
Santificación
19 marzo, 2022Perseverancia de los santos

Esta es la lección 15 de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Fundamentos III: El Espíritu Santo y la salvación».
El Nuevo Testamento nos da confianza de que Dios va a preservar a los Suyos y llevar a cabo Su obra de redención. En esta lección, el Dr. Sproul responde la pregunta de si los cristianos pueden perder su salvación.
Transcripción
En años pasados solía pasar mucho tiempo con el liderazgo de Young Life y enseñé en el Instituto de Young Life en Colorado Springs, y recuerdo que en aquellos días una de las preguntas que me hacían, tal vez con tanta frecuencia como cualquier otra pregunta de los líderes de Young Life, era: «Bueno, ¿cómo lidiamos con este problema del «desencanto»?” Y esa era la expresión de Young Life, no para los viajes frustrados de excursión por el río Colorado, sino que lo que querían decir con ‘desencanto’ era que estaban describiendo algo que pasaba con mucha frecuencia en los clubes de Young Life, donde los chicos se involucraban en Young Life durante sus años de escuela secundaria – muy activos en el grupo, cantando canciones, orando, yendo a las reuniones y así por el estilo – pero luego, cuando iban a la universidad no sólo abandonaban Young Life, sino que repudiaban la fe cristiana.
Así que la pregunta que me hacían es esta: «¿Una persona realmente convertida puede perder su salvación? ¿Puede ser salvo una vez y para siempre? ¿Puede mantenerla?» Y, por supuesto, la posición que yo enseñaba en Young Life en ese momento y que enseñaría hoy en día, es que aquellos que están realmente, genuinamente convertidos sí se mantendrán, no perderán su salvación, porque creemos que si la tienes nunca la pierdes. Y si la pierdes, nunca la tuviste. Como dijo Juan, “salieron de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros”. Ahora, de nuevo, esto no descarta la posibilidad de que las personas que hacen una profesión de fe apasionada se sumerjan profundamente y se involucren en la vida de la iglesia o en alguna organización cristiana, para luego salir de la iglesia y negar su fe cristiana y permanecer así hasta el final de su vida, porque es muy fácil que la gente se convierta a las instituciones y se pierda una conversión genuina a Cristo.
De hecho, solía enseñar en el instituto de Young Life y les decía: «Saben, su mayor fortaleza es su mayor debilidad. No conozco ninguna organización, sobre la faz de la tierra, que haya sido más efectiva que Young Life para alcanzar a los jóvenes con el Evangelio de Cristo”. Les decía: «Han hecho una ciencia de hacer atractivo el Evangelio. Esa es su fuerza. Pero también es su debilidad porque hacen el cristianismo tan atractivo que pueden hacer que la gente se una a sus clubes y abrace esta fe sin nunca tratar con su pecado, sin nunca tratar realmente con Cristo». Y eso puede ser cierto para cualquier iglesia viva; pueden ser tan sensibles a las necesidades de la gente, tan acogedores y tan atractivos que la gente vendrá por un tiempo a buscar eso. Jesús dijo la parábola del sembrador. Habló de la semilla que cayó entre espinos o que cayó sobre el suelo poco profundo y que surgió rápidamente, pero tan pronto como salía el sol, se marchitaba y se moría o se ahogaba por las espinas.
Y el punto de esa parábola, creo yo, es que la única semilla que dura es la semilla que se siembra en buena tierra. Y esa buena tierra es el alma transfigurada o transformada que ha sido regenerada por Dios Espíritu Santo. Ahora, de nuevo, entendemos que la doctrina, de lo que se llama la perseverancia de los santos, toca directamente sobre esta pregunta: «¿Podemos perder nuestra salvación?» Les recuerdo que, en el catolicismo romano histórico, la respuesta que la iglesia romana dio a la pregunta fue: Sí. Las personas pueden perder su salvación y, de hecho, las personas pierden su salvación. Y cuando vimos la doctrina de la justificación – repasamos muy rápidamente cuando vimos que la causa instrumental de la justificación, según Roma, era en primera instancia el bautismo, en la cual la persona recibía la gracia de la justificación – pero que esa gracia podía perderse por medio del pecado mortal.
