Guárdense de la levadura de los fariseos
2 febrero, 2023La meta de la vida Cristiana
Primera lecciónde la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Cómo agradar a Dios».
La fe conlleva responsabilidades. ¿Qué pasos estás dando en tu vida para honrar a Jesucristo? En esta lección de la serie de enseñanza «Cómo agradar a Dios», R.C. Sproul enseña la importancia de la planificación y la perseverancia al procurar el propósito de nuestras vidas como cristianos.
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Transcripción
Hace unas semanas tuve la oportunidad de hablar con un amigo mío que es un hombre de negocios en Orlando, y me estaba contando todo sobre los últimos acontecimientos en el mundo internacional de las finanzas, y me dijo de un estudio que se había hecho sobre corporaciones internacionales en términos de su planificación futura, y mencionó que había corporaciones japonesas que no solo tenían planes de tres años o cinco años para sus negocios, sino que algunas de ellas extendían sus planes de negocios a un tiempo de cien y doscientos años, a fin de que tuvieran un objetivo general que se mantuviera a través del tiempo, para así poder comprobar periódicamente y asegurarse de que todo lo que estaban haciendo en su empresa iba según el objetivo. Después de que este hombre de negocios me relató todo esto sobre lo que estaba pasando en el campo internacional de las finanzas, me miró, y me dijo: «Ahora sobre la vida cristiana, RC», me dijo, «dime por favor, ¿cuál es la gran idea?» ¿Cuál es la gran idea del cristianismo? Ahora, tengo que admitir que cuando me miró directamente a los ojos y me dijo: «RC, ¿cuál es la gran idea?» Me estremecí un poco, y me vino a la mente la imagen de mi madre allí de pie, cuando yo era niño, con las manos en la cintura, y luego ella tomaba su mano derecha y apuntaba hacia mí y me decía: «¿Cuál es la gran idea, jovencito?».
Ahora, obviamente esa no era en sí una pregunta que ella estaba tratando de averiguar lo que yo pensaba que era el propósito por excelencia de mi vida, pero ella realmente estaba dando una acusación ligeramente velada como: «No tienes ninguna justificación para lo que acabas de hacer con tu comportamiento. ¿Cuál es la gran idea?» Pero desde otra perspectiva, esa es una pregunta crucial. Escuchamos sermones, leemos las Escrituras, nos vemos atrapados en el laberinto de los detalles de la teología, pero anhelamos la oportunidad de cortar todos los puntos finos, los detalles del cristianismo y llegar hasta el fondo, la esencia misma de lo que es la vida cristiana. A eso nos referimos con discernir la gran idea. Así que cuando este hombre de negocios dijo, «RC, ¿cuál es la gran idea?» Lo pensé por un momento, y la respuesta que me vino a la cabeza salió de la Reforma del siglo XVI cuando los reformadores protestantes de la época tuvieron que definirse así mismos ante un mundo que observaba, y así tuvieron que cristalizar la esencia de lo que su ministerio y movimiento se trataba, y de ese proceso de cristalización salió una frase – por supuesto que era en latín – que fue introducida y utilizada con frecuencia por Martín Lutero para declarar la esencia de la vida cristiana, y Lutero utilizó esta frase: que la esencia de la vida cristiana es vivir la vida «coram Deo». Esa puede ser una frase extraña para ti: «coram Deo».
Literalmente lo que esto significa es «delante del rostro de Dios», y lo que Lutero estaba diciendo simplemente era esto: que la vida cristiana significa vivir toda tu vida en la presencia de Dios. Algunas veces nos comportamos y actuamos con nuestras vidas no como para Dios, sino como para el público que lo ve y que nuestro comportamiento, cuando estamos en secreto, puede ser diferente de cómo nos comportamos cuando estamos en presencia de personas cuyo juicio o aprobación buscamos. Pensamos, por ejemplo, en el hijo pródigo cuando suplicó a su padre para recibir su herencia adelantada; cómo despilfarró ese dinero. Pero antes de despilfarrar esa herencia, ¿qué hizo? Se fue a un país lejano donde era anónimo, donde nadie lo conocía, donde no sentía que tenía que vivir bajo el escrutinio de alguien que posiblemente podría desaprobar lo que estaba haciendo. Ahora, Lutero dice que debemos vivir toda nuestra vida, no como personas que buscan la sombrilla de las tinieblas, donde tenemos una vida secreta, una vida privada que está oculta a la mirada de nuestros amigos o de las autoridades, sino que nuestras vidas deben ser vividas abiertamente en presencia de Dios, delante del rostro de Dios, practicando una especie de ser conscientes de Dios en cada instante.
