Morir al pecado y vivir en justicia
25 abril, 2022Después de la Dieta
27 abril, 2022Wright se equivoca sobre la imputación
Nota del editor: Este es el décimo capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Lo que realmente dijo N.T. Wright
«Por lo tanto, es un simple error de categoría, por muy venerable que sea dentro de algunas tradiciones reformadas, incluida una parte de la mía, suponer que Jesús “obedeció la ley” y obtuvo así la “justicia” que se puede atribuir a los que creen en él… No es la “justicia” de Jesucristo la que se “atribuye” al creyente. Es Su muerte y resurrección». —N.T. Wright, La justificación: Justification: God’s Plan and Paul’s Vision [Justificación: El plan de Dios y la visión de Pablo], p. 232.
UN ESTUDIO DE LA OPINIÓN DE WRIGHT
¿Es la imputación de la justicia de Cristo al creyente una construcción artificial, una idea de la teología sistemática que no procede verdaderamente de la Biblia? N.T. Wright argumenta que la visión tradicional de la imputación se aleja del significado paulino. Defiende su lectura subrayando que el lenguaje de la justificación en Pablo procede de los tribunales de justicia. La justicia, por tanto, tiene que ver con el estatus legal de una persona y no debe confundirse con su carácter moral. Cuando pensamos en un tribunal de justicia, dice Wright, está claro que la idea de la imputación queda descartada, pues en un tribunal de justicia nadie puede ser vindicado sobre la base de la justicia del juez. El juez, insiste Wright, no puede dar o transferir su justicia al acusado. La cuestión es si el juez declara que la persona acusada está en lo correcto, si el juez falla a favor de la persona acusada. Por tanto, la justificación habla del estatus de la persona, no de su carácter moral. Tampoco se trata de que su comportamiento o mala conducta sea la base del veredicto emitido. La justificación significa que uno ha sido absuelto o reivindicado por el juez.
UNA RESPUESTA A LA OPINIÓN DE WRIGHT
La interpretación de Wright es errónea y confusa en varios niveles, por lo que debemos examinar los puntos uno por uno. En primer lugar, dice con razón que la justificación tiene que ver con un tribunal de justicia y representa una declaración legal. Cuando somos justificados, Dios, como juez, falla a nuestro favor y nos declara justos ante Él. Wright tiene razón en este asunto.
Sin embargo, en segundo lugar, Wright nos desvía cuando dice que la justificación es una declaración legal y, por tanto, no se basa en el carácter moral de la persona. Aquí hay que desenredar un par de cosas. En un sentido, por supuesto, la justificación no se basa en nuestro carácter moral, pues Dios justifica al impío (Rom 4:5). Si la justificación dependiera de nuestro valor moral, nadie sería justificado. Pero Wright no expone con claridad el papel que desempeña el carácter moral en la justificación, y como separa por completo el carácter moral del tribunal de justicia, no puede ver el rol que desempeña la justicia de Cristo en la imputación. Cuando un juez en Israel declaraba a una persona inocente o culpable, lo hacía sobre la base de la inocencia o culpabilidad moral del acusado. El texto bíblico es bastante claro en cuanto a que los jueces debían emitir un veredicto sobre la base del comportamiento moral del acusado. Esto se desprende claramente de Deuteronomio 25:1: «Si hay pleito entre dos hombres y van a la corte, y los jueces deciden el caso, y absuelven al justo y condenan al culpable…». Por lo tanto, el hecho de que Wright diga que el comportamiento moral de una persona no tiene nada que ver con la declaración del juez se opone a la evidencia bíblica. De hecho, la única base para la declaración legal de alguien era su comportamiento moral: si era inocente o culpable.
En tercer lugar, ¿qué tiene que ver todo esto con la imputación? La cuestión fundamental es cómo puede Dios declarar justos a los pecadores. ¿Cómo puede ser pronunciado un veredicto de «no culpable» sobre quienes son impíos y pecadores? Que un juez declare justos a los impíos es contrario a la forma en que deben comportarse los jueces (ver Pr 17:15). Entonces, ¿cómo puede Dios ser justo al declarar justos a los impíos? La respuesta de la Escritura es que el Padre, por Su gran amor, envió a Su Hijo, que se entregó voluntaria y gustosamente por los pecadores, de modo que la ira que estos merecían se derramó sobre el Hijo (Rom 3:24-26). Dios puede declarar que los pecadores están bien ante Él porque han sido perdonados por el sacrificio de Cristo. Dios reivindica Su justicia moral en la justificación de los pecadores, ya que Cristo toma sobre Sí el castigo que los pecadores merecen. Está claro, pues, que el carácter moral desempeña un papel vital en la justificación, ya que la propia santidad de Dios debe quedar satisfecha en la cruz de Cristo para que se conceda el perdón.
Wright insiste en que ningún juez de una sala de justicia puede otorgar su justicia al acusado. El error que comete Wright aquí es asombroso, pues debería saber que el sentido y el significado del tribunal de justicia en la Escritura no puede ser explicado por su trasfondo cultural. En otras palabras, es cierto que en los tribunales humanos el juez no da ni puede dar su justicia al acusado. Pero precisamente aquí vemos el carácter distintivo del texto bíblico y la maravilla y la gloria del evangelio. Dios no está limitado por las reglas de los tribunales humanos. Esta es una sala de justicia muy poco habitual, pues el Juez entrega a Su propio Hijo para que pague la pena. ¡Eso no ocurre en los tribunales humanos! Y el Juez nos da Su propia justicia (ver Flp 3:9 y 2 Co 5:21). El texto bíblico, pues, enseña específicamente que Dios, como juez divino, nos da Su justicia. Cuando estamos unidos a Cristo por la fe, todo lo que Cristo es nos pertenece. Por lo tanto, estamos bien ante Dios porque estamos en Cristo. Nuestra justicia, pues, no está en nosotros mismos. Nos alegramos de que disfrutamos de la justicia de Dios en Jesucristo. Una vez más, el carácter moral entra en escena, contrario a la enseñanza de Wright. Estamos bien ante Dios porque nuestros pecados han sido perdonados y porque disfrutamos de la justicia de Jesucristo.