La entrega de la ley
1 febrero, 2022Aarón y el sacerdocio
1 febrero, 2022El tabernáculo
Novena parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Del polvo a la gloria I: Ley e historia».
No había un santuario central establecido para el pueblo de Dios antes del tabernáculo. Durante el período patriarcal, los adoradores del verdadero Dios construían altares, sacrificaban animales o consagraban lugares sagrados. La construcción de la tienda de reunión ofreció al pueblo de Dios la oportunidad de presenciar a Dios en medio de ellos y presentarle sus sacrificios. Sin embargo, por muy grande que fuera el tabernáculo, solo prefiguraba la obra de Aquel que finalmente «tabernacularía» entre nosotros. En esta clase, el Dr. Sproul discute el contenido y el significado del tabernáculo.
Si todavía no tienes la guía de estudio de Del polvo a la gloria - Antiguo Testamento, por favor escribe tu correo electrónico en el siguiente formulario para recibirla.
Transcripción
En el Nuevo Testamento, el Evangelio de Juan comienza con las conocidas palabras del prólogo, «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios». Y sigue por varios versículos más y el prólogo llega a una conclusión más adelante en el capítulo, cuando Juan escribe: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad,». Y esta frase, «el Verbo se hizo carne», se refiere al gran misterio de la encarnación. Pero cuando Juan describe ese acontecimiento de la encarnación, dice: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros». Esa es una especie de traducción libre del texto original. Literalmente, las palabras que se usaron son: «Y el Verbo se hizo carne, y asentó su tienda entre nosotros», o aun más exacto, «El Verbo se hizo carne, y ‘tabernaculizó’ entre nosotros».
Cuando vemos el libro de Éxodo, vemos tres grandes temas de importancia para nuestra comprensión del alcance de la historia redentora: El éxodo mismo con la celebración de la Pascua, la promulgación de la ley, y en tercer lugar, el establecimiento de la casa de Dios, la tienda de reunión o el tabernáculo. Dios da instrucciones súper detalladas a Moisés en cuanto a cómo construir el tabernáculo en el Antiguo Testamento. Y este es un momento decisivo en el desarrollo de la religión del Antiguo Testamento porque anterior al tabernáculo no había un santuario central firmemente establecido para el pueblo de Dios. Si nos remontamos al período patriarcal, sabemos que está marcado por momentos importantes de adoración. Cada vez que ocurría un evento significativo en la vida de estas personas, ellas respondían en adoración a Dios ofreciendo sacrificios o con la construcción de un altar.
Si vuelves a revisar todo el período patriarcal, verás, por ejemplo, a Noé, después que salió del arca, cuando bajaron las aguas del diluvio y que disminuyeron, él expresó su gratitud a Dios construyendo un altar. Abraham construyó un altar. Isaac construyó un altar. Jacob, después de haber luchado con un ángel, y de tener su visión de la escalera que llegaba al cielo, recuerdas que durante la noche soñó y vio que los ángeles de Dios subían y bajaban en su escalera y cuando despertó por la mañana, dijo: «Ciertamente, el Señor está en este lugar y yo no lo sabía». «Y tomó la piedra que había puesto de cabecera, la erigió por señal y derramó aceite por encima». Y después de que la ungió con aceite, marcó ese lugar y nombró aquel lugar «Betel, o la casa de Dios. «Y esta es», dijo, «la (entrada) o la puerta del cielo».
Ahora, lo que es significativo en estos incidentes que encontramos en el período patriarcal es que vemos la sacralización del tiempo y del espacio. Recordarás que en la Pascua Dios dijo: ‘quiero que ustedes recuerden este día para siempre’. Y así Dios tomó los días ordinarios de ese período y los hizo sagrados, los consagró mediante el memorial de la Pascua. De la misma manera, en el Antiguo Testamento, vemos con frecuencia ejemplos donde se consagraron lugares o donde cosas se apartan como algo sagrado. Recuerda cuando Dios se le apareció a Moisés en la zarza ardiente, y Él lo llamó, y le dijo: ¡Moisés! ¡Moisés! «Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa».