Ahora, a eso le añadimos un par de otras ideas, pero la gran idea del cristianismo es vivir «coram Deo», es vivir toda la vida en la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios, y para la honra y la gloria de Dios. Déjame repetirlo. La gran idea – «coram Deo» – es vivir la vida en la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios, para la honra y la gloria de Dios. De eso se trata todo. Jesús lo dijo brevemente de esta manera: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos», es decir, «Si quieres agradarme, me complaces haciendo lo que he mandado que tú hagas». Pero vivir este tipo de vida, obviamente al principio suena bastante idealista, ¿no? No hay nadie que viva toda su vida en un constante sentido de estar en la presencia de Dios, y ninguno de nosotros es tan justo que todo lo que hace está en sumisión a la autoridad de Dios, ni lo hace para su honra y para su gloria. Podemos decir eso religiosamente y definirlo teológicamente, pero poner eso en práctica viva real no es algo sencillo de hacer. Podemos emocionarnos y entusiasmarnos emocionalmente y tener experiencias espirituales donde hacemos votos y promesas– «Oh Dios», ya saben, «mi vida es tuya.
Mi corazón está en el altar. Te voy a complacer y voy a vivir para ti». Pero a través de las actividades cotidianas y las presiones que se nos vienen encima, ese celo y esa emoción empiezan a desvanecerse, y caemos de nuevo en nuestros patrones anteriores donde vivimos en ausencia de Dios, desafiando a Dios y para nuestra propia gloria. Entonces, lo que significa agradar a Dios no es simplemente hacer un compromiso o un voto, sino seguir adelante a través de esos momentos y períodos en los que estamos paralizados y frustrados en nuestro crecimiento espiritual.
Déjame hacer esta pregunta a la audiencia. ¿Cuántos de ustedes han tomado clases de piano? Levanten su mano si han tomado clases de piano. Alrededor de tres, de cada cuatro en el público, han respondido y han dicho que han tomado clases de piano algún momento en sus vidas. A propósito, ¿alguno de ustedes, ejerce actualmente como concertista de piano? No encuentro a ninguno de esos aquí. ¿No es extraño que cada año – bueno no cada año, sino en el transcurso de años – que literalmente millones de personas en los Estados Unidos de América empiezan clases de piano, pero hay muy, muy pocos que alguna vez llegan a ser concertistas de piano como Van Cliburn o incluso grandes pianistas de jazz famosos – pianistas – como Thelonious Monk u Oscar Peterson o Scharinger o uno de los otros. Recuerdo que cuando empecé a tomar clases de piano mi madre tuvo una gran idea, y ella dijo, «Jovencito, vas a empezar a tomar clases de piano», y así que me mandó a esta mujer que tenía como 110 años, y ella vivía en una casa que tenía 150 años y era muy tenebrosa, y crujía, y aterraba, y yo tenía que caminar cerca de dos kilómetros a través del bosque y a través de una carretera para llegar a la casa de esta maestra de piano cuyo nombre, por cierto, era Srta. Felicidad.
¿Sabes lo que es un nombre equivocado? Ese es un nombre equivocado. El nombre de esa mujer era Srta. Felicidad, y ella trajo cualquier cosa menos felicidad a mi vida haciendo todos estos ejercicios; pero recuerdo vívidamente mi primera lección. Entré en esta casa aterradora, espeluznante, vieja y tenebrosa, y me senté en ese banco junto a esta mujer que era tan aterradora y espeluznante y tenebrosa como la casa, y ella abrió la primera lección de la serie de libros para piano de John Thompson; y me mostró en el teclado donde se encontraba «Do central», y luego me dijo que tocara «Do central» con mi dedo índice, y seguí la primera lección en la página. Incluso recuerdo las palabras. En la medida que tocaba «Do central» repetidamente con mi dedo índice de mi mano derecha, la canción iba así: «Estoy tocando ‘Do central’». Los que tienen un tono perfecto saben que no estoy cantando en «Do central», pero así fueron las palabras. «Estoy tocando ‘Do central’» Entonces la mano izquierda – tocaba la misma nota. «Puedo tocarla bien, ves.» Yo dije, «Oye, esto es pan comido». Empecé las clases de piano con un frenesí, con gusto.