Y recuerdan que el pecado mortal es definido por Roma como mortal porque mata o destruye la gracia justificadora que hay en el alma, haciendo necesario que una persona sea justificada de nuevo y tenga un sacramento completamente nuevo con ese fin, es decir, el sacramento de la penitencia el cual definí tal como Roma lo hizo, como el segundo tablón de justificación para aquellos que han naufragado en su fe. Y así, ellos reconocen la capacidad de las personas de haber naufragado y nunca haber sido restauradas. Pueden cometer pecado mortal aún después de haber sido bautizados y haber profesado fe, e incluso después de estar en un estado de gracia, aún pueden ir al infierno. Pueden perder su salvación. Y en muchos círculos semipelagianos, la idea persiste de que la gente puede realmente perder su salvación.
La fe reformada creía no sólo en la perseverancia de los santos como una deducción lógica de la doctrina de la elección, la cual en realidad lo es. Si Dios elige a las personas desde toda la eternidad, entonces ciertamente los elegidos seguirán siendo elegidos para siempre. Pero, por supuesto, eso plantea la pregunta: «¿Una persona no- elegida puede llegar a un estado de fe?»
Los reformadores decían: «No, y que sólo los elegidos llegan a la fe, en primer lugar». Entonces, como consecuencia de la doctrina de la elección, estaría la doctrina de la perseverancia. Pero es muy peligroso, creo yo, construir una teología sólo sobre la base de extraer inferencias lógicas o conclusiones de una doctrina y luego construir todo un sistema en esa forma. Queremos ver si las Escrituras tienen algo que decir sobre este asunto. Y ahí es donde la gente parece escuchar un mensaje mixto de las Escrituras.
Por un lado, Pablo escribe en su carta a los filipenses – si puedo llevarlos ahí por un momento – el primer capítulo de su carta a los filipenses, Pablo dice esto. «Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, orando siempre con gozo en cada una de mis oraciones por vosotros, por vuestra participación en el evangelio desde el primer día hasta ahora, estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”. Aquí Pablo expresa su confianza apostólica en que lo que Cristo ha empezado, Cristo lo terminará. Y se le llama el Autor y Consumador. Somos hechura de Cristo y para decirlo directo sin que suene burdo, Cristo no hace basura alguna. Cuando Cristo crea a una persona a la conformidad de su imagen, no tiene que botar el producto al terminar la hechura de sus manos.
Pero, de nuevo, hay pasajes en la Escritura que parecen, al menos, a primera vista, indicar que las personas pueden y pierden su salvación. El propio Pablo dijo que golpeaba su cuerpo y lo hacía su esclavo, no sea que, después de predicar a otros, él mismo podía ser descalificado. Pero el texto más importante de todas las Escrituras, que se refiere a este asunto de la posibilidad de perder la salvación, se encuentra en el punto, tan controvertido y complejo, expuesto en el capítulo 6 del libro de Hebreos. El capítulo 6 de Hebreos empieza con estas palabras, una exhortación a crecer. «Por tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios, de la enseñanza sobre lavamientos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios lo permite”.
Ahora, escuchen esto. «Porque en el caso de los que fueron una vez iluminados, que probaron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, que gustaron la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, pero después cayeron, es imposible renovarlos otra vez para arrepentimiento, puesto que de nuevo crucifican para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a la ignominia pública”. Ahora, aquí tenemos una advertencia muy seria y solemne que dice que es imposible restaurar, por segunda vez para salvación, a aquellos que han crucificado a Cristo de nuevo. Ahora bien, este texto ciertamente parece sugerir que en realidad había personas en la comunidad cristiana hebrea a las que el autor escribe aquí, quienes han caído y que habían crucificado a Cristo. Y esto, como digo, no causó poca consternación, porque lo que aquí se enseña en el capítulo 6 de Hebreos parece ir en contra del punto de todo lo demás que enseña el Nuevo Testamento, lo cual nos daría confianza en que Dios nos va a preservar y llevará nuestra obra de redención a su culminación en el cielo.
Así que acá ha habido todo tipo de intentos en sortear este capítulo 6. Por ejemplo, muchos creen que lo que el autor describe aquí no es a una persona verdaderamente regenerada, sino que describe solo a un miembro de la iglesia. Recuerden que Jesús habla de su iglesia como un lugar donde hay abundancia de trigo y cizaña. Esa es una composición mixta. Y sabemos que en el pasado esa gente podía unirse a la iglesia y repudiarla y nunca regresar, tal como lo mencionamos anteriormente con Young Life, y en ese sentido se hacen apóstatas. Se alejan de su profesión de fe original. Pero la pregunta era: ¿Esa profesión original era genuina o simplemente describe aquí a personas que están dentro de la comunidad del pacto visible, miembros de la iglesia, quienes nunca se han convertido realmente? Bueno, escuchen cómo se describe a esta gente. «Porque en el caso de los que fueron una vez iluminados» – preguntaríamos iluminados ¿hasta qué punto?