Ahora es importante entender que en la fe bíblica y en la religión bíblica, el dominio de Dios está en toda la tierra. Como Él le dice a Moisés en el conflicto con Faraón, «Dios es el Dios de toda la tierra». Su presencia es ubicua; es decir, Él es omnipresente. No hay lugar donde Dios no esté. El salmista clamó después: «¿Adónde me iré de tu Espíritu», Oh Señor?, «Si subo a los cielos, he aquí, allí estás tú; si en el Seol preparo mi lecho, allí estás tú». Y esa idea de la presencia universal de Dios tiene raíces profundas en el Antiguo Testamento, y toda la tierra es sagrada; todo el planeta es santo ya que es posesión suya, pero a pesar de estos principios, aún existen estas intromisiones en el tiempo y espacio donde Dios se da a conocer de una manera peculiar y en un sentido particular adquieren un significado especial.
Entonces durante el período patriarcal, cuando Dios se iba a reunir con Su pueblo, el lugar a donde él llegaba era sagrado. Aun hoy nos referimos a Palestina como Tierra Santa y hacemos peregrinaciones y queremos caminar por donde Jesús caminó, y pararnos donde él se paró y nos llegamos a impresionar. Aun sabiendo que la tierra es común y corriente, se santifica por la visitación de Dios. Ahora, todo el propósito de la creación del tabernáculo era ilustrar a Israel la promesa de Dios: «Yo estaré contigo». Él le había prometido eso a Abraham. ‘Abraham, Yo nunca te dejaré ni te desampararé’. La misma promesa le dio a Isaac. La misma promesa, en Betel, en el sueño de la medianoche, fue repetida a Jacob: «Nunca te dejaré ni te desampararé».
Cuando Cristo vino al mundo, es llamado Emmanuel que significa: «Dios con nosotros». Y la manera en que la presencia de Dios se marca y es simbolizada exteriormente en la experiencia del desierto en el Antiguo Testamento, es en la construcción del tabernáculo, el tabernáculo, como la tienda de reunión, el lugar donde Dios dice que vendrá y estará con su pueblo. Por eso Dios le ordena a Moisés que construya esta enorme estructura, es una tienda. Y la razón por la que es una tienda es porque el pueblo de Israel aun no se había establecido en la tierra prometida. Aun están en transición. Es un pueblo semi-nómada, yendo de un lugar a otro, deambulando por el desierto, pero el punto es que donde quiera que vayan, es Dios quien los lleva y es Dios quien promete estar con ellos. El pueblo mismo está viviendo en tiendas y se le manda construir una tienda para Dios.
Ahora, cada vez que el pueblo de Israel tenía que trasladarse de un lugar a otro y llegaba a una nueva ubicación o sitio para permanecer por un tiempo, tenía que acampar, básicamente, en forma circular y cada segmento del arco del círculo estaría ocupado por una tribu en particular. Y las tribus acamparían alrededor del perímetro. Pero en el centro matemático exacto del campamento tendría que estar el tabernáculo, la tienda de reunión, la casa de Dios. Esto simboliza muchas cosas. Como ya he mencionado, indicaba el recordatorio visible de la promesa de Dios de estar en medio de su pueblo. Recuerdo tiempo atrás durante el movimiento de los derechos civiles, en la historia de Estados Unidos, una canción se compuso que se hizo popular sobre todo para aquellos que participaron en las marchas por los derechos civiles.
La gente cantaba al unísono: «A nosotros no nos moverán». Decía, «A nosotros no, no, no nos moverán» y continuaba. Y esas palabras fueron tomadas directamente de los salmos del Antiguo Testamento, específicamente del Salmo 46, que habla de la amenaza de destrucción y de catástrofe que podría sobrevenir a las naciones: ‘El mar ruge y está agitado. El mar golpea contra los lados de la montaña y la tormenta es tan fuerte que quizás hasta las montañas serán arrojadas en medio del mar’. Pero, en contraste con las imágenes amenazantes de la tormenta y el mar, está la imagen pacífica y tranquila de un río. En la tradición de la poesía hebrea, el mar era símbolo del poder amenazante, mientras que el río era símbolo de vida. Debido a que el salmista continúa diciendo: «Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios», porque «Dios está en medio de ella, no será sacudida».