Fue simple, y arrasé hasta la primera mitad de la serie de John Thompson en sólo unas semanas, y tuve visiones de convertirme en un gran pianista. Cinco años más tarde, dejé de tomar clases de piano, y sólo llegué hasta la mitad del libro del segundo curso de John Thompson. Mi desarrollo como pianista se detuvo. Quedó paralizado. Llegó a un punto de dificultad que indicaba una meseta donde quedé atascado, así que renuncié. Varios años más tarde, después de casarme, estaba en el Seminario. Teníamos una amiga muy querida en nuestra comunidad que era un excelente profesor de piano y cuyos estudiantes estaban ganando el premio Volkwein Studio «Pianista del Año» en Pittsburgh, y fui donde ella, y le dije, «Señora Winnerling», le dije, «¿podría darme algunas lecciones de piano?» Ella dijo, «Oh, absolutamente. Me encantaría darte clases de piano»; así que fui a mi primera lección con la señora Winnerling, y me senté.
Ella dijo, «Bueno, ¿qué quieres estudiar?» Y yo dije «Oh, señora Winnerling», le dije: «Me he enamorado de la música de Chopin, así que lo primero que quiero hacer es aprender el Nocturno en Mi bemol mayor de Chopin. Y ella me miró y sonrió. Y dijo, «Bien». Ella preguntó, «¿Cuánto entrenamiento de piano tienes?» Le dije: «Bueno, llegué hasta la segunda mitad de John Thompson, la primera mitad del libro del segundo curso de John Thompson», y ella sonrió y se rió, y ella dijo: «Bueno cariño», dijo, «no hay manera que puedas tocar el Nocturno de Chopin en Mi bemol mayor. Tienes que tener – tienes que estar como en el sexto curso. Tendremos que retomar donde lo dejaste, y partir de ahí en adelante, y tal vez en un par de años podamos intentar con el Nocturno». Le dije: «No, no entiende, señora Winnerling.» Le dije: «Quiero aprender el Nocturno ahora, ahora mismo». Y de nuevo sonrió. Ella me conocía, conocía mi impetuosidad y todo lo demás, y ella dijo, «Está bien». Ella dijo, «Voy a hacer un trato contigo. Trabajaremos con el Nocturno ahora mismo siempre y cuando prometas hacer estos ejercicios que son correctivos entretanto», por lo que me asignó el primer compás del Nocturno para la primera semana. Y después de seis meses finalmente pude tocar la pieza, pero luego mis estudios de piano se interrumpieron al ir a Europa a la escuela de posgrado, y llegué a otra meseta de tocar el piano donde quedé atascado. Quedé paralizado. No pude seguir adelante. Quince años más tarde conocí a un hombre que era un músico de jazz, y lo escuché tocar jazz, y me dejó boquiabierto.
Y él me dio el incentivo para empezar de nuevo, así que empecé una vez más a tomar clases, y de nuevo pude llegar a otra meseta. Bueno, no quiero aburrirlos con la historia de mi participación en las clases de piano, pero lo que aprendí de la vida, estudiando piano, es esto:
que tenemos una tendencia a iniciar rápidamente ciertos proyectos e involucrarnos y estar absortos en aquello que estamos tratando de aprender o tratando de lograr o tratando de hacer y tan pronto como nos encontramos con un obstáculo, o llegamos a una de esas mesetas difíciles donde quedamos temporalmente paralizados, ahí es donde renunciamos. Decimos: «He llegado al límite de mi habilidad. Ya no puedo mas», pero la única manera de avanzar en cualquier proyecto es perseverar a través de ese nivel de parálisis para que podamos superar el bloqueo y seguir adelante. De hecho, si nos fijamos en algo, verán que cuanto más alto vayamos en nuestros intentos de dominar un procedimiento, más fácil es mejorar y mejorar después de aprender a superar esas mesetas. Ahora, ¿qué tiene que ver eso con agradar a Dios? Obviamente no todos estamos llamados a ser pianistas clásicos, pero todos estamos llamados a agradar a Dios. He hablado muchas veces sobre la prioridad de la vida cristiana, tal como Jesús la declara en su enseñanza cuando Él les dice a sus discípulos que busquen primero el reino de Dios y su justicia y todas las otras cosas les serán añadidas. En otra parte, Jesús hace una declaración muy extraña y enigmática sobre este reino de Dios. Habla de la aparición del reino de Dios, y llama a sus discípulos a ir y contar del reino de Dios, y dice que los violentos la conquistan por la fuerza. Ahora bien, eso, tal vez, puede ser una idea negativa que sugiere que los enemigos del reino de Dios utilizan la violencia para tratar de oponerse al reinado de Dios, o puede significar – y creo que significa – que lo que Él está diciendo es que aquellos que se toman en serio lo de agradar a Dios no son casuales o negligentes en su búsqueda del reino de Dios, sino que son como hombres violentos que asaltan las murallas del enemigo hasta que las derriban.
