5 cosas que todos deben saber sobre los Estándares de Westminster
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21 diciembre, 20235 miembros de la Asamblea de Westminster que todos deben conocer
En el siglo XVII, el Parlamento inglés nombró un consejo para reformar la liturgia, la disciplina y el gobierno de la Iglesia de Inglaterra. En este episodio de 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, Stephen Nichols nos presenta a cinco miembros de este concilio.
Transcripción
Bienvenidos a 5 Minutos en la Historia de la Iglesia, un podcast de los Ministerios Ligonier con Steve Nichols.
En este episodio vamos a concluir nuestra conversación sobre Westminster. Empezamos con cinco cosas que todo el mundo debe saber sobre la Abadía de Westminster. La semana pasada vimos cinco cosas que todo el mundo debe saber sobre los Estándares de Westminster. Esta semana nos enfocaremos en cinco miembros de la Asamblea de Westminster. Los llamaban «divinos».
La Asamblea de Westminster estaba formada por algo más de 120 personas. En un momento dado el número oscilaba entre sesenta y ochenta miembros que participaban en los debates, en el trabajo, en la redacción, pero de entre estos, solo tomaremos cinco.
El primero que vamos a ver es William Gouge. William Gouge fue pastor de una iglesia en Londres, cerca del Teatro de Blackfriars, el cual era bastante conocido. En 1647 Gouge fundó el Presbiterio de Londres. Escribió muchos libros, y uno de ellos es sobre la oración del Padre Nuestro, y se llama Una guía para ir a Dios.
Otro miembro de la Asamblea de Westminster es Jeremiah Burroughs. Jeremiah Burroughs se formó en Cambridge y fue pastor en East Anglia. Más adelante, cuando el arzobispo William Laud y Carlos I arremetieron contra los puritanos, Jeremiah Burroughs fue enviado al exilio en Ámsterdam. A principios de 1640 el Parlamento le pidió que regresara para predicar el sermón de apertura del Parlamento. Una vida fascinante. Burroughs fue un miembro muy activo de la Asamblea de Westminster. Pero murió en 1646, justo cuando sus obras empezaban a ser publicadas. Pudo escribir algunos libros, y uno en particular que vale la pena conseguirlo y leerlo, se llama La rara joya del contentamiento cristiano. Es un libro hermoso. Puritano por excelencia, nos ayuda a pensar teológicamente sobre la vida.
El tercer miembro de la Asamblea de Westminster es Thomas Goodwin. Goodwin fue un erudito en el Trinity College de Cambridge, pero debido a la presión de William Laud, se vio obligado a salir de allí y se fue a Londres, donde fue pastor de una iglesia. En un momento estuvo muy enfermo. Pensó que iba a morir, y al hablar de su muerte dijo: «Seré transformado en un abrir y cerrar de ojos. Me libraré de todas mis lujurias y corrupciones de las que no me pude librar aquí». Luego dice: «Estos sapos que croan caerán en un momento». Ciertamente, qué imagen tan vívida de nuestro pecado: «sapos que croan», que se aferran a nosotros y nos agobian. Pues bien, Thomas Goodwin sobrevivió a esa enfermedad y sobrevivió a la Asamblea de Westminster. De hecho vivió hasta 1680, 80 años, que era una vida muy larga en la década de 1600.
El cuarto hombre que quiero mencionar es Edmund Calamy, quien vivió entre 1600 y 1666. Edmund Calamy nació el mismo año que Thomas Goodwin y fue pastor en Londres. Era presbiteriano, y fundó un colegio llamado Zion College. Él estaba convencido de que este era la clave: que la formación de la próxima generación era absolutamente primordial para la Reforma Británica. Y así canalizó sus energías en el Zion College, y la formación de la próxima generación.
Y, de esta manera, hemos dejado lo mejor para el final: un escocés llamado George Gillespie. Cuenta la leyenda que, durante las asambleas de Westminster, hubo un intenso debate en cuanto a cómo hablar de Dios. ¿Qué decir? ¿Cómo expresarlo? ¿Por dónde empezar? Y el debate no estaba llevando a ninguna parte. Alguien sugirió hacer un alto para orar, y llamaron a George Gillespie para que orara. Se levantó y dijo: «Oh, Dios, que eres espíritu, infinito, eterno, inmutable en Tu ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad», y alguien tuvo la brillante idea de ir escribiendo mientras oraba estas palabras. Y, de hecho, se convirtió en la declaración sobre Dios de la Confesión de Westminster. Por algo dicen que los escoceses salvan el día.
Soy Steve Nichols. Gracias por acompañarnos en 5 Minutos en la Historia de la Iglesia.