Una persona que se sienta en la iglesia los domingos por la mañana y cada semana escucha el Evangelio, escucha la lectura de la Escritura. Se podría decir de ese miembro de la iglesia que esa persona está iluminada. No necesariamente convertidos, pero al menos han oído la luz del Evangelio. «Que probaron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, que gustaron la buena palabra de Dios». Ahora, se podría decir de cualquiera que esté presente en la iglesia, el domingo por la mañana, ha gustado de esto. Ellos participan en los sacramentos. Literalmente han gustado los sacramentos y oyen la Palabra de Dios y han estado inmersos tal como estaban en los caminos de la fe cristiana. Y estas cosas podrían describir a personas que eran miembros de la comunidad del pacto de Israel en el Antiguo Testamento, quienes nunca se convirtieron. Y así, como decía, aquí dice que estas personas, después que cayeron, «es imposible renovarlos otra vez para arrepentimiento».
Ahora, lo que me hace pensar que el autor de hebreos no está describiendo meramente a miembros de la iglesia sino a creyentes reales, es que una persona que se arrepiente en el verdadero sentido es una persona regenerada. Ahora, hay un falso arrepentimiento como el arrepentimiento de Esaú, eso lo entendemos. Pero el arrepentimiento genuino que trae un renacimiento genuino es un fruto de la regeneración. Entonces, si el apóstol está diciendo aquí que es imposible renovar a estas personas de nuevo para arrepentimiento, eso indica claramente que hubo un tiempo en que habían sido renovados para el arrepentimiento, y por eso creo – no hay duda en mi mente – que está hablando aquí de creyentes. Bueno, si tomo esa posición, ¿eso no derrumba la doctrina de la perseverancia de los santos? No lo creo, por un par de razones.
La primera pregunta que quiero hacer es ¿por qué el autor está dando esta advertencia solemne? Ahora, uno de los problemas que tenemos con el libro de Hebreos es que, en primer lugar, no sabemos quién lo escribió, y en segundo lugar no sabemos con certeza a quién fue escrito, y en tercer lugar – y en este caso lo más importante – no sabemos por qué fue escrito. Sabemos que había, obviamente, un asunto serio que enfrentaba esta congregación y los estudiosos han especulado que era una persecución y que lo que la gente estaba haciendo era negar a Cristo en vista de – que estaban siendo perseguidos o siendo ejecutados por su fe. Es posible. También sabemos que, tal vez, la herejía más generalizada que la iglesia naciente tuvo que enfrentar en el siglo I fue la herejía de los judaizantes, quienes destrozaron la iglesia primitiva.
Toda la carta de Pablo a los Gálatas toca este tema. Y es tratado en otros libros del Nuevo Testamento. Los judaizantes fueron aquellos que insistieron en que los convertidos, del mundo gentil al cristianismo, tenían que aceptar totalmente el judaísmo del Antiguo Testamento, incluyendo la circuncisión como señal sagrada. Y recordarán cómo Pablo luchó tan osadamente contra eso y cómo ese asunto se resolvió en el Concilio de Jerusalén. Y Pablo dijo en su carta a los Gálatas que, si has sido redimido de la maldición de la ley y luego vuelves y te pones bajo la maldición de la ley de nuevo, en virtud de tener la circuncisión como rito religioso, en efecto estás repudiando la cruz porque Cristo ha cumplido la maldición de la ley. Él fue circuncidado por nosotros en la cruz, es lo que Pablo está diciendo en Gálatas. Entonces, si crees eso, ¿por qué regresarías y te colocarías en esa posición de deuda que tenías antes de la cruz?