Jesús dijo: «Así es el reino. Es como una mujer que ha perdido una moneda y ella barre toda la casa y la pone de cabeza. Ella está obsesionada hasta que encuentre esa moneda. «No puedo imaginar cómo Jesús fue lo suficientemente ingenioso en el siglo I como para contar una historia basada en la vida de mi esposa. Si vieras lo que sucede en mi casa cuando mi esposa pierde su bolso, sabrías lo que Jesús tenía en mente cuando él hablaba de esta mujer barriendo la casa de lado a lado para encontrar esa moneda. Mi esposa siempre está escondiendo cosas para mantenerlas a salvo de ladrones o – No sé de qué las está escondiendo, pero ella tiene estos escondites insólitos para sus joyas y para su bolso. El único problema es que después de que ella los esconde, se olvida dónde los esconde, y han sido escondites tan insólitos que no puede encontrar lo que ha escondido, y luego tenemos que pasar por el proceso de levantar las alfombras, sacar los cajones del armario, revisar la ropa de invierno, todo para tratar de encontrar esa cosa.
Jesús dijo: «El reino de Dios es como un hombre que encuentra una perla extraordinaria tan preciosa y tan valiosa – singular en su magnificencia – que esa persona tiene una pasión tan profunda por poseer esa perla – la cual es más costosa que cualquier otra perla – que él va y vende todo lo que tiene para poder poseer esa sola perla». Jesús dijo: «El reino de Dios es como un hombre que perdió a su hijo». Ya mencioné que ese hijo, el hijo pródigo, que va al país lejano y desperdicia la herencia de su padre. Tú ves estas casas rodantes en las carreteras con calcomanías en el parachoques posterior y ves a esta linda pareja jubilada conduciendo esta linda casa rodante por la carretera, y diciendo en la parte de atrás: “Estamos gastando la herencia de nuestros hijos. Bueno, cómo verías que tus hijos gasten la herencia por adelantado, antes que tú mueras, y cómo verías – si hay un letrero en el auto del hijo – en la parte posterior del auto que dice, «Estoy gastando el dinero de la jubilación de mi padre.» Eso es lo que hizo el hijo pródigo. Él fue y desperdició todo lo que su padre trabajó tan duro para ganar, y luego deshonró a la familia con su vida desenfrenada. Ya conocen la historia; pero, sin embargo, cuando volvió en sí, y en total degradación y humillación después de vivir con los cerdos y oler terrible, con la cabeza inclinada, y en ruinas, empezó su camino a casa.