En otras palabras, la razón de la confianza del salmista para perdurar, estar estable y permanecer fue la promesa de que Dios estaría en medio de su pueblo; por tanto, ese es el primer y más importante significado de la ubicación del tabernáculo cuando el pueblo se reunía mientras avanzaban. El segundo significado es este: que Israel no fue el único pueblo semi-nómada de la antigüedad. La mayoría de las naciones semitas de ese tiempo eran pueblos que pastoreaban y recorrían las regiones desérticas. Y aun otras naciones que tenían asentamientos permanentes, a menudo marchaban para lograr una conquista militar, y la costumbre en la antigüedad era que cuando las naciones se movían y vivían en tiendas, la tienda central del campamento estaba siempre ocupada por el rey. Ese era el lugar para el rey y el simbolismo del tabernáculo ocupando el centro del campamento era que el pueblo judío en este momento no tiene más rey que Dios. Dios es su rey y Él es un rey que no está remoto o distante, sino que Él es un rey que habita en medio de su pueblo.
Ahora veamos parte de la estructura del tabernáculo mismo. La entrada a la tienda mira hacia el este. Así que allí es el este, allí es el norte, allá es el sur y allí es el oeste, de hecho voy a. . . no lo haré, lo dejaré como está por ahora—la tienda era portátil. Podía ser armada y desarmada. Cuando la desarmaban y la trasladaban debía ser transportada por una subdivisión de levitas. Recuerda que los levitas fueron apartados para tareas sacerdotales. Y en la tribu de Leví había una familia o un clan de la casa de Coat, y los coatitas eran los encargados de transportar los utensilios sagrados que eran parte del tabernáculo, a nadie más se le permitió manejar estas cosas. Ellos fueron entrenados toda su vida para el manejo apropiado de cómo trasladar, desarmar y colocar los utensilios del tabernáculo. Vemos después que con la destrucción repentina de Uza cuando tocó el arca del pacto ya que había violado los preceptos que se dieron en la antigüedad con respecto al manejo de los utensilios sagrados especiales del Arca.
El tabernáculo en sí, o el santuario, tenía 1, 003 metros cuadrados de tamaño, 1003 metros cuadrados. Esa es una tienda gigante. Pero el santuario mismo, la porción de espacio más grande de esta tienda estaba ocupada por el atrio exterior; Y luego venía el atrio interior, conocido como el Lugar Santo y después venía el espacio más interno llamado el Lugar Santísimo, o Santuario interno, o el Sanctus sanctórum, lo más santo de lo santo. Es importante notar que el perímetro exterior estaba protegido por los levitas y la gente del pueblo no tenía acceso—ellos podían llegar hasta el tabernáculo, pero no podían entrar al tabernáculo. Ciertas cosas que se llevaban a cabo dentro del santuario.
Les repito, el santuario interior incluyendo tanto el Lugar Santo como el Lugar Santísimo, tenía casi 17 por 4 ½ metros, y en el atrio exterior había dos muebles que se encontraban allí: estaban la fuente de bronce y el altar del holocausto. La fuente de bronce como su nombre lo indica estaba hecha principalmente de bronce, y era el lugar donde el sacerdote venía para el rito de purificación. Antes de que pudieran realizar sus deberes sacerdotales, tenían que purificarse a sí mismos. Tenían que lavarse. La palabra ‘fuente’ en el original, es de donde sale la palabra ‘baño’, así que ellos lo hacían simbólicamente, tomaban un baño limpiándose con el agua que estaba en la fuente de bronce.
Ahora, el altar del holocausto era el lugar donde se quemaba el sacrificio de animales y se ubicaba en el atrio exterior; tenía cuatro postes, uno en cada esquina, que se llamaban los cuernos del altar. A veces se sujetaban a los animales a los cuernos del altar a fin de facilitar todo el proceso de matarlos y quemarlos. Recuerdas cuando Adonías buscó refugio corriendo y agarrándose de los cuernos del altar. Lo interesante para mí es que a medida que te acercas al Lugar Santísimo, hay un nivel progresivo de lo sagrado, el cual se ve reflejado por el aumento en el nivel de materiales preciosos usados en los utensilios y en el mobiliario que había adentro.
De nuevo, volvamos al panorama general. Está este círculo que describe todo el campamento y todo lo que estaba fuera del campamento era considerado inmundo. Este era el lugar de los gentiles. Esto era lo que simbolizaba la oscuridad exterior que estaba siendo removida desde el centro donde Dios derrama los dones de su misericordia y gracia; y cuanto más te acercas al centro, más te acercas a la presencia directa de Dios. Entonces, ellos entendieron que Dios en realidad estaba en todas partes, pero en su actividad redentora, donde se enfocaron los medios de su gracia, estaba el más sagrado de todos los lugares, el Lugar Santísimo, y cuanto más te alejabas del Lugar Santísimo, más te acercabas hacia el lugar que era inmundo y que simbolizaba la oscuridad exterior. Este simbolismo se usa en toda la enseñanza de las Escrituras, en los escritos de los profetas y también en el Nuevo Testamento.
