere que seamos planificadores, especialmente para proveer para el futuro. Vemos un ejemplo de esto en los preparativos de José para la llegada de la hambruna (Gn 41; cf. Pr 6:6-8; 16:9; Lc 14:28-32). El llamado a no estar ansiosos por el día de mañana es un llamado a ser fieles en lo que Dios nos ha llamado a hacer hoy, sabiendo que Dios tiene el futuro en Sus manos soberanas y misericordiosas.
«Una sola cosa es necesaria» (Lc 10:42). Este es un buen recordatorio en nuestro mundo demasiado ocupado y distraído. Dios claramente llama a Su pueblo a diferentes deberes y llamados. Sin embargo, una sola cosa es necesaria. El salmista lo expresa de esta manera: «Una cosa he pedido al SEÑOR, y esa buscaré: que habite yo en la casa del SEÑOR todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del SEÑOR, y para meditar en su templo» (Sal 27:4). Pablo lo describe de esta manera: «Una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp 3:13-14). En las ocupaciones de la vida diaria, mantengamos nuestros ojos en Cristo, busquemos a Cristo, busquemos Su reino, y Él nos dará paz.