Enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado
18 septiembre, 2018Comprendiendo el concepto “ser humano”
22 octubre, 2018Yo estoy con vosotros todos los días
Nota del editor: Este es el octavo y último capítulo en la serie «La Gran Comisión», publicada por la Tabletalk Magazine.
Qué forma tan maravillosa de concluir un Evangelio. La historia del Dios que vino del cielo a la tierra termina con la promesa: «Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mat. 28:20). Aunque Jesús estaba a punto de ascender, Mateo quiere que escuchemos que la cercanía de la encarnación de Cristo continúa. Él que es Emanuel, Dios con nosotros, promete hacer honor a Su nombre. Jesús pronto regresaría al cielo mientras Sus discípulos saldrían al mundo en una misión evangelizadora. Pero no se iban por caminos separados. Jesús y Sus hermanos no podían estar separados por la distancia entre el mundo y los reinos celestiales. ¿Cómo puede ser esto?
Jesús regresó al cielo y espiritualmente nos llevó con Él.
Las instrucciones misionales de Jesús pueden ser traducidas como: «bautizándolos ‘a o dentro’ del nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (28:19). Eso nos da una idea importante sobre la conversión y la señal del bautismo. Nuestras vidas son reubicadas cuando el Espíritu nos une a Jesús a través de la fe. Somos lanzados a Jesús. Entonces ahora nuestras vidas están «escondidas con Cristo en Dios» (Col. 3:3). Pablo escribe de manera dinámica sobre esta realidad cuando dice que el Padre «nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado» (1:13). Es como si Dios nos hubiera sacado de un pozo sucio, saturado de pecado y maldad, y llevado a un amplio y hermoso paisaje de libertad plena en Cristo. Pedro lo describe como el llamado de Dios «de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pe. 2:9). Jesús mismo afirmó este cambio de dirección de vida de manera aún más mística: «En ese día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros» (Jn. 14:20). Estos versículos dan cierta textura a la frase que Pablo usa con tanta frecuencia: ahora estamos en Cristo.
Jesús está con nosotros siempre porque Jesús es donde vivo. Los creyentes están unidos a Él para siempre. Jesús regresó al cielo y espiritualmente nos llevó con Él. Qué misterio: “aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo…y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús” (Ef. 2:5-6). Sí, esto es una realidad espiritual ahora, puesto que mi cuerpo obviamente todavía está aquí en la tierra. Un día, por supuesto, la unión se completará cuando recibamos nuestros cuerpos de resurrección para que podamos estar siempre en comunión inmediata con Jesús y con los demás.
Entretanto, mientras estamos en la tierra, Jesús permanece con nosotros a través de Su Espíritu a quien Él nos envía. Pablo escribe: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado» (Rom. 5:5). El Espíritu es la presencia personal de Jesús «alojada» en nosotros. Por el Espíritu, el Padre y el Hijo hacen una morada en nosotros (Jn. 14:23). Los cristianos, individual y colectivamente como iglesia, son una morada en la que se vive el intercambio eterno de amor entre las personas de la Trinidad. El Espíritu Santo en nosotros nos mantiene unidos a Jesús, quien ha llevado Su cuerpo de resurrección al cielo. Él continuamente nos levanta para ver que nuestra verdadera vida está ubicada allí, en Cristo.
El entendimiento bíblico de que Jesús está con nosotros es muy diferente a cualquier idea de que la presencia de Jesús simplemente da un impulso útil a la vida que estoy tratando de construir por mi propia cuenta. «Yo estoy con vosotros todos los días» no significa que tengo a un Jesús miniatura dentro de mí para que provea inspiración en medio de mis ambiciones o que me consuele cuando las cosas no salen como me parecen. Más bien, mi pequeña vida es absorbida en la grandeza de Cristo. Él está con nosotros de manera más profunda porque por el Espíritu estamos en Cristo. Mi propósito en la vida, por lo tanto, está dirigida por Su misión para Su pueblo.
Entonces, soy impulsado fuera de mi cómodo hogar donde me gustaría quedarme mientras Jesús me consuela. Él me envía al vecino malhumorado para que le testifique con la conciencia de que Jesús lo ama tanto como me ama a mí. «Yo estoy contigo cuando lo amas en Mí».
Jesús va conmigo desde mi calle, relativamente segura, hasta el vecindario peligroso saturado de aquellos descartados por la sociedad. «Pon tu morada aquí», me dice al oído, «así como yo hice mi morada en un mundo caído». Eso puede significar comenzar una escuela, un campamento deportivo o una clínica en Su nombre.
Justo donde no quiero ir, Jesús ya está allí. Incluso me envía a interactuar con gente que se burlará al mencionar Su nombre. Me gustaría evitarlos, alejarme de la controversia. Pero el Señor que continúa haciendo las cosas de manera diferente en el mundo que está reclamando me recuerda: «Tú estás en Mí, y estoy enviando Mi evangelio al mundo. Así que puedes confiar en que estoy contigo cuando entres en esas conversaciones difíciles”.
Jesús está con nosotros todos los días, de manera principal y profunda porque Su Espíritu nos ha llevado a Su vida y, por lo tanto, a Su misión.