Se ha dicho, por ejemplo, que el evangelio de Juan sigue en su contenido, así como el libro de Apocalipsis, se basan mucho en el mobiliario que se encontró, primero, en el tabernáculo y posteriormente en el Templo, donde estaban los candelabros y todas esas cosas repetidas. Y que Cristo, en el evangelio de Juan, es llamado la «Luz del mundo» porque en el Lugar Santo, estaba el candelabro, el candelabro de siete brazos, la menorá con la luz encendida de forma permanente, simbolizando, una vez más, la presencia eterna de Dios. En el Lugar Santo también estaba el altar del incienso, era más pequeño que el altar del holocausto, pero estaba hecho de materiales más preciosos. Pero el propósito del altar del incienso era ilustrar la obra de la oración.
Los sacerdotes iban allí y ofrecían sus oraciones por el bienestar del pueblo y el significado del incienso era que cuando este era quemado en el altar, esparcía un aroma agradable en el ambiente. Y eso era importante porque recordarán que están sacrificando animales dentro y alrededor del santuario y eso era algo muy oloroso de vez en cuando, y así, el olor que provenía del centro religioso de Israel resultaba más dulce y agradable por la presencia del altar del incienso. Cabe resaltar también que este altar nos dice mucho sobre el lenguaje del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Por ejemplo, cuando el pueblo de Israel obedecía a Dios y Dios se complacía con ellos, Él decía que la fragancia de sus oraciones era «un aroma agradable para el Señor», pero cuando el pueblo se corrompió y su adoración degeneró en una rutina externa y cosas así, Dios les habló en juicio diciendo: «desprecio vuestras fiestas, tampoco me agradan vuestras asambleas solemnes» ‘tus sacrificios me son abominación. Son un hedor en mi nariz’.
De nuevo, en el Nuevo Testamento, la obra de Cristo se describe como un aroma dulce y fragante a Dios, ya que no solo cumplió con todo lo del tabernáculo, sino que, en sentido real, con cada una de sus partes. Él es la luz del mundo. Él es el pan de vida. Otro mobiliario en el Lugar Santo era la mesa de los panes –y Él es el pan de vida—ahí hay una hogaza de pan por cada una de las 12 tribus, indicando así la provisión de Dios para con su pueblo en sus necesidades de este mundo y en el desierto. Cristo es la fuente de nuestra regeneración. Él es quien limpia a su pueblo de sus pecados. Y Él es el que ha sido sacrificado por ellos.
Toda la obra personal de Cristo está simbolizada en estos diversos elementos del tabernáculo, pero nada como lo que sucede en el Lugar Santísimo donde se encuentra el mobiliario más sagrado de toda la religión judía: El Arca o el Cofre; que es llamado el Arca del Pacto. Es un cofre que está hecho de madera de acacia y cubierto con oro puro. Tenia unos grandes querubines esculpidos con sus alas ocultando y cubriendo el cofre. El cofre contenía ciertos artículos. Los artículos que estaban en el cofre eran: las tablas de piedra, los diez mandamientos, la vara de Aarón que floreció y una vasija con el maná que se recogió y se preservó de la provisión que Dios dio a su pueblo en el desierto.
Pero lo más resaltante del arca era que la tapa del cofre se llamaba propiciatorio ya que el Arca del Pacto era el símbolo del trono de Dios, su trono de autoridad y lugar de juicio. Así que era en el Lugar Santísimo donde el Sumo Sacerdote, y solo el Sumo Sacerdote, podía entrar, y solo una vez al año en el día de Yom Kippur; y aún así, solo después de un elaborado ritual de limpieza; y entraba y rociaba la sangre del cordero en el propiciatorio. En griego se llama ‘hilasterion’ o la reconciliación porque con esa acción la sangre del sacrificio se convierte en una cobertura del Tribunal de Dios que nos protege de su juicio. Y así, toda la obra de redención—su juicio, su misericordia—se encuentra en el simbolismo viviente del Tabernáculo de Reunión que Dios visita a su pueblo.