Ahora, una de las cosas que la comunidad apostólica hizo bien, fue discutir de una manera ad hominem – no me refiero a ad hominem según la falacia, donde atacas y abusas de la gente en lugar de discutir – pero el argumento ad hominem clásico fue el de discutir con el hombre. Es decir, tomar la posición de tu oponente y llevarla a su conclusión lógica para que asumas las premisas de tu oponente y demuestres que, si aceptas esas premisas, te llevará a lo absurdo. Ahora, si, por ejemplo, la herejía que vemos aquí en hebreos es la herejía judaizante, puedo ver al autor de hebreos escribiéndoles: «¿Qué les pasa a ustedes? ¿No entienden la importancia de lo que están haciendo aquí; que si quieren volver a la circuncisión, en efecto están repudiando la obra terminada de Cristo? Y si aceptan eso, y de hecho han repudiado la obra terminada de Cristo, ¿cómo pueden ser salvos? No tendrían forma de ser salvos porque después de haber sido iluminados, han gustado del don celestial y ahora se vuelven y regresan a Egipto y aceptan esa forma antigua de nuevo, no habría manera de que pudieran ser restaurados. Es decir, siempre y cuando hayan estado en esa posición porque en efecto han repudiado el corazón mismo del asunto.
Entonces, creo que lo que el apóstol está haciendo aquí es dar ese tipo de argumento, diciendo: «Esta es la conclusión lógica que saldría de este tipo de pensamiento». Entonces, él está diciendo, «Si crees esto, ¡vas a perder tu salvación!» ¿Significa eso que alguien pierde su salvación? No lo creo. Escuchen lo que dice un momento después en el texto. «Pero en cuanto a vosotros, amados, aunque hablemos de esta manera, estamos persuadidos de las cosas que son mejores y que pertenecen a la salvación”. Oh, el alivio que siento cuando escucho eso, porque aquí el apóstol está dejando muy claro que lo que está diciendo arriba, acerca de las personas que pierden su salvación, es una forma de hablar. Y, sin embargo, da un paso al frente y dice en el análisis final: «estamos persuadidos de las cosas que son mejores y que pertenecen a la salvación «. Y lo que acompaña a la salvación es la perseverancia.
Ahora, lo vemos en otro lugar que creo que es importante. Tú tomas a dos personas en el Nuevo Testamento, que tuvieron una caída seria y radical. Y cualquier cristiano es capaz de una caída seria y radical como lo fue David. La pregunta aquí es si podemos tener una caída total y final. Judas era miembro de la comunidad apostólica. Fue discípulo de Jesucristo. Él estaba con nuestro Señor durante su ministerio terrenal y Judas traicionó a Cristo por 30 piezas de plata, y fue y se ahorcó. Y la Escritura dice que Judas fue un diablo desde el principio. Ahora, Jesús predijo que Judas haría esto. Y Él dijo, «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Y en esa misma reunión, en esa misma mesa, le dijo a Simón Pedro que Simón Pedro lo negaría tres veces. Y Pedro protestó con vehemencia diciendo: «¡Nunca haré eso, Señor!» Y Jesús lo miró y dijo: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo”. Eres pan comido en manos de Satanás. “Pero yo he rogado por ti.. una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos”. Eso no le dijo a Judas. Pero se lo dijo a Simón. Y Él no dijo: «Simón, si te vuelves, si te arrepientes», sino ‘cuando te arrepientas, alimenta a los hermanos y fortalece a los hermanos’. Porque Simón pertenecía a Cristo y cayó dramática y radicalmente, pero la obra intercesora de Cristo estaba en efecto para que Simón no se perdiera.
Ahora, de nuevo, en ese mismo aposento alto, cuando leemos la oración de Sumo Sacerdote de Jesús, donde Jesús ora por sus discípulos, Él no sólo ora por ellos, sino por todos aquellos que creen como resultado de su testimonio – lo que nos incluye – para que no se pierdan. Así que nuestra confianza en la perseverancia de los santos no es una confianza que descansa en la carne, donde nos miramos a nosotros mismos y decimos: «Bueno, yo nunca voy a caer. Estoy muy comprometido», sonando como Simón Pedro en el aposento alto. De hecho, ni siquiera me gusta el término «perseverancia». Me gusta el término «preservación». Pero la única razón por la que perseveramos, la única razón por la que podemos perseverar es porque Dios nos preserva. Si eso dependiera de nosotros, podríamos caer en cualquier momento. Satanás podría zarandearnos como a trigo. Pero nuestra confianza, en el capítulo final de nuestra salvación, descansa en las promesas de Dios de terminar lo que Él ha comenzado. Y descansa sobre la eficacia del gran Sumo Sacerdote que tenemos, quien intercede por nosotros todos los días. Él nos preservará.