Él se dijo a sí mismo: «Me levantaré e iré a mi padre». Pero el punto de la historia es que cuando ese hijo todavía estaba lejos, el padre ansioso, ya que no sabía nada de lo que le había sucedido a su hijo desde que se fue, vio venir a su hijo a lo lejos, y se nos dice que el padre saltó de donde estaba y corrió a su encuentro por el camino – es decir, en aquellos días, los patriarcas judíos llevaban túnicas. Ahora, sólo puedo ver a este hombre, con las rodillas descubiertas, corriendo por el camino para encontrar a su hijo, y cuando alcanzó a su hijo, puso sus brazos sobre su cuello y lo abrazó, y ordenó a sus sirvientes que mataran al ternero engordado, que consiguieran el anillo familiar y le dio honor a su hijo. Él dijo: «Porque este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida”. Todas esas parábolas – el hijo pródigo, la moneda perdida, la perla de gran precio – son parábolas que enfatizan la importancia de avanzar en pos del reino de Dios – de avanzar más allá de los puntos de parálisis, la meseta donde las cosas se vuelven tan difíciles que nos detenemos. Ahora, ustedes, que son cristianos, recuerden los inicios de su experiencia cristiana, el celo, el fuego y la pasión que tuvieron. Probablemente alejaste a todos tus amigos porque eras odioso y demasiado insistente, y estabas tan emocionado que querías contarle a todo el mundo lo que te pasó.
Todos pasamos por eso, pero luego hemos aprendido a adaptarnos para acomodar a nuestros amigos, y hemos aprendido a ajustar nuestras metas hacia abajo, porque al comenzar a crecer, como una especie de brote de pubertad, de repente llegamos a esa meseta, y nos calmamos.
Dijimos, «Oh, voy a leer la Biblia de principio a fin.» Pasamos por Génesis, pasamos por Éxodo, y luego llegamos a Levítico, y muchos de nosotros paramos cuando llegamos a Levítico. Algunos perseveraron a través de Levítico hasta llegar a Números, y después de empezar Números, dijeron: «No puedo más», y entonces renunciaron. Y esto es lo que pasa: Empezamos, pero no terminamos lo que empezamos. Damas y caballeros, lo que agrada a Dios es alguien que se anota por toda la vida, alguien que ora todos los días, «Venga tu reino»; alguien que pasa su vida – no sólo el comienzo de su vida – pasa su vida buscando el reino de Dios. De nuevo, Edwards hizo esta declaración: que, «La búsqueda del reino de Dios no es algo que los incrédulos hacen. La búsqueda del reino de Dios es el interés principal del cristiano», y es una tarea para toda la vida. Es una búsqueda permanente, y creo que eso es lo que significa ser discípulo, es estar bajo la disciplina de alguien más maduro. Si yo quería superar mis períodos de parálisis en los que estaba estancado en la música, tenía que recurrir a un maestro, un maestro que estaba al otro lado de esa meseta y que podía ayudarme a cruzar el umbral hacia una nueva liberación y una nueva libertad, y creo que lo mismo es cierto en la vida espiritual y en el crecimiento espiritual. Por último, permítanme darles esta ilustración de cómo Dios está complacido por aquellos que buscan su reino. Otra vez, cuando era niño, fui al cine, y no recuerdo ni siquiera el título exacto de la película o incluso quién protagonizó la película.
Tenía que ver con las aventuras de Robin Hood, y no sé si fue Errol Flynn o Douglas Fairbanks, Jr.: creo que fue Douglas Fairbanks, Jr. quien tocó en esa versión en particular, donde Basil Rathbone era el Sheriff de Nottingham; y vi esa historia mágica de Robin Hood en la pantalla, y me cautivó. ¡Qué historia tan tremenda! El rey de la tierra – Ricardo – tiene que partir e ir en una misión espiritual, y mientras él se ha ido, su reinado y su poder y su autoridad es usurpado por el malvado príncipe Juan, su hermano menor. Ahora, Robin Hood es leal al rey, pero el rey se ha ido, por lo que Robin Hood y sus hombres se ven obligados a vivir en el bosque, encontrando refugio allí en el campo. Entonces, le ponen precio a su cabeza, y tú ves el conflicto a lo largo de toda la historia, de alguien que es leal a un rey foráneo, al rey que se ha ido, y que no se someterá al usurpador que ha suplantado al rey legítimo. Robin Hood vive para agradar al rey Ricardo, no al príncipe Juan. Y luego al final de la película, Sir Richard hace caballero a Robin Hood, convirtiéndolo en el conde de Loxley porque él perseveró.
Vivió – Robin Hood vivió en la presencia de su rey, bajo la autoridad de su rey, para la honra y la gloria de su rey. No veo mejor paralelo al llamado del cristiano, quien agradará a su Dios antes que servir al que ahora está entronizado como rey de reyes; y en su ausencia procurará complacerlo, honrarlo y obedecerlo.